Para Aristóteles era un "varón mutilado" y para Hesíodo, "un mal necesario": los filósofos griegos y su concepción de la mujer

Para Aristóteles era un "varón mutilado" y para Hesíodo, "un mal necesario": los filósofos griegos y su concepción de la mujer

El filósofo e historiador Manel García.
El filósofo e historiador Manel García Sánchez.
Cèlia Atset
El filósofo e historiador Manel García.

"Pues igual que de seres mutilados unas veces nacen individuos mutilados y otras no, de la misma forma, de una hembra unas veces nace una hembra y otras nace un macho. Y es que la hembra es como un varón mutilado, y las menstruaciones son esperma, aunque no puro, pues no les falta más que una cosa, el principio del alma […] Las hembras son más débiles y frías por naturaleza y hay que considerar al sexo femenino como una malformación natural".

Aristóteles se refería así a la mujer en su obra Sobre la reproducción de los animales. Es inconcebible leer esto con los ojos de hoy, pero los ojos y las mentes de hace 2.500 años, algunas de las mayores mentes de la historia de la humanidad, así leían y así pensaban. 

El filósofo e historiador Manel García Sánchez aborda en su nuevo ensayo, La lágrima de Jantipa (La Esfera de los Libros), la concepción que en la Grecia antigua tenían los pensadores de la mujer, condenada al ostracismo, a ser víctima de la difamación, a la asunción de que su utilidad no iba más allá de un mero elemento procreativo, a la resignación de verse en un papel, en palabras del autor, de "eterna menor tutelada".

Es Jantipa, la famosa esposa de Sócrates, tan injuriada por los discípulos del filósofo por no ajustarse a los cánones que el androcentrismo imponía, la que da nombre al título del ensayo. Y, concretamente, sus lágrimas, aquellas que expulsó cuando Sócrates ordenó que se la llevasen de la celda en la que estaba encerrado para pasar las últimas horas de su vida, antes de beber la cicuta, junto a sus discípulos, tal y como relata Platón en su Fedón

"Todavía recuerdo la primera vez que oí hablar de Jantipa […] Que yo recuerde, ni mis compañeros de clase ni yo mismo sentimos entonces compasión alguna por ella, tan solo nos impresionaba el heroísmo de Sócrates, su integridad ante la copa de cicuta”, escribe Manel García en el libro.

El desprecio que los discípulos de Sócrates, y especialmente Platón, sentían por Jantipa se trasladó al papel y ha llegado a nuestros días, hasta el punto de que la imagen que se tiene de ella es la de una mujer hosca y entrometida. "Jantipa tuvo que convivir con un personaje difícil como Sócrates. No se le reconoció ninguna virtud, sino que, en general, se le presentó como una mujer quejosa, irritable, que siempre estaba incordiando”, cuenta Manel García a 20minutos.

Portada de 'La lágrima de Jantipa'.
Portada de 'La lágrima de Jantipa'.
La Esfera de los Libros

Y es que Jantipa, osada, recriminaba a Sócrates mientras estaba con sus discípulos que no cumpliese con sus obligaciones familiares. "Eso en la Atenas del siglo V a. C. no estaba bien visto. Además, el ideal del filósofo en la Grecia antigua es el de un hombre soltero que ve a las mujeres como un elemento de distorsión, de alteración de la tranquilidad que reclama el estudio de la filosofía", afirma.

Es la denominada gynaikomania, la amenaza de seducción que suponía la mujer para el hombre, que, según los filósofos griegos, corría peligro de distraerse de sus ocupaciones principales por su culpa. Para Hesíodo, por ejemplo, la mujer representaba un "mal necesario" porque provocaba que los varones "descuidasen" sus cometidos, pero proporcionaba "placer sexual". 

"La mujer solo estaba para potenciar la virtud del hombre de cara a proporcionarle herederos. Pero en el ámbito filosófico, se pensaba que la mujer y la familia debilitaban el carácter del hombre. Por eso, la mayoría de filósofos no tenía familia, sino concubinas o amantes", explica García.

Todo está en Homero

Manel García considera imprudente ver en Homero al padre de la filosofía, pero sí lo define como "la crisálida que anuncia la mariposa". La Ilíada y la Odisea son tratados, aún hoy es posible encontrar paralelismos con nuestros días, fueron el germen de la cultura occidental, pero sobre todo ayudaron a asentar ideales, especialmente el ideal de la mujer, que tan en serio se tomaron los filósofos.

