María I de Inglaterra, «La sanguinaria» – Verdad y Vida
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María I de Inglaterra, «La sanguinaria»

(Gustavo Moreno M. / Abogado).-

Siguiendo con nuestra zaga sobre las persecuciones presentamos ahora a María, que fue reina de Inglaterra desde el año 1553 al 1558. Nació el 18 de Febrero de 1516. Era hija del Rey Enrique VIII de Inglaterra y de la Princesa Catalina de Aragón. Cuarta reina de la línea Tudor y también tercera mujer en la historia reina de Inglaterra. Se casó con Felipe II, hijo de Carlos V de España, por lo que María ostentó los títulos de «Reina de Inglaterra, Francia, España, Irlanda, Nápoles, Jerusalén, Princesa de España y Sicilia, Archiduquesa de Austria, Duquesa de Milán, Borgoña y Brabante, Condesa de Habsburgo, Flandes y Tirol». A pesar de todos estos títulos, María fue mucho más famosa por la persecución que emprendió contra los cristianos protestantes (Persecuciones Marianas). La historia recoge cerca de 300 protestantes muertos bajo su reinado que, gracias a Dios, fue efímero, de poco más de 5 años. Por la fiereza de su persecución contra los cristianos se le conoce mejor como «María la sanguinaria» (Bloody Mary).
El rey Henry Tudor (Enrique VIII) contrajo matrimonio con Catalina de Aragón que había sido antes esposa de su hermano mayor Arturo, fallecido precozmente, y de su unión nació María, Princesa de Inglaterra. Catalina de Aragón tuvo cuatro hijos antes de María, tres de ellos varones que no sobrevivieron mucho tiempo. Por eso su padre, preocupado por la falta de un heredero varón que sabía que Catalina no iba a darle, empezó a maquinar la forma de contraer nuevo matrimonio para procrear un varón heredero al trono, y alegando «consanguinidad», solicitó al papa Clemente VII que le concediera el divorcio de Catalina, a lo que éste se negó. A pesar de todos los esfuerzos legales y diplomáticos emprendidos por Enrique VIII, el papa Clemente VII mantuvo su negativa. Esta circunstancia dio lugar a la separación de Inglaterra del papado y al nacimiento de la iglesia anglicana, bajo la autoridad del Rey de Inglaterra. Enrique VIII contrajo matrimonio e hizo reina a Ana Bolena, con quien tuvo otra hija, Elisabet, posteriormente Elisabet I de Inglaterra. Ana Bolena fue decapitada y así el rey tuvo vía libre para contraer nuevo matrimonio, en este caso con Joan Seymour, con quien tuvo su hijo, llamado Eduardo, que reinó luego como Eduardo VI y fue de mucha bendición para la iglesia anglicana. María, quien era una fanática católica, como su madre, no tenía muy buena salud, fue maltratada por el Parlamento ingles que le quitó su título como Princesa al declararla hija ilegítima del rey por virtud de la anulación del matrimonio de éste con Catalina de  Aragón, y borrada de la lista de sucesión (que después recuperaría). Durante la separación de Inglaterra del papado soportó la quita o confiscación de los monasterios y abadías a los monjes católicos. Al morir su padre, Enrique VIII, se coronó como Rey de Inglaterra e Irlanda a su único hijo varón, Eduardo VI, quien mantuvo la separación del Vaticano y fue de bendición para protestantes o cristianos. Eduardo VI murió en 1553, pero antes de su muerte, durante su enfermedad, a sabiendas que su hermana María era una católica frenética y peligrosa para la iglesia de Inglaterra, fue inducido a cambiar el acta de sucesión al trono y designó como su heredera y futura reina de Inglaterra a su prima Lady Jane Grey, Duquesa de Suffolk, pero ésta solo duró cinco días como soberana. Así subió al trono María I de Inglaterra. Por supuesto que Jane Grey y los que la apoyaron para llevarla al trono de Inglaterra fueron declarados traidores, hechos presos y posteriormente decapitados. Esto sucedió en Londres y en otros condados.
María I, de inmediato, sometió nuevamente a Inglaterra al papado con la ayuda del cardenal Reginald Pole, designado por ella Arzobispo de Canterbury, y del cardenal Stephen Gardiner, Obispo de Winchester y Lord Canciller de Inglaterra.
