Antonio y Cleopatra

William Shakespeare, Antony and Cleopatra

Antonio y Cleopatra





Edición filológica utilizada:
William Shakespeare, Antonio y Cleopatra, edición y traducción de Miguel Teruel Pozas para Artelope (EMOTHE)
Procedencia:
Texto base
Edición digital a cargo de:
  • Stoica, Ruxandra (Artelope)

Personajes de la obra

ANTONIO, Triunviro
CÉSAR OCTAVIO, Triunviro
LÉPIDO, Triunviro
SEXTO POMPEYO
ENOBARBO, Amigo de Antonio
VENTIDIO, Amigo de Antonio
EROS, Amigo de Antonio
ESCARO, Amigo de Antonio
DERCETAS, Amigo de Antonio
DEMETRIO, Amigo de Antonio
FILO, Amigo de Antonio
MECENAS, Amigo de César
AGRIPA, Amigo de César
DOLABELA, Amigo de César
PROCULEYO, Amigo de César
TIDIAS, Amigo de César
GALO, Amigo de César
MENAS, Amigo de Pompeyo
MENÉCRATES, Amigo de Pompeyo
VARRIO, Amigo de Pompeyo
TAURO, Lugarteniente de César
CANIDIO, Lugarteniente de Antonio
SILIO, oficial del ejército de Antonio
PRECEPTOR, embajador de Antonio a César
ALEXAS, Sirviente de Cleopatra
MARDIAN, Eunuco, Sirviente de Cleopatra
DIOMEDES, Sirviente de Cleopatra
SELEUCO, Tesorero de Cleopatra
ADIVINO
GRACIOSO
CLEOPATRA, Reina de Egipto
OCTAVIA, Hermana de César
CARMIA, Sirvienta de Cleopatra
IRAS, Sirvienta de Cleopatra
OFICIALES
SOLDADOS
MENSAJEROS
OTROS SIRVIENTES

Acto I

ESCENA I

Entran Demetrio y Filo

FILO
¡Basta! ¡No! El desvarío de nuestro general
sobrepasa ya toda mesura. Aquellos ojos altivos
que al desfilar sus legiones de guerreros
brillaban tal Marte armado, ahora inclinan
5
la devoción servil de su mirada
ante la frente de una morena. Aquel corazón
de capitán que en combates estallaba
las correas en su pecho, reniega su temple
y ahora su fuelle no es sino abanico
10
que aventa los deseos de esa gitana.
Trompetas. Entran Antonio, Cleopatra, sus damas y su séquito, con eunucos abanicándola
Mirad, aquí llegan.
Observadle bien, y podréis contemplar
al tercer pilar del mundo transformado
en juguete y bufón de una coima. Observadle.

CLEOPATRA
Si es amor como juráis, decidme cuánto.

ANTONIO
15
Pobre sería amor si contarse pudiera.

CLEOPATRA
Yo diré hasta dónde se ha de amarme.

ANTONIO
Otro cielo y otra tierra serían precisos.

Entra un mensajero

MENSAJERO
Noticias, mi señor, de Roma.

ANTONIO
Me aburren. Sed breve.

CLEOPATRA
No, Antonio, escuchadlas.
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Quizá Fulvia se ha enojado, o tal vez
ese César imberbe os emplaza
con órdenes terminantes: “Haz esto, o aquello,
invade aquel reino, libera aquel otro.
Obedece, o serás castigado”.

ANTONIO
¿Qué decís, amor?

CLEOPATRA
25
¿Tal vez? No, es seguro;
No debéis permanecer aquí. Son las órdenes
de vuestra destitución, Antonio, debéis oírlas.
Fulvia os reclamará, o César, o ambos.
Llamad a los mensajeros. Yo soy reina de Egipto,
30
y tú enrojeces, Antonio, y tu sangre es vasalla
de César. ¿O así tributan rubor tus mejillas
cuando Fulvia te acusa gruñendo? ¡Los mensajeros!

ANTONIO
¡Que se hunda Roma en el Tíber, y se derrumbe
el arco que soporta el imperio! Este es mi es espacio;
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los reinos son barro, y la tierra inmunda
nutre por igual bestias y hombres. La vida más alta
se vive así; cuando dos seres, así,
como nosotros dos pueden hacerlo.
Y al mundo reto, bajo pena de castigo,
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a encontrarnos semejantes.

CLEOPATRA
¡Hermosa impostura!
¿Por qué se casó con Fulvia, si no la amaba?
Yo seré tan necia como no soy, y Antonio
seguirá siendo Antonio.

ANTONIO
Y será Cleopatra quien le incite.
Pero ahora, por amor de amor, y por sus dulces horas
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no confundamos al tiempo con agrias conferencias.
Ni un minuto ha de fugar de nuestras vidas
sin nuevos placeres. ¿Qué haremos esta noche?

CLEOPATRA
Escuchar la embajada.

ANTONIO
¡Calla, reina terca!
En ti todo acomoda: llanto, risa, reproches…
50
Toda pasión en ti lucha siempre por hacerse
bella y de ti admirada. ¿Qué mensajeros?
Nadie sino los tuyos, y los dos sin nadie
esta noche por las calles descubriendo
los usos de la gente. Venid, reina mía;
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anoche lo deseabais. ¡Nada de mensajes!

Salen con su séquito

DEMETRIO
¿Tan ligera estima tiene Antonio para César?

FILO
A veces, amigo mío, cuando no es Antonio
no alcanza la gran virtud que debiera
ser digna siempre de Antonio.

DEMETRIO
Mucho lo siento.
60
Así confirma las calumnias del común
que le critican en Roma; habremos de esperar
mejores gestas mañana. ¡Que descanséis!

Salen

ESCENA II

Entran Enobarbo, Lamprio, un adivino, Ranio, Lucilo, Carmia, Iras, Mardian el eunuco y Alexas

CARMIA
Mi señor Alexas, dulce Alexas, mi más alexo Alexas, Alexas el más casi todo… ¿Dónde está ese adivino que tanto recomendáis a la reina? ¿Quién será ese marido que, según decís, habrá de trocar por cuernos la guirnalda nupcial?

ALEXAS
¡Eh! ¡Adivino!

ADIVINO
¿Vuestro deseo?

CARMIA
¿Es él? ¿Es éste? – ¿Sois vos, señor, quien sabe de las cosas?

ADIVINO
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En el libro infinito del secreto de la vida
algo sé leer.

ALEXAS
Muéstrale la mano.

Entra Enobarbo

ENOBARBO
Preparad en seguida el banquete. Que no falte vino
para brindar a la salud de Cleopatra.

CARMIA
Buen señor, dadme buena suerte.

ADIVINO
70
Nada doy; sólo predigo.

CARMIA
Predecidme alguna, entonces.

ADIVINO
Mucho más bella seréis de lo que sois.

CARMIA
Se refiere al cuerpo.

IRAS
No, que habréis de usar afeites cuando envejezca.

CARMIA
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¡Válganme las arrugas!

ALEXAS
¡Atentas! ¡No interrumpáis la Noble Predicción!

CARMIA
¡Silencio!

ADIVINO
Seréis más amante que amada.

CARMIA
Mejor entonces que llene mis entrañas con licores.

ALEXAS
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¡Esperad! ¡Escuchadle!

CARMIA
Predecidme ahora alguna suerte excelente. Que seré novia de tres reyes la misma mañana y viuda de todos. O madre a los cincuenta para recibir homenaje de Herodes. O que seré como mi dueña, esposa de Octavio César.

ADIVINO
Viviréis más que aquella a quien servís.

CARMIA
¡Excelente! Una vida larga me place más que los higos.

ADIVINO
La fortuna que habéis visto y gozado en el pasado
no será más bella en el futuro.

CARMIA
Entonces mis hijos no tendrán nombre. Decidme, ¿cuántos varones y hembras habré de tener?

ADIVINO
Un millón, si vientres fueran todos tus deseos
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y cada deseo una profecía.

CARMIA
¡Basta, necio! ¡Menudo hechicero…!

ALEXAS
¿Pensabais que sólo las sábanas conocían vuestros deseos?

CARMIA
Oigamos ahora la fortuna de Iras.

ALEXAS
Todos queremos saber nuestra buenaventura.

ENOBARBO
La mía, y muchas de las nuestras esta noche, dormirán ebrias.

IRAS
Si alguna cosa presagia la palma de esta mano ha de ser castidad.

CARMIA
Como el hambre que presagia el Nilo cuando desborda.

IRAS
¿Qué decís, ardiente querida mía? ¡No servís como adivina!

CARMIA
¿Qué no? Si tener la palma húmeda no significa algo jugoso yo no sé ni rascarme la oreja. Os lo ruego, predecidle fortuna de día laborable.

ADIVINO
Vuestra suerte es semejante.

IRAS
¿Semejante? ¿Cómo? Explicaos con detalle.

ADIVINO
Ya he hablado.

IRAS
¿No me habrá de tocar a mi un poco más de fortuna que a ella?

CARMIA
Si te hubiera de tocar un poco más de fortuna, ¿para dónde la querríais?

IRAS
No en la nariz de mi marido.

CARMIA
¡Cielos! ¡No cedamos a peores pensamientos! ¡Ahora vos, Alexas, la vuestra, la vuestra! ¡Su buenaventura! ¡Oh, dulce Isis, concédele esposa que no pueda llegar, te lo suplico! ¡Que cuando muera encuentre otra peor, y de peor vaya en peor hasta que la última y peor de todas se lo lleve riendo a la tumba, cincuenta veces cornudo! ¡Oh, Isis bondadosa, te lo suplico, atiende mi plegaria, aunque a mi me niegues favores de más peso!

IRAS
¡Así sea! ¡Diosa mía, escucha los ruegos de tu pueblo! Pues si parte el corazón ver a un hombre bello malcasado, mortal dolor se padece ante uno feo sin cuernos. Por lo tanto, buena Isis, guarda decoro y concédele la fortuna que merece.

CARMIA
¡Así sea!

ALEXAS
¡Ya lo veis! Si estuviera en sus manos hacerme cornudo, pasarían por rameras por hacerlo.

Entra Cleopatra

ENOBARBO
¡Silencio! ¡Llega Antonio!

CARMIA
¡No! ¡Es la reina!

CLEOPATRA
¿Habéis visto a mis señor?

ENOBARBO
No, señora.

CLEOPATRA
¿No estaba aquí?

CARMIA
90
No, mi señora.

CLEOPATRA
Estaba de ánimo alegre, pero un repentino
recuerdo de Roma le ha azotado. ¡Enobarbo!

ENOBARBO
Señora…

CLEOPATRA
Buscadle, y traedle aquí. ¿Dónde está Alexas?

