Espa�a, Aparta de m� este c�liz, C�sar Vallejo (Per�, 1892-Paris, 1938)

C�sar Vallejo
(Per�, 1892-Paris, 1938)

Espa�a, Aparta de m� este c�liz
(1937)


I

HIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE LA REP�BLICA

Voluntario de Espa�a, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu coraz�n,
cuando marcha a matar con su agon�a
mundial, no s� verdaderamente
qu� hacer, d�nde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
desc�brome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tama�o esas famosas ca�das de arquitecto
con las que se honra el animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegr�a
y, otra vez, sin saber qu� hacer, sin nada, d�jame,
desde mi piedra en blanco, d�jame,
solo,
cuadrumano, m�s ac�, mucho m�s lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato ext�tico,
quiebro con tu rapidez de doble filo
mi peque�ez en traje de grandeza!

Un d�a diurno, claro, atento, f�rtil
�oh bienio, el de los l�bregos semestres suplicantes,
por el que iba la p�lvora mordi�ndose los codos!
�oh dura pena y m�s duros pedernales!
!oh frenos los tascados por el pueblo!
Un d�a prendi� el pueblo su f�sforo cautivo, or� de c�lera
y soberanamente pleno, circular,
cerr� su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los d�spotas
y en el candado, sus bacterias muertas...

�Batallas? �No! Pasiones. Y pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
�Muerte y pasi�n de paz, las populares!

�Muerte y pasi�n guerreras entre olivos, entend�monos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosf�ricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elev�ndose a primera potencia de martirio.

El mundo exclama: ��Cosas de espa�oles!� Y es verdad.
Consideremos,
durante una balanza, a quemarropa,
a Calder�n, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
o a Cervantes, diciendo: �Mi reino es de este mundo, pero
tambi�n del otro�: �punta y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el palad�n en cuyo asalto cartesiano
tuvo un sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instant�neo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su peque�o infinito, o todav�a
a Teresa, mujer que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en m�s de un punto con Teresa...
(Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia �l, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contrase�as sin fortuna)
As� tu criatura, miliciano, as� tu exang�e criatura,
agitada por una piedra inm�vil,
se sacrifica, ap�rtase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los d�biles,
distribuyendo espa�as a los toros,
toros a las palomas...

Proletario que mueres de universo, �en qu� fren�tica armon�a
acabar� tu grandeza, tu miseria, tu vor�gine impelente,
tu violencia met�dica, tu caos te�rico y pr�ctico, tu gana
dantesca, espa�ol�sima, de amar, aunque sea a traici�n,
a tu enemigo!

�Liberador ce�ido de grilletes,
sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuar�a sin asas la extensi�n,
vagar�an ac�falos los clavos,
antiguo, lento, colorado, el d�a,
nuestros amados cascos, insepultos!
�Campesino ca�do con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexi�n social de tu me�ique,
con tu buey que se queda, con tu f�sica,
tambi�n con tu palabra atada a un palo
y tu cielo arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu u�a, caminando!
�Constructores
agr�colas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros har�ais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la ca�da cruel de vuestras bocas,
vendr� en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo ser� de oro s�bito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreci�n de sangre,
y el oro mismo ser� entonces de oro!

�Se amar�n todos los hombres
y comer�n tomados de las puntas de vuestros pa�uelos tristes
y beber�n en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansar�n andando al pie de esta carrera,
sollozar�n pensando en vuestras �rbitas, venturosos
ser�n y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustar�n ma�ana sus quehaceres, sus figuras so�adas y cantadas!

�Unos mismos zapatos ir�n bien al que asciende
sin v�as a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
�Entrelaz�ndose hablar�n los mudos, los tullidos andar�n!
�Ver�n, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escuchar�n los sordos!
�Sabr�n los ignorantes, ignorar�n los sabios!
�Ser�n dados los besos que no pudisteis dar!
�S�lo la muerte morir�! �La hormiga
traer� pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volver�n
los ni�os abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajar�n todos los hombres,
engendrar�n todos los hombres,
comprender�n todos los hombres!

