‘Las dos caras de enero’ es su (pen)última adaptación. Todd Haynes ha rodado esta primavera ‘Carol’. Alfred Hitchcock descubrió en ‘Extraños en un tren’ a la turbadora madre de Tom Ripley.

Cualquier persona es capaz de asesinar. Patricia Highsmith (Fort Worth-Texas, 1921 – Locarno-Suiza, 1995) nunca fue una gran amante del cine. En 1988, en una entrevista en la revista Sight and Sound del British Film Institute, Highsmith sorprendía por su escaso apego al Séptimo Arte. Mencionaba a ‘Lo que el viento se llevó’ (1939), la gran superproducción de la Guerra de Secesión de David O. Selznick y Victor Fleming, como una de las pocas películas por las que sentía verdadera admiración.

El cine había cambiado, sin embargo, la carrera como novelista de Patricia Highsmith. Tuvo la suerte de que su primera novela, ‘Strangers on a train’, publicada en 1950, cayera en las manos adecuadas: Alfred Hitchcock. El director inglés leyó una sola vez (eludió siempre las relecturas a lo largo de su vida) el texto de una autora novel y, por tanto, desconocida. Conciso, Hitchcock resumía a Truffaut en ‘El cine según Hitchcock’ su interés por el libro: “Era un buen material para mí”.

Patricia Highsmith a lo largo de su vida: juventud, éxito y madurez

Asentado en Estados Unidos, la homónima adaptación de ‘Extraños en un tren’, estrenada en 1951, abrió una década prodigiosa para Alfred Hitchcock con títulos, entre otros, como ‘Yo confieso’ (1953), ‘Crimen perfecto’ (1954), ‘La ventana indiscreta’ (1954), ‘Atrapa a un ladrón’ (1955), ‘El hombre que sabía demasiado’ (1956), ‘Vértigo’ (1958) y ‘Con la muerte en los talones’ (1959). ‘Extraños en un tren’ reactivó la carrera de Hitchcock tras los fracasos de ‘Atormentada’ (1949) y ‘Pánico en la escena’ (1950).

El director inglés, efectivamente, había descubierto un buen material para su cine: una exploración psicológica de la maldad que anida en el ser humano. Patricia Highsmith había colocado al lector en una incómoda situación con un planteamiento delirante, en un primer momento, que se torna con el paso de las páginas en más que factible en la mente de muchas personas. Dos desconocidos (Charles Anthony Bruno y Guy Haines) intercambian planes de asesinato tras encontrarse en el compartimento de un tren.

“Ahí es exactamente donde se equivoca. Cualquier persona es capaz de asesinar. Es puramente cuestión de circunstancias, sin que tenga nada que ver con el temperamento. La gente llega hasta un límite determinado… y solo hace falta algo, cualquier insignificancia, que les empuje a dar el salto. Cualquier persona. Su mismísima abuela, incluso. ¡Me consta!

Pues sucede que no estoy de acuerdo, dijo Guy secamente.

¡Le digo que estuve en un tris de asesinar a mi padre una y mil veces! Y usted, ¿a quién ha sentido ganas de eliminar alguna vez? ¿A los tipos que se la pegaban con su mujer?

A uno de ellos -murmuró Guy”.

Cambios en la trama

Hitchcock modificó levemente el argumento con un guion firmado por Czenzi Ormode y, simbólicamente, por el novelista Raymond Chandler (creador del detective Philip Marlowe) con el que no se entendió: “Yo leo una historia solo una vez. Cuando la idea me sirve de base, la adopto, olvido por completo el libro y hago cine”. Suavizó la trama, se ajustó a los cánones del thriller y los gustos de la sociedad de posguerra. Highsmith llegaba más lejos que el mismo Hitchcock. Guy Haines, que pasa de arquitecto a jugador de tenis en su salto de la novela al cine, no cumple su parte del trato con Bruno.

‘Extraños en un tren’ (1951)

El director inglés se apiada del pusilánime Guy, que tan solo idea el falso asesinato del padre de Bruno, su parte del trato. Hitchcock traiciona, en cierta medida, la tesis de Highsmith expresada por Bruno en el tren: “Cualquier persona es capaz de asesinar”. Bruno acaba muriendo, como en el libro, pero Guy ni se mancha las manos de sangre ni acaba en prisión. Hitchcock, como Guy con Bruno, no ‘cumple’ el trato con Patricia Highsmith. Algo que, sin embargo, no molestó a la autora:

“Hitchcock cambió mi novela, pero siempre le estaré agradecida porque gracias a él pude seguir escribiendo y viviendo de escribir”. La escritora estadounidense incluso perdonó a Hitchcock su avaricia a la hora de comprar los derechos de la obra por apenas 7.500 dólares.

La película, protagonizada por un espléndido Robert Walker (Bruno) y una segunda opción como Farley Granger (Guy) ya que el director prefería a William Holden, recaudó siete millones de dólares. Un negocio redondo. Hitchcock había aprendido la lección con ‘Rebeca’ (1940), basada en un best-seller de Daphne du Maurier, que salió bastante cara. Mandó a un asistente a negociar sin citar quién estaba detrás. Consiguió así los derechos de la adaptación a menor precio. Hitchcock dejaba para la historia del cine el asesinato de Miriam, la esposa de Guy, filmado sorprendentemente desde el reflejo de las gafas de la mujer, caídas en el suelo. Un asesinato brutal.

