Es una verdad universalmente reconocida que quien acuda a los cl�sicos, encontrar� en ellos tem�ticas, historias, g�neros, que muchos lectores creer�n que son modernos en su creaci�n o que se han inventado, como quien dice, hace cuatro d�as... pero que no. Todos los temas que en alg�n momento han preocupado al ser humano, que subyacen a la propia humanidad y su historia, est�n plasmados en los cl�sicos. Todo (o casi todo, por si alguien me dice que exagero) en la literatura se invent� hace muchos, muchos a�os. �Amor por los cl�sicos? A toneladas, a raudales, desde el fondo de mi alma lectora. Porque nunca, nunca, dejan de sorprenderme. M�s que muchas novelas contempor�neas que tratan los mismos temas, porque la verdadera originalidad est� en los libros y autores de hace 100, 150 o 200 a�os. Ellos fueron los pioneros, los que crearon mundos de la nada sin referente alguno, y suyo es el m�rito de la existencia de determinados g�neros.
Y eso ocurre con
La peste escarlata. Aunque bebe del concepto que plantea Poe en La m�scara de la muerte roja (de hecho London hace un gui�o a esta obra al principio de la historia), muchos de los aficionados al g�nero apocal�ptico y post-apocal�ptico contempor�neo, a las historias sobre virus o enfermedades que aniquilan a casi toda la humanidad de la faz de la tierra... se sorprender�an si leyesen lo que escribi�
Jack London hace m�s de cien a�os. Todo, todo lo que hemos visto en otras obras mucho m�s modernas, estaba ya en
La peste escarlata, porque fue con esta novela con la que comenz� este g�nero, y todos los subg�neros que han nacido desde entonces maman de lo que se cuenta en ella. Ah� es nada.
Al comienzo acompa�amos a un viejo y a un ni�o. van camino de reunirse con otros dos ni�os m�s que les esperan en la playa. Visten con andrajosas pieles de animales de una sola pieza. Llevan arcos, flechas y cuchillos de caza. Caminan sobre el riel de una v�a que ha sido pr�cticamente devorado por la maleza y la naturaleza en s� misma. Se cruzan con un oso enorme.
�Era de los grandes, abuelo.
�[...] Entonces no hab�a osos. No, se�or. Escaseaban tanto que para verlos, en jaulas, hab�a que pagar dinero.
��Qu� es dinero, abuelo?
Estamos en San Francisco. Corre el a�o 2073. Sesenta a�os atr�s, en 2013, surgi� de la nada la Muerte Escarlata, una pandemia que arrebataba la vida en menos de una hora. Algunos ni siquiera duraban quince minutos. La poblaci�n de la ciudad por aquel entonces era de cuatro millones de personas. Sobrevivieron solo cuarenta. Una de ellas, la �nica que queda con vida, es nuestro anciano protagonista, joven profesor de literatura inglesa cuando surgi� la epidemia. Calcula que solo hay unos 300 o 400 humanos dispersos por el mundo. No sabe si estar�n distribuidos en tribus, como lo est�n ellos en su peque�a comunidad. Han sido incapaces de crear una sociedad avanzada, de crear artilugios que les permitan intentar comunicarse con otras regiones o partes del mundo. Las personas con los conocimientos para hacerlo, murieron. La enfermedad no hizo distinciones ni ofreci� justicia divina. Cayeron buenas personas y muchas malas sobrevivieron. Adem�s hay muchos hombres y pocas mujeres. Han vuelto a una edad primitiva cuya �nica misi�n es la supervivencia y la reproducci�n para, dentro de miles de a�os, poder llegar a repoblar la Tierra. Hay que empezar desde cero.
Este anciano fue testigo de la ca�da de la civilizaci�n, paso a paso, desde que comenzaron los primeros casos hasta el caos posterior, el vandalismo, los asesinatos, la ciudad en llamas, la crueldad de los que luchaban por sus vidas, las decisiones extremas pensando solo en la salvaci�n personal, la desconexi�n progresiva con el exterior... la parada, casi como la de un coraz�n que deja de latir, de la sociedad humana. Y de repente el silencio. Solo unas pocas decenas de personas, la naturaleza y los animales.
