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Dos límites del Dios ilimitado

Por su esencia (forma de ser o carácter) y por sus principios eternos, hay dos límites que Él no puede traspasar.

21 DE MARZO DE 2021 · 08:00

Xavier von Erlach, Unsplash,horizonte mar, nubes montañas
Xavier von Erlach, Unsplash

Los límites de un Dios ilimitado (2)

La semana pasada abríamos una miniserie de tres soliloquios hablando de los límites de un Dios ilimitado. Dice en Job 11:7, “¿Descubrirás tú las profundidades de Dios? ¿Descubrirás los límites del Todopoderoso?”. A pesar de que la respuesta es sencillamente ‘no’, no es posible comprender a un Dios infinito ni descubrir sus límites, pues es ilimitado, sin embargo, estarás de acuerdo conmigo en que conocer al Creador es la experiencia más formidable para cualquier ser humano. Nada se puede igualar a la riqueza de conocerle. Eso es lo que quiere que entendamos cuando Jeremías profetizó: “Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el Señor” (Jeremías 9:23-24).

En esta ocasión vamos a tratar dos límites de Dios, es decir, dos cosas que por su esencia (su forma de ser o su carácter) y por sus principios eternos, Él no puede hacer.

 

3er límite: Dios no puede dejar de ser fiel

“¡Oh, aleluya! Menos mal”, diríamos cada uno de nosotros, “Dios no puede dejar de ser fiel”. 2 Timoteo 2:13: “Si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo”.

¿Por qué, a pesar de que somos infieles, Él permanece fiel? Porque Él no puede negarse a sí mismo. Él no es un Dios reactivo, esto es, que reacciona de acuerdo a cómo yo me levanto ese día. “Hoy, Juan Carlos, no me ama y yo estoy enfadado con él y ya no le voy a amar”. Nada de eso; al contrario: “Hoy Juan Carlos no me ama como yo merezco ser amado y, por lo tanto, necesita que yo lo ame más”. Cuando somos infieles, Él no deja de ser fiel.

Esto es tan importante para la humanidad. Si no fuera así, cuando el hombre y la mujer pecaron, en un principio, el Señor podría haber dicho: “Ahí os quedáis, seres humanos... Apañaos como podáis”. Sin embargo, ellos fueron infieles, pero Dios siguió siendo fiel con todos nosotros, los seres humanos, y ya tenía un plan para resolver todo este problema, que es el pecado. ¡Qué importante es que Dios es fiel, porque Él hace salir el sol sobre buenos y malos, llover sobre justos e injustos! (Mateo 5:45).

Hoy venía conduciendo por un camino bordeado de monte y llovía; parece que oía a los bosques reír de contentos. Pensé: "Esta lluvia, que tanto necesitamos en Murcia, es fidelidad de Dios”. Muchos hombres no se dan cuenta; no alaban al Señor; no le dan gracias. Mas Él sigue haciendo el bien. Cuántas veces, por ejemplo, aquí en España, es común que alguna gente espete “me cago en...” (en el de arriba). Así blasfeman niños, jóvenes, adultos y ancianos. Quizás, personas de escasa educación, pero muchas familias lo han incorporado a su vocabulario. Y ¿habrá una blasfemia más horrible? A pesar de todo, Dios no se deja provocar, porque sabe que los hombres estamos tan, tan, tan ciegos; somos tan brutos... Y, aunque seamos infieles, Él permanece fiel.

¿Qué tal en mi relación con Él? Piensa en tu relación con Él. ¡Menos mal que Dios no cambia! y ¡menos mal que Dios cumple sus promesas! Que, aunque yo he sido infiel, Él ha permanecido fiel.