Entre los más importantes cristianos condenados y muertos durante el reinado de María La Sangrienta, figuran: John Rogers, el Rev. Lawrence Saunders, John Hooper, obispo de Worcester y Gloucester, Rowland Taylor, William Hunter, doctor Robert Farrar, Rawlins White, el Rev. George Marsh, el Rev. Robert Samuel, el obispo Ridley, el Arzobispo Thomas Cranmer y el obispo Latimer; estos tres últimos fueron entre los primeros señalados como herejes y destinados a la muerte al subir María al trono. La historia no se ha puesto de acuerdo sobre el número de cristianos declarados herejes y muertos durante el reinado de María. Algunos historiadores señalan que fueron más de 200, otros, como John Foxe dice que fueron 284, pero en todo caso, la historia reconoce a María I de Inglaterra como la más perversa y sanguinaria asesina de cristianos.
Sin embargo, María fue de corta vida, era enferma, no tuvo hijos pero sí dos embarazos falsos, en los cuales le crecía la barriga, lo que le fue diagnosticado con hidropesía, sufría y murió entre fuertes dolores. El reinado mundano y sangriento de María solo duró 5 años y 4 meses, y no puede compararse con el reinado de su hermana Elisabet I, un reinado de gracia que duró más de 40 años.
Pero como en este mundo también hay justicia, tanto María, como los principales perseguidores a su cargo, sufrieron el castigo de Dios. María murió sola entre fuertes dolores y abandonada por su esposo, sin descendencia. Igual suerte corrió el obispo y Lord Canciller de Inglaterra Stephen Gardiner, que murió enfermo en cama sin arrepentirse; el doctor Morgan, obispo de St. David’s, que había sucedido al perseguidor obispo Farrar, cayó bajo la visitación de Dios: todos los alimentos que comía, una vez habían descendido por su garganta, retrocedían con gran violencia. Murió de hambre. El obispo Thornton, infatigable perseguidor de la verdadera Iglesia, cayó bajo un ataque de parálisis y no sobrevivió durante mucho tiempo. El obispo que lo sucedió, después de haber sido nombrado, cayó por unas escaleras rompiéndose el cuello, acababa de recibir la bendición del cardenal Gardiner. Un testigo perjuro que sirvió para condenar a un creyente (John Cooper), que fue arrastrado, colgado y descuartizado, confiscados sus bienes y su mujer y sus 9 hijos reducidos a la mendicidad, murió de repente mientras trabajaba, sus entrañas reventaron. El alguacil mayor Woodroffe que se regocijaba de la muerte de los santos, apenas una semana después de dejar ese cargo, fue azotado por una parálisis y languideció durante varios días en una condición lastimosa e impotente. Ralph Lardyn, que entregó como hereje al mártir George Eagles, fue juzgado y colgado como hereje después de auto acusarse, declaró haber vendido su sangre por un poco de dinero. Un tal Clark, enemigo jurado de los protestantes, se colgó en la Torre de Londres; Froling, sacerdote católico de mucha celebridad, cayó en la calle fulminado, murió en el acto; Dale, un infatigable informador, murió comido por gusanos; Alexander, un severo guardia de la cárcel de Newgate, murió miserablemente, hinchándose hasta un tamaño prodigioso, hasta pudrirse por dentro; un hijo suyo le siguió poco tiempo después y su yerno, John Peter, un horroroso blasfemador y perseguidor, murió miserablemente. Este, cuando afirmaba cualquier cosa, decía: «Si no es cierto, que me pudra antes de morir» y esta terrible condición le visitó en todo su horror.
El infame doctor Story, fue reservado para ser cortado mediante ejecución pública en tiempos de Elisabet I, práctica en la que tanto se había deleitado con los cristianos cuando estaba en el poder. Se supone que intervino en la mayoría de las condenas en tiempos de María y que desplegó su ingenio inventando nuevas formas de infligir torturas. Fue encarcelado, huyó al continente europeo donde recibió ayuda del Duque de Alba para continuar persiguiendo protestantes y libros heréticos ingleses. Fue capturado bajo engaño, llevado a Londres donde fue condenado por traidor, arrastrado desde la Torre de Londres hasta Tyburn donde, después de estar colgado por más de media hora, fue cortado, despedazado y el verdugo exhibió el corazón de un traidor.-

FUENTES: Wikipedia y El LIbro de los Mártires, John Foxe, Editorial CLIE, 1991.

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