Yul Brynner como el Faraón Ramsés II en el clásico "Los diez mandamientos" de Cecil B. DeMille.
Yul Brynner como el Faraón Ramsés II en el clásico "Los diez mandamientos" de Cecil B. DeMille.
/ Herbert Dorfman
Enrique Planas

Una anécdota de sus tiempos con cabello: en 1959, cuando King Vidor tenía avanzado el rodaje de “Salomón y la reina de Saba”, su protagonista, Tyrone Power, murió de un infarto con el traje y el maquillaje puestos. Con prisa, Yul Brynner fue contratado para ocupar el trono. Una noche, en el bar de un hotel, una muchacha se le acercó al actor y le preguntó: “¿Es usted Yul Brynner?”. Él, sentado frente a la barra, sin dejar la copa ni volver la mirada, respondió parco: “No. Soy su doble”.

El desplante para escapar de una cazadora de autógrafos simboliza también la imagen de un actor habituado a llevar la máscara de sí mismo. Hijo abandonado por su padre, un ingeniero de minas ruso, el niño Yuliy Borisovich Briner, se trasladó con su madre y hermana a Beijing. En 1932, escapando de la guerra de China con Japón, tuvo que volver a mudarse, esta vez a París, donde consiguió trabajo como trapecista de circo. Sin embargo, en 1937 su carrera en la pista se truncó al caer de las barras paralelas y sufrir 49 fracturas. Tras la recuperación se dedicó al teatro, ingresando como tramoyista a la compañía de George y Ludmila Pitoeff, con la que hizo una gira por China antes de marchar, en 1940, a Nueva York. Hablando fluido el inglés, francés, japonés, húngaro y ruso, en sus primeros tres años en la ciudad trabajó como chofer de autobús y locutor de radio. Su primer papel en Broadway lo hizo en un musical donde encarnaba a un príncipe oriental. Fue un fracaso, pero el empresario Oscar Hammerstein lo contrató para encarnar al rey de Siam en su musical “The King and I”. Nada sería igual después.

El actor con Ingrid Bergman, en el filme "Anastasia" (1956).
El actor con Ingrid Bergman, en el filme "Anastasia" (1956).

Entre tanto, Brynner había vivido un romance con el actor Hurd Hatfield y era modelo del conocido fotógrafo gay George Platt Lynes. “Con unos bien dotados 22 años posó desnudo para Pratt y nos dio esperanza de sensualidad y compensación anatómica a todos los alopécicos prematuros”, nos comenta el escritor Hernán Migoya.

Por cierto, con sus sonados amoríos con Marlene Dietrich, Judy Garland o Joan Crawford, Brynner nunca admitió su bisexualidad. La prensa aceptó esa máscara heterosexual, de un hombre felizmente casado en 1943 con la actriz teatral Virginia Gilmore, en 1960 con la modelo Doris Kleiner y en 1971 con la activista francesa Jacqueline Croiset.

Para el crítico Ricardo Bedoya, resulta innegable que Yul Brynner poseía esa cualidad que acompaña a toda figura de cine: presencia, fotogenia, talento para imponerse en el encuadre. “Brynner lucía una masculinidad un tanto acartonada, un acento particular, rasgos faciales exóticos para una estrella de Hollywood”, afirma. Para el cinéfilo y docente, ese cráneo rapado para interpretar al rey de Siam le aportó carácter y exotismo a otros papeles memorables: el faraón Ramsés II, Taras Bulba, el jefe maya Águila Negra, el rey Salomón, el filibustero Jean Laffite, Pancho Villa, el comandante soviético Sourov y hasta Dmitri Karamazov. “Yul Brynner fue el ‘otro’ perfecto para una industria que tenía a Tony Curtis, Rock Hudson y Charlton Heston como figuras distintivas de los años 50”, explica.