�Obrero, salvador, redentor nuestro,
perd�nanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
qu� jam�s tan ef�mero, tu espalda!
qu� siempre tan cambiante, tu perfil!

�Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla
un le�n abisinio va cojeando!
�Voluntario sovi�tico, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
�Voluntarios del sur, del norte, del oriente
y t�, el occidental, cerrando el canto f�nebre del alba!
�Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
�Combatiente que la tierra criara, arm�ndote
de polvo,
calz�ndote de imanes positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de car�cter, �ntima tu f�rula,
el cutis inmediato,
and�ndote tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!
�Voluntario fajado de tu zona fr�a,
templada o t�rrida,
h�roes a la redonda,
v�ctima en columna de vencedores:
en Espa�a, en Madrid, est�n llamando
a matar, voluntarios de la vida!

�Porque en Espa�a matan, otros matan
al ni�o, a su juguete que se para,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Ad�n que hablaba en alta voz con su caballo
y al perro que dorm�a en la escalera.
Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa p�gina primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bast�n, a su colega,
al barbero de al lado -me cort� posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera que hoy pas� llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...

�Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
�Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora �a sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y m�s cuando circulo dando voces�
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas ca�dos,
sus cenizas abrazadas al cad�ver de un camino!

Para que vosotros,
voluntarios de Espa�a y del mundo, vinierais,
so�� que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios...
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cari�o los reptiles de pesta�a inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la direcci�n del agua que corre a ver su l�mite antes que arda.



II

BATALLAS

Hombre de Extremadura,
oigo bajo tu pie el humo del lobo,
el humo de la especie,
el humo del ni�o,
el humo solitario de dos trigos,
el humo de Ginebra, el humo de Roma, el humo de Berl�n
y el de Par�s y el humo de tu ap�ndice penoso
y el humo que, al fin, sale del futuro.
�Oh vida! �Oh tierra! �Oh Espa�a!
�Onzas de sangre,
metros de sangre, l�quidos de sangre,
sangre a caballo, a pie, mural, sin di�metro,
sangre de cuatro en cuatro, sangre de agua
y sangre muerta de la sangre viva!

Extreme�o, ioh no ser a�n ese hombre
por el que te mat� la vida y te pari� la muerte
y quedarse tan s�lo a verte as�, desde este lobo,
c�mo sigues arando en nuestros pechos!
iExtreme�o, conoces
el secreto en dos voces, popular y t�ctil,
del cereal: jque nada vale tanto
una gran ra�z en trance de otra!
Extreme�o acodado, representando el alma en su retiro
acodado a mirar
el caber de una vida en una muerte!

iExtreme�o, y no haber tierra que hubiere
el peso de tu arado, ni m�s mundo
que el color de tu yugo entre dos �pocas; no haber
el orden de tus p�stumos ganados!
iExtreme�o, dej�steme
verte desde este lobo, padecer,
pelear por todos y pelear
para que el inviduo sea un hombre,
para que los se�ores sean hombres,
para que todo el mundo sea un hombre, y para
que hasta los animales sean hombres,
el caballo, un hombre,
el reptil, un hombre,
el buitre, un hombre honesto,
la mosca, un hombre, y el olivo, un hombre
y hasta el ribazo, un hombre
y el mismo cielo, todo un hombrecito!

Luego, retrocediendo desde Talavera,
en grupos de uno a uno, armados de hambre, en masas de a uno,
armados de pecho hasta la frente,
sin aviones, sin guerra, sin rencor,
el perder a la espalda,
y el ganar
m�s abajo del plomo, heridos mortalmente de honor,
locos de polvo, el brazo a pie,
amando por las malas,
ganando en espa�ol toda la tierra,
retroceder a�n, y no saber
d�nde poner su Espa�a,
d�nde ocultar su beso de orbe,
d�nde plantar su olivo de bolsillo!