También, Él se ha revelado como un Dios fiel a Israel. Por ejemplo, en el libro de Oseas, en el que Gomer, la esposa del profeta, era prostituta, y dejó a su marido sin necesidad de hacerlo, para prostituirse, aunque el Señor puso amor incondicional en Oseas para seguir luchando por Gomer y amándola, hasta que ella vuelve con su esposo e hijos, y cambia. Este matrimonio de telenovela representaba a Israel en su infidelidad para con Dios. El Señor dice: “Me dejasteis a mí, vuestro esposo, y os fuiste tras los ídolos, como amantes”. Y Dios siguió siendo fiel con Israel. Es más, Dios tiene todavía promesas que va a cumplirle a la nación de Israel.

De esta manera, con cada uno de nosotros. Él mismo se limita. ¡Qué sabiduría la de Dios! En lugar de hacer un pacto con nosotros de dos partes y condicional, como un contrato, en el que de acuerdo a cómo actúa su pueblo, entonces, así responde Dios; en vez de relacionarse con ese pacto, Él hace un pacto incondicional. Un pacto en el que, de una parte, está Dios, y a su pueblo lo representa Jesucristo. Jesucristo se convierte en nuestro representante. Y Jesucristo fue fiel. De esta manera, si el hombre, por ejemplo, tiene un mal día, y hace algo que está mal, el Señor no borra su nombre del libro de la vida inmediatamente. Porque Dios no se relaciona con el hombre por circunstancias o por emociones, sino que Él ha hecho promesas y ha interpuesto un pacto. El Señor dice: “Yo voy a ser fiel a ese pacto, porque no me puedo negar a mí mismo”. Y al ser fiel al pacto está siendo fiel con cada uno de nosotros. “Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él -esto es, Cristo Jesús-, todas son sí; por eso también por medio de Él, Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros” (2Corintios 1:20).

Eso es una seguridad tan grande. Dios no cambia, a la hora de amarnos. Dios es amor. Y, cuando vamos a Él, no cambia. No hay sombra de variación (Santiago 1:17). Cuando vamos a Él sigue siendo un Padre. Por supuesto, que nos disciplina, pero un Padre en el que podemos ver sus brazos abiertos. Sigue siendo fiel, a pesar de nuestros fallos, a pesar de nuestros errores, sigue siendo fiel.

 

4º límite: Dios no puede hacerse visible a todos

Dios no puede hacerse visible a todos; porque uno podría decir: “Oye, vamos a ver, Dios, ¿por qué no haces algo? En un día importante, en una fiesta mayor. Cuando pase la pandemia, en un día importante, que estemos en los Sanfermines de Pamplona o en los Carnavales de Río de Janeiro... En algún día, en el que haya mucha gente en la calle, abres los cielos y te muestras como a Jacob en la escalera; y muestras tu Cielo y muestras los ángeles y muestra tu Gloria; y le dices, al hombre, ¡Yo soy real! y ¡Mira, sí que hay una vida más allá de la muerte y hay un Cielo! ¿Por qué no haces eso? Y sería más fácil. Ya no sería por fe, sería por vista. ¿Por qué no te haces visible?”. Alguna vez lo has pensado, ¿verdad?

Bueno, Dios ha establecido unas leyes. A Él se le llama el Dios “invisible, inmortal, único y sabio” en 1 Timoteo 1:17. En Colosenses también dice algo similar: “… él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles. Sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades. Todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:15-16). Aquí se le llama, también, el Dios invisible y habla de que hay un Cielo invisible, o sea espiritual, y hay una Tierra que es visible, tangible.

Entonces, esta es una de las grandes cuestiones para los hombres. ¿Por qué Dios es invisible?

Primeramente, Dios sí que se hizo visible. Dios se hizo visible en Jesucristo. Dios se hizo hombre. Se hizo carne. El Verbo se encarnó (Juan 1:14). Dios se hizo hombre, como nosotros, y mostró su gloria.

Y eso de que nadie ha venido del otro lado para decirnos que hay vida más allá de la muerte. Sí, vino uno: Jesús, quien resucitó y volvió al Cielo, del que había venido.

Encontramos otro pasaje que es clave en esto, Lucas 16:19-31: ‘El rico y Lázaro’. Cuando ya están, uno en el seno de Abraham, Lázaro, y el otro en el Infierno. El seno de Abraham era como el Cielo, antes de que Jesús muriera en la cruz. “Entonces él dando voces”, este es el rico que está en el Infierno, “dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama”.

