(ESTE ARTÍCULO, COMO TE PODRÁS IMAGINAR, CONTIENE SPOILERS DE 'JOKER'.)

Joker, la película, quiere que entendamos a Joker, el personaje. Quiere que lleguemos a comprender que cualquier persona en esas circunstancias -una infancia de terribles abusos, una adolescencia y una edad adulta de mentiras, locura y de fuerte medicación, una sanidad pública que abandona a un enfermo, una sociedad que se mofa del fracaso, desde los niños que le dan una paliza en un callejón en plena luz del día hasta el gran presentador de late night que se ríe de él en prime time delante de todo Estados Unidos...- tiene muchas probabilidades de acabar igual que él. Eso es exactamente lo que dice la película: Esto, todo esto, es lo que ha hecho a este criminal, esto es lo que ha llevado a que algo en el cableado de su cabeza haya tenido un cortocircuito irreversible.

Vamos a tratar de explicar primero el final de la película y luego explicamos el epílogo, porque son dos cosas totalmente diferentes. Y las dos son terriblemente fieles al personaje original de los cómics, aunque ambas se tomen la licencia de reinventarle por completo.

La película también habla sobre cómo en tiempos convulsos, en tiempos de desesperación, frente a la postura de la esperanza, siempre surge la figura del caos, de la violencia, de la desesperación. Igual que le ocurre al personaje ante una vida de vejaciones, tiene dos opciones: orden o caos. La carta del Joker es caos. Aunque la película no nos dice que es su elección, sino que se ve abocado a ello. No es una elección. Es un destino pre-determinado. Al contrario que la masa de personas descontentas, que elige el caos de forma perfectamente racional, perfectamente conscientes de la elección que hacen (así se apoyó a grupos terroristas durante años, al fin y al cabo: sociedades en crisis económicas que eligieron la violencia y el asesinato como salida; eran minoría, pero una minoría muy ruidosa e implacable).

Todd Phillips ha querido desmarcarse de todos los arcos argumentales de los cómics de Batman y el Joker, pero, sin embargo, el mensaje de la película es exactamente el mismo mensaje que el del cómic de Alan Moore y Brian Bolland La broma asesina. "Sólo quiero demostrarle al mundo que es más simple acercarse a la locura de lo que se piensa y que un mal día puede hacer que hasta el más cuerdo de los hombres enloquezca", dice el Joker en un momento de sinceridad al comisario Gordon, quien, por cierto, está desnudo y maniatado, vejado, en plena tortura. ¿No es exactamente esto mismo lo que Arthur (Joaquin Phoenix), que todavía no se ha convertido realmente en el Joker (le quedan solo unos pocos minutos para hacerlo), le dice al gigante del late night Murray (Robert de Niro): "Lo siento han sido dos meses difíciles...". Acaba de reconocer que no sabe quién es su padre, que el novio de su madre abusó de él sexualmente durante años, que su madre no hizo nada, que su madre acaba de morir… Ese último chiste asesino, esa última killing joke a Murray, en el fondo, dice lo mismo:

¿Qué te parece un último chiste, Murray? ¿Qué ocurre cuando te cruzas con un solitario enfermo mental al que el sistema ha abandonado y le tratas como si fuera basura? [Murray en ese momento no le está escuchando.] Lo que pasa es que obtienes lo que te mereces.

Blam. Toma punchline, Murray.

Igual que el asesinato sin sentido de sus padres a la salida de un cine da sentido a Batman. Solo que este nuevo origen del Joker es mucho más comprensible. Todd Philips ha conseguido que empaticemos por primera vez con Joker. Entiendes las muertes de los tres brokers; entiendes la muerte de Randall, su compañero de trabajo que le engaña y le desprecia; aplaudes que salve la vida de su otro compañero de trabajo, el que nunca se metió con él. Pero todo esto tiene una pequeña trampa. Y esa trampa se llama Sophie. Sophie es lo que hace que encajen las piezas en el final, esa Sophie con la que se imagina la vida que se merece. Esa Sophie que ve aterrorizada como el vecino con pinta de psicópata que vive con su madre está empapado en su salón.