Mas desde aqu�, m�s tarde,
desde el punto de vista de esta tierra,
desde el duelo al que fluye el bien sat�nico,
se ve la gran batalla de Guernica.
Lid a priori, fuera de la cuenta,
lid en paz, lid de las almas d�biles
contra los cuerpos d�biles, lid en que el ni�o pega,
sin que le diga nadie que pegara,
bajo su atroz diptongo
y bajo su habil�simo pa�al,
y en que la madre pega con su grito, con el dorso de una l�grima
y en el que el enfermo pega con su mal, con su pastilla y su hijo
y en que el anciano pega
con sus canas, sus siglos y su palo
y en que pega el presb�tero con dios!
T�citos defensores de Guemica!
ioh d�biles!
ioh suaves ofendidos
que os elev�is, crec�is,
y llen�is de poderosos d�biles el mundo!

En Madrid, en Bilbao, en Santander,
los cementerios fueron bombardeados,
y los muertos inmortales,
de vigilantes huesos y hombro eterno, de las tumbas,
los muertos inmortales, de sentir, de ver, de o�r
tan bajo el mal, tan muertos a los viles agresores,
reanudaron entonces sus penas inconclusas,
acabaron de llorar, acabaron
de sufrir, acabaron de vivir,
acabaron, en fin, de ser mortales!

�Y la p�lvora fue, de pronto, nada,
cruz�ndose los signos y los sellos,
ya la explosi�n sali�le al paso un paso,
y al vuelo a cuatro patas, otro paso
y al cielo apocal�ptico, otro paso
y a los siete metales, la unidad,
sencilla. justa, colectiva, eterna.

M�laga sin padre ni madre
ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
M�laga sin defensa, donde naci� mi muerte dando pasos
y muri� de pasi�n mi nacimiento!
M�laga caminando tras de tus pies, en �xodo,
bajo el mal, bajo la cobard�a, bajo la historia c�ncava, indecible,
con la yema en tu mano: tierra org�nica!
y la clara en la punta del cabello: todo el caos!
iM�laga huyendo
de padre a padre, familiar, de tu hijo a tu hijo,
a lo largo del mar que huye del mar,
a trav�s del metal que huye del plomo,
a ras del suelo que huye de la tierra
y a las �rdenes iay!
de la profundidad que te quer�a!
iM�laga a golpes, a fat�dico co�gulo, a bandidos, a infiernazos
a cielazos,
andando sobre duro vino, en multitud,
sobre la espuma lila, de uno en uno,
sobre hurac�n est�tico y m�s lila,
y al comp�s de las cuatro �rbitas que aman
y de las dos costillas que se matan!
iM�laga de mi sangre diminuta
y mi coloraci�n a gran distancia,
la vida sigue con tambor a tus honores alazanes,
con cohetes, a tus ni�os eternos
y con silencio a tu �ltimo tambor,
con nada, a tu alma,
y con m�s nada, a tu estern�n genial!
iM�laga, no te vayas con tu nombre!
iQue si te vas,
te vas
toda, hacia ti, infinitamente en son total
, concorde con tu tama�o fijo en que me aloco,
con tu suela feraz y su agujero
y tu navaja antigua,atada a tu hoz enferma
y tu madero atado a un martillo!
iM�laga literal y malag�e�a,
huyendo a Egipto, puesto que est�s clavada,
alargando en sufrimiento id�ntico tu danza,
resolvi�ndose en ti el volumen de la esfera,
perdiendo tu botijo, tus c�nticos, huyendo
con tu Espa�a exterior y tu orbe innato!
�M�laga por derecho propio
y en el jard�n biol�gico, m�s M�laga!
�M�laga, en virtud
del camino. en atenci�n al lobo que te sigue
y en raz�n del lobezno que te espera!
�M�laga. que estoy llorando!
�M�laga. que lloro y lloro!



