“El ataque a la Identidad Nacional: la Playa de La Agraciada”, por Mario Scasso Burghi

Durante las últimas tres décadas del Siglo XIX y las ocho décadas primeras del Siglo XX, se realizó por parte de la intelectualidad oriental y luego uruguaya, a través de la investigación y luego de la educación y formación cultural, con el apoyo estatal, la construcción de una identidad nacional. Al fin del Siglo XIX, fue necesario y perentorio, crear un sentimiento social identitario de un pasado común, con hechos heroicos y personajes icónicos, en el nacimiento del país, para por un lado unir localmente a las colectividades partidarias políticas enfrentadas y por otro integrar a la descendencia de una masiva inmigración, con un relato histórico entusiasta, al nuevo país de acogida.
A lo largo del Siglo XX, se estableció un Estado-Nación, con instituciones estables y constituidas que necesitaron de un relato histórico algo mistificado de hechos épicos-históricos, con un fuerte acento nacionalista. La evolución de la sociedad, muchas veces con integrantes contestatarios a las instituciones, también se hizo crítica con el relato histórico. En las tres últimas décadas del S. XX y en el presente S.XXI, la investigación histórica, con un sentido partidista, frente al “paroxismo nacionalista” del “Proceso”, se llegó a la agresión de la imagen de personajes protagónicos del nacimiento de un Estado Oriental, que se configuró bruscamente en 19 años, pasando de Montevideo-Banda Oriental, Provincia Oriental, Estado Oriental Independiente y luego República Oriental, entre 1811 y 1830.
La afirmación de Guillermo Vázquez Franco sobre que Artigas “sabía apenas leer y escribir”, incapaz de concebir el proyecto de Independencia- República –Federación. El restar importancia a la Batalla de Las Piedras (cuando en realidad fue el hecho bélico que salvó la Revolución de Mayo, derrotada en el Paraguay y el Alto Perú). La devaluación de la imagen de Fructuoso Rivera, tal vez el primer personaje que concibió un Estado Oriental Independiente, al juzgarlo con códigos de conducta social actuales, a un hombre nacido en el S.XVIII, es uno de los relatos más destacados en el presente.
La tolerancia social y oficial y de los medios de comunicación, de intentos cambiar la música del Himno Nacional, canciones con letras “Cuando Artigas se emborrachó”, sustituir los escudos departamentales con simbología simplificada como se intentó en Maldonado (el símbolo heráldico más antiguo que se conserva en nuestro país), o se logró totalmente en Montevideo, cambiándolo por una M con un “techito” encima, o con la denominación de letras para los “municipios” capitalinos, en lugar de los nombres de los barrios tradicionales, todos actos conducentes a trocar una imagen identitaria por otra. También en la postura de docentes de denominar al Pabellón Nacional como “la Bandera de Ponsonby”, o la de comunicadores sociales decir que es “un trapo con colores”. Hay que tener presente que al derrumbarse la Unión Soviética, Rusia volvió a asumir el Escudo Imperial del Águila Bicéfala, con San Jorge y la Bandera Zarista, pero el Himno Soviético cambió de letra, pero no de la música que le dio Stalin.
Uno de los relatos más desmitificadores que se ha “impuesto”, es el de la playa del Río Uruguay, donde desembarcaron los “Treinta y Tres”. Sin dejar de considerar los ríos de tinta que “sesudas” investigaciones, evalúan que no fueron 33, que fueron más, que fueron menos, que no todos eran orientales, conculcando el relato que con el apoyo de la masonería, que auspició la “Cruzada Libertadora”, otorgando a la cifra un simbolismo propio. Número que aún fue “santificado” por el poeta Juan Zorrilla de San Martín (del Club Católico):“…pisan la frente del húmedo arenal, Treinta y Tres hombres; Treinta y Tres hombres que mi mente adora, …” (de la “Leyenda Patria”). Pero por supuesto Juan Zorrilla, Juana de Ibarbourou, Francisco Acuña de Figueroa, Aurelio Berro, son nombres culturalmente vetados.
Se le ha dado en llamarla la “Playa de la Graseada”, es decir expresando que era el lugar donde se retiraba la grasa de la carne de las vacas, para poderla secar al sol y salarla y luego derretir la grasa. Aludiendo a las cercanías de un presunto saladero, que nunca existió, ni existe registro alguno de él. La no existencia de una población o establecimiento en los aledaños, era lo que señaló el lugar de desembarco nocturno de los que cruzaron en chalanas de las islas del Delta del Paraná y donde se pudieron reunir con la caballada y paisanos adherentes, a cubierto de la sospechas del Ejército Brasileño ocupante de la Provincia Cisplatina, informado de la posibilidad de una invasión insurreccional.

La Agraciada
El nombre de “La Agraciada”, proviene de la hermosura de la ensenada de arena y es evidente para el que la visita.
Existe un documento del Archivo Artigas, que destruye el relato que se ha montado, aludiendo que se le cambió el nombre a la playa para hacerlo “más presentable”.
En el Tomo 34 del referido depósito documental, Tercera Sección, Documentos relativos a Don José Artigas (1816-1820). Invasión Portuguesa, páginas 143 a 145, se encuentra un oficio del Alcalde de San Salvador, Miguel Bonifacio Gadea al “Exmo. Sr. Capitán Gral. Ciudadano Don José Artigas Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres”, en el que le expresa que remite a su disposición a cuatro prisioneros portugueses, “que habiéndose aproximado a la costa de la Agraciada y encontrando con el vecino Marcelino Altamirano, los conoció ser enemigos. Este avisó a la Partida del Cap. Fernández, que estaba facultado para el celo [custodia] de aquella costa, éste los apresó y los remito a V. E. … Soriano y 14 de septiembre de 1817.” El documento enmarca un acontecimiento menor en el marco de la Segunda Invasión Portuguesa, auspiciada por el Gobierno de Buenos Aires (1816-1820).
Todas las referencias geográficas que se señalan en el texto del oficio, apuntan a la Playa de La Agraciada, como nombre identificatorio de la zona, donde fueron hechos prisioneros los marinos portugueses, que interrogados manifestaron que se habían embarcado en Montevideo y habían recalado en la Isla Martín García, donde habían obtenido autorización de las autoridades situadas allí por el Gobierno de Buenos Aires, para comprar carne en la zona del Delta del Paraná y que luego de detenidos fueron trasladados por seguridad a Mercedes.
El lugar era un punto de fácil comunicación fluvial con la costa opuesta.
Es decir que 8 años antes del desembarco del inicio de la Cruzada Libertadora, 19 de Abril de 1825, ya se denominaba el lugar con el nombre de Agraciada, alejándose de toda insinuación de que fue “acondicionada” para ser denominada luego del hecho histórico que aconteció allí.
Intencionada desinformación, propalada con el fin de devaluar el contexto histórico, con el fin de destruir un “relato histórico” de identidad nacional, constituido para la integración de la comunidad nacional en una sociedad con un pasado glorioso común. Tengo que plantearme que lo que une a la población uruguaya, no es sólo la “camiseta celeste” en campeonatos futbolísticos internacionales.

Dr. Mario Scasso Burghi