Con una prosa sencilla, sin artificios ni florituras, transmitiendo lo que quiere transmitir (no parece haber sido escrita hace m�s de cien a�os), la perspectiva que London ofrece sobre la civilizaci�n es turbadora, pesimista y quiz�s m�s realista de lo que nos gustar�a creer. La vulnerabilidad de las bases sobre las que se asientan nuestra misma existencia, alarmante. Una vez que el mundo desaparece tal y como lo conocemos, las generaciones futuras, que no disponen de todo ese conocimiento, vuelven a un estado de tabula rasa: embrutecidas, ignorantes, supersticiosas, ni siquiera el idioma permanece inalterado, evolucionando hacia algo gutural, sin adjetivos, b�sico y corrupto. Todo lo que hoy damos por sentado, deja de existir.
�Qu� son millones? [...] �Qu� es educaci�n? [...] �Qu� es una dama? [...] Abuelo, no uses palabras raras. [...] Abuelo, no entiendo nada de lo que dices.
El viejo llora recordando lo que una vez fue y probablemente jam�s volver� a ser. Intenta transmitirles a estos ni�os la existencia de un mundo que ellos jam�s podr�n entender, porque su imaginaci�n, su aprendizaje, su inteligencia, no alcanza a evocar las im�genes que �l les ofrece. Para ellos es una historieta del abuelo de la que no entienden la mitad de los conceptos o las palabras. Pero a nosotros, que s� lo conocemos, verlo desaparecer ante nuestros ojos en estas p�ginas, el modo en que lo hace, el modo en que todo revierte... no deja de parecernos posible. Porque ciertamente no parece un futuro tan improbable en caso de sobrevenir una pandemia como esta.
London hizo un trabajo magn�fico, y muy adelantado a su tiempo, sembrando el germen de "�Y si...?". Pensad qu� pasar�a si muriese el 99% de la poblaci�n mundial, y con ella todos los recursos, posibilidades y conocimientos que sustentan nuestro d�a a d�a. Libros que, una o dos generaciones despu�s, nadie sabr�a ni podr�a leer. Si en vuestra ciudad sobreviviesen solo 20 o 30 personas. Y adem�s escribi� una novela atemporal, en la que lo mismo da que la cat�strofe ocurriese en el a�o en que fue escrito que cuando el autor la ambienta. El miedo es el mismo, te hace preguntarte las mismas cuestiones, e incluso en nuestra �poca ser�a a�n peor porque dependemos en grado extremo de la tecnolog�a.
Menci�n aparte merece la edici�n de Libros del Zorro Rojo. Si no estoy equivocada, esta misma edici�n sali� en 2012 en tapa dura con sobrecubierta. La que yo compr� es la nueva en r�stica con solapas, pero la portada y el interior de la edici�n son los mismos. Y vamos, de verdad, una maravilla. Las ilustraciones de
Luis Scafati, originales para esta edici�n, le sientan como un guante a la historia, y la portada me tiene enamorada (s�, creepy, lo s�). Lo he dicho muchas veces: si adem�s de una buena historia me dan una buena edici�n, yo estoy vendida. Me encanta que las editoriales se esfuercen en ofrecerle al lector ediciones curradas tanto en continente como en contenido.
En fin, como veis, en literatura todo est� ya, de un modo u otro, escrito e inventado. Hace cien a�os
Jack London escribi� una novela post-apocal�ptica que hemos visto infinidad de veces en el cine, la televisi�n y la literatura contempor�nea, y en libros que hoy son considerados cl�sicos modernos pero cuya influencia, despu�s de leer
La peste escarlata, ya no me cabe duda de cu�l es. Merece mucho, much�simo, la pena, y en esta edici�n, m�s todav�a.