Picasso-Matisse: una historia artística de recelo y admiración

Picasso-Matisse: una historia artística de recelo y admiración

Picasso

Cuentan las historias que el único pintor que de verdad le preocupaba a Picasso era Matisse. No cabe duda de que Matisse fue el único pintor que mantuvo su grandeza sin necesidad de afinidades ni contrastes con el malagueño. En esas historias, Picasso figura por delante gracias a que el cubismo sirvió de trampolín para el arte del siglo XX. Hoy en día está claro que la influencia de Matisse, desde Warhol hasta Sigmar Polke, ha tenido parecida importancia.

Una gran exposición Matisse-Picasso era algo que todo aficionado a las artes plásticas podía esperar. Ha llegado el momento con la muestra que debe protagonizar la temporada de la Tate Modern londinense (hasta el 18 de agosto). No es que la Tate tenga grandes fondos de ambos pintores, pero los co-organizadores, el Museo Picasso y el Pompidou de París y el Museum Of Modern Art de Nueva York, instituciones de gran capacidad organizativa y profesionalidad, tienen lo que no está escrito. Han intervenido seis comisarios, todos ellos muy prestigiosos y provenientes de medio mundo (Europa y Estados Unidos, para ser más precisos).

La exposición se organiza en treinta grupos que tratan de mostrar la relación, durante algún tiempo conflictiva, luego amistosa pero siempre llena de respeto, entre ambos artistas. El centro de gravedad de la muestra es el periodo 1906-1917, cuando ambos artistas constituían la vanguardia absoluta de la pintura y sus planteamientos parecían más encontrados. Una sección clave según los organizadores es la que enfrenta la «respuesta de Matisse al cubismo sintético en sus «Marroquís» de 1915-16 o su «Lección de Piano» de 1916. Picasso responde a la interpretación del cubismo de Matisse con un nuevo y más decorativo cubismo en, por ejemplo, «Los tres Músicos» de 1921».

El «enfrentamiento» de su juventud en París tomaba, según amigos y compañeros, todas las trazas de un «marcaje» bastante preciso. Se sabe que ambos preguntaban a los conocidos comunes lo que estaba haciendo el otro, de manera que no es raro concebir un diálogo artístico cuando todavía no existía una proximidad física.

En 1917, Matisse abandonó el bullicio de París y se trasladó a Niza, donde permaneció hasta su muerte, en 1954. Mientras, Picasso residía en la capital; cuando llegó la II Guerra Mundial ambos quedaron separados en las dos Francias de la ocupación nazi y del gobierno de Vichy. Fue a partir de ese momento cuando las relaciones entre ambos se hicieron más personales, con visitas a los respectivos estudios, compra mutua de obras y una correspondencia poco numerosa pero mantenida a lo largo del tiempo.

El arte contemporáneo ha recorrido un largo camino desde que Matisse y Picasso se encontraron para hablar sobre el Guernica. Esta pareja pasará a la historia como Miguel Ángel y Rafael, Gauguin y Van Gogh o, luego, Warhol y Beuys. Historias personales de amor, recelo y admiración. Historias que deben ser contadas.

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