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La enfermedad de Sophie Fillières marcó el rodaje y la posproducción de Ma vie, ma geule, pero no la escritura del guion y, sin embargo, la muerte atraviesa la película, desde el inicio hasta su final, de manera sutil pero profunda. La Quincena de cineastas se inauguró este año en forma de homenaje con el pase de la que es la última película de la cineasta francesa, autora de reconocidas comedias (Un chat un chat, Ârrete ou je continue, La Belle et la Belle), pero de la que no se ha estrenado ninguna en España, y que falleciera el pasado mes de julio dejando a cargo de sus dos hijos, Agathe y Adam Bonitzer (hijos también de Pascal Bonitzer), la finalización del film.

Ma vie ma gueule es un autorretrato lúcido y nada complaciente que esconde bajo el humor (algo negro), el dibujo amargo de la crisis de los cincuenta. La protagonista (de la que hay algo de alter ego de la propia cineasta) es Barbie Bichette (a quien da vida Agnès Jaoui), una mujer separada, desconectada emocionalmente de sus hijos y en crisis laboral que se cuestiona su propia identidad (mientras la película la coloca en sucesivas ocasiones frente al espejo). La película se divide en tres actos: PIF!, PAF… y FANFAN (los juegos lingüísticos en general y el onomatopéyico en particular son base esencial de la comicidad en el film) que encadenan distintas situaciones inesperadas en las que un personal acercamiento hacia el absurdo introduce la poesía como elemento disruptivo frente a lo que se presupone que el personaje debe hacer en cada situación (y que siempre encuentra una inteligente fórmula para ser alterado). En un momento de la película Barbie le pregunta a su hermana si ha pensado alguna vez en cuántas duchas le quedan antes de morir. En otro, arranca de la pizarra de reuniones de su trabajo el papel gigante en el que ha escrito un poema con el que se da por despedida. Ya en el metro, Barbie añade un último verso: ‘ni reír, ni nada’. Fillières firmó con Ma vie ma gueule (no sabemos hasta que punto de manera consciente) una turbadora película de despedida.

Jara Yáñez

Sophie Fillières hizo su última aparición como actriz en un papel secundario como amiga de la protagonista de Anatomía de una caída de Justine Triet. Fillières cerró con su presencia una amplia trayectoria como actriz, guionista y directora. El pasado mes de julio murió de una larga enfermedad. En el momento de su muerte tenía rodada una película de carácter autobiográfico, que acabó montada por sus hijos –Agathe y Adam– e interpretada por la directora y actriz Agnès Jaoui. La Quincena de cineastas ha decidido homenajear a Sophie Fillières presentado una película que habla del envejecimiento femenino y de las ganas de huir hacia un lugar más placido. El título francés Ma vie ma gueule escrito por la protagonista al inicio de la película nos deja claro que Barberine –la protagonista– es ella misma cuando cumplió 55 años, momento en el que decidió romper con algunas cosas, estableció otras relaciones con sus hijos y quiso buscar en el retrovisor de su experiencia algunas cosas que había olvidado. El resultado es una película de diálogos inteligentes que empieza moviéndose en el terreno de la comedia –la ruptura con todos los elementos extraños–, prosigue en un territorio más cercano al drama –su malestar psicológico– para finalizar como una película plácida en la que un viejo amigo de infancia actúa como un ángel que anuncia una muerte y la inicia hacia un camino marcado por la placidez y la voluntad de encontrar un más allá. Convertida en un auténtico tour interpretativo por parte de Agnès Jaoui, con rupturas de tono y ciertos baches, la película busca la conmoción en la despedida, en la aceptación del fin.

Àngel Quintana