El único límite imposible y prohibido que Dios traspasó - Evangelico Digital

El único límite imposible y prohibido que Dios traspasó

¿Puede Dios ser injusto, darle su gloria a otro o destruir ya mismo a Satanás?

28 DE MARZO DE 2021 · 08:00

Mona Eendra, Unsplash,muro pared, flores
Mona Eendra, Unsplash

Los límites de un Dios ilimitado (3)

Hasta ahora, hemos visto cuatro límites de un Dios ilimitado. Que Dios no puede mentir, que Dios no puede forzar la voluntad del hombre o decidir por el hombre, que Dios no puede dejar de ser fiel y que Dios no puede hacerse visible a todos. En este tercer soliloquio de la miniserie, con el que cierro el tema, abordaremos tres límites más y un imposible prohibido que Dios decidió y pudo traspasar.

Recuerdo un día en el que mi hijo Rubén, a sus trece años, se sentó a mi lado y me dijo: "Oye papá, estoy un poco enfadado con esto de la iglesia... ¿Yo no tengo más remedio que creer en Dios? ¿Ya está...? O sea, yo ya tengo la decisión tomada porque nací en una familia cristiana, soy hijo de pastores, etcétera”. Fue muy sincero para contarme lo que le preocupaba; aquella confusión. Yo le contesté: "No, hijo... Tú puedes decidir qué vas a hacer con tu vida. Es más, tienes que tomar tu propia decisión. Si vas a querer bautizarte o no; si seguir a Cristo o no; y ¿sabes? Dios no te va a forzar jamás, no te va a obligar... Va a respetar lo que tú decidas y Él te seguirá amando y esperando y llamándote al arrepentimiento”. Rubén se quedó pensando unos segundos y dijo: “Así sí... Ahora sí que puedo tener una amistad con Dios, papá, porque sé que Él no me va a forzar; porque eso no sería realmente amor, no sería libre, ¡sería como un esclavo!”.

Efectivamente, tener claros los límites de este Dios ilimitado ha sido crucial para muchos de nosotros.

Vamos con los tres últimos.

 

5º límite: Dios no puede dar su gloria a otro

Dios no puede dar su gloria a otro. Esto lo dice Isaías 42:8: “Yo soy el Señor, ese es mi nombre, mi gloria a otro no daré ni mi alabanza a imágenes talladas”. Y en Isaías 48:11: “Por amor mío, por amor mío lo haré. ¿Porque cómo podría ser profanado mi nombre? Mi gloria, pues, no la daré a otro”.

Por eso tuvo que expulsar a Satanás, porque Luzbel quiso llevarse la gloria. Pero Dios no puede compartir su gloria con ídolos, con santos, con vírgenes, con otros dioses ni con nadie. “Solo al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (Deuteronomio 6:13 y Lucas 4:8). Y por eso Dios no puede respaldar un ministerio, persona o actividad donde se le roba la gloria.

 El Salmos 78:61 nos recuerda aquella ocasión en la que el Señor “entregó al cautiverio su poderío, y su gloria en manos del adversario”. En el momento en el que se le está robando la gloria, Dios muda su gloria. El Dios invencible fue vencido, en el día cuando los hijos de Elí, Ofni y Finees, llevaron el arca a la batalla contra los filisteos y era una guerra con la mentalidad de aquellos pueblos bíblicos: los dioses de los filisteos contra el Dios de Israel. Los sacerdotes llevaban el arca en los hombros, a pesar de que Dios no estaba allí, y Yahweh entregó su poder al cautiverio, pues se dejó derrotar por los filisteos. ¿Por qué? Porque el liderazgo le estaba robando la gloria. Dios mismo se limitó en su poder para vencer y mudó su gloria, representada en el arca. ¿Para qué? Para que respetaran su nombre y su gloria.