III

Sol�a escribir con su dedo grande en el aire...

Sol�a escribir con su dedo grande en el aire:
��Viban los compa�eros! Pedro Rojas�,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y m�s hombre. Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: �pasa!
Pluma de carne, lo han matado: �pasa!
�Abisa a todos compa�eros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
�lo han matado al pie de su dedo grande!
�Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

�Viban los compa�eros
a la cabecera de su aire escrito!
�Viban con esta b del buitre en las entra�as
de Pedro
y de Rojas, del h�roe y del m�rtir!
Registr�ndole, muerto, sorprendi�ronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro tambi�n sol�a comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representaci�n de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dorm�a, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus s�mbolos.
�Abisa a todos compa�eros pronto!
�Viban los compa�eros al pie de esta cuchara para siempre!

Lo han matado, oblig�ndole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel
que naci� muy ni��n, mirando al cielo,
y que luego creci�, se puso rojo
y luch� con sus c�lulas, sus nos, sus todav�as, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana V�zquez,
a la hora del fuego, al a�o del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, as�, despu�s de muerto
se levant�, bes� su catafalco ensangrentado,
llor� por Espa�a
y volvi� a escribir con el dedo en el aire:
��Viban los compa�eros! Pedro Rojas�.

Su cad�ver estaba lleno de mundo.



IV

Los MENDIGOS pelean por Espa�a...

Los mendigos pelean por Espa�a,
mendigando en Par�s, en Roma, en Praga
y refrendando as�, con mano g�tica, rogante,
los pies de los Ap�stoles, en Londres, en New York, en M�jico.
Los pordioseros luchan suplicando infernalmente
a Dios Por Santander,
la lid en que ya nadie es derrotado.
Al sufrimiento antiguo
danse, encarn�zanse en llorar plomo social
al pie del individuo,
y atacan a gemidos, los mendigos,
matando con tan solo ser mendigos.

Ruegos de infanter�a,
en que el arma ruega del metal para arriba,
y ruega la ira, m�s ac� de la p�lvora iracunda.
T�citos escuadrones que disparan,
con cadencia mortal, su mansedumbre,
desde un umbral, desde s� mismos, �ay! desde s� mismos.
Potenciales guerreros
sin calcetines al calzar el trueno,
sat�nicos, num�ricos,
arrastrando sus t�tulos de fuerza,
migaja al cinto,
fusil doble calibre: sangre y sangre.
�E1 poeta saluda al sufrimiento armado!


V

IMAGEN ESPA�OLA DE LA MUERTE

�Ah� pasa! �Llamadla! �Es su costado!
�Ah� pasa la muerte por Ir�n:
sus pasos de acorde�n, su palabrota,
su metro del tejido que te dije,
su gramo de aquel peso que he callado �si son ellos!

�Llamadla! Daos prisa! Va busc�ndome en los rifles,
como que sabe bien d�nde la venzo,
cu�l es mi ma�a grande, mis leyes especiosas, mis c�digos terribles.
�Llamadla! Ella camina exactamente como un hombre, entre las fieras,
se apoya de aquel brazo que se enlaza a nuestros pies
cuando dormimos en los parapetos
y se para a las puertas el�sticas del sue�o.

�Grit�! �Grit�! �Grit� su grito nato, sensorial!
Gritara de verg�enza, de ver c�mo ha ca�do entre las plantas,
de ver c�mo se aleja de las bestias,
de o�r c�mo decimos: �Es la muerte!
�De herir nuestros m�s grandes intereses!

(Porque elabora su h�gado la gota que te dije, camarada;
porque se come el alma del vecino)

�Llamadla! Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente
que t� sabes y que haga como que hace que me ignora.

