Julianne Moore, la niña que odiaba sus pecas y se convirtió en una actriz premiada y una esposa feliz - Infobae

Julianne Moore, la niña que odiaba sus pecas y se convirtió en una actriz premiada y una esposa feliz

Versátil, talentosas y multipremiada, usa su fama para defender la belleza natural e involucrarse en causas justas

Compartir
Compartir articulo
Julianne Moore, una historia de superaciones (Fotos: REUTERS/Caitlin Ochs)
Julianne Moore, una historia de superaciones (Fotos: REUTERS/Caitlin Ochs)

El escritor estadounidense, Augusten Burroughs escribió alguna vez: “El pelo rojo es genial. Es raro y por lo tanto superior”. Si repasamos la vida de Julianne Moore habrá que darle la razón. Es que la actriz del cabello color del fuego es una de las pocas que en su casa luce todos los premios con los que todo artista sueña. Ganó el Oscar, el Globo de Oro, el Bafta y el del Sindicato de Actores. Además es una mujer comprometida que no teme involucrarse en causas como el control de armas, los derechos de la comunidad LGBTIQ+, la belleza natural y la defensa de las infancias.

La niñez de Moore transcurrió con estabilidad familiar pero inestabilidad habitacional. Lo que parece una contradicción viene con explicación. Su padre, Peter Moore Smith, era un juez militar y coronel de la armada que actuó como paracaidista en la guerra de Vietnam. Su madre, Ann Love Smith, era una psicóloga escocesa, que le heredó a su hija ideales y melena pelirroja. A lo largo de su infancia y hasta sus 18 años, Julie Anne Smith -su nombre real- se especializó en armar y desarmar valijas. Por el trabajo de su padre, la familia se mudó 18 veces, una vez por año.

Aunque la familia cambiaba de casa y de ciudades, una situación se repetía de forma constante: las burlas que recibía por su cabello y sus pecas. La solían llamar Freckleface Strawberry un apodo que detestaba. Fue alumna en colegios en los que nadie le hablaba. “Cuando crecía en los Estados Unidos, parecía que nadie tenía pecas. Solo quería parecerme a cualquier otro niño bronceado”, recordaría. “Odiaba ser la que no podía ir a la playa o la que tenía que usar mangas largas. Creo que eso se quedó conmigo un poco”. Hasta el día de hoy, cada vez que observa una espalda descubierta sin pecas, no puede evitar pensar que afortunada es esa persona.

Julianne Moore en la tercera gala anual del museo de la Academia, Los Angeles, diciembre de 2023 (REUTERS/Mario Anzuoni)
Julianne Moore en la tercera gala anual del museo de la Academia, Los Angeles, diciembre de 2023 (REUTERS/Mario Anzuoni)

Para tratar de pasar un poco más desapercibida recurrió a soluciones extremas. Ocultaba sus pecas bajo capas de maquillaje y hasta llegó a usar gorros de ski en el aula. También odiaba sus cejas. “Me las depilaba, decoloraba y les hacía todo tipo de cosas, así que realmente desaparecieron por completo”.

En su infancia no soñaba con ser actriz sino cuidadora en un zoológico. De adolescente quería ser médica pero al ver la película 3 Mujeres de Robert Altman, quedó cautivada con la interpretación de Shelley Duvall. Cambió el sueño del estetoscopio por el de los escenarios.

A los 17 años, luego de una nueva mudanza familiar esta vez a Alemania, decidió que ya era tiempo de quedarse en un solo lugar. Primero, y desafiando a sus padres, estudió Bellas Artes en Boston y luego se instaló en Nueva York para estudiar interpretación. Contaba con apenas mil dólares y un propósito: sería actriz. Consiguió un trabajo de camarera en restaurante que le permitía sobrevivir y una vacante en instituto de teatro, que le permitía soñar. Fue uno de sus profesores quien le recomendó cambiar su común apellido, Smith por otro más artístico. Eligió Moore.

Como tantos jóvenes, comenzó con pequeños papeles con pequeños salarios en obras de teatro -interpretó a Ophelia en Hamlet en el Teatro Guthrie-, y algunos bolos en televisión. Empezó a descollar y no solo por su cabellera cuando apareció en la serie As The World Turns, interpretando a las gemelas Hughes. Este papel le brindó su primer reconocimiento: el Daytime Emmy Award a la mejor actriz joven en una serie dramática.

Julianne Moore en la alfombra roja de Cannes 2023, donde presentó el filme May December (REUTERS/Sarah Meyssonnier)
Julianne Moore en la alfombra roja de Cannes 2023, donde presentó el filme May December (REUTERS/Sarah Meyssonnier)

Su primera aparición en el cine fue El gato infernal, una película de momias protagonizada por Christian Slater. Pero cuando realmente llamó la atención fue en Short cuts (Vidas cruzadas), de Robert Altmann, donde interpretó un largo monólogo desnuda de la cintura para abajo,

La gran oportunidad le llegó con La mano que mece la cuna, donde desde un rol secundario se hizo notar. Tras participar en la primera película realmente importante, Moore pensó que le sobrarían las propuestas de trabajo. No fue así y por un largo tiempo siguió trabajando a media jornada como camarera. Poco a poco llegaron papeles más relevantes: Nueve meses, El fugitivo. Pero fue Safe, del director Todd Haynes, que le dio su primer protagónico que le valió una nominación a los Independent Spirit Awards y le trajo el reconocimiento de gran parte de la crítica.