Ahora bien, recuerda cómo Él vindicó su nombre más tarde. Reivindicó la grandeza de Su gloria, porque pusieron el arca en el templo de Dagón, se fueron los filisteos a dormir y cuando volvieron, aquella gigantesca estatua de Dagón, estaba postrada ante el arca. Al día siguiente peor aún, apareció con la cabeza y manos cortadas. Después, no sabían qué hacer con el arca, por las plagas de furúnculos y ratones. De manera que decidieron devolver el arca a Israel (1 Samuel 5 y 6), porque estaban tocando algo que no se puede tocar, la gloria de Dios.

Entonces, podemos decir, "todo lo puedo en Cristo” y “siempre somos victoriosos” o “tranquilo, que Dios te respalda...”. Pero no. Porque Dios conoce los corazones. Él pesa lo que hay en el corazón. Él sabe si lo que se está haciendo es o no es para su gloria.

Hay ocasiones en las que Dios deja que nos demos el topetazo. Puedes andar confesando versículos aprendidos de memoria; puedes llevar el arca al hombro, como los hijos de Elí; o en un carro nuevo, como cuando David transportó el arca a Jerusalén; y, sin embargo, que el Señor no esté para nada contento con lo que está pasando allí. Jamás te mandó que salieras a esa guerra, sino que era un plan tuyo, y, simplemente, le pediste a Él que lo respaldara. Pero hay un límite: Dios no comparte su gloria. David vio cómo Uza moría, porque no se estaba obrando conforme a su corazón. O Dios permitió que Israel fuese derrotado contra los filisteos, ya que era una batalla para la gloria del hombre y no de Dios (1 Samuel 4).

 

6º límite: Dios no puede hacer injusticia

Dios no puede hacer acepción de personas. Dios no puede hacer injusticia. Éxodo 34:7 y Números 14:18, dos versículos que dicen lo mismo: “Él, el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable”. Porque Él es amor, pero también verdad. Él es misericordioso, aunque también es un juez.

Entonces, uno de los límites es que Dios no puede hacer injusticia. ¿Qué quiere decir eso? Que Él no puede llamar al inocente culpable ni al culpable inocente; y el único que fue inocente es Jesucristo, que siendo inocente se hizo culpable por nosotros. El Padre, como Juez, hizo una sentencia al inocente y lo declaró culpable, e hizo que cayera la culpa, la condena, que nosotros merecíamos, porque Jesucristo nos representó y tomó nuestro lugar. Ahora, dado que Dios es justo, si ya pagó Jesús por mí, no me va a hacer pagar a mí de nuevo. Jesús sufrió la separación; yo ya no tengo por qué pasar la eternidad en el Infierno, pues Cristo pagó por mis pecados. Una vez que hubo alguien declarado culpable en mi lugar y que pagó por mi culpa, entonces, puedo ir delante de Dios, con mi Abogado Jesús, y en el nombre de Jesucristo estar en paz con la justicia (Romanos 5:1-2). Y Dios no me va a hacer injusticia. Me declara perdonado o absuelto.

Pero, de la misma forma, para aquellos hombres que quieran venir delante de Dios para que los declare inocentes por sus buenas obras, Él no puede, porque es un Juez justo. No puede negarse a sí mismo. Si viene alguien aparte de Cristo, al margen de la obra de Cristo y por sus propias obras, el Juez de toda la Tierra tiene que hacer justicia. Por supuesto, nos ama a todos por igual, pero como Él es también juez, entonces dice: “No puedo llamar inocente al culpable; yo soy verdad. Yo soy fiel; pero primero tengo que ser fiel a mí mismo y a mi justicia... Yo soy juez”. Esto es un límite de Dios.

Somos culpables y la paga del pecado es muerte. Para librarnos de esa condena (o paga) el Señor elaboró todo un plan de salvación y dio a su Hijo. Debemos aceptar esa provisión de paz para con Él y perdón. Lo contrario sería loco y arrogante.

