Yo, mi mujer y mi mujer muerta (2019), de Santi Amodeo

El argentino Bernardo, catedrático de arquitectura, queda desolado cuando muere su esposa, aunque se niega a tirar sus cenizas en las aguas de la costa española, como era su deseo. Pero Bernardo se quedará aún más desubicado al enterarse de que su mujer no fue feliz y que recordaba que sólo lo había sido en un lugar llamado Las marismas, en Málaga, España. Cuando por azares del destino su cadáver es profanado, Bernardo decide entonces cumplir su deseo y después de incinerarlo marchará con sus cenizas a España.

Curioso producto hispano-argentino escrito y dirigido por el sevillano Santi Amodeo (El factor Pilgrim). Se trata de una comedia dramática con ribetes surrealistas (la visita al centro nudista Las marismas es de traca, además de explícita), que se adentra también por terrenos detectivescos y una búsqueda de la verdad que supone todo un recorrido emocional y vital para el protagonista. Tendrá éste a dos socios españoles que le ayudarán en su periplo –un caradura vendedor inmobiliario (Carlos Areces) y una conocida suya (Ingrid García Jonsson)– y con quienes formará un trío singular, con mucha palabrería, verborrea, risas y buen corazón.

Pero aunque tiene momentos de interés y hay momentos divertidos, el guión de Yo, mi mujer y mi mujer muerta acaba haciendo aguas, resulta arbitrario y olvida de repente a los personajes, además de ofrecer momentos de lo más estrafalarios, nada logrados, como la llegada a la casa del amante. Se salvan los correctos trabajos del reparto, especialmente de un casquivano y cenizo Óscar Martínez (El ciudadano ilustre) en el papel protagonista.