Un malentendido. Eso es lo que basta para que, a comienzos del siglo XXIII, una misión de exploración terrícola a los confines de la galaxia conocida terminen en una guerra. Un malentendido y un disparo certero sobre la nave que transportaba al líder espiritual de los Mimbari, que proceden a destruir sistemáticamente cada puesto de avanzada de la humanidad. Para cuando llegan a la Tierra, quedan sólo 20.000 naves terrestres. Apenas 200 sobreviven a la “Batalla de la línea”. Y sin embargo, los Mimbari se rinden.

De la experiencia, la humanidad aprende que es mejor parlamentar y empieza la construcción de una estación espacial que pueda servir como espacio de diálogo entre las distintas razas del cosmos. Las tres primeras son víctimas del sabotaje. La cuarta desaparece misteriosamente. La quinta, finalmente, entra en operaciones. Se llamaba “Babilonia 5” y da nombre al clásico de la ciencia ficción televisiva que, por estos días, HBO Max finalmente incorporó a su catálogo para América Latina.

En la estación espacial se dan cita embajadores de la mayoría de las razas de la galaxia, reunidas en lo que recuerda mucho al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No es casual: J. Michael Straczynski, creador de la serie, propuso una épica espacial multilateralista y antiimperialista, donde el derecho de autodeterminación de los pueblos es el núcleo de la historia. A medida que avanzan los capítulos, JMS presenta a dos grandes y antiguas especies (los vorlons y las sombras) que desde tiempos inmemoriables “guiaron” a sus pares más jóvenes. De modo que el relato nodal de Babylon 5 pasa por cómo las razas más nuevitas se liberan de esa tutela y construyen su propio camino. En el medio, desde luego, hay naves (y batallas espaciales), conflictos de intereses, rosca política, sacrificios, telépatas, amenazas totalitaristas y momentos de una profunda introspección.

Babilonia 5 (Babylon 5) envejeció notablemente bien pese a los 28 años transcurridos desde el estreno de su primer episodio. En buena medida porque en su momento fue una serie vanguardista tanto a nivel formal por su guión como a nivel técnico por sus efectos especiales. A diferencia de otras series de la época, B5 se planteó desde el comienzo como una historia global. Apenas la primera temporada aparenta ser episódica, pero para el final ya se advierte que están todos los elementos dados para proponer lo que hoy es el standard de la industria: arcos argumentales de temporada completa (¡en esa época, aún de 22 capítulos!) con una historia que continúa de una temporada a la siguiente. 

Si a eso se le suman las múltiples referencias literarias –estaba por ahí Harlan Ellison como asesor creativo- y un creador/guionista experimentado en materia de relatos extensos con continuará (Straczynski tuvo una extensísima temporada al frente de la serie Amazing Spider-man en Marvel Comics), el conjunto adquiere una solidez inusual.

La faceta de los efectos especiales es otra que no se puede desatender. Hoy podrán verse modestos, en comparación a cualquier producción media de Disney, HBO o el conglomerado mediático que se prefiera. Pero para comienzos de los ’90, eran increíblemente avanzados. De hecho, la serie recién prosperó cuando Straczynski y equipo encontraron a un grupo de técnicos que habían descubierto cómo pasar los efectos especiales digitales que sólo estaban disponibles para las grandes superproducciones de Hollywood a un presupuesto accesible para una serie televisiva de 22 capítulos anuales en un canal de cable. El famoso “algún día estos efectos se podrán crear en cualquier computadora hogareña” de hitazos como Terminator 2 se basaba, en enorme medida, en la experiencia de Babylon 5.

La serie tiene cinco temporadas y algunas películas cortas para televisión. En su momento también tuvo una buena cantidad de novelas y cómics que oficiaban de material complementario para la serie, pero que no eran necesarios para seguir la trama. Lo que sí era necesario era prestar atención. Esa primera temporada, que sirve de presentación para los personajes y el universo, era episódica sólo en apariencia. Muchas puntas que parecen cabos sueltos se anudan dos o tres temporadas más tarde. La segunda temporada da forma al conflicto entre las razas jóvenes y las que recorren la galaxia desde los comienzos del tiempo. La tercera resuelve ese conflicto en una épica impresionante mientras que la cuarta lleva ese problema a la escala de la Alianza Terrestre, devenida Estado totalitario. 

En torno a la quinta hay versiones encontradas. Algunas versiones sostienen que JMS siempre planeó la historia como de cinco temporadas. Otras sugieren que la quinta se concretó a instancias de Warner Channel, por la popularidad de la serie y la aceptación de la crítica. Aún si se considera la quinta como una temporada de “relleno”, hay que reconocer que cuando una serie se da el lujo de abrir el juego e invitar a guionistas de la talla de Neil Gaiman a colaborar, es que la vara está muy, muy alta.

Uno de los aspectos más bellos de la serie es que se permite momentos de enorme poética y reflexión filosófica. En medio de todos los conflictos galácticos los personajes de todas las especies se preguntan qué hacen ahí, cómo y por qué luchan. El amor y la belleza como parte de las buenas formas griegas meten la cola por ahí y buscan mostrarle a los individuos a ver más allá de su propio mundo.