MUERTE DE BRUNO GANZ

Muere Bruno Ganz, el �ngel que conoci� a Hitler

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El actor suizo Bruno Ganz, en una rueda de prensa en el Festival de Berl�n. EL MUNDO (v�deo) // EFE (foto)

Hasta no hace tanto, un cine del barrio de Mitte programaba ininterrumpidamente 'El cielo sobre Berl�n', de Wim Wenders. La pel�cula, adem�s de una atracci�n tur�stica desde la que contemplar la brutal transformaci�n de la ciudad en las �ltimas d�cadas, se hab�a convertido en un s�mbolo de casi todo. Especialmente de la fatalidad de la esperanza, del sacrificio como el �ltimo recurso de los desesperados. Recu�rdese, un �ngel incapaz de entender la afici�n por el suicidio de todos nosotros acaba enamor�ndose no s�lo de una trapecista, que tambi�n, sino de cada una de las debilidades humanas. Y as� las cosas, decide abandonar su condici�n divina por inmortal y hacerse humano; decide conocer el v�rtigo de la mortalidad.

El �ngel era Damiel, que es como se llamaba el personaje interpretado por Bruno Ganz encaramado a la columna de la victoria. De alguna manera, lo que nos dec�a el semidi�s de modales algo relamidos era algo tan sencillo como que, a pesar de todo, a pesar de la barbarie representada por una ciudad partida en dos, a pesar de los millones de muertos, a pesar de los errores mundiales y a pesar del propio pesar, vivir es lo �nico que nos queda. Nada m�s. Como los viejos de Woody Allen, lo peor no es que el men� que nos sirven sea una soberana porquer�a, no; lo peor es que es muy escaso. Y eso es as�, nos recordaba Damiel, porque la vida s�lo tiene sentido si la amenaza el riesgo cierto de la muerte. Vivimos, en definitiva, para la muerte. Y s�lo la muerte, como horizonte de sentido, justifica, por contradictorio que parezca, el desmadre inane de todo esto.

Hoy mismo Bruno Ganz muri� y, aunque esperada desde que se sab�a que padec�a c�ncer de colon, la noticia paraliz� la Berlinale en su �ltimo d�a; el d�a de unos premios por fuerza tristes. A�n m�s.

La muerte siempre sorprende, aunque sea la de un �ngel que voluntariamente decide morir. No deja de ser curioso que su �ltimo trabajo para el cine (faltan un par de t�tulos por estrenar) sea el de mism�simo diablo en la pel�cula de Lars Von Trier 'La casa de Jack'. Como si se cerrara un extra�o y virtuoso c�rculo, el actor nacido en Z�rich que se diera a conocer al mundo como el �ltimo baluarte de la esperanza se despide de todos nosotros con una sonora carcajada. Eleg� ser como vosotros, nos dice el �ngel, pero basta: a partir de ahora, ah� os qued�is, nos ense�a el demonio. Y as�.

Todas las biograf�as m�s o menos apresuradas se detienen, sin embargo, en el papel que se antoja definitivo: el de otro demonio, el de Hitler en 'El hundimiento'. Por primera vez, un actor de habla alemana se atrev�a a dar vida al dictador desde la m�s complicada de las posturas: la de simplemente un hombre. Con todo lo que eso significa. Fue acusado de humanizar al mal y �l se defend�a declamando su extra�eza: "�Pero qu� es exactamente el mal? Eso no significa nada para m�. Un actor no da vida a ideales o a conceptos, un actor da vida a seres humanos".

Maestr�a infinita

El Hitler que ve�amos y que no tard� en convertirse en 'meme' de casi todo en, �sta s�, la m�s vulgar banalizaci�n no tanto del mal como la estupidez; ese Hitler, dec�amos, sufr�a. Y eso, de alguna manera, se antojaba insoportable. �C�mo puede permitirse el lujo de sufrir el que hizo sufrir a tantos? La maestr�a infinita de Ganz consisti� en acercarnos con una crudeza majestuosa e hiriente la vulgaridad de todo esto. Cre�amos que Hitler era, en su infinita maldad, completamente diferente a nosotros y, sorpresa, para nada. En realidad, �l sigue ah�, escondido en demasiados de nuestros gestos m�s cotidianos. Basta mirar lo que est� pasando en Europa, basta mirar a esta Espa�a y sus sondeos, la tentaci�n de volverse a equivocar no est� tan lejos.

Ganz opt� desde muy el principio por el riesgo, por el v�rtigo de los precipicios, por la necesidad de colocarse en el l�mite. Y de ah� quiz� sus �ngeles imperfectos y sus demonios inconstantes. Y de ah�, sus papeles teatrales siempre ag�nicos a la sombra de Fausto o Thomas Bernhard. Y de ah� su afici�n a acercarse a los directores menos evidentes. Repasar su filmograf�a es recorrer el cine de autor europeo en toda su radical amplitud. Desde el citado Wenders a Werner Herzog pasando por Alain Tanner, �ric Rohmer, Coppola, Theo Angelopoulos, Sally Poter, Stephen Daldry o Volker Schl�ndorff todas las coproducciones de futuro incierto le pertenecen. Hasta Jaime Ch�varri figura en su curr�culo. Ganz es ya parte de la mirada de Europa entera.

Cuentan que en una ocasi�n, al ser reconocido en un avi�n, un pasajero respir� aliviado. "Ahora que s� que nos acompa�a un �ngel puedo estar tranquilo". �l respondi� que, cuidado, hay �ngeles que se arrepienten de serlo. Hoy, con 77 a�os, Bruno Ganz muri� y, claro, cualquiera vuelve ahora a Madrid en avi�n.

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