Recién fallecido, Elliot Erwitt, fotógrafo francés de origen ruso-judío, emigró a Estados Unidos para huir del nazismo. En Hollywood descubrió su amor por las cámaras, y suya es una de las miradas más singulares del mundo de la fotografía. "Su humor no es una carcajada, es una mirada irónica que nos saca una sonrisa, sus fotografías nos hacen sentir a gusto".

Así lo define Andrea Holzherr, directora global de exposiciones de Magnum Photos y comisaria de la exposición 'Elliot Erwitt: La comedia humana', que le dedica la Fundación Canal hasta el 18 de agosto en Madrid. Para él, hacer reír a la gente era uno de los mayores logros que podía haber. Y así veía el mundo, buscando el encuadre perfecto.

Como en la conocida fotografía en la que aparecen dos operarios limpiando una pared que, frente a su objetivo, se convierte en otra escena, en la que parece que el chorro de agua está tumbando una señal. Erwitt decía que los perros eran como personas, pero con más pelo. Precisamente, a los animales les dedicó buena parte de su obra, algunos de dos patas, como las ocas que protagonizan una de las fotos de gran formato.

También, a esos animales que somos los humanos. Los que buscamos un beso que no llega, los que besamos a escondidas para sellar nuestro amor para toda la vida o lo que dure, los que bailamos hasta que nos duelan los pies y y hacemos lo que podemos desde que llegamos a esto, que es vivir sin manual de instrucciones. Momentos todos estos captados por la cámara de este genio de la fotografía fan del trabajo de Man Ray, por ejemplo.