ALEXAS
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Aquí, a vuestro servicio. Ya llega mi señor.

Entra Antonio, con un mensajero

CLEOPATRA
No quiero verle. Venid conmigo.

Salen

MENSAJERO
Fulvia, tu esposa, salió en primer lugar al campo de batalla.

CLEOPATRA
¿Contra mi hermano Lucio?

MENSAJERO
Sí.
Pero la guerra no fue larga, y el tiempo y la circunstancia
100
les hicieron aliados, y han unido sus fuerzas contra César.
Más diestro en batallas, éste, fuera de Italia
los empujó tras el primer encuentro.

ANTONIO
Bien. Ahora lo peor.

MENSAJERO
Las malas noticias alcanzan a quien las porta.

ANTONIO
Si alcanzan a necios, o a cobardes. Continúa.
105
Lo pasado ha terminado para mí. Escucho
a quien me dice la verdad, aunque en ella venga la muerte,
como escucharía a quien adulara.

MENSAJERO
Labieno – y ésta es
dura noticia – con sus tropas de Parcia
ha invadido el Asia; desde el Eufrates
110
ondea su enseña victoriosa, y desde Siria
hasta Lidia y Jonia,
mientras…

ANTONIO
Mientras Antonio, ¿qué ibas a decir?

MENSAJERO
Señor…

ANTONIO
Háblame sin ambages, no me ocultes lo que dicen.
Dí el nombre con que en Roma insultan a Cleopatra.
115
Reprueba mis defectos con las mismas frases que Fulvia,
con la licencia que el odio y la franqueza
te permitan. Así dejamos crecer la cizaña
cuando nos creemos en paz, y saber nuestras faltas
no es sino arar nuestro campo. Déjame ahora.

MENSAJERO
120
Como dispongáis.

Sale

ANTONIO
¿Qué noticias de Sición? ¿Quién habla?

PRIMER MENSAJERO
¿Quién viene de Sición? ¿Hay aquí alguien?

SEGUNDO MENSAJERO
Espera vuestras órdenes.

ANTONIO
¡Que se presente!
He de hacer saltar estas cadenas egipcias
125
o me perderé en el desvarío.
Entra otro mensajero con una carta
Y tú, ¿quién eres?

TERCER MENSAJERO
Fulvia, tu esposa, ha muerto.

ANTONIO
¿Muerta? ¿Dónde?

TERCER MENSAJERO
En Sición.
El curso de su enfermedad, y lo restante
que a vos os importa, aquí va escrito.

ANTONIO
¡Retiraos!
130
Fue grande la que nos deja…¿No era ese mi deseo?
A menudo arrojamos de nosotros con desprecio
lo que después anhelamos. El placer presente
con el tiempo cambia, se atenúa y se convierte
en su contrario. ¡Ahora no está y ahora la aprecio!
135
La mano que la empujó quisiera recobrarla.
Debo librarme del hechizo de esta reina.
Diez mil desgracias peores que los males que conozco
nacerán de mi indolencia.
Entra Enobarbo
¡Ah! ¡Enobarbo!

ENOBARBO
¿Qué deseáis, mi señor?

ANTONIO
140
Partir de aquí a toda prisa.

ENOBARBO
Sería como matar a todas nuestras mujeres. Ya sabemos cómo sufren las descortesías. Si han de soportar nuestra partida, será su muerte.

ANTONIO
Debo irme.

ENOBARBO
Que mueran las mujeres si la ocasión lo urge. Abandonarlas por nada sí sería lastimoso, aunque en poco han de ser estimadas si la causa es grande. El instante que oiga rumor de esto, Cleopatra muere. La he visto morir veinte veces con motivos más pobres. Debe haber en la muerte algo que le hace el amor, pues con tanta prestancia se muere.

ANTONIO
Su astucia escapa a la mente de un hombre.

ENOBARBO
¡Ah no, señor! Sus pasiones no son sino fino amor puro. Sus vientos y sus aguas no son meras lágrimas y suspiros: son tormentas y tempestades más violentas que las que recuerdan los almanaques. No es astucia todo en ella; si así fuera, llora lluvias tan bien como Júpiter.

ANTONIO
¡Ojalá no la hubiera visto nunca!

ENOBARBO
Entonces, señor, habríais dejado de ver una obra maravillosa; y sin haber conocido esa dicha, ¿de qué habría servido vuestro viaje?

ANTONIO
Fulvia ha muerto.

ENOBARBO
¿Señor?

ANTONIO
145
Fulvia ha muerto.

ENOBARBO
¿Fulvia?

ANTONIO
Ha muerto.

ENOBARBO
Pues rendid homenaje a los dioses, mi señor, en agradecimiento; cuando les place, roban una mujer a un hombre como si fueran sastres del mundo… Y conforta saber que cuando las ropas viejas se gastan, sastres hay que hacen nuevas. Si Fulvia fuera la única mujer, la pérdida sería lamentable, pero vuestra desgracia puede coronarse de consuelo: nuevas faldas donde había faldones viejos. En realidad, todas las lágrimas que merece este dolor caben en una cebolla.

ANTONIO
Las intrigas que ha encendido en el estado
requieren de mi presencia.

ENOBARBO
No menos que las que habéis encendido aquí. Especialmente las de Cleopatra, que dependen en todo de vuestra estancia.

ANTONIO
150
Basta de ligerezas. Informad de vuestros planes
a los oficiales. Yo he de explicar
a la reina la causa de tanta urgencia,
y conseguir su permiso, pues no sólo
la muerte de Fulvia nos requiere
155
con razones apremiantes; también las cartas
de muchos amigos leales en Roma
allí nos reclaman. Sexto Pompeyo
a César desafía desde el mando
del imperio del mar; el pueblo, voluble,
160
sólo fiel en sus afectos cuando su dueño
es gloria pasada, comienza a reconocer
al gran Pompeyo y sus talentos
en su hijo. Grande en poder y renombre
mayor que ambos en fuerza y valentía,
165
es el primero de los soldados. Tales dotes,
de crecer, amenazar pueden al mundo. Han nacido
como la crin de un caballo, apenas con vida,
aún sin veneno de serpiente. Haced saber
a quienes esperan nuestras órdenes
170
que partiremos en seguida.

ENOBARBO
Así lo haré.

Salen

ESCENA III

Entran Cleopatra, Carmia, Iris y Alexas

CLEOPATRA
¿Dónde está?

CARMIA
No le he visto desde entonces.

CLEOPATRA
Ved dónde está, quién está con él, qué cosas hace.
No os envío yo. Si le encontráis triste,
175
decidle que bailo; si está alegre, decid
que he caído enferma. ¡Id, pronto y volved!

{Sale Alexas]

CARMIA
Señora, me parece que si tanto le amáis,
no seguís la mejor manera de provocar
en él lo mismo.

CLEOPATRA
¿Qué habría de hacer que no hago?

CARMIA
180
Cederle en todo, contrariarle en nada.

CLEOPATRA
Enseñas necedades; así se le pierde.

CARMIA
No le tentéis tan lejos. Tened calma, os lo ruego.
Con el tiempo se odia lo que tememos demasiado.
Entra Antonio
¡Aquí está Antonio!

CLEOPATRA
Me siento enferma, y triste.

ANTONIO
185
Yo siento tener que pronunciar mi decisión…

CLEOPATRA
Ayudadme, dulce Carmia, voy a desmayarme.
No ha de durar mucho, no hay vida que pueda
resistir tanto.

ANTONIO
Mi reina más querida…

CLEOPATRA
¡Apartaos de mí, os lo ruego!

ANTONIO
¿Qué sucede?

CLEOPATRA
190
Lo dicen vuestros ojos, son buenas noticias…
¿Qué dice la esposa? ¿Qué podéis regresar?
¡Ojalá nunca os hubiera dado permiso para venir!
Que no diga que soy yo quien aquí os entretiene.
Ya no tengo poder sobre vos. Suyo sois.

ANTONIO
195
Saben bien los dioses…

CLEOPATRA
¡Ah, jamás reina alguna
fue engañada de este modo! ¡Desde el comienzo
vi la traición que plantabais.

ANTONIO
¡Cleopatra…!

CLEOPATRA
Así juréis arrancar a los dioses de sus tronos,
¿por qué habría de pensar que seríais mío y leal
200
si le erais infiel a Fulvia? ¡Estúpida locura,
enredarme entre promesas de labios
que se rompen al jurar!

ANTONIO
Mi reina más dulce…

CLEOPATRA
¡No, por favor! ¡No vistáis de color vuestra partida!
Despedíos y marchad. Cuando rogabais para quedaros
205
era tiempo de palabras. ¡No hablabais entonces de despedidas!
La eternidad cabía en nuestros ojos y en nuestras bocas,
la dicha en el arco de nuestras cejas. Nada pobre de nosotros
era sino de raza celeste. Así somos todavía,
o vos, el más grande soldado, sois ahora
210
del mundo el mayor mentiroso.

ANTONIO
Pero, ¿qué decís, mi señora?

CLEOPATRA
¡Si yo tuviera vuestra talla! Sabríais entonces
del corazón que es Egipto…

ANTONIO
Reina, escuchadme:
La urgencia imperiosa del momento nos reclama
por un tiempo la atención, pero en prenda con vos
215
queda mi corazón entero. Nuestra Italia
brilla toda de espadas civiles; Sexto Pompeyo
está llegando a los puertos de Roma.
La igualdad de las dos fuerzas intestinas
engendra indecisas facciones. Los odios de antaño,
220
hoy más poderosos, son hoy lealtades. Pompeyo el proscrito,
rico en honor de su padre, se insinúa y se gana
la estima de aquellos que no medraron
en nuestro estado. Su número nos amenaza.
Como si la paz, enferma de inercia, quisiera purgarse
225
con alguna mudanza desesperada. Por mi parte,
la que mejor para vos asegura mi partida
es la muerte de Fulvia.

CLEOPATRA
La edad me ha liberado de ser crédula y pueril,
si no de mis locuras. ¿Puede Fulvia morir?

ANTONIO
230
Ha muerto, mi reina.
Mirad aquí. Cuando vuestra voluntad lo disponga, leed
las intrigas que animó. Las mejores, las últimas:
ved el dónde y el cuándo de su muerte.

CLEOPATRA
¡Ah, falso amor!
¿Dónde están los viales que habríais de colmar
235
con lágrimas devotas? Ahora, ahora puedo ver
en la muerte de Fulvia cómo será la mía recibida.

ANTONIO
¡Basta de lamentos! Quiero que sepáis
de mis intenciones, que serán o dejarán de ser
según vuestro consejo. ¡Por el fuego
240
que los limos hace fértiles del Nilo, he de partir
vuestro soldado o sirviente, en paz o en guerra
según vuestro deseo!