Hernán Migoya coincide en que si bien aquella cabeza rasurada de Brynner lo limitó en sus papeles dramáticos, al mismo tiempo lo elevó a ícono estético adelantado a su época. “Ver a un ‘skinhead’ cabalgando el Oeste en ‘Los siete magníficos’ rociaba el género western de un aire ‘ci-fi’. De hecho, el avispado Michael Chrichton supo intuir su aura robótica al contratarlo para ‘Westworld’”, afirma.

El exitoso musical "El rey y yo" tuvo su versión cinematográfica interpretada por Yul Brynner y Deborah Kerr. Filme fue dirigido en 1956 por Walter Lang.
El exitoso musical "El rey y yo" tuvo su versión cinematográfica interpretada por Yul Brynner y Deborah Kerr. Filme fue dirigido en 1956 por Walter Lang.


Un “pelacho” en el trópico

El pintor Gino Ceccarelli recuerda que el estreno de “Los diez mandamientos” en el cine Excelsior de Iquitos fue un acontecimiento. Siendo un niño, escuchaba a los hombres comentar sobre ese “actor pelacho con mirada de loco”, mientras las mujeres decían que el actor las cautivaba con la mirada. “Mi tía Carolita decía que, por un hombre así, dejaría al baboso del ingeniero con quien tenía un aburrido romance”, recuerda el artista. ¿Pero qué lo hacía una estrella? Para Ceccarelli, la grandeza de Brynner radica en transmitir diversas emociones sin apoyarse en gestos y movimientos. “Entre su mirada tranquila y la de odio no había mayor diferencia”, afirma.

Confesa cautivada por Brynner, la escritora Marcela Robles afirma que el actor tenía un cerco electromagnético a su alrededor. “No sé si nació con él, como la prolongación del cordón umbilical de su madre rusa, pero la ‘suma de sus partes’ era irresistible”, dice. Robles contabiliza esas partes que lo convirtieron en un ícono de su generación: su mirada penetrante, un físico envidiable, una voz profunda y una cabeza rapada por decisión propia.

Sin embargo, para Robles, fue su actuación en la versión cinematográfica de “El rey y yo” lo que le valió, además del Óscar (derrotando a Lawrence Olivier, James Dean y Kirk Douglas), los elogios de público y crítica, y un lugar entre las nubes no siempre algodonadas de Hollywood, explica.

En 1958 un ataque al corazón se llevó a la estrella de Hollywood Tyrone Power (arriba, derecha), que dejó sin acabar ‘Salomón y la reina de Saba’. Yul Brynner tuvo que reemplazarlo y regrabar sus escenas.
En 1958 un ataque al corazón se llevó a la estrella de Hollywood Tyrone Power (arriba, derecha), que dejó sin acabar ‘Salomón y la reina de Saba’. Yul Brynner tuvo que reemplazarlo y regrabar sus escenas.


La batalla final

Como parte de su máscara, Brynner alentaba el misterio de sus orígenes. Decía que su padre era mongol, y que había nacido en la isla Sakhalin, en las costas de Siberia, bajo el nombre de Taidje Khan. Los biógrafos descubrían sus orígenes más urbanos, en Vladivostok, registrado como Yuliy Borisovich Briner.

En efecto, la de Brynner fue una identidad creada sobre una impostura. Prolongó en vida su personaje del rey de Siam, del que no se separó hasta meses antes de su muerte por un cáncer de garganta, un mal diagnosticado en 1983, año en que se casó con su cuarta esposa, la bailarina Kathy Lee. Falleció dos años después, en Nueva York, a los 65 años, el 10 de octubre de 1985, el mismo día que Orson Welles. Para los periodistas fue un dolor de cabeza escribir su nota necrológica, pues el actor había ofrecido información contradictoria sobre su nacimiento. Sin embargo, su real fecha de nacimiento, el 11 de julio de 1920, se confirmó en su lápida, en un cementerio de Loire (Francia). Allí reposa su cuerpo y cuelga su máscara.


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