Frente del Este

El sitio de Sebastopol durante la Segunda Guerra Mundial

La tenaz resistencia de los rusos en esta importante base naval tuvo en jaque a los nazis durante ocho meses de duro asedio. Bombardeos y ofensivas por parte de ambos bandos marcaron la contienda, que al fin se saldó con una victoria para Hitler.

Una columna blindada alemana avanza durante la campaña de Crimea,

Foto: Cordon Press

En junio 1941 los nazis habían tomado por sorpresa a los soviéticos en la operación Barbarroja. A lo largo del verano y el otoño de ese año gran parte de la Unión Soviética cayó bajo el implacable avance alemán, pero con la llegada del invierno el frente se estancó cerca de Moscú. En el frente sur la blitzkrieg conquistó los fértiles campos de Ucrania, tomando Kiev y medio millón de prisioneros en apenas tres meses.

Una espina en el flanco de Hitler

Abrumados por las continuas derrotas los rusos se retiraron a la península de Crimea, fortificándose en las estrechas lenguas de tierra que la conectaban con el continente y movilizando a la flota del Mar Negro anclada en Sebastopol. Sin embargo el general al mando Erich von Manstein no detuvo su ataque, aplastando las líneas soviéticas en el istmo de Perekop con una fuerza abrumadora.

Von Manstein, responsable del plan que llevó a la rápida conquista de Francia, era conocido por atacar siempre por el lugar menos pensado.

Foto: Wikimedia Commons

Sin enemigo al que combatir en el mar las naves de la flota se unieron con sus cañones a la defensa de la ciudad.

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Crimea se había convertido en una de las prioridades del Führer, pues además de ser el último reducto comunista en territorio ucraniano desde allí despegaban los bombardeos que continuamente castigaban los campos petrolíferos de Ploiesti en Rumanía, de donde la Wehrmacht extraía la mayoría de su combustible. Así pues Von Manstein recibió órdenes de tomar la ciudad de Sebastopol costase lo que costase, de modo que los alemanes llegaron allí en octubre de 1941 y rodearon la ciudad.

Sebastopol había sido fortificada a conciencia tras ser tomada por ingleses y franceses en 1855: campos de minas, trampas antitanque y búnkeres salpicaban las tres líneas de defensa que rodeaban el puerto, reforzadas por las baterías Maxim Gorki I y II, unos gigantescos fuertes de hormigón equipados con cañones navales de 305mm.

Contraataque soviético

Parecía que la plaza estaba a punto de caer ante los nazis pero, afortunadamente para los defensores, Stalin había ordenado un ataque contra la retaguardia alemana: una fuerza de 40.000 soldados había cruzado a Crimea desde el Cáucaso y amenazaba con tomar los istmos y dejar aislados a los alemanes.

Soldados alemanes defienden una trinchera durante el contraataque ruso en la península de Perekop.

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Un comisario instruye en el uso de la ametralladora a un grupo de soldados soviéticos durante el asedio.

Foto: Wikimedia Commons

Sin tiempo que perder, Von Manstein dejó una fuerza suficiente para bloquear la ciudad y se dirigió al norte con el resto de su ejército. Mientras sus hombres contenían a los soviéticos en la península de Kerch a lo largo del invierno, el general alemán reunía fuerzas e ideaba un astuto plan para sorprender al enemigo en mayo de 1942.

Avanzando por la arenosa orilla sur apenas fortificada, las divisiones alemanas atravesaron las líneas rusas y envolvieron al enemigo con sus blindados para impedir que pudieran escapar. Aunque los rusos respondieron enviando a las divisiones acorazadas, sus obsoletos tanques KV-1 y T-26 no pudieron hacer mella en los panzers alemanes, y la batalla terminó en apenas 11 días. Con sus líneas de suministro aseguradas y 190.000 rusos muertos o capturados, los nazis pudieron volver a centrarse en la toma de Sebastopol.

Un plan poco convencional

Aunque la ciudad había sido fortificada a conciencia, las posiciones rusas tenían un punto débil ya que se encontraban divididas en dos sectores incomunicados por la bahía de Severnaya. En el norte una zona montañosa rodeaba el fuerte Maxim Gorki I, mientras que en el sur decenas de reductos y campos de minas cubrían la principal carretera de acceso a la ciudad.