�Llamadla! No es un ser, muerte violenta,
sino, apenas, lac�nico suceso;
m�s bien su modo tira, cuando ataca,
tira a tumulto simple, sin �rbitas ni c�nticos de dicha;
m�s bien tira su tiempo audaz, a c�ntimo impreciso
y sus sordos quilates, a d�spotas aplausos.
Llamadla, que en llam�ndola con sa�a, con figuras,
se la ayuda a arrastrar sus tres rodillas,
como, a veces,
a veces duelen, punzan fracciones enigm�ticas, globales,
como, a veces, me palpo y no me siento.

�Llamadla! �Daos prisa! Va busc�ndome,
con su cognac, su p�mulo moral,
sus pasos de acorde�n, su palabrota.
�Llamadla! No hay que perderle el hilo en que la lloro.
De su olor para arriba, �ay de mi polvo, camarada!
De su pus para arriba, �ay de mi f�rula, teniente!
De su im�n para abajo, �ay de mi tumba!


VI

CORTEJO TRAS LA TOMA DE BILBAO

Herido y muerto, hermano,
criatura veraz, republicana, est�n andando en su trono,
desde que tu espinazo cay� famosamente;
est�n andando, p�lido, en tu edad flaca y anual,
laboriosamente absorta ante los vientos.

Guerrero en ambos dolores,
si�ntate a o�r, acu�state al pie del palo s�bito,
inmediato de tu trono;
voltea;
est�n las nuevas s�banas, extra�as;
est�n andando, hermano, est�n andando.

Han dicho ��Como! �D�nde!��, expres�ndose
en trozos de paloma,
y en los ni�os suben sin llorar a tu polvo.
Ernesto Z��iga, duerme con la mano puesta,
con el concepto puesto,
en descanso tu paz, en paz tu guerra.

Herido mortalmente de vida, camarada,
camarada jinete,
camarada caballo entre hombre y tierra,
tus huesecillos de alto y melanc�lico dibujo
forman pompa espa�ola,
laureada de fin�simos andrajos.

Si�ntate, pues, Ernesto,
oye que est�n andando, aqu�, en tu trono,
desde que tu tobillo tiene canas.
�Qu� trono?
�Tu zapato derecho! �Tu zapato!

(13 septiembre 1937).



VII

Varios d�as el aire, compa�eros...

Varios d�as el aire, compa�eros,
muchos d�as el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios d�as Espa�a est� espa�ola.

Varios d�as el mal
moviliza sus �rbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuch�ndolos.
Varios d�as orando con sudor desnudo,
los mil�cianos cu�lganse del hombre.
Varios d�as, el mundo, camarada,
el mundo est� espa�ol hasta la muerte.

Varios d�as ha muerto aqu� el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de esp�ritu
y el alma es ya nuestra alma, compa�eros.
Varios d�as el cielo,
�ste, el del d�a, el de la pata enorme.

Varios d�as, Gij�n;
muchos d�as, Gij�n;
mucho tiempo, Gij�n;
mucha tierra, Gij�n;
mucho hombre, Gij�n;
y mucho dios, Gij�n,
much�simas Espa�as �ay! Gij�n.

Camaradas,
varios d�as el viento cambia de aire.


VIII

Aqu�, Ram�n Collar...

Aqu�,
Ram�n Collar,
prosigue tu familia soga a soga,
se sucede,
en tanto que visitas, t�, all�, a las siete espadas, en Madrid,
en el frente de Madrid.

�Ram�n Collar, yuntero
y soldado hasta yerno de tu suegro,
marido, hijo lim�trofe del viejo Hijo del Hombre!
Ram�n de pena, t�, Collar valiente,
palad�n de Madrid y por cojones; Ramonete,
aqu�,
los tuyos piensan mucho en tu peinado!

�Ansiosos, �giles de llorar, cuando la l�grima!
�Y cuando los tambores, andan; hablan
delante de tu buey, cuando la tierra!