Ahora, hay algo que a mí me consuela, en esto de que Dios es justicia. En el día del Juicio Final; en el día en el que se decida dónde va a pasar la eternidad cada uno, si en el Cielo o en el Infierno; en el día en que se decidan, también, las recompensas logradas y los grados de castigo (porque va a haber grados de castigo y grados de recompensa, según nos enseña abundantemente la Escritura); en ese día, no habrá injusticia alguna, porque Dios es justo. Es decir, no va a haber nadie que se pare delante de Dios y diga: “Lo que usted está haciendo es una injusticia. Porque a mí jamás me contaron que Jesús había venido a morir para salvarme... Y yo me esforcé y quise ser una buena persona y quise hacer el bien... Y ahora usted me manda al Infierno... Yo no entendí nada de esto, del plan de salvación, del amor de Jesús... Usted me manda al Infierno, pero usted, Señor Dios, ¡usted es injusto!”. Eso nunca va a pasar. Dios, a cada cual, le va a hacer un trato justo. Y quedará muda toda boca. A muchas personas el Señor, les dirá con tristeza: "¿Qué más puedo hacer? Hoy me ves como Juez, pero por mucho tiempo quise ser tu Salvador, quise ser tu abogado. Morí por ti. ¿Qué más puedo hacer? No has aceptado mi regalo de perdón... Entonces, Yo no te estoy haciendo una injusticia. Tú podías haber recibido el regalo. No te costaba nada. Era gratis. Pero a mí me costó todo... Y tú has decidido el camino de la perdición, cuando Yo te atraía todo el tiempo hacia el camino de la vida eterna. Sin embargo, respeté tu elección. No quisiste ser de los escogidos, porque no me quisiste escoger a Mí y mi Camino”. En esto de la vida eterna no va a haber ninguna injusticia.

Por otra parte, creo que en el Cielo nos vamos a llevar grandes sorpresas. Que algunos, aplicando legalismo, piensan: “No... Ese se va al Infierno. Porque no iba a una iglesia evangélica y no tenía la claridad teológica que nosotros tenemos”. Pero el Señor conoce a los que son suyos (2 Timoteo 2:19).

Conforme pasa el tiempo mi evangelio se va haciendo más sencillo. ¡De verdad! Ando con más cuidado y procuro hablar con prudencia: “Probablemente es así, pero...”. Pienso que nos vamos a llevar grandes sorpresas en esto de la eternidad. Eso sí, Dios es justo. No hay injusticia en Él. Ese es un límite.

 

7º límite: Dios no puede acabar aún con el Diablo

A cualquiera de nosotros nos dan ganas de decirle al Señor: “¡Acaba ya con ese perverso de Satanás!”. O pedirle que termine con la maldad: con los terroristas, con los violadores, con los torturadores, con los embaucadores y engañadores... “Acaba ya con todos los crímenes y maldad, Señor”. Pero aquí hay otro límite de un Dios ilimitado. ¿Cuál es? Que el Señor dice: “Ok. Pero si juzgo ya a Satanás, puesto que soy un Dios justo, tengo que juzgar con él a todos los malos. Y si juzgo a todos los malos es que ha llegado el tiempo del Juicio Final. Y si ya llega el tiempo del Juicio Final, entonces la oportunidad de salvación se acaba para millones de personas” (2 Pedro 3:9).

Es como si se juzgara a Al Capone y no incluimos a todos los compinches de Al Capone. Sería un acto injusto. Y Dios (hemos visto) no puede hacer injusticia. Entonces, dice Dios: “Ok. Si juzgamos al cabecilla, que es Satanás, también hay que juzgar a sus demonios. Y también hay que juzgar a todos los hombres que han querido hacer el mal. El tiempo del juicio ha llegado”. Entonces, Dios retarda ese día por misericordia hacia la humanidad.

En la cruz del Calvario todo el juicio cayó sobre Cristo. Él pagó por los pecados. Fue un gran día del juicio, en el que toda la ira del Padre cayó sobre el Hijo, para que seamos salvos de la ira de Dios al creer en Jesús (Romanos 5:9). Pero hay otro gran día del juicio. El día del Trono Blanco, cuando todos los hombres estén delante del Señor y se abran los libros. Y mientras tanto estamos en un período de gracia y misericordia. Y es como que Dios se limita en eso de juzgar, porque Él hizo que los juicios cayeran sobre su Hijo y está dando a los hombres la oportunidad de la salvación.