Así que el final tiene trampa. Y, ojo, es un final redondo, perfecto: la ciudad sumida en el caos, Arthur vuelve a nacer cuando en el parto metafórico que provoca el accidente le sacan en volandas. Como un mártir es depositado en el capó del coche patrulla. Se levanta ya como el Joker, Arthur se da cuenta en ese exacto momento en que ya no es Arthur, sino el Joker. Su vida, por fin, tiene sentido. Efectivamente, como el creía, todo es una comedia. Pero una comedia sangrienta. De ahí que con su propia sangre esboce su macabra risa infinita.Pero no habría conseguido nada de esto sin Sophie. Quién se lo iba a decir. Pero la culpa no es de Joker, ni de Sophie, sino de Todd Philips. Seguro que te has hecho esta pregunta:

¿Muere el personaje de Sophie en Joker?

En el montaje final no queda claro, pero no, no muere. Podría haber muerto. Es la primera persona que se encuentra después de descubrir la verdad sobre su pasado. Es un mal día. Ese fundido en negro y salto a la siguiente escena siembra una duda razonable. ¿Qué pasa entre los dos? Pero al día siguiente, en los días siguientes, no hay ni una sola indicación de que se haya cometido un crimen. La niña, GiGi, habría faltado al colegio, Sophie habría faltado al banco… no, el Joker no les asesina, como luego sí asesina a Randall. Sabemos que Arthur entra en la habitación, sabemos que ella está a punto de meterse en la cama, en camisón y bata. Acaba de acostar a su hija y se encuentra al vecino loco. Y sabe que eso significan problemas. Una mirada aterrorizada y ya está. No vemos cómo Arthur, que todavía no se ha convertido en Joker le mata, ni tampoco como abandona el piso sin tocarle un pelo. Así que no, no es la primera víctima después de conocer la verdad sobre su pasado.

Joker personaje Sophie final
Warner Bros

Sin embargo, ¿habría matado el Joker que hemos conocido en los cómics a Sophie? Sin lugar a dudas. Sophie habría amanecido, al igual que su hija, al día siguiente con la sonrisa característica del gas de la risa mortal de Joker. Sin embargo en la película no le mata: Arthur, todavía, tiene un mínimo código ético. Todavía hay gente que no debe morir. En el guión original, hay dos escenas elocuentes que se han eliminado y que nos dan más información sobre el personaje de Sophie: primero, Arthur entra en el apartamento, después en la habitación de Sophie y la encuentra manteniendo relaciones sexuales con su novio. En otra escena, días después, Arthur aborda a Sophie a la salida del colegio de su hijo y le insulta públicamente. Sophie le cruza la cara de un bofetón y Arthur ríe. “¿Por qué no me sale nada bien?”, dice Arthur. Así que Sophie vive. Y en la película quieren sembrar una duda razonable, pero está claro que no le mata. Es la gota que colma el vaso. Sophie, de haberle hecho caso de verdad, ¿le habría salvado?

Nos venden (y, ojo, lo compramos) que el personaje no tiene elección. La salud mental en su caso no es un elección. Y es en ese momento en el que entra en juego el epílogo.

El epílogo de Joker, explicado

¿Qué significa esa última escena en Arkham Asylum años después de su nacimiento criminal en un coche patrulla en las calles de Gotham? Además de situarle en Arkham y dar continuidad al personaje de los cómics, que se pasa la vida en Arkham, hay algo más. Es una última reflexión sobre su locura. Asesina de forma despiada a esa trabajadora social/psicóloga del final. Cuándo piensas en el Joker y has estado leyendo cómics toda tu vida piensas que es un loco, un psicópata. Por supuesto que está loco: se viste como un payaso, está obsesionado con Batman, pasa la mayor parte de su tiempo encerrado en Arkham Asylum. Pero etiquetar a Joker únicamente como un loco es demasiado fácil. Supone, en el fondo, despreciar los matices más oscuros que implica la cordura. Si estuviera loco, no sería responsable de sus acciones, serían un subproducto de su enfermedad mental.

¿Es consciente entonces de sus actos? Esto significaría que es consciente de sus acciones y que se viste, habla, actúa y piensa de la manera que lo hace por elección. Prefiere comportarse de esta manera a como somos el resto de nosotros. Es un ser que no tiene nada que perder y nada que temer: ahora, por fin, la vida es una comedia. Como nosotros, como espectadores, no podemos relacionarnos con un comportamiento tan extremo, lo etiquetamos como locura, confundiéndolo con lo que realmente es: puro mal.

El Joker quiere que lo descartemos como loco, ya que, en cierto modo, estar loco es algo predecible, dándole la ventaja de hacer lo inesperado. Pero el Joker ha ido más allá de la locura en ese epílogo. Ya no hay un código ético, ya no existe nadie que se salve. Se ha convertido en otra cosa, algo único. En la esencia del mal.