CLEOPATRA
Venid, Carmia, deshaced estos lazos.
¡No, dejadlos así! Me siento mal de repente, o bien,
según ame Antonio.

ANTONIO
¡No, preciosa reina mía!
245
Antes creed de su amor la evidencia, que supera
la prueba de un juicio honroso.

CLEOPATRA
Eso me dijo Fulvia.
Os lo ruego, volved el rostro y llorad por ella.
Luego venid a despediros, y decid que las lágrimas
corren por Egipto. ¡Vamos! Recitad ahora
250
la escena de vuestra mentira y haced que parezca
perfecta vuestra honra.

ANTONIO
Me hacéis arder la sangre.

CLEOPATRA
¿Nada más?
No está mal, pero podéis hacerlo mejor.

ANTONIO
Juro por mi espada…

CLEOPATRA
Y vuestro escudo. Hacéis progresos.
Pero aún queda la mejor parte. Mirad, Carmia, mirad
255
qué bien porta este romano de Hércules el semblante
de la cólera.

ANTONIO
Os dejo, señora.

CLEOPATRA
Una palabra cortés, mi señor.
Si debemos partir, mi señor… No, no es eso…
Si en verdad hemos amado… No, tampoco eso…
260
Bien lo sabéis, señor, algo que yo quería…
¡Ah, mi memoria es toda Antonio
y de mí se ha olvidado!

ANTONIO
Si no fuera que Vuestra Alteza
tiene caprichos por súbditos, se diría que sois
de los caprichos la reina.

CLEOPATRA
Labor fatigosa
265
la de llevar caprichos tan cerca del corazón
de Cleopatra. Excusadme, señor, pues acaso
mis gracias me entristecen, si no cuentan
con vuestra admiración. Os reclama el honor;
no escuchéis mis locuras despiadadas.
270
¡Vayan los dioses con vos! ¡En tu espada
duerman laureles de victoria, y de fortuna
se alfombre vuestro camino!

ANTONIO
¡Partamos! ¡Venid!
La ausencia nos aleja y nos acerca.
Vos por quedaros aquí venís conmigo;
275
yo, por marchar, aquí permanezco con vos.
¡Salgamos!

Salen

ESCENA IV

Entran Octavio, leyendo una carta, Lépido y el séquito

CESAR
Ya veis, Lépido, y sabedlo bien desde ahora
que no es natural al César odiar así
a nuestro gran allegado. De Alejandría
280
éstas son las nuevas: que pesca, bebe y gasta
en fiestas las velas de la noche, que no es más viril
que Cleopatra, ni la reina de Ptolomeo
más femenina que él; que no admite audiencias,
ni se digna a recordar a sus iguales. Allí se encuentra
285
el hombre que compendia las bajezas
que todo hombre comete.

LÉPIDO
No creo que sus defectos
puedan sombra hacer a sus virtudes.
Sus faltas en él parecen manchas celestes,
que brillan más cuanto más negra es la noche.
290
Son heredadas, no adquiridas; no puede cambiar
sino lo que elige.

CESAR
Sois demasiado indulgente. Concedamos que no es
ningún crimen saltar a la cama de Ptolomeo,
regalar por placer un reino, o jugar
295
a beber por turnos con una esclava,
dar tumbos por las calles al mediodía y soportar
el hedor a sudor de la canalla, admitamos que todo esto
es de su agrado, bien que sea extraña su naturaleza
si de tales cosas se adorna. Pero Antonio ha de saber
300
que nada excusa sus culpas, cuando llevamos
nosotros el peso de sus ligerezas. Si ha elegido
llenar sus ocios de vértigos voluptuosos,
que el hastío y el cansancio de los huesos
le pidan cuentas. Pero entretener el tiempo
305
con goces cuando el tambor le reclama por urgencia
de su estado y el nuestro, merece reprobación,
como los niños, que ya inteligentes,
empeñan su experiencia por los placeres
y se rebelan contra su juicio.

Entra un mensajero

LÉPIDO
Aquí llegan más noticias.

MENSAJERO
310
Vuestras órdenes han sido ejecutadas, noble César.
cada hora tendréis informes de lo que sucede
en el exterior. Pompeyo, fuerte en el mar,
parece contar con la estima de aquellos
que antes temían al César. A los puertos
315
acuden los descontentos, y los rumores
le presentan como víctima.

CESAR
No debí esperar menos.
Así ha sucedido desde el primer estado:
sólo hasta serlo fue deseado en que es,
y aquél cuyo poder declina sólo nos merece
320
amor cuando nos falta. Este cuerpo común,
como un lirio vagabundo en la corriente,
viene, y se va, dócil al vaivén de la marea,
pudriéndose en movimiento.

MENSAJERO
César, os traigo aviso;
Menécrates y Menas, piratas de la fama,
325
por suyos tienen los mares, que surcan y abren
con quillas de toda especie. Han hecho incursiones
feroces en Italia, y en sus riberas marinas
hacen palidecer, y a sus jóvenes rebelarse.
Ningún bajel se aventura que no sea al punto
330
visto y apresado, pues el nombre de Pompeyo
causa ya más daño que sus batallas.

CÉSAR
Antonio,
habréis de olvidaros de fiestas lascivas. Cuando aquella vez
fuisteis en Módena vencido, donde muerte disteis
a los cónsules Hircio y Pansa, tras vuestros pasos
335
siguió la hambruna, y la combatisteis
con mayor paciencia que soportar pudieran
salvajes menos delicados. Allí bebisteis
orín de caballo, y de los charcos cuajados
que asqueaban a las bestias. Entonces vuestro paladar
340
se dignaba a contentarse con bayas de espino;
y como un ciervo, cuando las nieves tienden su sábana
sobre los pastos, mordisteis de los árboles la corteza.
En los Alpes se cuenta que comisteis de la carne
de animales espantosos a la vista, y todo esto
345
– aunque hiera vuestro honor que lo diga yo ahora –
lo sufristeis como un soldado, sin que ablandara
siquiera vuestras mejillas.

LÉPIDO
Lástima nos merece.

CESAR
Que su vergüenza le traiga
hacia Roma con urgencia. Es tiempo de que mostremos
350
nuestras fuerzas en el campo, y a tal fin
convocamos consejo inmediato. Pompeyo medra
por nuestra indolencia.

LÉPIDO
Mañana, César, dispondréis
de cumplidos informes con todo aquello
que en el mar y en la tierra averigüe y precisemos
355
para enfrentar este asunto.

CESAR
Hasta entonces,
también será ése mi cuidado. ¡Adiós!

LÉPIDO
¡Adiós, mi señor! Si entretanto sabéis
de algún nuevo desorden, os rogaría, señor,
que me hicierais partícipe.

CESAR
No lo dudéis.
360
Es uno de mis deberes.

Salen

ESCENA V

Entran Cleopatra, Carmia, Iras y Mardian

CLEOPATRA
¡Carmia!

CARMIA
¿Señora?

CLEOPATRA
¡Ah! ¡Dadme a beber mandrágora!

CARMIA
¿Por qué, señora?

CLEOPATRA
Para llenar de sueño este tiempo tan vacío
365
que me separa de Antonio.

CARMIA
Pensáis en él demasiado.

CLEOPATRA
¡Es traición lo que decís!

CARMIA
Espero que no lo sea, señora.

CLEOPATRA
¡Eunuco! ¡Mardian!

MARDIAN
¿Qué desea Vuestra Alteza?

CLEOPATRA
No que cantes ahora. Ninguno de mis deseos
puede colmarlo un eunuco. ¡Feliz de ti!
370
Diseminados, tus pensamientos no tienen
por qué abandonar Egipto. ¿Sientes pasiones?

MARDIAN
Sí, graciosa majestad.

CLEOPATRA
¡Ja! ¿Y cómo?

MARDIAN
No en el acto, señora, pues no me está dado
375
hacer lo que en el acto puede hacerse.
Pero tengo pasiones fieras y puedo imaginar
lo que Venus hizo con Marte.

CLEOPATRA
¡Oh, Carmia!
¿Dónde creéis que está ahora? ¿De pie? ¿Sentado?
¿Caminando acaso? ¿O quizá en su caballo?
380
¡Cabalga orgulloso! ¡Si supieras quién te monta!
De media tierra un atlante, él es el brazo
y yelmo de los hombres. Quizás esté hablando,
o diga para sí: “¿Dónde está mi serpiente el Nilo?”,
pues así me llama. Ahora me alimento
385
del más dulce veneno. ¿Pensáis en mí,
la piel negra por las caricias de Febo
y arrugada por el tiempo? Cuando César
paseaba su cara frente por esta tierra, yo era
bocado digno de rey; y al gran Pompeyo
390
los ojos le crecían en mi cara al detenerse
y anclar allí su mirada, como si muriera
contemplando su vida.

Entra Alexas

ALEXAS
¡Salud, reina de Egipto!

CLEOPATRA
¡Qué poco te pareces a Marco Antonio!
Pero si vienes de su parte, ese elixir
395
con su color te hace brillar.
¿Cómo está mi valiente Marco Antonio?

ALEXAS
Lo último que hizo, Reina estimada,
fue besar – el último de tantos besos –
esta perla de Oriente. Sus palabras se clavaron en mi corazón.

CLEOPATRA
400
Y de allí ha de arrancarlas mi oído.

ALEXAS
“Buen amigo” me dijo,
“Decid que el fiel romano envía a la reina del Egipto
el tesoro de esta ostra, a cuyos pies,
por excusar el presente, he de llenar
su trono opulento de reinos. Todo el Oriente
405
– decidle – la llamará soberana”. Me saludó,
y montó con gesto sobrio su corcel guerrero.
Tan alto el animal relinchaba, que dejó muda
mi respuesta.

CLEOPATRA
¿Cómo estaba? ¿Triste? ¿Alegre?

ALEXAS
Como el tiempo del año entre los extremos
410
del frío y del calor: ni contento, ni triste.

CLEOPATRA
¡Qué templanza de carácter! ¿Lo veis?
¿Veis qué hombre, dulce Carmia? ¡Escuchadme!
No estaba triste, pues ha de brillar para aquellos
que modelan en él su aspecto; tampoco alegre,
415
como si les dijera que en Egipto su recuerdo
yace con su alegría, sino entre ambos extremos.
¡Ah celestial mesura! Sea tristeza o alegría,
la violencia de ambas es adorno en vos
como en ningún otro hombre. ¿Has visto a mis correos?

ALEXAS
420
Sí, mi señora, más de veinte he visto.
¿Por qué tantos mensajeros?

CLEOPATRA
Quien nazca el día
que olvide enviar mensajes a Antonio
será mendigo hasta que muera. ¡Carmia! ¡Papel y tinta!
Bienvenido, buen Alexas. Decidme, Carmia,
425
¿amaba yo a César tanto?