Pongamos un balance. Si el Sabio Dios ve que todo se va a ir al traste debe actuar. Hay momentos en los que Dios interviene, cuando hay un colmo de la maldad, cuando ve que, por ejemplo, un dictador loco va a destruir el mundo antes de tiempo. Como hiciera un buen cirujano, por amor al paciente, tiene que ser drástico con un cáncer feroz.

Volviendo al tema del juicio de Dios, dice en 2 Pedro 2: 4 y 9: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas reservados para juicio, el Señor, entonces, sabe rescatar de tentación a los piadosos y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio”. Sin duda, habrá un día del juicio. Va a haber un tiempo en el que todo va a ser juzgado. 2 Pedro 3:7, “Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio...”. Habrá un momento en el que la Tierra va a ser recogida; “cielo y tierra pasarán”; y vendrá el juicio ante el gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15).

Entonces, Señor, ¿por qué no acabas ya con tanta maldad en el mundo? Hay un límite de tiempo. Dios se limita para actuar en el día señalado. Pero llegará el momento cuando Él juzgará a todos, y por eso todos tenemos que prepararnos. ¿Y cómo estamos seguros de que en ese juicio no vamos a estar del lado de Al Capone? ¿Cómo estar seguros de que nuestro nombre aparecerá escrito en el Libro de la Vida? Por poner nuestra fe en Jesucristo y confesarle nuestro Señor.

 

¿Sabes? Hay un límite que Dios sí que traspasó

El Señor había prohibido a los hombres entregar a su hijo en un sacrificio (Levítico 18:21; 20:2-4). Era considerado una abominación y algo que ni se le pasaba al Señor por la cabeza (Jeremías 32:35). Sin embargo, Él mismo entregó a su Hijo en sacrificio y traspasó el límite del amor de todo padre y madre. Romanos 5:7-8: “Quizás alguien se atreva a morir por el bueno, pero Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Esto es el colmo, que Dios traspase un límite al dar a su Hijo para salvar a gente como nosotros, que no éramos sus amigos, sino sus enemigos. Es un límite que yo, naturalmente, no puedo traspasar. ¿Dar a alguno de mis hijos por alguien malo? No me deja mi razón, mi lógica y mi amor. Pero Dios, “de tal manera amó al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él crea tenga vida eterna” ... Este es el límite que sí que traspasó. Por eso su amor es ilimitado. No lo podemos entender, no lo podemos medir. Me encanta cómo es Dios. Estoy enamorado de Jesús. Estoy enamorado de ese Dios que dio a su Hijo por amor.

Y si hay alguien que me lee hoy y te gustaría comenzar una relación con Él, es tan sencillo como hacer una oración. Un día yo lo hice y todo cambió. Se puso en marcha mi amistad con Dios; iba en una dirección y di la vuelta y comencé un nuevo caminar. ¿Quieres hacer una oración para comenzar una relación con Dios en la que no habrá límites en tu crecimiento y felicidad, pues es por la eternidad?

Te animo a que hables con Dios usando palabras parecidas a estas: “Señor, te doy las gracias, porque nos has mostrado que, siendo un Dios ilimitado, sin embargo, por amor a nosotros y por amor a tu nombre, has puesto unos límites. Hoy te pido que me perdones por todos mis pecados. Gracias porque en la cruz murió Jesús para mi perdón y salvación. Te doy gracias porque en un mundo tan roto como este sigues sanando heridas, sigues enviando tu palabra para que haya reconciliación contigo y los unos con los otros. Te doy gracias porque Tú eres fiel y no has dejado que el hombre se autodestruya, sino que tiendes la mano para salvarnos. Gracias por entregar a tu Hijo por amor a mí. Reconozco mi necesidad. Quiero poner en Ti mi confianza y comenzar a vivir cerca de Ti. Yo te confieso como mi Señor, te entrego mi vida y te ruego, sálvame, Señor. Haz algo nuevo en mi corazón y en mi vida. Espíritu Santo, ven a vivir en mí y ayúdame a ser bendición para otros. En el nombre de Jesús, amén”.

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