Está hablando de una gran necesidad en el Infierno. Ahora bien, Jesús está contando una historia para que comprendamos una realidad espiritual, porque en el Infierno lo que hay son almas o espíritus. Es decir, la sed física no es literal; representa una gran necesidad y un sufrimiento. ¿Cuál fue la respuesta?: “Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males. Pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros”.

Hay leyes; y una de las leyes es que no se puede pasar del Cielo al Infierno. No hay autopista al Infierno, desde el Cielo. Y tampoco los espíritus de seres humanos pueden venir a la Tierra a traer mensajes, o estar activos, cual almas en pena. No hay tal cosa como que mi abuela, la otra noche, me vino a saludar y me dijo, “Sé bueno, nieto mío... ¡Ah! ¡Por cierto! Hay vida después de la muerte...”. No. En todo caso, puede ser un demonio disfrazado de mi abuela. Entonces, eso son leyes que Dios ha dejado establecidas. Uno se muere y va al Cielo o al Infierno. Y dice “hay una gran sima”; es decir, hay una separación entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden ni de allá para acá.

Versos 27 al 30: “Entonces, le dijo: Te ruego, pues, Padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos. Él, entonces, dijo: No, padre Abraham, pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán".

¡Cuidado! Estas son palabras de Jesús. No está hablando un cuentacuentos o un filósofo. Está hablando Jesús que vino del Cielo. Y nos da luz sobre verdades que debemos entender. Verso 30: “Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de entre los muertos”.

¿Qué es lo que vemos aquí? Que el ser humano tiene tal problema de incredulidad que, aunque vinieran del otro lado a decirnos que hay un Cielo y un Infierno, aun así, dudaríamos y diríamos que hemos cenado mucho esa noche, o diríamos que son norteamericanos que están haciendo experimentos o extraterrestres disfrazados de espíritus.

¿Por qué lo sabemos, también? Porque por cuarenta años Israel estuvo viendo al Dios invisible, hecho visible con una nube de día y en una columna de fuego de noche. Mandaba el maná. Les daba agua. No se gastaba el calzado ni la ropa. Dios habló audiblemente en el monte Sinaí, y el monte tembló con su Presencia. Sin embargo, en cuanto Moisés estuvo cuarenta días metido en la nube, precisamente con Dios, se hicieron un becerro de oro y dijeron: “Este es el Señor, que nos sacó de Egipto”. Además, decían a Moisés: ¿Dónde está Dios? Y lo veían todos los días. ¡Cómo es el hombre!

A pesar de estas leyes que Jesús desvela en la historia del rico y Lázaro, el que estaba hablando en Lucas 16:19-31 había venido del otro lado. Es decir, Abraham no manda a Lázaro a advertir a los hermanos del rico, aunque el Padre del Cielo sí que hizo algo mucho más generoso: Dios se hace hombre y viene Él mismo para advertirnos y llamarnos al arrepentimiento y a volver a nuestro Creador. Él sí que vino del otro lado para decir: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Y, aun así, muchos de sus contemporáneos no le creyeron.

Por último, nos mandó a nosotros a predicar el evangelio. “Agradó a Dios salvar al mundo por la locura de la predicación del evangelio” (1 Corintios 1:21). Juan 1:18 dice que nadie lo ha visto jamás, pero que Dios se ha revelado de varias formas: El unigénito del Padre le ha dado a conocer. ¿Quieres ver a Dios? Ve a Jesús. Y la Creación habla del Creador. Romanos 1:20 dice que sus atributos invisibles se han dejado ver claramente a través de lo que ha creado. Sin embargo, los hombres se empeñan en decir que “No hay Dios”. Incluso, hemos hecho todo un cuerpo doctrinal desde la ciencia para poder negar que todo lo que vemos y lo que somos viene de un Ser Superior, sabio y amoroso. Para el incrédulo todo procede del tiempo y de la casualidad. Lo cierto es que necesitamos más fe para negar que hay un Dios que para ser creyente en Dios.

