La invasión de Siria

El asedio de Acre: la primera derrota de Napoleón

Durante la campaña de Napoleón en Egipto el general francés intentó en vano tomar esta antigua fortaleza del tiempo de las cruzadas, que resistió su imparable avance con ayuda de la flota inglesa y uno de sus antiguos compañeros de escuela.

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Los franceses asaltan los muros de Acre bajo la atenta mirada de Napoleón. En total se realizaron más de once ataques contra la ciudad, pero todos fracasaron.

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En julio de 1798 un pequeño ejército desembarcó en Egipto al mando de Napoleón Bonaparte. En guerra con Inglaterra desde la ejecución de Luís XVI la joven República Francesa había decidido contraatacar enviando una fuerza expedicionaria a África, para establecer una colonia desde la que amenazar a las posesiones británicas en la India.

De manera fulgurante Bonaparte derrotó a los mamelucos que gobernaban el país en la batalla de las Pirámides, y aunque luego perdió a toda su flota frente a Nelson en el combate naval del Nilo, se convirtió en el amo de Egipto.

Napoleón en Siria

Pese a ello su posición no era nada segura. Egipto era un estado vasallo del Imperio Otomano, y con la colaboración de los ingleses el Sultán estaba preparando un ejército para recuperarlo. Era necesario pues llevar de nuevo la guerra al terreno del enemigo antes de que este fuera demasiado fuerte, así que para el año siguiente Bonaparte preparó una fuerza expedicionaria con la que se adentraría en Siria (como se llamaba entonces el área comprendida entre el Sinaí y Asia Menor), con el fin de obligar a los turcos a firmar la paz o por lo menos acabar con la amenaza que representaban.

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Napoleón montado en camello durante la campaña de Egipto y Siria

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El primer obstáculo con el que se topó el corso fue la fortaleza de El Arish. Construida en una colina amurallada, la plaza estaba guarnecida por 3.000 defensores, pero nada pudo frente a los 13.000 soldados que formaban el ejército francés, quienes tomaron el fuerte al asalto tras derribar sus murallas a cañonazos.

Completada esta primera etapa la hueste revolucionaria prosiguió hasta Gaza, que fue saqueada para reponer provisiones, y alcanzó Jaffa el 4 de marzo de 1799. La ciudad había sido reforzada por el pachá Djezzar de Acre, pero de nuevo sucumbió ante los franceses, que tras abrir brecha en sus muros degollaron a la población civil. Según una fuente contemporánea “todo rostro humano cayó ante su furia”.

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En la ciudadela quedaban todavía unos 3.000 turcos, que se rindieron con la promesa de ser liberados en Egipto. Sin embargo Napoleón no tenía ninguna intención de cumplir con este acuerdo, sino que tras reclutar a los egipcios de la masa de prisioneros, ordenó que el resto fueran llevados hasta la playa en grupos y fusilados.

La excusa que Bonaparte dio en sus memorias para esta espantosa masacre fue que su ejército no contaba con suficientes provisiones ni efectivos para escoltarlos hasta territorio francés, pero la realidad es que no quiso correr el riesgo de que se escaparan para unirse a Djezzar.

Antoine Jean Gros   Bonaparte Visiting the Plague Victims of Jaffa

Antoine Jean Gros Bonaparte Visiting the Plague Victims of Jaffa

Napoleón visitando a los apestados en el hospital de Jaffa, pintura al óleo de Antoine Jean Gros realizada en 1804. Museo del Louvre, París.

Wikimedia Commons

Entonces, como un castigo caído del cielo por semejante crimen, una epidemia de peste se extendió entre los franceses. En cuestión de pocos días los enfermos y moribundos se empezaron a acumular por cientos en los hospitales pese a los mejores intentos del sufrido doctor Desgenettes. En un arriesgado gesto para subir la moral de sus tropas Napoleón visitó a los infectados, ayudando incluso a transportar los muertos hasta las fosas comunes.

Aunque la plaga se cobraba víctimas a diario la campaña no podía detenerse, por lo que los franceses prosiguieron su avance hasta Acre, un fortificado puerto del tiempo de las cruzadas donde los esperaba Djezzar. 

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Djezzar Pachá condenando a un criminal. Grabado de Edward Orme, principios de siglo XIX

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El pachá otomano era todo un carácter: tras arruinarse en su juventud se había vendido como esclavo en Estambul y había acabado de mameluco en Egipto, donde había conseguido ascender hasta convertirse en la mano derecha del jeque Alí Bey y luego en gobernante de la provincia de Acre. Su sobrenombre de El Carnicero venía de la característica crueldad con la que castigaba a sus enemigos, con torturas tan refinadas como emparedar a los reos con la cabeza fuera para deleitarse con sus lamentos mientras se morían lentamente de hambre y sed.

Los muros de Acre

El asedio empezó con mal pie. Bonaparte había decidido enviar su artillería de asedio por mar dado el pésimo estado de los caminos, pero el convoy cayó en manos de una flota inglesa recién llegada al Mediterráneo oriental. Su comandante era el comodoro sir Sidney Smith, un atrevido corsario recién liberado de la cárcel parisina del Temple por Antoine Phélippeaux. Este noble francés era un antiguo compañero de clase de Napoleón, que había emigrado de Francia durante el Terror para salvar la cabeza y ahora militaba en las filas británicas.

Sir William Sidney Smith by John Eckstein

Sir William Sidney Smith by John Eckstein

Sir William Sidney Smith en los muros de Acre. Pintura al óleo de John Eckstein, Galería Nacional de Retratos, Londres.

