Mamá y papá (Mom and Dad) dirigida por Brian Taylor - Crítica

Podríamos decir que ‘Mamá y papá‘, dirigida por Brian Taylor, habla de la familia. Pero no desde la óptica edulcorada de Hollywood, sino de una mucho más realista, más cercana a las contradicciones y tensiones que pueden llegar a florecer en su seno. Habla de los padres, de los sacrificios que realizan por el bienestar de su prole, de sus frustraciones profesionales y personales, pero al mismo tiempo de su miedo a la soledad; habla de los hijos, unos todavía inocentes y ajenos a las cuestiones problemáticas de la vida, otros ya boqueando por una independencia que pueden tocar con la punta de los dedos.

En definitiva, del complicado mundo de la dualidad paternidad/maternidad. Con todos sus matices y momentos agridulces. Porque siglos de deificar la autoridad del pater familias nos hacen olvidar que los padres son seres humanos con dudas, aspiraciones, intereses propios y temores que no siempre coinciden con los de sus hijos. Es algo para lo que nadie te enseña, ni existe un método de crianza exitoso y definitivo. Como la sempiterna Mafalda nos recordaba, progenitor y vástago son dos títulos que se inauguran a la vez.

O podemos ver a ‘Mamá y papá‘ de otra manera, menos profunda. Como una divertidísima comedia negra, una película de infectados disimulada, llena de mala leche y locura explosiva, cortesía del director de la obra maestra ‘Ghost Rider: Espíritu de venganza‘. Selma Blair y Nic Cage se transmutan de padres promedio a sádicos homicidas, ansiando con ahínco cazar a sus hijos, interpretados por Anne Winters y Zackary Arthur, sin escatimar en imaginación ni violencia.

Mención especial merece Nicolas Cage, que asume su naturaleza de meme andante, y convierte su actuación -sin desmerecer a las del resto- en un festival inolvidable de expresiones histriónicas y miradas desequilibradas, que hizo las delicias del público del Maratón Fantastique del Cineuropa, el abajo firmante entre ellos.

Tal vez no haya una única manera de entender esta película. Quizá haya que dejarse llevar, y ver dónde desemboca tanta masacre interfamiliar. Lo más probable es que salgas del cine preguntándote «Pero qué c****** acabo de ver», y deseando llamar a tus padres, que nunca se sabe.

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