Un grupo de soldados alemanes descansa en una zanja durante la lucha por Crimea.

Foto: Cordon Press

Von Manstein consideró más prudente atacar el sector norte, pues el menor número de fortificaciones construidas en ese sector facilitaría el avance de sus hombres. Una vez tomado el fuerte Gorki la Wehrmacht descendería hacia el puerto, cruzando con botes la bahía y tomando las defensas del sur por detrás.

Para facilitar la ardua tarea de abrirse paso a través de las línea soviéticas los alemanes habían concentrado más de mil piezas de artillería, entre las cuales había dos monstruosos morteros autopropulsados de 600mm y el Dora, un cañón de 47 metros de largo que todavía hoy sigue siendo el más grande de la historia.

A ellas se sumaban los bombarderos Stuka bajo el mando de Wolfram von Richthofen (primo del Barón Rojo), cuyos precisos ataques en picado pronto se convirtieron en el terror del Ejército Rojo.

El dora era tan grande que solo podía disparar montado en unas vías de tren construidas especialmente para ello. Maqueta del Museo de Historia Militar de la Bundeswehr.

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Wolfram von Richthofen con uno de sus oficiales.

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Operación Pesca del Esturión

El ataque se inició el 7 de junio con un masivo bombardeo para arrasar las posiciones rusas antes del ataque de la infantería, sus objetivos era los campos de minas y los nidos de ametralladoras, que debían eliminar antes del avance general.

Mientras los cañones rusos respondían al fuego enemigo los alemanes avanzaron, tomando lentamente una posición tras otra. Con el apoyo de carros de combate StuG, robots de demolición Goliath y equipos lanzallamas los soldados nazis fueron eliminando la resistencia soviética bastión a bastión, capturando el estratégico fuerte Stalin el día 12.

Un grupo de soldados espera a que un StuG destruya un bunker enemigo antes de iniciar su ataque.

Foto: Cordon Press

La batería Maxim Gorki totalmente destrozada tras el ataque alemán.

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Entonces todos los cañones alemanes apuntaron a la batería Gorki, y aunque el Dora no logró ningún impacto, los morteros pesados consiguieron dejar fuera de combate una de sus torretas. El 17 se produjo el ataque definitivo contra la posición, cuya guarnición destruyó los cañones antes de huir a la desesperada a través de las líneas alemanas.

El golpe de gracia

Con la toma de este fuerte todo el sector norte pasaba a manos fascistas, pero ahora quedaba la desalentadora tarea de cruzar la bahía y atacar una ciudad ocupada por el enemigo. De nuevo el astuto Manstein usó otra de sus tretas: la noche del 28 al 29 de junio atacó el sector sur, atrayendo allí a las reservas rusas mientras su fuerza principal desembarcaba sigilosamente en Sevastopol.

Viendo la batalla perdida los altos mandos soviéticos ordenaron la evacuación de la plaza, escapando por aire y mar mientras abandonaban a sus suerte a decenas de miles de soldados.

Empujados por el imparable avance alemán, los rusos se refugiaron en las pocas playas todavía bajo su control, desde las que partían improvisados botes con la esperanza de ser recogidos por algún barco. De este modo las últimas fuerzas soviéticas fueron arrinconadas contra el mar y obligadas a rendirse el 4 de julio, terminando así la campaña de Crimea.

Tras el asedio Sebastopol quedó totalmente arrasada.

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Algunos de los muchos soldados rusos capturados durante el asedio.

Foto: Cordon Press

Hitler y von Manstein en una de las visitas del Führer al frente oriental.

Foto: Wikimedia Commons

Se calcula que cerca de 300.000 rusos fueron muertos o capturados a lo largo del asedio, que se sumaron a los 170.000 del fallido contraataque en Kerch. Los muertos y heridos nazis durante toda la contienda ascendieron a 64.000, unas pérdidas ligeras comparadas con las sufridas por los soviéticos.

Pese a todo, el sacrifico de tantos hombres no fue en vano, pues con su tenaz resistencia mantuvieron alejados de Stalingrado a 200.000 soldados alemanes durante la decisiva batalla que cambiaría el curso de la guerra en el Frente Oriental.

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