CARMIA
¡Ah, el bravo César!

CLEOPATRA
¡Que os ahogue vuestro énfasis! Decid mejor

CLEOPATRA
el bravo Antonio.

CARMIA
¡César era valiente!

CLEOPATRA
¡Por Isis!¡He de romperos los dientes
si volvéis a comparar con César
430
a mi hombre entre los hombres!

CARMIA
¡Vuestro perdón!
No hago sino cantar vuestros aires.

CLEOPATRA
¡Ah, mis tiernos años!
Verdes eran entonces mis juicios, fría mi sangre
para decir lo que dije. Pero venid, vayámonos.
Traedme papel y tinta.
435
Habrá de recibir varios mensajes al día,
o dejaré desierto Egipto.

Salen

Acto II

ESCENA I

Entran Pompeyo, Menécrates y Menas, con atuendos de guerra.

POMPEYO
Si los dioses son justos, han de asistir
a los hombres más justos en sus actos.

MENÉCRATES
Sabed, noble Pompeyo,
que no niegan lo que retrasan.

POMPEYO
440
Mientras suplicamos ante su trono, empeora
la causa de nuestra súplica.

MENÉCRATES
A menudo, la ignorancia
nos lleva a desear nuestros males, y los sabios poderes
por nuestro bien nos lo niegan; así obtenemos provecho
de las plegarias desatendidas.

POMPEYO
Ha de irme bien.
445
El pueblo me estima y los mares son míos.
Mi poder es creciente y mi esperanza presagia
que veré su plenilunio. Marco Antonio
está cenando en Egipto, y de allí no saldrá
por guerra alguna. César recauda dineros
450
donde pierde corazones, y Lépido adula a ambos
y es por ambos adulado, pero a ninguno estima
y ninguno estima le tiene.

MENAS
César y Lépido
ya están en el campo, y con fuerzas numerosas.

POMPEYO
¡Falso! ¿Quién lo dice?

MENAS
Silvio, señor.

POMPEYO
455
Lo ha soñado. Me consta que están en Roma,
a la espera de Antonio. ¡Cleopatra libidinosa,
que las artes de amor endulcen tus labios ajados!
¡Que belleza y brujería se unan a tu lujuria!
¡Encadena al libertino en un campo de orgías,
460
llena de vapores su cerebro!¡Que epicúreos cocineros
le aviven el apetito con salsas insaciables
para que sueño y comida le hagan postergar su honor
adormecido en el Leteo!
Entra Varrio
¡Ah, Varrio!¿Alguna novedad?

VARRIO
Que es cosa cierta lo que vengo a deciros:
465
en Roma se espera a Marco Antonio
a cada hora; desde que partió de Egipto
tiempo ha tenido para viajar más lejos.

POMPEYO
Noticias de menos peso
habría oído con mayor placer. Menas, nunca creí
que por guerra tan banal este glotón de amores
470
llegara a ceñirse el casco. Su talento como soldado
dobla el de los otros dos; mas nuestra propia estima
no ha de ser menos alta, pues hemos logrado
arrancar del seno lujurioso de la viuda de Egipto
al insaciable Antonio.

MENAS
No puedo creer
475
que César y Antonio estén de buen acuerdo.
Su esposa, muerta hace poco, a César injuriaba
y su hermano se levantó contra él, aunque no fuera
instigado por Antonio.

POMPEYO
No sé muy bien, Menas,
cómo en odios se convierten las pequeñas rencillas.
480
Si no fuera porque hacemos a todos la guerra,
inevitable sería que entre sí pelearan:
causas tienen suficientes que les empujan
a empuñar las espadas. Pero aún no sabemos
si el temor que nos tienen puede unirles
485
y servir para aunar sus diferencias.
¡Sea como quieran los dioses! Sólo nos va la vida
en el uso que hagamos de nuestras fuerzas.
¡Venid con nos, Menas!

Salen

Escena II

Entran Enobarbo y Lépido

LÉPIDO
Buen Enobarbo, noble sería y digno
490
de vos, que convencierais a vuestro capitán
para que usara términos más corteses.

ENOBARBO
Le convenceré
para que responda como debe. Si César le provoca,
que Antonio le mire sin inclinar la cabeza
y le hable como Marte le hablaría. ¡Por Júpiter!
495
¡Si fuera yo dueño de las barbas de Antonio
hoy no me afeitaría!

LÉPIDO
No es éste el momento
de rencores personales.

ENOBARBO
Cualquier momento
sirve para el asunto que lo propicia.

LÉPIDO
Pero han de ceder los triviales a los grandes asuntos.

ENOBARBO
500
No si van primero.

LÉPIDO
Habláis con vehemencia.
Os lo ruego, no remováis las brasas. Aquí llega
el noble Antonio.

Entran Antonio y Ventidio

ENOBARBO
Y por allí llega César.

Entran César, Mecenas y Agripa

ANTONIO
Si aquí alcanzamos un acuerdo, ¡hacia Partia!
Escuchadme, Ventidio.

CÉSAR
No lo sé, Mecenas.
505
Preguntadle a Agripa.

LÉPIDO
Nobles amigos,
si grande fue aquello que nos unió, impidamos
que asuntos sin importancia nos separen. Nuestras quejas
bien pueden en calma ser oídas. Discutir a viva voz
nuestras pequeñas diferencias no es sino dar muerte
510
a las heridas que intentamos curar. Por ello, nobles aliados,
os ruego encarecidamente que tratéis
los puntos más amargos con los términos más dulces,
para no agravar la cuestión con vuestras iras.

ANTONIO
¡Bien hablado!
Incluso ante nuestras tropas, prontas a la batalla,
515
así lo haría.

Suenan trompetas

CÉSAR
Bienvenido a Roma.

ANTONIO
Gracias.

CÉSAR
Sentáos.

ANTONIO
Sentáos vos.

CÉSAR
Sea.

ANTONIO
He sabido que tomáis por ofensas cosa que no lo son,
o si lo son, que no os conciernen.

CÉSAR
Burlas merecería
si por nada o por poca cosa me considerase
520
ofendido, y por vos más que por nadie.
Y mayores burlas si llegara siquiera una vez
a pronunciar vuestro nombre con desprecio,
siendo que no me concierne.

ANTONIO
Mi estancia en Egipto,
César, ¿qué os importaba?

CÉSAR
525
No más que mi presencia aquí en Roma
os importaba a vos en Egipto. Pero si allí
intrigasteis contra mi estado, vuestra estancia en Egipto
podría ser de mi incumbencia.

ANTONIO
¿Qué queréis decir? ¿Intrigar?

CÉSAR
Quizá queráis comprender lo que quiero decir
530
por lo que aquí ha sucedido. Vuestra esposa y vuestro hermano
se alzaron en armas en mi contra, y su hostilidad
os tenía a vos como pretexto y consigna de guerra.

ANTONIO
Os equivocáis. Nunca mi hermano
se sirvió de mi nombre en tal asunto. Me he informado,
535
y así lo aseguran los relatos fidedignos
de algunos que luchaban en vuestro bando. Antes bien,
¿no desacreditó mi autoridad junto a la vuestra?
¿Acaso no hizo la guerra contra mi voluntad
si vuestra causa es también la mía? En mis cartas
540
ya os dí detalles al respecto. Si queréis apañar querellas,
motivos no faltan con que tejerlas
y os sobran esos parches.

CÉSAR
Hacéis mérito de vos
cuando me achacáis defectos de juicio; parches
también son vuestras excusas.

ANTONIO
No, no es así…
545
Sé con certeza que vos no podéis dejar
de creer necesariamente que yo, aliado
vuestro en la causa que otro combatía
iba a ver con buenos ojos la sedición
que mi propia paz amenazaba. En cuanto a mi esposa,
550
¡ojalá encontréis mujer de su valor!
Vuestro es un tercio del mundo, y con una brida
podríais domeñarlo, pero una mujer así...

ENOBARBO
Si tuviérmanos todos esposas semejantes, haríamos guerras los hombres y las mujeres.

ANTONIO
Tan indómita, César, que las intrigas
que su impaciencia provocaba – a más
555
de cierta astucia – os han causado
– y lo lamento – demasiada inquietud. Pero debéis
conceder que nada pude yo...

CÉSAR
Cuando os escribí
mientras correteabais por Alejandría, vos
os guardabais mis cartas en el bolsillo, y os negabais
560
con insultos a escuchar a mi emisario.

ANTONIO
Señor,
se presentó ante mí sin mi permiso, cuando apenas
había terminado un banquete en honor de tres reyes,
y ya no estaba como de mañana; al día siguiente
le expuse mis razones, que tanto fue
565
como presentar mis excusas. Nada tiene ese hombre
que ver con nuestra discordia; si discutimos,
apartémosle de la cuestión.

CÉSAR
Habéis roto
vuestro juramento y de eso nunca podrá
vuestra lengua acusarme.

LÉPIDO
¡Calma, César!

ANTONIO
570
No, Lépido, dejadle hablar.
Es sagrado el honor que menciona
y cuya falta me reprocha. ¡Continuad, César,
“he roto mi juramento...”!

CÉSAR
De prestarme auxilio de armas cuando lo requiera;
575
y me lo habéis negado.

ANTONIO
Decid mejor que no lo atendí.
Y sólo cuando las horas emponzoñadas me privaron
de mi conocimiento. Ahora, en lo que pueda,
haré de penitente ante vos. Pero mi honestidad
no debe menguar mi grandeza , ni mi autoridad
580
carecer de ella. Lo cierto es, que Fulvia,
por alejarme de Egipto hizo aquí guerras.
Siendo yo, ignorante, su motivo, por ellas
perdón os pido hasta donde mi honor
lo permita en este caso.

LÉPIDO
Son palabras nobles.

MECENAS
585
Si os parece, no llevéis más lejos todavía
vuestros rencores. Olvidarlos del todo
sería recordar que la circunstancia
reclama vuestro acuerdo.

LÉPIDO
Sabias palabras, Mecenas.

ENOBARBO
O... si os pedís prestado el afecto para la ocasión, después os lo podréis devolver cuando ya no se oiga hablar de Pompeyo. No faltará tiempo para riñas, cuando no tengáis cosa mejor que hacer.

ANTONIO
Eres sólo un soldado. ¡Cállate!

ENOBARBO
590
Olvidé que la verdad debe ser muda.

ANTONIO
¡Calla! Ofendes a los presentes.

ENOBARBO
Seguid pues. Seré una piedra en vuestra consideración.