La doble corona de éxito masivo más reconocimiento como actriz de culto no le llegaría con películas indie sino pochocleras: la secuela de Parque Jurásico y la saga de Los Juegos del hambre. Pero ya sabemos que cielo de Hollywood no se alcanza con las manos sino con los premios. Ella lo obtuvo gracias a Boogie Nights, donde encarnó a Amber Waver, una actriz porno adicta a la cocaína que pierde la custodia de su hijo y le dio su primera nominación a los Globos de Oro y los premios Oscar.

Julianne Moore, tan elegante como siempre, en el Festival de Cannes 2019
Julianne Moore, tan elegante como siempre, en el Festival de Cannes 2019

En 2003 tuvo una doble nominación a la estatuilla dorada por su rol en las películas Lejos del Paraíso y Las Horas, logro que solo consiguieron diez actrices, entre ellas, la imbatible Meryl Streep. El premio recién llegó a sus manos en 2015 por su interpretación en Siempre Alice. Encarnó a una profesora de Lingüística diagnosticada con principio de Alzheimer y su actuación fue conmovedora quizá porque se inspiró en su propia madre, afectada por esa maldita enfermedad.

No todo es trabajar

Entre película y película, Moore no descuidó el casillero amor. Pronunció el “sí, quiero” dos veces. La primera fue con John Gould Rubin el 3 de mayo de 1986, pero según contó no fue una decisión acertada. “No sabía lo que estaba haciendo. Me sentía sola. Mi familia todavía seguía en Alemania. Creo que solo quería tener un hogar”, se sinceró a The New Yorker en 2015. Cuando se divorciaron el 25 de agosto de 1995 ninguno de los dos lo lamentó.

Su gran amor es el director Bart Freundlich. Se conocieron en Volviendo a casa, un largometraje en el que Bart era el director y guionista. Ella tenía 35 años y él, nueve menos. Según contó el director en The New Yorker, el flechazo fue fuerte. “En ese momento conectamos sin necesidad de hablar, ella sabía que yo había visto su llama, y la entendí, y estaba dispuesto a no sofocarla, sino a protegerla”.

Julianne Morre y su marido, el director Bart Freundlich
Julianne Morre y su marido, el director Bart Freundlich

Un año después, en 1997 nació Caleb, su primer hijo y en 2002 llegó Liv. Recién entonces decidieron casarse. “La única razón por la que me casé en 2003 fueron mis hijos. Tenía una terapeuta que dijo que el matrimonio era una forma de darle seguridad a la familia y pensé que tenía sentido”, explicó la actriz, más práctica que romántica.

Moore y Freundlich llevan más de veinte años juntos. Cuando le preguntaron cuál era la fórmula no tanto de un matrimonio duradero sino de uno feliz, la actriz contestó. “Creo que si ambos están interesados en que la pareja funcione todo tiene solución. Al final, lo realmente importante es que te lo pases bien con tu pareja. Tiene que hacerte reír todos los días. Si no es así, todo se acaba muriendo”.

Aunque a Moore no le gusta mucho hablar de ella, se saben algunos datos curiosos

· Sacó el registro de conducir a los 27 años y aprendió a nadar a los 26.

· Su película favorita no es de amor sino de terror: El Bebé de Rosemary.

· Escribió siete libros, entre ellos el best-seller Freckleface Strawberry, un libro infantil que trata sobre una simpática niña pelirroja con pecas que se siente diferente por su apariencia. No hay que poseer una inteligencia superior para saber en quién se inspiró.

· Es obsesiva del orden y la limpieza. Si llega a un sitio y encuentra que hay algo fuera de lugar o que está sucio le genera automáticamente ansiedad.

· No le gusta nada ensayar sus escenas. Según su experiencia, es mucho más productivo y favorable para el proceso de trabajo estudiar bien su parte de guion e interpretarla durante el mismo rodaje.

· Lee todos y cada uno de los guiones que recibe.

Julianne Moore y su hija Liv en un evento en Nueva York, 2018 (Jamie McCarthy/Getty Images)
Julianne Moore y su hija Liv en un evento en Nueva York, 2018 (Jamie McCarthy/Getty Images)

· En 2011 solicitó al Reino Unido convertirse en ciudadana británica como complemento a su ciudadanía estadounidense. Como su madre era escocesa, el trámite fue mucho más rápido. “Ahora cuando voy a Londres no tengo que hacer la cola en Migraciones”, contó divertida.

· Embajadora de marcas de cosméticos y diseñadores, asegura no ser fan del culto a la imagen. Sin embargo, sabe cuidarse: “Antes de un rodaje trato de comer menos y saludable, más fruta y verdura, menos pan y pasta. Hago ejercicios de cardio y yoga. Pero no soy ninguna santa y entre rodajes me dejo llevar por la tentación”.

· Militante de la belleza natural, apareció en numerosas ocasiones mostrando su rostro sin maquillaje y se declara contraria a la cirugía plástica. “No usaría botox, no ayuda a ver a las mujeres más jóvenes, solamente hace notorio que se hicieron algún arreglo”.

· Es una activa defensora del control de las armas y de los derechos civiles. Por sus ideas políticas suele recibir críticas en las redes. “¿Sabías que en Estados Unidos uno de cada cuatro niños vive en la pobreza? Algo absurdo en un país tan desarrollado –les responde–. Las otras causas con las que está comprometida son el sistema de salud, la educación y el medio ambiente. Demócrata declarada, apoyó públicamente a Barack Obama en las elecciones. Además de activista política, ampara todas las causas a favor de los derechos del colectivo LGBTIQ+ y representante de la ONG Save the Children.

A sus 63 años se muestra tan espléndida como feliz. “Soy muy consciente de mi suerte. Puede que mi vida sea un poco alocada en ocasiones, pero es una vida privilegiada. Soy capaz de ganármela haciendo lo que me gusta, una oportunidad que no tiene mucha gente”. ¿Alguien se atrevería a desmentirla?