Entonces, Él es invisible, pero se da a conocer en la Biblia; también se da a conocer en la historia de la humanidad; en la historia de Israel; a través de Jesucristo; en su Creación; y con milagros sin fin que Dios hace delante de nosotros, a pesar de que no tengamos ojos para ver. Parece que los hombres nos negásemos a creer. Preferimos ignorar las evidencias de su huella en la Historia y en nuestra propia existencia.

Pero ¿por qué pienso que Dios ha dejado este principio de no hacerse visible? Porque es un Dios de restauración.

Piensa esto. El arrepentimiento es que tú vas por un camino y das la vuelta para volver a Dios. ¿Cuál fue el camino que anduvo el hombre en Génesis 3? Fue la desconfianza. El diablo dice: “¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de todo? Bien sabe que si coméis serán abiertos vuestros ojos”. Y la mujer pensó: “Esto es algo bueno para alcanzar sabiduría”. Comió y le dio a su marido. Entonces, hubo una desconfianza de la palabra Dios, como que eso, en verdad, sí era bueno para ellos. Como que Dios los estaba privando de algo bueno. Además, no solamente hubo desconfianza. Evidentemente, Dios dijo “No comerás”. Y ellos comieron. Hubo desobediencia. ¿Cuál fue el camino del pecado? Fue desconfianza de Dios y desobediencia. Esa fue la caída del hombre en el origen. Pues Dios ha establecido que la salvación y restauración sea un giro de ciento ochenta grados. Para sanar la herida. El arrepentimiento es exactamente lo inverso. ¿Cómo regresamos? Debemos andar, cada uno de nosotros, el camino de la obediencia y de la confianza. El arrepentimiento es que yo vuelvo a confiar en Dios. Vuelvo a creer en Dios; que Él es bueno; que Él sí que quiere lo mejor para nosotros; que Él es Padre; que Él es la vida; que Él es la sabiduría que yo necesito... Y vuelvo a estar dispuesto a obedecerle.

Este es el camino que Dios ha señalado para volver a la relación con Él. Él nos abre la relación. Solo nos pide que volvamos, pero que volvamos por ese camino de la fe. El arrepentimiento es la fe; y confesar a Jesucristo como el Señor es la obediencia.

Al final, dice la Biblia, que todo ojo lo verá (Apocalipsis 1:7). Va a llegar un día, en el regreso de Jesús, en el que todo ojo lo va a ver. Pero, ahora mismo es un Dios invisible, al que tenemos que ver por la fe (Hebreos 11:27).

Por otra parte, y con esto cierro el punto, es invisible porque estamos en la temporada del Espíritu Santo. Dios se hizo tangible 33 años y 9 meses. Los 9 meses del vientre de María. Cualquiera podía ver la barriguita de María. Pero ahora estamos en el tiempo de lo invisible, del Espíritu, que puede habitar en cada uno de nosotros. El Espíritu se ha hecho paloma, puntualmente (Mateo 3:16). Porque Dios tiene una excepción para cada principio. Y hay un momento en que el Espíritu apareció como lenguas de fuego (Hechos 2:3). Pero para la generalidad el principio es que estamos en el tiempo de la fe, de una relación del Espíritu. Tomás, porque me has tocado, porque has visto, ¿crees? (Juan 20:29). “Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron”. En esta temporada el Señor premia la fe y la confianza. Por la fe comenzamos a ver que Él es.

Recapitulando, ¿cuántos límites hemos tratado hasta ahora? Cuatro. Dios no puede mentir, el primero. El segundo, Dios no puede forzar la voluntad del hombre o decidir por el hombre. Y en este soliloquio: Dios no puede dejar de ser fiel; y Dios no puede hacerse visible a todos, el cuarto.

La próxima semana, Dios mediante, abordaremos tres límites más y cerramos esta serie de soliloquios.

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