CÉSAR
No es tanto lo que dice que me disgusta
sino el tono de sus palabras. No podemos mantener
595
en amistad la condición de nuestro ánimo
si tanto difieren en sus actos. Pero si supiera
de un aro capaz de ligarnos del uno al otro extremo
del mundo iría en su busca.

AGRIPA
¿Me permitís, César?

CÉSAR
Hablad, Agripa.

AGRIPA
600
Vos tenéis una hermana de parte materna,
¿la admirada Octavia? El gran Marco Antonio
es ahora viudo.

CÉSAR
No habléis así, Agripa.
Si os oyera Cleopatra, vuestro reproche
sería merecido por temerario.

ANTONIO
605
No estoy casado, César. Dejadme escuchar
lo que Agripa tiene que decir.

AGRIPA
Para unirnos en perpetua amistad,
como hermanos, los corazones enlazados
en nudo indisoluble, que Antonio tome
610
a Octavia como esposa. Si belleza merece
marido no peor que el mejor de los hombres.
Su virtud, y sus otras varias gracias, proclaman
lo que ningún otro podría describir. Con este matrimonio,
las pequeñas envidias que parecen ahora grandes,
615
y los grandes temores, con los peligros que amenazan,
nada serían. La verdad sería ficción
donde hoy algunas ficciones son verdaderas. Su amor
por ambos el amor de ambos y de todos
hará seguir. Excusad mis palabras: no son
620
pensamientos improvisados, sino aprendidos
y ensayados por obligación.

ANTONIO
César, ¿qué dice?

CÉSAR
Nada hasta oír el efecto que en Antonio
causa lo dicho.

ANTONIO
¿Qué poder tiene Agripa,
si yo dijera, “¡Agripa, sea!”
625
para que esto se hiciese?

CÉSAR
El poder de César, y
su potestad sobre Octavia.

ANTONIO
¡Quiera que nunca
proyecto tan justo y de apariencia tan sincera
sueñe con impedir! ¡Que vuestra mano
selle este acto de gracia! Desde esta hora,
630
gobierne nuestro amor un corazón hermano
que guíe nuestras altas empresas.

CÉSAR
Mi mano.
Una hermana os confío; de ningún hermano
fue alguna vez más querida. Que ella viva
para unir nuestros reinos y nuestros corazones,
635
y que nunca huya nuestro afecto.

LÉPIDO
¡Así sea, felizmente!

ANTONIO
Nunca pensé empuñar mi espada contra Pompeyo.
Extraños favores, y grandes, me ha dedicado
recientemente. Sólo le debo las gracias
por no tachar de ingrata mi memoria.
640
Hecho esto, podré desafiarle.

LÉPIDO
El tiempo nos apremia.
De inmediato debemos ir al encuentro de Pompeyo,
o será él quien nos encuentre.

ANTONIO
¿Dónde está ahora?

CÉSAR
Por el monte Miseno.

ANTONIO
¿De qué fuerzas dispone
por tierra?

CÉSAR
Numerosas, y crecientes; pero por mar
645
es dueño absoluto.

ANTONIO
Eso dice la fama.
¡Ojalá hubiéramos hablado antes! Apresurémonos.
Pero antes de enfundarnos las armas, despachemos
el asunto que hemos convenido.

CÉSAR
Con gran placer.
Y os invito a presencia de mi hermana,
650
donde en seguida os llevaré.

ANTONIO
Lépido, no prescindamos
de tu compañía.

LÉPIDO
Noble Antonio
ninguna enfermedad podría retenerme.

Trompetas
Salen todos excepto Enobarbo, Agripa y Mecenas

MECENAS
¡Bien venido de Egipto, señor!

ENOBARBO
¡El digno Mecenas, medio corazón de César! ¡Honorable Agripa, amigo mío!

AGRIPA
¡Buen Enobarbo!

MECENAS
Motivos hay para celebrar: el asunto ha quedado bien. ¿Y vos, aguantasteis bien en Egipto?

ENOBARBO
¡Y cómo! ¡Hacíamos noche del día durmiendo, y bebiendo la noche de día se hacía!

MECENAS
¿Es verdad aquello de los ocho jabalíes para el desayuno de doce personas?

ENOBARBO
Tal una mosca comparada con un águila. Festines más extraordinarios celebramos, en verdad dignos de verse.

MECENAS
Será una mujer espléndida, si es como la describen.

ENOBARBO
La primera vez que encontró a Marco Antonio, le robó el corazón en la ribera del Cydno.

AGRIPA
Allí apareció en verdad, o quien me informó supo bien imaginarla.

ENOBARBO
655
Lo haré yo.
El bajel donde se asentaba, como un trono bruñido
ardía sobre las aguas; la popa de oro puro;
de púrpura las velas, y de tal perfume,
que los vientos en ellas de amor se embriagaron; los remos,
660
de plata, a sones de flauta acordaban su cadencia,
y se hacían perseguir del agua que levantaban
amorosa de sus caricias. En cuanto a su persona,
pobre hace toda descripción: recostada
en su pabellón, brocado de oro y seda,
665
aventajaba la imagen de Venus donde vemos
el arte superar a natura. A cada lado en ella
niños de graciosos mofletes, Cupidos sonrientes,
con abanicos de varios colores, cuya brisa parecía
iluminar las mejillas delicadas que refrescaban,
670
rehaciendo lo que deshacía.

AGRIPA
Visión extraña para Antonio!

ENOBARBO
Sus damas de compañía, como las Nereidas,
sirenas a la espera de una seña de sus ojos,
hacían bello adorno al inclinarse. En el timón,
una doncella marina; de seda el aparejo
675
se estremece al tacto con sus manos suaves como flores
aprestándose a la tarea. Del bajel, un extraño
perfume invisible invadió los sentidos.
De las riberas cercanas. La ciudad volcó
sus gentes hacia ella, y Antonio,
680
en el trono de la plaza pública, quedó solo,
silbándole al aire, que, de no haber temido al vacío,
habría ido también a contemplar a Cleopatra,
dejando su espacio en Naturaleza.

AGRIPA
¡Extraña egipcia!

ENOBARBO
Al desembarcar, Antonio le mandó mensaje
685
invitándola a cenar. Ella le respondió
que quizá mejor si él era el invitado,
ella insistió, y nuestro galante Antonio,
a quien mujer alguna ha oído la palabra “no”,
diez veces afeitado acude a la fiesta,
690
y allí paga por cebar con su corazón
lo que sólo comen sus ojos.

AGRIPA
¡Regia cortesana!
Hizo que el gran César rindiera su espada en la cama;
él la labró, pero ella fue la cosecha.

ENOBARBO
La vi una vez
por la calle dar cuarenta pasos sobre un solo pie.
695
Sin respiración, trató de hablar, y palpitaba;
parecía hacer perfección del defecto
y, sin aliento, respirar encantos.

MECENAS
Ahora Antonio ha de dejarla para siempre.

ENOBARBO
Nunca. No lo hará.
700
La edad no puede marchitarla, ni agotar la rutina
su infinita variedad; otras mujeres sacian
los apetitos que alimentan, pero ella da más hambre
allí donde más nutre. Lo vil y lo salvaje
en ella se tornan gracias, y los sacerdotes
705
bendicen sus devaneos.

MECENAS
Si belleza, modestia y sabiduría pueden aplacar
el corazón de Antonio, Octavia será
para él premio bendito.

AGRIPA
Vayámonos.
Buen Enobarbo, consideraos mi huésped
710
mientras aquí habitéis.

ENOBARBO
Os doy, señor, humildes gracias.

Salen

ESCENA III

Entran Antonio y César con Octavia entre ambos

ANTONIO
Alguna vez el mundo y mi alto deber
me separarán de vuestro seno.

OCTAVIA
En ese tiempo
ante los dioses mi rodilla inclinará las plegarias
que elevaré por vos.

ANTONIO
Buenas noches, señor. Octavia mía,
715
no leáis mis defectos en la crónica del mundo.
No he escrito siempre recto, más lo futuro
se hará todo con regla. Buenas noches, querida mía.
Buenas noches, señor.

CÉSAR
Buenas noches.

Salen César y Octavia
Entra el Adivino

ANTONIO
720
¿Y bien? Deseáis volver a Egipto?

ADIVINO
¡Ojalá nunca hubiera venido de allí, ni vos
hasta aquí!

ANTONIO
¿Podéis decir la razón?

ADIVINO
Puede verla
mi intuición: mi lengua no puede decirla; pero regresad
con premura a Egipto.

ANTONIO
Decidme,
725
¿A quién llevará más alto la fortuna? ¿A César o a mí?

ADIVINO
A César.
Por tanto, ¡Oh, Antonio!, apártate de su lado.
El genio que te custodia es espíritu
noble, valeroso, altivo e invencible
730
donde el de César no está. Pero ante él, tu ángel
se sobrecoge acobardado. Mejor entonces
que haya tierra suficiente entre vosotros.

ANTONIO
No hables más de esto.

ADIVINO
A nadie sino a ti; nada más sino a ti.
Si con él juegas a juego alguno
735
perderás sin duda: por natural fortuna
siempre te vencería. Tu brillo se oscurece
si él luce cerca. Lo digo otra vez: tu espíritu
se espanta de gobernarte a su lado;
lejos él, tu genio es noble.

ANTONIO
¡Marchaos!
740
Decidle a Ventidio que quisiera hablarle.
Sale
A Partia he de mandarle. Sea por arte o azar,
lo que ha dicho es cierto. Los dados le obedecen,
y en nuestros juegos mi astucia ha de rendirse
ante su suerte. Si apostamos, gana siempre.
745
Sus gallos siempre vencen a los míos
a pesar de mi ventaja, y siempre sus codornices
acaban sacando a las mías del aro. Vuelvo a Egipto.
Celebro esta boda para cuidar de la paz,
pero en oriente yacen mis placeres. ¡Ah! ¡Venid, Ventidio!
750
Entra Ventidio
Vais a Partia. Las órdenes os esperan.
Venid conmigo a saberlas.

Salen

ESCENA IV

Entran Lépido, Mecenas y Agripa

LÉPIDO
No os aventuréis más. Haced que se apresuren
los generales.

AGRIPA
En cuanto Marco Antonio
bese a Octavia, partiremos, señor.

LÉPIDO
755
¡Adiós! ¡Espero veros vestidos de soldados!
¡Os sentará bien!

MECENAS
Según mi estimación,
llegaremos nosotros al monte Miseno
antes que vos, Lépido.

LÉPIDO
Vuestra ruta es más rápida.
Mis planes me obligan a dar rodeos.
760
Me llevaréis dos días de ventaja.

AMBOS
¡Buena suerte, señor!

LÉPIDO
¡Adiós!

Salen

ESCENA V

Entran Cleopatra, Carmia, Iras y Alexas

CLEOPATRA
¡Tocad música! Dadme a probar el triste deleite
que gustan los que tratan en amores.