El éxito de la adaptación tuvo, sin embargo, una consecuencia menos agradable para Patricia Highsmith: el encasillamiento. “Cuando se publicó ‘Extraños en un tren’ y poco después la compró Alfred Hitchcock para hacer una película, mis editores y mi agente me aconsejaron: «Escriba otro libro del mismo género y así reforzará su reputación como…» ¿Como qué? ‘Extraños en un tren’ se había publicado como «Una novela de suspense». Aunque en mi opinión, no era una novela de género sino simplemente una novela con una historia interesante (…). A partir entonces, todo lo que escribía era incluido en la categoría de suspense”.

Patricia Highsmith se convirtió, sin pretenderlo, en fuente de inspiración del cine de suspense. ‘Extraños en un tren’ contaría con dos nuevas adaptaciones menores: ‘No beses a un extraño’ (Robert Sparr) (1969) y una versión muy libre como ‘Tira a mamá del tren’ (Danny DeVito) (1987). La confirmación llegaría, no obstante, gracias a un personaje clave en su obra, Tom Ripley, al que ha dedicado cinco novelas: ‘El talento de Mr. Ripley’ (1955), ‘La máscara de Ripley’ (1970), ‘El juego de Ripley/El amigo americano’ (1974), ‘Tras los pasos de Ripley’ (1980) y ‘Ripley en peligro’ (1991).

Los cinco rostros de Tom Ripley

Ripley sintetiza el huraño carácter de una mujer que vivía rodeada de gatos y con una homosexualidad reprimida en aquellos tiempos. “Más bien simpatizo con los delincuentes (…). Los encuentro interesantes. A no ser que resulten monótonos y estúpidamente brutales”. Ripley es un tímido joven neoyorquino que encuentra su oportunidad tras el encargo de un millonario. Viaja a Europa para llevar de regreso a casa al bohemio hijo de su patrocinador. Ripley, enganchado por un estilo de vida que desconocía, se transforma en un asesino ocasional que, al final de ‘El talento de Mr. Ripley’, confiesa que “ha perdido la sensación del bien y del mal”.

Un personaje con puntos en común, por tanto, con los dos desconocidos que se intercambian planes de asesinato en un tren. Ripley es cien por cien literatura de Patricia Highsmith y cien por cien cine de Patricia Highsmith. Un ser psicológicamente complejo y amoral. La autora, a lo largo de cinco novelas, analiza a Ripley para descubrir si conserva o no sentimientos de culpa.

“El arte, en esencia, no tiene nada que ver con la moral, los convencionalismos y los sermones (…). A mí, me interesa la moral a condición de que no haya sermones (…). ¿Le importa a alguien quién mata y quién muere? Al lector le importa si los personajes de la historia merecen que se preocupen por ellos”, justificaba Highsmith en ‘Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga’ sobre su predilección por los personajes amorales.

La adaptación de 1999, con Matt Damon, Jude Law y Gwyneth Paltrow

‘El juego de Ripley’, con John Malkovich

Ripley no tardó en saltar al cine en ‘A pleno sol’ (René Clément) (1960), adaptación de ‘El talento de Mr. Ripley’. Un soberbio Alain Delon plasma todos los matices del personaje, encantador y salvaje al mismo tiempo. Highsmith quedó satisfecha. ‘A pleno sol’, junto con ‘Extraños en un tren’ y ‘El amigo americano’ (Wim Wenders) (1977), basada en ‘El juego de Ripley, con Dennis Hopper como Ripley, son las versiones cinematográficas más acertadas de su obra según admitió la misma novelista.

Tom Ripley ha contado con cinco rostros diferentes para mostrar en el cine su poliédrica personalidad. A Alain Delon y Dennis Hopper en las mencionadas ‘A pleno sol’ y ‘El amigo americano’ se suman Matt Damon en ‘El talento de Mr. Ripley’ (Anthony Minghella) (1999), John Malkovich en ‘El juego de Ripley’ (Liliana Cavani) (2002) y Barry Pepper en ‘Mr. Ripley el regreso’ (Roger Spottiswoode) (2005). El cine aún no ha adaptado las dos últimas novelas sobre un personaje que surgió en una visita de Highsmith a Italia.

Las imperfecciones ocultas

La relación del cine con la literatura de Patricia Highsmith ha deparado más películas además de ‘Extraños en un tren’ y las versiones de la saga de Ripley. A la cartelera española ha llegado precisamente este fin de semana ‘Las dos caras de enero’, ópera prima del director iraní Hossein Amini, guionista de ‘Drive’ (Nicolas Winding Refn) (2011), basada en ‘The two faces of january’, publicada en 1964. Una obra menor de Patricia Highsmith.