�Ram�n! �Collar! �A ti! �Si eres herido,
no seas malo en sucumbir: �refr�nate!
Aqu�,
tu cruel capacidad est� en cajitas;
aqu�,
tu pantal�n oscuro, andando el tiempo,
sabe ya andar sol�simo, acabarse;
aqu�,
Ram�n, tu suegro, el viejo,
te pierde a cada encuentro con su hija!

�Te dir� que han comido aqu� tu carne,
sin saberlo,
tu pecho, sin saberlo,
tu pie;
pero cavilan todos en tus pasos coronados de polvo!

�Han rezado a Dios,
aqu�;
se han sentado en tu cama, hablando a voces
entre tu soledad y tus cositas;
no s� qui�n ha tomado tu arado, no s� qui�n
fue a ti, ni qui�n volvi� de tu caballo!

�Aqu�, Ram�n Collar, en fin, tu amigo!
�Salud!, hombre de Dios, mata y escribe.

(10 septiembre 1937)



IX

PEQUE�O RESPONSO A UN H�ROE DE LA REP�BLICA

Un libro qued� al borde de su cintura muerta,
un libro reto�aba de su cad�ver muerto.
Se llevaron al h�roe,
y corp�rea y aciaga entr� su boca en nuestro aliento;
sudamos todos, el hombligo a cuestas;
caminantes las lunas nos segu�an;
tambi�n sudaba de tristeza el muerto.

Y un libro, en la batalla de Toledo,
un libro, atr�s un libro, arriba un libro, reto�aba del cad�ver.

Poes�a del p�mulo morado, entre el decirlo
y el callarlo,
poes�a en la carta moral que acompa�ara
a su coraz�n.
Qued�se el libro y nada m�s, que no hay
insectos en la tumba,
y qued� al borde (le su manga, el aire remoj�ndose
y haci�ndose gaseoso, infinito.

Todos sudamos, el ombligo a cuestas,
tambi�n sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atr�s un libro, arriba un libro
reto�o del cad�ver ex abrupto.



X

INVIERNO EN LA BATALLA DE TERUEL

�Cae agua de rev�lveres lavados!
Precisamente,
es la gracia met�lica del agua,
en la tarde nocturna en Arag�n,
no obstante las constru�das yerbas,
las legumbres ardientes, las plantas industriales.

Precisamente,
es la rama serena de la qu�mica,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de autom�viles en frecuencia y adioses.

As� responde el hombre, as�, a la muerte,
as� mira de frente y escucha de costado,
as� el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
as� el fuego, al rev�s de la ceniza, alisa sus rumiantes ateridos.

�Qui�n va, bajo la nieve? �Est�n matando? No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.

�Y horr�sima es la guerra, solivianta,
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extra�o de antropoide!
T� lo hueles, compa�ero, perfectamente,
al pisar,
por distracci�n tu brazo entre cad�veres;
t� lo ves, pues tocaste tus test�culos poni�ndote roj�simo;
t� lo oyes en tu boca de soldado natural.

Vamos, pues, compa�ero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediod�a capit�n, noche soldado raso...
Por eso, al referirme a esta agon�a,
al�jome de m� gritando fuerte:
�Abajo mi cad�ver!... Y sollozo.



XI

Mir� el cad�ver...

Mir� el cad�ver, su raudo orden visible
y el desorden lent�simo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su n�mero: pedazos.
Le gritaron su amor: �m�s le valiera!
Le gritaron su bala: �tambi�n muerta!"

Y su orden digestivo sosten�ase
y el desorden de su alma, atr�s, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cad�ver
casi vivi� en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, �y fechas!
llor�nrole al o�do, �y tambi�n fechas!

(3 septiembre 1937)



XIII

MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia �l un hombre
y le dijo: �No mueras, te amo tanto!�
Pero el cad�ver �ay! sigui� muriendo.

Se le acercaron dos y repiti�ronle:
�No nos dejes! �Valor! �Vuelve a la vida!�
Pero el cad�ver �ay! sigui� muriendo.