TODOS
¡Música, traed música!

Entra Mardian el Eunuco

CLEOPATRA
¡No! ¡Dejadlo! ¡Juguemos al billar! ¡Venid, Carmia!

CARMIA
765
Me duele el brazo, señora, mejor jugad con Mardian.

CLEOPATRA
Tanto puede una mujer jugar con un eunuco
como con otra mujer. Venid, señor, ¿jugaréis conmigo?

MARDIAN
Tanto como pueda, señora.

CLEOPATRA
Cuando es buena la función, puede ser corta:
770
el actor tiene excusa. Ahora ya no quiero.
¡Mi caña de pescar! ¡Vamos, traedla al río!
¡Allí, con música en la distancia, haré llegar
peces de escamas oscuras, y mis curvos anzuelos
atraparán sus fauces viscosas! Cuando los saque,
775
pensaré que es Antonio cada uno,
y les diré: “¡Ah! ¡Ya te tengo!”.

CARMIA
¡Qué risa aquella vez
que apostasteis cuanto pescabais, y vuestro buceador
de su anzuelo colgó un arenque! ¡Con qué fervor
lo sacó del agua!

CLEOPATRA
¿Aquella vez? ¡Oh, aquellos días!
780
Le hacía reír hasta perder la paciencia, y por la noche
le hacía reír para devolvérsela, y a la mañana,
antes de las nueve, le hacía beber hasta dormir.
Luego le cubría con mis vestidos y mantos, mientras yo
me ceñía su espada de Filipos. ¡Ah, de Italia!
785
Entra un mensajero
Llena con noticias jugosas mis oídos,
vacíos ya tanto tiempo.

MENSAJERO
Señora, señora...

CLEOPATRA
¡Antonio ha muerto! – Si eso dices, villano,
a tu dueña matas; si libre y salvo
le anuncias, aquí tienes oro, y aquí
790
mis venas más azules por besar, esta mano que reyes
con sus labios temblando han besado.

MENSAJERO
Primero, señora, que está salvo.

CLEOPATRA
Toma... más oro.
Pero también se dice, canalla,
que está salvo quien ha muerto; si así fuera
795
el oro que te doy verteré fundido
por tu garganta de perjuro.

MENSAJERO
Escuchadme, señora...

CLEOPATRA
Cierto. ¡Habla! Te escucho.
Pero en tu rostro no veo nada bueno. Si Antonio
está sano y libre, ¿por qué gesto tan agrio
800
en el heraldo de noticias tan felices? Si no está bien,
deberías venir cual Furia coronada de serpientes,
y no en forma de hombre.

MENSAJERO
Si quisierais oírme...

CLEOPATRA
Pegarte quisiera antes de oírte hablar;
pero si dices que Antonio está vivo, salvo,
805
o aliado con César, o no es su prisionero,
haré que llueva oro sobre ti, y que nieven
perlas preciosas.

MENSAJERO
Señora, él está bien.

CLEOPATRA
Bien dicho.

MENSAJERO
Y en paz con César.

CLEOPATRA
Eres un hombre honesto.

MENSAJERO
César y él son mejores amigos que nunca.

CLEOPATRA
810
Te has ganado una fortuna.

MENSAJERO
Sin embargo, señora...

CLEOPATRA
No me gusta “sin embargo”; empobrece
lo bueno que ya se ha dicho. ¡Maldito “sin embargo”!
“Sin embargo” es el carcelero que abre la jaula
de algún monstruo asesino. Amigo, te lo ruego,
815
vierte el fardo de tus noticias en mis oídos,
malas y buenas juntas. Está en paz con César,
sano y salvo dices, y dices que libre.

MENSAJERO
Libre no, señora. No he dicho tal cosa.
Está ligado a Octavia.

CLEOPATRA
¿Con qué buen fin?

MENSAJERO
820
Para el mejor: el de su lecho.

CLEOPATRA
¡Carmia, me desmayo!

MENSAJERO
Señora, se ha casado con Octavia.

CLEOPATRA
¡Que te lleve la peste más maligna!

Le derriba de un golpe

MENSAJERO
Tened calma, señora...

CLEOPATRA
¿Qué dices?
Le golpea
¡Fuera de aquí,
canalla infame, o te hago saltar a patadas
825
las bolas de los ojos! ¡Te arrancaré los pelos de cuajo!
Le arrastra por el suelo
¡Haré que te azoten con alambres, que te revuelquen en sal
y te cuezan lentamente!

MENSAJERO
Graciosa señora,
yo sólo traigo noticias de una boda que no es mía.

CLEOPATRA
¡Di que no es verdad! ¡Te daré una provincia!
830
¡Te haré rico y orgulloso! Los golpes que ya tienes
bastan para que pagues la ira que provocaste;
te concedo además cualquier otro regalo
que tu modestia solicite.

MENSAJERO
Se ha casado, señora.

CLEOPATRA
¡Imbécil, ya has vivido demasiado!

Saca un puñal

MENSAJERO
Pues yo a correr...
835
¿Qué pretendéis, señora? Ninguna falta cometí...

Sale

CARMIA
Buena señora, conteneos, volved en vos.
Este hombre es inocente.

CLEOPATRA
Inocentes hay que no escapan del rayo fulminante.
¡Que se hunda Egipto en el Nilo, y todas sus criaturas
840
se transformen en serpientes! ¡Llamad de nuevo a ese esclavo!
Estaré loca, pero no le voy a morder. ¡Llamadle!

CARMIA
No se atreve a venir...

CLEOPATRA
No le haré daño.
Estas manos se envilecen si golpean
a quien es inferior, cuando yo misma
845
me doy mi propia causa. ¡Venid aquí, señor!
Entra de nuevo el mensajero
Aunque sea honesto, nunca es bueno
traer malas noticias. Si es feliz el mensaje
lo llevan coros de voces, peor los infortunios
se cuentan solos al sentirse.

MENSAJERO
He cumplido mi deber.

CLEOPATRA
850
¿Se ha casado?
No puedo odiarte ya más
si de nuevo dices “sí”.

MENSAJERO
Se ha casado, señora.

CLEOPATRA
¡Que los dioses se te lleven! ¿Estás ahí todavía?

MENSAJERO
¿Debería mentir, señora?

CLEOPATRA
¡Ojalá mintieras!
855
¡Así medio Egipto se hundiera y diera en ser
charca de víboras viscosas! ¡Vete fuera de mi vista!
Si tuvieras el rostro de Narciso, para mí serías
de los hombres el más feo. ¿Se ha casado?

MENSAJERO
¡Imploro gracia de Vuestra Alteza!

CLEOPATRA
¿Se ha casado?

MENSAJERO
860
No toméis como ofensa que ofenderos no quiera.
Castigarme por lo que me ordenáis hacer
me parece muy injusto. Se ha casado con Octavia.

CLEOPATRA
¡Y que su culpa haya de hecho de ti un canalla,
que no eres lo que aseguras! Vete de aquí.
865
La mercancía que de Roma has traído
es demasiado cara para mí;
¡Quédatela, y que te lleve a la ruina!

Sale el Mensajero

CARMIA
Tened coraje, mi buena reina.

CLEOPATRA
Por elogiar a Antonio he despreciado a César.

CARMIA
870
Muchas veces, señora.

CLEOPATRA
Ahora recibo el pago.
¡Llevadme fuera de aquí! ¡Me desmayo!
¡Oh, Iras, Carmia! No, no es nada...
Buscad a ese hombre, buen Alexas, y pedidle
que os describa el rostro de Octavia, su edad,
875
su carácter; y que no deje de decirte
el color de su cabello. ¡Id, y volved raudo!
¡Que se vaya para siempre! ¡No, Carmia, no!
De un lado la imagen muestra una Gorgona,
pero el otro es Marte... Decidle a Alexas
880
que quiero saber si es alta. Compadéceme, Carmia,
mas no me hables. Llévame a mis aposentos.

Salen

ESCENA VI

Trompetas. Entra Pompeyo de un lado con tambores y trompetas; del otro, César, Lépido, Antonio, Enobarbo, Mecenas, Agripa, Menas y soldados marchando

POMPEYO
Rehenes vuestros tengo, así como vos míos;
hablemos antes de luchar.

CÉSAR
Es conveniente
que primero usemos las palabras; con ese fin
885
os hemos hecho llegar nuestras propuestas.
Si ya las habéis considerado, hacednos saber
si bastan para envainar vuestra espada inquieta,
y devolver a Sicilia tanto vigor de juventud
que aquí encontraría la muerte.

POMPEYO
A vosotros tres,
890
senadores únicos de este mundo, y ministros
principales de los dioses, yo os digo que no sé
por qué habrían de faltarle vengadores a mi padre,
teniendo un hijo y amigos, si Julio César,
cuyo fantasma en Filipos perseguía al buen Bruto,
895
os vio entonces afanados en su venganza. ¿Qué fue
lo que movió al pálido Casio a conspirar? ¿Y por qué
aquel romano honesto, honrado por todos, Bruto
y otros conjurados, cortesanos todos de las libertades,
empaparon de sangre el Capitolio? Porque quisieron
900
que un hombre no fuera más que un hombre.
Por ello he armado mis naves, bajo cuyo peso
el océano espumea de furia, y con ellas pretendía
castigar la ingratitud de esta Roma despiadada
para con mi pobre padre.

CÉSAR
No os apresuréis.
905
No podéis, Pompeyo, asustarnos con vuestras velas.
En el mar os responderemos. Por tierra, sabéis
en cuanto os aventajamos.

POMPEYO
Por tierra, es bien cierto
que os habéis aventajado de la casa de mi padre.
Pero como el cuco no construye lo que roba,
910
quedáosla mientras podáis.

LÉPIDO
Os lo ruego, ahora
nos concierne el presente; decidnos si aceptáis
las propuestas que os enviamos.

CÉSAR
Justamente.

ANTONIO
No se os impone aceptarlas; mesurad antes bien
si os conviene elegirlas.

CÉSAR
Y lo que puede seguir,
915
de tentar mejor fortuna.

POMPEYO
Me habéis ofrecido
Sicilia Y la Cerdeña, a condición
de librar el mar de piratas, y enviar
a Roma el trigo acordado. De aceptar esto,
partiremos con los filos intactos de las espadas
920
y los escudos sin mella.

TODOS
¡Esa es nuestra oferta!

POMPEYO
Sabed, entonces,
que vine aquí ante vosotros con el ánimo
de aceptarla. Sin embargo, Marco Antonio
ha conseguido irritarme. Aunque yo pierda
méritos por contarlo, sin duda recordáis
925
las luchas de César y vuestro hermano.
Entonces vuestra madre huyó a Sicilia, y allí fue
amistosa su bienvenida.