Los protagonistas del libro “mienten, beben, tienen ataques de celos irracionales, son paranoicos y, a menudo, perfectos estúpidos. Pero son esas imperfecciones, esos defectos, lo que nos permite identificarnos con ellos”. El perturbador universo de Patricia Highsmith en todo su esplendor. “Tiene la asombrosa facilidad de iluminar lo que más nos gustaría esconder en nosotros, sobre todo la falta de dignidad en nuestras emociones y nuestro comportamiento”, ha destacado Amini. “El cine explora con frecuencia el lado más oscuro del ser humano, pero pocas veces se inclina hacia su lado más débil, y es exactamente lo que me fascinó del libro”.

‘Las dos caras de enero’ (2014)

Hossein Amini se adentra en el amoral mundo de Patricia Highsmith con un acertado reparto, un trío protagonista compuesto por Viggo Mortensen, Oscar Isaac y Kirsten Dunst. Mortensen y Dunst interpretan a un sofisticado matrimonio estadounidense, los MacFarland, de vacaciones en Atenas en 1962. En la Acrópolis conocen a un compatriota (Isaac) que trabaja como guía turístico gracias a sus conocimientos de griego. El joven, un timador, queda prendado de la belleza de la señora MacFarland. Tanto que no dudará en ayudar a sus nuevos amigos a ocultar el cadáver de un policía asesinado por accidente.

“Lo único que diría es que los personajes tienen que mentir y perder y que todo tiene que acabar realmente mal para ellos (…). Lo bueno de este tipo de personajes es que siempre tienen secretos y eso mantiene la historia. Las máscaras se caen”, describía Mortensen en la Berlinale 2013. ‘Las dos caras de enero’ se proyectó en la edición del pasado año con críticas dispares. No alcanza la malsana atmósfera moral de otras adaptaciones cinematográfica. Amini se queda lejos de ‘Extraños en el tren’ y ‘A pleno sol’. Con todo, una interesante excursión en la obra de Patricia Highsmith.

El precio de la sal

‘Las dos caras de enero’ es la penúltima adaptación cinematográfica de la obra de Highsmith. Dentro de un año se estrenará un proyecto aún más ambicioso: ‘Carol’, rodada esta primavera por Todd Haynes (‘Lejos del Cielo’). La película está protagonizada por Cate Blanchett y Rooney Mara. Una adaptación de la novela ‘El precio de la sal’ publicada en 1953 bajo el pseudónimo de Claire Morgan. La aparente dura novelista inglesa abre su corazón y muestra su lesbianismo. Highsmith narra una historia de amor entre dos mujeres.

Un relato que nada tiene que ver con las tramas de suspense de su obra literaria en la que, es cierto, desliza en varias ocasiones relaciones homosexuales a través de Tom Ripley o los mismos personajes de ‘Extraños en un tren’, detalles que en el cine han pasado más desapercibidos. La autoría de ‘El precio de la sal’ se mantuvo oculta durante más de tres décadas hasta que Highsmith la reconoció y cambió el título al actual ‘Carol’. “Me alegra pensar que este libro dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse”, destaca la novelista en el epílogo.

Imagen de ‘Carol’, nueva adaptación de Highsmith, con Cate Blanchett

‘Carol’ es una de las pocas obras de Highsmith que no habían pasado aún a la gran pantalla. El cine de suspense ha adaptado también, con largometrajes europeos menos conocidos para el gran público, las novelas ‘El cuchillo’ (1954) en ‘Le Meurtier’ (Claude Autant-Lara) (1963); ‘Mar de fondo’ (1957) en ‘Eaux profondes’ (Michel Deville) (1981) con Isabelle Huppert; ‘Ese dulce mal’ (1960) en ‘Hasta el último infierno’ (Claude Miller) (1977) con Gérard Depardieu; y ‘El grito de la lechuza’ (1962) en ‘El grito de la lechuza’ (Claude Chabrol) (1987) y ‘The cry of the owl’ (Jamie Thraves) (2009) con Julia Stiles.

Adaptaciones que se extienden a la novela ‘La celda de cristal’ (1964). El alemán Hans W. Geibendörfer estuvo nominado al Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa con una cinta de igual título. ‘Crímenes imaginarios’ (1965) y ‘El temblor de la falsificación’ (1969) llegaron al cine con otras dos películas alemanas: ‘Der Geschichtenerzähler’ (Rainer Boldi) (1991) y ‘Trip nach Tunis’ (Peter Goedel) (1993). ‘El diario de Edith’, publicada en 1977, contó con su versión cinematográfica con una nueva producción germana: ‘Ediths Tagebuch’, de Hans W. Geissendörfer (1983).

Un currículo digno de la mejor escritora de misterio, por delante incluso de Georges Simenon y Agatha Christie, según The Times. La fuente de inspiración del cine de suspense más amoral. Recuerden aquella conversación en el tren:

“Cualquier persona es capaz de asesinar. Es puramente cuestión de circunstancias, sin que tenga nada que ver con el temperamento. La gente llega hasta un límite determinado… y solo hace falta algo, cualquier insignificancia, que les empuje a dar el salto. Cualquier persona”.