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Este refuerzo fue acogido con alegría por Djezzar, quien tras situar los cañones franceses en las murallas de la ciudad se preparó para resistir al invasor. Construida en una península Acre era más fácilmente defendible que las anteriores plazas capturadas por Bonaparte, y ahora los turcos contaban con el apoyo de la flota británica y sus marines, 600 de los cuales se unieron a la lucha.

Los republicanos abrieron trinchera el 19 de marzo, y tras excavar la primera paralela fuera del alcance de los turcos, los zapadores del general Caffarelli fueron acercándose a la fortaleza mediante aproximaciones en zigzag. Los cañones de campaña se situaron en las baterías, pero su fuego solo consiguió abrir una pequeña brecha en la parte superior de la muralla.

El 28 de marzo Bonaparte lanzó su primer asalto. Equipados con escaleras para llegar hasta el boquete sus soldados fueron cayendo bajo el fuego de otomanos y británicos. Djezzar se situó con toda su corte tras la muralla, prometiendo a los defensores una moneda de oro por cada cabeza infiel que le trajeran, y llegado el momento del combate empuñó un par de pistolas en la brecha hasta ver rechazados a los sitiadores. 

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Los franceses salen de sus trincheras y se lanzan al asalto de la brecha, grabado del siglo XIX, colección privada

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Pese a esta victoria el pachá era un hombre desconfiado por naturaleza, y temiendo una traición desde dentro ordenó ejecutar a todos los cristianos de la ciudad, atrocidad que se llevó a cabo sin ningún remordimiento pese a las protestas de Smith y Phélippeaux.

Frenado por este primer revés, Bonaparte vió como sus problemas aumentaban cuando le llegaron noticias de que una gran fuerza otomana marchaba contra él desde el norte para levantar el asedio: los pachás turcos de Damasco y Aleppo habían unido sus fuerzas y acudían en ayuda de Acre.

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Dejando a buena parte de sus tropas en las trincheras Napoleón fue al encuentro de este nuevo enemigo, destacando a dos columnas bajo los generales Murat y Kléber para que se enfrentaran al enemigo separadamente. El primero logró batir una fuerza de caballería turca en el lago Tiberias con solo dos batallones de infantería, sorprendiendo al enemigo desde detrás de una colina mientras estaba acampado, y capturando un fabuloso botín de lujosas armas orientales.

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La batalla del monte Tabor, Napoleón (izquierda) acude al rescate del cuadro de Kléber (centro) y los otomanos se dan a la fuga. Colección Elgar.

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Más apurada era la situación de Kléber, quien se vio rodeado por el ejército de Damasco en el monte Tabor con solo 1.500 hombres. Formando en cuadro los franceses resistieron durante diez horas los embates de 25.000 jinetes sirios, hasta que de forma providencial llegó Napoleón.

Según el cronista Nicolás el Turco entre los otomanos cundió el temor al ver el nuevo enemigo que se les echaba encima, y al primer cañonazo “Entraron en pánico y huyeron. Dispersándose en todas direcciones hacia las montañas y los valles”. Esa noche los soldados de la atea República Francesa entraron en Nazaret, donde al día siguiente celebraron un Te Deum para agradecer la inesperada victoria.

La torre maldita

Mientras tanto la lucha por Acre proseguía sin descanso. Vista la ineficacia de su artillería los franceses excavaron un túnel hacia el bastión en el que se encontraban las dos murallas de la ciudad para hacerlo saltar por los aires, obra que los marines intentaron destruir mediante una salida que fue derrotada con la pérdida de 15 hombres.

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Combate entre franceses y turcos en una de las brechas de Acre, Smith aparece junto a la bandera británica en segundo plano. Grabado de William Heath publicado en 1815. Colección Stapleton.

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La mina bajo la “tour maudite” estuvo lista el 24 de abril, y tras hacer estallar la carga de pólvora los sitiadores se lanzaron al asalto de las ruinas encabezados por las compañías de granaderos. En una dura lucha cuerpo a cuerpo consiguieron entrar en el piso de abajo de la fortificación, pero allí perecieron bajo una lluvia de granadas y barriles explosivos arrojadas por los defensores desde la muralla. 

Rechazado de nuevo Napoleón esperó a que llegara una remesa de cañones pesados desde Egipto antes de reanudar el ataque. Establecida en batería el 5 de mayo, la artillería de asedio pronto demostró su efectividad al abrir una gran brecha en el ángulo, por donde atacaron los franceses dos días después.

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El general Kléber en el asedio de Acre. Dibujo de Théodore Géricault, Museo de Bellas Artes, Rouen.

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El empuje de la carga les permitió rebasar las defensas con facilidad, pero una vez dentro de la ciudad los sitiadores se encontraron en un jardín cuyas salidas habían sido cerradas por un muro interior construido por Phélippeaux. Acribillados en terreno abierto por un nutrido fuego cruzado, los franceses no pudieron abrirse paso, y terminaron siendo expulsados de la torre por un contraataque turco.

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El asalto final a San Juan de Acre, grabado de Denis Raffet publicado en 1880. Colección privada.

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El último intento de tomar la ciudad se realizó el 10 de mayo, y de nuevo los soldados de Napoleón fueron derrotados por las fuerzas combinadas de ingleses y turcos. Tras gastar su munición contra el palacio de Djezzar en un último acto de rabia, Bonaparte abandonó Acre. La campaña terminaba con su primera derrota y la muerte de 1.200 franceses a los que se sumaban 2.500 heridos y enfermos. 

Como escribiría a casa un oficial francés “sin exageración, se puede decir que la mitad del ejército ha perecido frente a los muros de Acre”. Napoleón abandonaría pronto Egipto para convertirse en dictador de Francia, y la aventura egipcia de sus soldados terminaría en 1801 con el desembarco de los británicos en Aboukir y su derrota en la batalla de Alejandría.