ANTONIO
Lo sabía, Pompeyo,
y tenía preparado el sincero agradecimiento
que os debía.

POMPEYO
¡Vuestra mano, señor!
930
No creí que fuera a encontraros aquí.

ANTONIO
Blandos son los lechos de Oriente. Os agradezco
que me hayáis traído aquí antes de mi propósito;
he salido ganando.

CÉSAR
Desde la última vez que os vi,
en algo habéis cambiado.

POMPEYO
No sé muy bien
935
qué cuentas escribe la cruel fortuna en mi rostro.
Pero en mi pecho no ha de entrar jamás,
ni será mi corazón su vasallo.

LÉPIDO
Celebro vuestro encuentro.

POMPEYO
Así lo espero, Lépido, así hemos convenido.
Propongo que nuestro acuerdo sea escrito
940
y sellado por ambas partes.

CÉSAR
Se hará en seguida.

POMPEYO
Pero antes de partir, hemos de ofrecernos banquetes.
Echemos suertes por ver quién comienza.

ANTONIO
Seré yo, Pompeyo.

POMPEYO
No, Antonio, elegid suertes. Ya sea la primera o la última,
vuestra exquisita cocina egipcia se llevará
945
los honores. He oído decir que Julio César
allí engordó de tanto festín.

ANTONIO
Mucho habéis oído.

POMPEYO
Mis intenciones son claras, señor.

ANTONIO
Como vuestras palabras.

POMPEYO
Eso es lo que dicen.
También que Apolodoro en cierta ocasión llevó...

ENOBARBO
950
¡Basta! ¡Ya sabemos lo que hizo!

POMPEYO
¿Y bien?

ENOBARBO
...a cierta reina ante César en una manta.

POMPEYO
Ahora te reconozco. ¿Cómo estás, soldado?

ENOBARBO
Bien;
y mejor que estaré, pues me huelo que se van
cociendo cuatro banquetes.

POMPEYO
¡Dame la mano!
955
Nunca te he querido mal; te he visto luchar
y he envidiado tu valentía.

ENOBARBO
Mi señor,
yo nunca os he querido bien, mas os he alabado
cuanto merecíais diez veces mayor alabanza
que la que yo os hiciera.

POMPEYO
Disfruta de tu franqueza,
960
pues en nada te desmerece.
¡Subamos todos a bordo de mi galera!
¿Señores? ¿Pasáis primero?

TODOS
Indicadnos, señor, el camino.

POMPEYO
Venid.

Salen todos, excepto Enobarbo y Menas.

MENAS
¡Pompeyo, tu padre nunca habría firmado este pacto! – Vos y yo nos conocemos, señor.

ENOBARBO
Del mar, me parece.

MENAS
Es verdad, señor.

ENOBARBO
Os ha ido bien, en el mar.

MENAS
Y a vos en tierra.

ENOBARBO
Hago alabanza siempre de quien hace alabanza mía, pero no puedo negar todo lo que he hecho por tierra.

MENAS
Ni yo lo que he hecho en el mar.

ENOBARBO
Sí. Algo sí que podríais negar por vuestra propia seguridad. Habéis sido gran ladrón de los mares.

MENAS
Y vos en tierra.

ENOBARBO
Entonces reniego de mis servicios en tierra. Pero venga esa mano, Menas. Si nuestros ojos fueran guardias, podrían ahora prender a dos ladrones besándose.

MENAS
Los rostros de los hombres son sinceros, hagan sus manos lo que hagan.

ENOBARBO
Pero nunca es sincero el rostro de una mujer bella.

MENAS
No es mentira; roban corazones.

ENOBARBO
Habíamos venido aquí para luchar contra vosotros.

MENAS
Por mi parte, lamento que todo termine en fiesta. En este día, Pompeyo despide su fortuna entre risas.

ENOBARBO
Si así es, no podrá recobrarla llorando.

MENAS
Vos lo habéis dicho. Nadie esperaba ver aquí a Marco Antonio... Decidme, ¿se ha casado con Cleopatra?

ENOBARBO
La hermana de César se llama Octavia.

MENAS
Cierto es; era esposa de Caius Marcelus.

ENOBARBO
Pues ahora es esposa de Marcus Antonius.

MENAS
¿Qué decís, señor?

ENOBARBO
La verdad.

MENAS
Luego César y él están ligados para siempre.

ENOBARBO
Si hubiera de predecir la suerte de esta unión, no sería ese mi presagio.

MENAS
Creo que en este matrimonio hizo más la política de la convivencia que el amor de las partes.

ENOBARBO
Yo también lo creo. Pero ya veréis como el mismo lazo que aparenta ligar su amistad será el lazo que la estrangule. Octavia es virtuosa, casta y apacible de carácter.

MENAS
¿Y quién no quisiera esposa así?

ENOBARBO
No aquél que así no es. Marco Antonio, por ejemplo, que pronto volverá a su manjar egipcio; y entonces los suspiros de Octavia avivarán el fuego en César... Como os decía, la fuerza de su amistad será la causa de su discordia. Antonio hará uso de su deseo allí donde está. Aquí se ha casado por ocasión...

MENAS
Bien puede darse. Venid, señor. ¿Vamos a bordo? ¡Un brindis a vuestra salud!

ENOBARBO
¡Lo acepto, señor! En Egipto hemos entrenado al gaznate.

MENAS
¡Venid, pues! ¡Vayámonos!

Salen

ESCENA VII

Música. Entran dos o tres sirvientes con los postres del banquete

PRIMER SIRVIENTE
Aquí estarán en seguida. Algunos ya tienen las plantas con pocas raíces, y el más leve viento daría con ellos en la tierra.

SEGUNDO SIRVIENTE
Pues Lépido lleva buen color...

PRIMER SIRVIENTE
Le han hecho beber de todas las sobras.

SEGUNDO SIRVIENTE
Cuando los otros empiezan a discutir, éste grita: ¡Basta!, les reconcilia en su pacto, y otra vez a brindar.

PRIMER SIRVIENTE
Mayor guerra es la que mantiene con su templanza.

SEGUNDO SIRVIENTE
Eso es lo que sucede cuando uno se acompaña de grandes hombres. Para mí, lo mismo es tener una caña que no sirve que una espada que no pueda levantar.

PRIMER SIRVIENTE
Ser llamado a las altas esferas para no brillar en ellas es como lucir órbitas sin ojo: desastroso para las mejillas.

Toque de trompeta. Entran César, Antonio, Pompeyo, Lépido, Agripa, Mecenas. Enobarbo, Menas y otros capitanes.

ANTONIO
Así lo hacen, señor: calculan el nivel del Nilo
mediante escalas inscritas en las pirámides; saben,
965
según sean altas, bajas o medias, si vendrá
carestía o abundancia. Cuanto más crece el Nilo,
tanto más promete; si desciende, el sembrador
sobre el cieno y el limo esparce el grano,
que muy pronto se cosecha.

LÉPIDO
¿Tenéis por allí serpientes extrañas?

ANTONIO
970
Sí, Lépido.

LÉPIDO
Vuestra serpiente de Egipto nace de vuestro fango por el influjo de vuestro sol. También vuestro cocodrilo.

ANTONIO
Eso es.

POMPEYO
Sentaos. ¡Tomad! ¡Más vino! ¡A la salud de Lépido!

LÉPIDO
No estoy yo como debería, pero no renuncio.

ENOBARBO
Mucho me temo que no renunciarás hasta que hayas dormido.

LÉPIDO
No, no; cierto, cierto. He oído decir que las pirámides de Ptolomeo son cosas maravillosas; sí, señor, eso es lo que me han dicho.

MENAS
Pompeyo, una palabra con vos...

POMPEYO
Decidme al oído; ¿qué es?

MENAS
Alzaos de vuestro asiento... Os lo ruego, capitán;
975
escuchadme una palabra...

POMPEYO
Aparte, al oído
Esperad un momento.
¡Este vino, por Lépido!

LÉPIDO
Y ese cocodrilo vuestro, ¿qué clase de cosa es?

ANTONIO
Tiene forma, señor, de sí mismo; es tan ancho como anchura tiene. De alto, exactamente su altura, y se mueve con sus propios miembros. Vive de lo que le nutre, y cuando sus elementos le abandonan, transmigra.

LÉPIDO
¿De qué color es?

ANTONIO
De su mismo color.

LÉPIDO
¡Extraña serpiente!

ANTONIO
980
¡Y tanto! Y sus lágrimas, son húmedas.

CÉSAR
¿Quedará satisfecho con esta descripción?

ANTONIO
Si no lo está tras los brindis de Pompeyo es que es todo un epicúreo.

POMPEYO
¡Dejadme e paz, señor! ¿De qué me queréis hablar? ¡Fuera!
¡Haced como os dije! – ¿Dónde está esa copa?

MENAS
Si en virtud de mis méritos queréis escucharme,
985
levantaos del asiento.

POMPEYO
¿Estáis loco? ¿Qué ocurre?

MENAS
Sabéis que siempre me he descubierto ante vuestros triunfos.

POMPEYO
Sé que me habéis servido con lealtad. ¿Qué más decís? –
¡Divertíos, señores!

ANTONIO
Y las arenas movedizas, Lépido.
Conviene no acercarse, pues te tragan.

MENAS
990
¿Queréis ser dueño del mundo entero?

POMPEYO
¿Qué decís?

MENAS
¿Queréis ser dueño de todo el mundo? Van dos veces.

POMPEYO
¿Por qué habría de ser así?

MENAS
Imaginadlo.
Y aunque me tengáis por pobre, yo soy el hombre
que os dará el mundo.

POMPEYO
¿Habéis bebido bien...?

MENAS
995
No, Pompeyo, nada he querido beber.
Sois, si queréis serlo, Júpiter en la tierra;
todo lo que el mar circunda, o el cielo limita
es vuestro, si vuestro lo queréis.

POMPEYO
Mostradme cómo...

MENAS
Los dueños que el mundo comparte con vos
1000
están aquí en vuestra nave. Dejad que corte las amarras,
y cuando nos hayamos alejado, a sus gargantas...
Así todo será vuestro.

POMPEYO
¡Ah!¡Así deberíais haber hecho,
y no decirlo! Vileza sería de hacerlo yo;
de hacerlo vos, buen servicio. Debéis saber
1005
que no es mi interés quién guía mi honor,
sino mi honor su guía. Que vuestra lengua se arrepienta
por traicionar vuestro acto. De estar hecho, sin yo saberlo,
lo habría luego aplaudido pero ahora
mi deber es condenarlo. Desistid, y bebed.

MENAS
1010
Siendo así...No seguiré ya más vuestra fortuna indecisa.
Quien busca y no toma cuando se ofrece
no encuentra jamás.

