Fish Tank | Crítica | Película

Fish Tank

One girl stand up show Por Manu Argüelles

Aprovechamos el estreno en España de Cumbres borrascosas (Wuthering Heights, 2011), tras su paso por Venecia y por la Seminci, para hablar de Fish Tank, el anterior film dirigido por Andrea Arnold y uno de los largometrajes europeos más importantes del 2009.

Sin duda, el film que ahora nos ocupa es un auténtico one girl stand up show, parafraseando la denominación inglesa a los monologuistas americanos. La película es Mia (Katie Jarvis) una adolescente enfadada con el mundo y que encuentra su válvula de escape en el baile. La cámara no se despega de ella y mediante su omnipresencia en todos los planos accedemos a su contexto (degradado) y a su familia disfuncional compuesta por tres mujeres: su madre, ella y su hermana menor. Un universo femenino, nada idealizado, que supone, además, todo un viaje a los estratos más suburbiales británicos; una puesta al día de los principios del neorrealismo. Aunque aquí sin melodramatismo, y más cercano a la aspereza de Alemania año Cero (Germania, ano cero, 1948) de Roberto Rossellini que a Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1945) de Vittorio de Sica. Pero no busquemos estados de ánimo enfáticos que remuevan la conciencia mediante un compromiso ético ante lo que vemos. La facilona comparación de muchos críticos con el cine de Ken Loach le perjudica más que le beneficia. En una órbita femenina prefiero vincularla a films como La vida soñada de los ángeles (La vie revée des anges, Erick Zonca, 1998),  más que al universo del que parece ostentar el monopolio del retrato de la vida obrera británica.

Fish Tank

Andrea Arnold parece tenerlo claro. El hecho de situarnos su film como una ventana a una realidad acostumbradamente escindida en el cine, es motivo más que suficiente, como para efectuar una denuncia (implícita) ante lo que se ve. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Se niega por ello a ejercer de conductora ideológica y la meticulosa descripción profundamente naturalista y costumbrista de la vida de Mia es motivo argumental más que suficiente para articular su discurso. Una disertación que juega con su ausencia, oblicua si se quiere, prescindiendo de una trama convencional (seguimos con las omisiones estructurales), pero que no renuncia a la crisis como motor de movimiento de nuestra joven protagonista desarraigada.

Es curioso que, frente a la contemporaneidad realista de la que hace gala el film, se recurra a la clásica presencia del otro en el entorno familiar para articular el conflicto. La aparición del nuevo novio de la madre es el elemento ajeno en el núcleo de mujeres y como tal, viene a revolucionar la médula consanguínea de Mia. Pero se pervierte el conflicto tradicional de la llegada del ajeno (con intenciones maléficas) al pacífico y estable hogar. Aquí se invierten los ejes. La casa de Mia tiene de todo, menos de apacible recodo en el que resguardarse. Y Connor (Michael Fassbender ya apuntaba lo que ahora ya sabemos), aparte de poseer un físico que revoluciona las hormonas de madre e hija, se presenta como un sujeto que llega al hogar para traer todo aquello que falta en él. Las cohesiona, es tierno y amable con todas, da apariencia de limpieza y pulcritud al espacio físico y, en definitiva, trae consigo actitudes, comportamientos y una afectividad saludables. Por primera vez, Mia siente que se fijan en ella y, de la forma menos inesperada, conoce el cariño (ella en cambio, se fija inicialmente en él a través de la mirada sexual). Aunque sigue «ladrando» a Connor igual que al mundo, se trata de una resistencia y un miedo al afecto, más que una actitud de rebeldía y negación ante lo que le rodea. No tardará en fraguarse el desequilibrio, en cuanto el bastión de Connor devenga en falacia.

Fish Tank 2

Y es que Fish Tank, entre el maremoto de realidades virtuales y nuevos modos de representación acorde con la tecnología digital, aboga por una ficción que emule la transparencia en la representación de la realidad ficcional. La verosimilitud realista que construye el cuerpo y sustancia de una adolescente cargada de ira sustenta sus raíces en la escenificación de las líneas más prototípicas del documental.

Pero se diluyen las barreras cuando Andrea Arnold decide jugar con el simbolismo de la yegua vieja, (no es casual que tenga los mismos años que nuestra protagonista), o con el pez fuera del estanque tratando de sobrevivir para otorgar así expresión metafórica del sentir vital de Mia, metáfora que da juego al título del film . Tampoco renuncia a conformar cierto placer estético en la filmación de lo cotidiano y bucear entre la inmundicia para encontrar posibilidades atractivas de un entorno banal. No es que llegue a establecer una estilización que rompería con lo plausible, pero sí que existe en algunos planos una buscada belleza formal. Pensamos por ejemplo en aquel plano previo al encuentro nocturno a solas entre Mia y Connor. Andrea Arnold filma en plano fijo y panorámico el exterior del edificio donde vive Mia, con el viento meciendo los árboles. Un plano que presupone presagio y que funde en sí mismo atractivo visual y carácter anticipatorio.

Entendemos así que Fish Tank ha acabado seduciendo a los diferentes certámenes europeos por los que pasó, sabiendo equilibrar sus fuerzas y devolviéndole al cine un realismo con compromiso social no adoctrinador. Aunque quizás no hubiese hecho falta, para ello, un metraje excesivo y una morosidad contemplativa que puede narcotizar al espectador no acostumbrado en otros tempos diferentes al convencional.

Fish Tank

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