Acudieron a �l veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: �Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!�
Pero el cad�ver �ay! sigui� muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego com�n: ��Qu�date hermano!�
Pero el cad�ver �ay! sigui� muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cad�ver triste, emocionado;
incorpor�se lentamente,
abraz� al primer hombre; ech�se a andar.

(i>(10 noviembre 1937)



XIII

REDOBLE F�NEBRE A LOS ESCOMBROS DE DURANGO

Padre polvo que subes de Espa�a,
Dios te salve, libere y corone,
padre polvo que asciendes del alma.

Padre polvo que subes del fuego,
Dios te salve, te calce y d� tu trono,
padre polvo que est�s en los cielos.

Padre polvo, biznieto del humo,
Dios te salve y ascienda a infinito,
padre polvo, biznieto del humo.

Padre polvo en que acaban los justos,
Dios te salve y devuelva a la tierra,
padre polvo en que acaban los justos.

Padre polvo que creces en palmas,
Dios te salve y revista de pecho,
padre polvo, terror de la nada.

Padre polvo, compuesto de hierro,
Dios te salve y te de forma de hombre,
padre polvo que marchas ardiendo.

Padre polvo, sandalia de paria,
Dios te salve y jam�s te desate.

Padre polvo que avientan los b�rbaros,

Dios te salve y te ci�a de dioses,
padre polvo que escoltan los �tomos.

Padre polvo, sudario del pueblo,
Dios te salve del mal para siempre,
padre polvo espa�ol, padre nuestro.

Padre polvo que vas al futuro,
Dios te salve, te gu�e y te d� alas,
padre polvo que vas al futuro.



XIV

�Cu�date, Espa�a...!

�Cu�date, Espa�a, de tu propia Espa�a!
�Cu�date de la hoz sin el martillo,
cu�date del martillo sin la hoz!
�Cu�date de la v�ctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
�Cu�date del que, antes de que cante el gallo,
neg�rate tres veces,
y del que te neg�, despu�s, tres veces!
�Cu�date de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
�Cu�date de los nuevos poderosos!
�Cu�date del que come tus cad�veres,
del que devora muertos a tus vivos!
�Cu�date del leal ciento por ciento!
�Cu�date del cielo m�s ac� del aire
y cu�date del aire m�s all� del cielo!
�Cu�date de los que te aman!
�Cu�date de tus h�roes!
�Cu�date de tus muertos!
�Cu�date de la Rep�blica!
�Cu�date del futuro!�




XV

ESPA�A, APARTA DE M� ESTE C�LIZ

Ni�os del mundo,
si cae Espa�a �digo, es un decir�
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos l�minas terrestres;
ni�os, �qu� edad la de las sienes c�ncavas!
�qu� temprano en el sol lo que os dec�a!
�qu� pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
�qu� viejo vuestro 2 en el cuaderno!

�Ni�os del mundo, est�
la madre Espa�a con su vientre a cuestas;
est� nuestra madre con sus f�rulas,
est� madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
v�rtigo y divisi�n y suma, ni�os;
est� con ella, padres procesales!

Si cae �digo, es un decir� si cae
Espa�a, de la tierra para abajo,
ni�os �c�mo vais a cesar de crecer!
�c�mo va a castigar el a�o al mes!
�c�mo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
�C�mo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
�C�mo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que naci� la pena!

Ni�os,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que Espa�a est� ahora mismo repartiendo
la energ�a entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
�Bajad la voz, que est�
en su rigor, que es grande, sin saber
qu� hacer, y est� en su mano
la calavera, aquella de la trenza;
la calavera, aquella de la vida!

�Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las s�labas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pir�mides, y a�n
el de las sienes que andan con dos piedras!
�Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las f�rulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los l�pices sin punta, si la madre
Espa�a cae �digo, es un decir�,
salid, ni�os, del mundo; id a buscarla!...





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