"Hay que pensar que en el mundo griego los libros de Homero eran los que se estudiaban en las escuelas. Los niños aprendían a leer y escribir memorizando y copiando a Homero. Es igual que los niños en el mundo árabe, que se forman leyendo el Corán", afirma García. 

"Por tanto", continúa, "en la Grecia antigua los más pequeños se empapaban de los valores que transmite Homero de la feminidad de la mujer a los modelos de mujer ideal como Penélope, fiel esposa, o a las mujeres censurables como Helena, bella y adúltera, o Clitemnestra, pérfida. Homero refleja un ideal de la mujer como una eterna menor de edad que ha de estar siempre tutelada". 

Si bien filósofos como Aristóteles, Platón o Jenofonte fueron implacables con las mujeres, sí hubo escuelas que las aceptaron en sus círculos, como es el caso de los pitagóricos, los epicúreos o los cínicos. Eso sí, para que educasen a otras mujeres con los ejemplos de virtud que, defendían, toda esposa ha de tener. 

"En el caso de Pitágoras, que contamos con filósofas pitagóricas, o en el epicureísmo eran más aceptadas, pero en los textos de esos filósofos no se detecta ningún afán de emancipación de la mujer, al contrario, se defienden unos valores tradicionales. El cinismo fue una contracultura, y los cínicos las aceptaban en sus círculos por una cuestión de simple provocación, pero no las equiparaban al hombre. Hay una anécdota terrible que cito de Diógenes, que vio en un árbol a una mujer ahorcada y dijo que ojalá todos los árboles diesen ese fruto…".

A pesar de que la completa subordinación de la mujer al hombre era una obviedad, la concepción que nos llega de su papel en aquella época lo hace en cierto modo distorsionada o hiperbolizada por la literatura.

"Hay una cosa que es interesante destacar, que es que disponemos de fuentes epigráficas que revelan que las mujeres desempeñaban muchos tipos de profesiones. Creo que la literatura lo que siempre refleja es el ideal, el deseo de lo que debería ser, en este caso la conducta de la mujer, pero otra cosa es la realidad. Las mujeres, sobre todo en las clases inferiores, estaban condenadas a trabajar para sobrevivir, no solo se dedicaban a las labores domésticas", señala García.

Para los filósofos, embebidos por el pensamiento patriarcal, había algo más condenable, e incluso peligroso, que la mujer que no era casta, obediente y que no supiese cuál era su lugar: la mujer letrada, aquella que podía suponer una amenaza intelectual para ellos.

Es el caso de Aspasia, una de las maestras de la retórica de la Atenas de Pericles, en la que tuvo una gran influencia. "Platón, en el Menexeno, es crítico con el dominio que tiene de la retórica Aspasia. Para él, una mujer jamás podía llegar a desarrollar una inteligencia superior, y hay manifestaciones de autores en las que insisten en que ellos no quieren una mujer culta ni rica porque representaba un papel que no les correspondía". 

El error de mirar al pasado con los ojos de hoy

Con todo ello, Manel García escribe: "Aunque nos ofenda la misoginia de la razón patriarcal, injustificable siempre, como historiadores nos enfrentamos a ella como una hija de su tiempo y flaco favor haríamos a la historiografía si incoásemos procesos sumarísimos de lesa majestad contra los filósofos griegos por su concepción sobre la mujer”. El filósofo expone en este punto un asunto plenamente asentado en la actualidad: la cancelación y censura de nuestros antepasados justificadas en el modelo social del presente

"El historiador lo que ha de hacer es comprender y explicar, no juzgar. Y ahora hay una tendencia, desde mi punto de vista equivocada, a cancelar a pensadores que se consideran que eran misóginos, esclavistas… Evidentemente, eso no lo podemos alabar, pero eran hijos de su tiempo, lo que no podemos hacer es decir: ‘No vamos a leer a Aristóteles porque decía que la mujer era un varón mutilado’. Aristóteles es un gigante de la historia de la filosofía y es cierto que dijo barbaridades sobre la mujer, pero eran las barbaridades que se decían hace 2.500 años”.

Más de 2.500 años, La lágrima de Jantipa ejerce una labor social fundamental en nuestros días, pero para su autor la igualdad real solo se alcanzará cuando no sea necesario escribir libros como el suyo y se relate la historia de manera transversal. Que se estudie con el mismo afán a Aristóteles que a Aspasia, a Platón que a Hipatia, sin distinciones. La igualdad real se alcanzará cuando, como decía Jules Michelet y recoge Manel García en el libro, tengamos los dos sexos del espíritu.

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