Paul Schrader habla sobre su última película como director, 'El maestro jardinero'

Paul Schrader habla sobre su última película como director, ‘El maestro jardinero’

Paul Schrader

Con El maestro jardinero, Paul Schrader pone fin (o casi) a una trilogía que empezó con El reverendo y continuó con El contador de cartas. La culpa, el autocastigo y la redención rodean también a este nuevo protagonista masculino, recurrente en su filmografía. 

Por Nando Salvá

Tan solo unos días antes de acabar de rodar El maestro jardinero, Paul Schrader pensó que se moría; una mañana, al despertar, sintió que no podía respirar, y que la vista le fallaba. “Sabía que, si llamaba a los servicios de emergencia, no podría salir del hospital a tiempo para terminar la película”, nos cuenta meses después, via Zoom. “Decidí arriesgarme, así que me levanté y me fui a trabajar”.

Por eso, cuando la película se presentó en el pasado Festival de Venecia, era razonable pensar que sería la última de su carrera. Ahora, meses después, lo único seguro (y quizá tampoco del todo) es que es la última de una trilogía, que inició con El reverendo (2017) y continuó con El contador de cartas (2021), sobre hombres atormentados que “cargan con una gran culpa y sienten la necesidad de ser castigados, porque creen que eso les proporcionará algo parecido a una redención”. Aunque lo cierto, en cualquier caso, es que ese perfil humano es una constante a lo largo de toda su filmografía como guionista y director. 

El personaje titular de El maestro jardinero es, más concretamente, un horticultor (Joel Edgerton) dedicado tanto a cuidar los jardines de una finca propiedad de una rica viuda sureña (Sigourney Weaver) como a complacer sexualmente a su jefa, y que al principio del relato se ve forzado a contratar como aprendiz a la problemática sobrina de la mujer. Si el protagonista de El reverendo cumplía penitencia tras perder a su hijo en Irak y divorciarse de su esposa, y el de El contador de cartas era incapaz de dejar atrás su pasado como torturador, este nuevo antihéroe usa las flores –símbolo universal de paz y amor– como vehículo de escape de una existencia basada en el odio supremacista, de la que el torso tatuado de esvásticas y otras insignias reconocibles le sirve a modo de recordatorio. 

Los demonios del jardinero reaparecen cuando se enamora de la recién llegada, que tiene la piel negra y varias cuentas pendientes con gente problemática. “Me siento aliviado, porque la película no ha generado la controversia que yo anticipé”, confiesa Schrader en referencia a esa premisa argumental. “No solo retrata una historia de amor interracial y entre un hombre y una mujer con edad de ser su hija sino que, además, humaniza a un neonazi y hasta se pone de su parte. Dado el mundo en el que vivimos, lo normal habría sido que contar una historia así me hubiera granjeado una legión de haters”. 

Quizá la mayor novedad que El maestro jardinero representa en la obra de su autor sean las dosis de esperanza que incorpora a un universo basado en el pesimismo y la imposibilidad de salvación. “En la primera película de la trilogía el protagonista muere, y en la segunda acaba en la cárcel, así que me pareció que tenía sentido ofrecerle una salida más amable esta vez”, reconoce el director. “Supongo que me estoy haciendo viejo. Siempre me pareció atractiva la idea de dejar este mundo haciéndole un corte de mangas, pero ahora que se acerca el momento confío en hacerlo rodeado de amor y cariño”. 

Probablemente por eso, y sin duda también a causa de los citados problemas de salud, Schrader afirmó en Venecia que nunca más volvería a hablar de su personaje arquetípico. Pero no tardó en cambiar de opinión. La trilogía va a ser una tetralogía. “La cuarta estará protagonizada por una mujer”, afirmó poco después. “Hablará de represión, de culpa y de catarsis, pero esta vez desde un punto de vista femenino”. Cuanto menos tarde en rodarla, mejor.

Fotos: Stephane Cardinale – Corbis y Vittorio Zunino Celotto (Getty Images)

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