En este mes de mayo, dedicado a nuestra Madre, la virgen María, es momento de detenernos y reflexionar sobre el profundo significado de la figura de la Virgen en nuestras vidas. María, la madre de Jesús, ocupa un lugar especial en nuestra fe, y es importante comprender por qué la veneramos de manera tan profunda y sincera.
En primer lugar, es fundamental entender que veneramos a María, pero no la adoramos. ¿Por qué? Porque nuestra adoración está reservada únicamente para Dios. María es una figura sagrada, sí, pero su papel es el de intercesora, la mediadora entre nosotros y su Hijo, Jesucristo. La veneramos por su papel único en la historia de la salvación, por su sí incondicional a la voluntad de Dios, y por su amor infinito hacia cada uno de nosotros, sus hijos.
Cuando reflexionamos sobre las características de la Virgen María, tres aspectos importantes emergen con claridad: su virginidad, su esponsalidad y su maternidad.
La virginidad de María es un aspecto fundamental de su persona, pero su significado trasciende lo meramente físico para adentrarse en lo espiritual. María, siendo virgen, nos muestra el valor de la pureza en todos los aspectos de nuestra vida. Su virginidad no solo se refiere a la integridad física, sino también a la pureza de corazón, mente y espíritu.
En un mundo marcado por la promoción de la gratificación instantánea y la búsqueda desenfrenada del placer, la virginidad de María nos recuerda la importancia de la castidad y la integridad en nuestras relaciones personales. Nos invita a contemplar la belleza de una vida guiada por principios morales y valores éticos, donde el amor se vive con respeto y responsabilidad.
La esponsalidad de María se manifiesta en su íntima unión con la voluntad de Dios. María no solo es la madre de Jesús, sino que también es la modelo perfecta de la iglesia como esposa de Cristo. En su sí incondicional a la voluntad de Dios, María muestra una entrega total y una confianza absoluta en el plan salvífico de Dios para la humanidad. Su corazón está totalmente unido al corazón de Dios, en una comunión de amor y fidelidad que trasciende cualquier relación terrenal.
La maternidad de María, su papel como madre de Jesús y madre espiritual de toda la humanidad, es quizás la característica más conmovedora de todas. María nos muestra el verdadero significado del amor maternal: un amor que acoge, protege, y acompaña en todo momento. Como madre, María intercede por nosotros ante su Hijo, y nos enseña a confiar en su amor misericordioso.
En este mes de mayo, que es el mes de María, renovemos nuestra devoción a ella. Que nuestra relación con la Virgen María nos ayude a crecer en amor y en fidelidad a su Hijo Jesucristo. Que su ejemplo de pureza, entrega y amor maternal nos inspire a vivir nuestras vidas de manera más santa y más cercana a Dios. Y que, siguiendo su ejemplo, podamos decir con todo nuestro corazón: «Hágase en mí según tu palabra”.