POMPEYO
¡Brindemos por Lépido!

ANTONIO
Llevadlo a tierra. Yo brindaré por él, Pompeyo.

ENOBARBO
¡Por vos, Menas!

MENAS
¡Enobarbo! ¡A vuestra salud!

POMPEYO
1015
¡Llenad la copa hasta los bordes!

ENOBARBO
¡Ahí tenéis un hombre fuerte, Menas!

MENAS
¿Por qué?

ENOBARBO
¿No lo véis?
Lleva el peso de la tercera parte del mundo.

MENAS
Un tercio del mundo, borracho. ¡Fuera así con el resto
y el mundo iría sobre ruedas!

ENOBARBO
1020
¡Bebed, y que gire más rápido!

MENAS
Venid.

POMPEYO
¡Aún no es este festín como los de Alejandría!

ANTONIO
Ya se irá pareciendo. ¡Eh! ¡Que suenen las copas!
¡A la salud de César!

CÉSAR
Podría muy bien refrenarme.
1025
Empeño monstruoso el de lavar el cerebro
y no hacer sino enturbiarlo.

ANTONIO
Dejaos llevar por la ocasión.

CÉSAR
Mejor es que la hagáis vuestra. Os habré de responder...
Pero preferiría no probar nada en cuatro días
que beber tanto en uno.

ENOBARBO
¿Queréis, valeroso emperador,
1030
que bailemos ahora bacanales egipcias
para celebrar la bebida?

POMPEYO
¡A ello, buen soldado!

ANTONIO
Vamos todos de la mano...
Hasta que el vino nos conquiste los sentidos, y nos bañe
en el suave y delicado Leteo.

ENOBARBO
Démonos las manos.
1035
¡Que la música suene atronando los oídos!
Mientras os sitúo, que cante el muchacho.
Que cada cual entone el estribillo con tanta fuerza
Como pueda reunir en sus pulmones.

Música. Enobarbo los coloca unidos por las manos
Canción

MUCHACHO
Que viva del vino el monarca,
1040
Baco el gordo de los ojos rojos.
En tus cubas no hay enojos,
Que te cubran de guirnaldas.
Llénense las copas, que gire el mundo.
Llénense las copas, que gire el mundo.

CÉSAR
1045
¿Qué más queréis? Pompeyo, buenas noches. Hermano mío,
permitid que os acompañe. Nuestros más serios asuntos
fruncen el ceño ante tanta ligereza. Señores, vayámonos.
Ya veis cómo arden nuestras mejillas. Incluso Enobarbo
parece más débil que el vino, y mi propia lengua
1050
traba lo que trata de decir. Este salvaje disfraz a poco más
bufones hace de nosotros. ¿A qué más palabras? ¡Buenas noches,
buen Antonio! ¡Vuestra mano!

POMPEYO
Seguiremos en tierra.

ANTONIO
Así será, señor. Ahora dadme la mano.

POMPEYO
¡Oh, Antonio
ya tenéis la casa de mi padre! ¿Y qué? ¿No somos amigos?
1055
Bajemos al bote.

ENOBARBO
¡Cuidado, no caigáis!
Menas, no quiero ir a tierra.

MENAS
¡No! ¡A mi camarote!
¡Que suenen tambores, trompetas, flautas! ¿Qué hacéis?
¡Que oiga Neptuno la sonora despedida que dedicamos
a nuestros grandes amigos! ¡Que os cuelguen! ¡Música!

Trompetas y tambores

ENOBARBO
1060
¡Bravo por mí! ¡Ahí va mi gorro!

MENAS
¡Bravo por mi noble capitán! ¡Venid!

Salen

Acto III

ESCENA I

Entra Ventidio, en triunfo, [con Silio, otros oficiales y soldados], precedido del cadáver de Pacoro

VENTIDIO
Herida de muerte queda la Parcia de los arqueros;
así la Fortuna se complace en propiciarme vengador
de la muerte de Marco Craso. ¡Llevad el cuerpo del hijo del rey
1065
ante las tropas! Tu hijo Pacoro paga hoy, Orodes,
tributo por Marco Craso.

SILIO
Noble Ventidio, en tanto
guarde vuestra espada el calor de sangre parta,
perseguid a los fugitivos. Atravesad la Media
y la Mesopotamia, llegad allá donde huyan
1070
los derrotados. Así vuestro gran general, Antonio
os hará entrar triunfante en el carro de la victoria
coronada de laureles vuestra frente.

VENTIDIO
¡Ah, Silio, Silio!
He hecho ya bastante. Un inferior – recuérdalo bien –
no debe excederse en sus hazañas. Conviene, Silio,
1075
que aprendas: mejor dejar hacer que adquirir
fama en exceso a espaldas del que servimos.
César y Antonio han logrado más victorias
con sus oficiales que por sí solos: Sosio,
lugarteniente suyo en Siria, mi mismo grado,
1080
por haber acumulado el renombre repentino
que conseguía una y otra vez, perdió el favor de Antonio.
Quien en las guerras hace más de lo que puede su capitán,
en capitán suyo se convierte, y la ambición,
virtud del soldado, antes prefiere las pérdidas
1085
a las ganancias que le eclipsen.
Podría hacer más por bien de Antonio,
pero sería ofenderle, y con su ofensa
terminarían mis hazañas.

SILIO
Ventidio, vos tenéis
la cualidad sin la que un soldado de su espada
1090
apenas puede distinguirse. ¿Escribiréis a Antonio?

VENTIDIO
La informaré humildemente de lo que en su nombre,
palabra mágica en guerra, hemos conseguido;
de cómo sus estandartes y sus tropas bien pagadas
han perseguido a la caballería de Partia, nunca antes batida,
1095
hasta borrarla de la batalla.

SILIO
¿Dónde está ahora?

VENTIDIO
Se dirige a Atenas; y allí iremos, con la urgencia
que nos permita el peso de todo lo que llevamos,
a presentarnos ante él. ¡En marcha! ¡Adelante!

Salen

ESCENA II

Entran Agripa de una parte, Enobarbo de otra

AGRIPA
¿Qué? ¿Ya se han separado los hermanos?

ENOBARBO
1100
Despacharon a Pompeyo, que ya se ha marchado;
los otros tres están sellando el pacto. Octavia llora
por tener que dejar Roma. César, triste, y Lépido,
desde el banquete de Pompeyo, dice Menas,
languidece de amores.

AGRIPA
¡Lépido el noble!

ENOBARBO
1105
¡Y tanto que lo es! ¡Ah, su amor por César!

AGRIPA
¡Y el fervor con que adora a Marco Antonio!

ENOBARBO
¿César? ¡El mismo Júpiter entre los hombres!

AGRIPA
¿Y Antonio? ¡El dios a quien Júpiter sirve!

ENOBARBO
¿De César habláis?¿Del incomparable?

AGRIPA
1110
¡Oh, Antonio! ¡Oh, el Fénix de Arabia!

ENOBARBO
Si queréis de César hacer alabanza, decid tan solo “César”.

AGRIPA
Ciertamente los ha cubierto de grandes elogios.

ENOBARBO
Aunque a César ame más, estima también a Antonio.
¡Ay! ¡Corazones, lenguas, tropos, escribas, bardos, poetas
1115
no pueden pensar, decir, crear, escribir, cantar o rimar
– ¡ay! – su amor por Antonio! En cuanto a César,
¡de rodillas, de rodillas, y admirad!

AGRIPA
Los ama a los dos.

ENOBARBO
Ellos son sus alas, y él su escarabajo; así
[Trompetas]
nos llaman a caballo. ¡Adiós, noble Agripa!

AGRIPA
1120
¡Sea con vos la Fortuna, valeroso soldado! ¡Adiós!

Entran César, Antonio, Lépido y Octavia

ANTONIO
No sigáis más, señor.

CÉSAR
Me separáis de una parte muy querida de mí mismo;
tratadme bien en ella. Y tú, hermana mía, sé la esposa
que mis pensamientos imaginan, y lo que puedan prometer,
1125
apruébalo con tu conducta. Mi noble Antonio,
no permitáis que este modelo de virtud, entre nosotros
compartido, como cimiento que nuestro amor
consolidara, se convierta en el ariete que abra brecha
en su fortaleza. Mejor habría sido que nuestra estima
1130
no se hubiera servido de esa mediación, si de ambos
no recibe cuidados.

ANTONIO
Os aseguro que no me ofende
vuestra desconfianza.

CÉSAR
He dicho.

ANTONIO
Nunca encontraréis,
por mucho que queráis buscar, la más leve causa
de lo que parecéis temer. ¡Quedad, pues, con los dioses,
1135
y que propicien vuestros designios los corazones de Roma!
Aquí nos despedimos...

CÉSAR
¡Adiós, querida hermana mía! ¡Id con bien!
¡Que los elementos os sean benignos, y conforten
el ánimo de vuestro espíritu! ¡Adiós, id con bien!

OCTAVIA
1140
¡Mi noble hermano!

ANTONIO
Abril se asoma a sus ojos. Amor mana en primavera,
y éstas son las primeras lluvias. Alegrad el ánimo.

OCTAVIA
Señor, cuidad bien de la casa de mi esposo; y...

CÉSAR
¿Qué,
Octavia?

OCTAVIA
Os lo diré al oído...

ANTONIO
1145
No puede su lengua dar voz a su corazón, ni puede
su corazón mover su lengua. Es plumaje de cisne
que ondea sobre las olas crecidas en la marea
y a ningún lado se inclina.

ENOBARBO
¿Llorará César?

AGRIPA
Tiene nubes en el rostro...

ENOBARBO
1150
Mal defecto ese sería de ser él un caballo;
ya lo es, siendo un hombre...

AGRIPA
¿Por qué, Enobarbo?
Cuando Antonio encontró muerto a Julio César,
lloró como si rugiera; y también rompió en sollozos
en Filipos cuando a Brutus vio sin vida.

ENOBARBO
1155
Cierto es que aquel año le aquejaba un catarro,
pero lamentó lo que había destruido su propósito,
creedme, hasta hacerme llorar a mí también.

CÉSAR
No, dulce Octavia,
tendréis siempre noticias mías; no ha de correr el tiempo
más que mis pensamientos hacia ti.

ANTONIO
Vamos, señor;
1160
competirá con el vuestro la fuerza de mi amor.
¡Dejad que aquí os abrace! ¡Aquí os dejo partir,
y os encomiendo a los dioses!

CÉSAR
¡Adiós! ¡Sed felices!

LÉPIDO
¡Que todas las estrellas iluminen con su fulgor
vuestro camino!

CÉSAR
¡Adiós, adiós!

Besa a Octavia

ANTONIO
¡Adiós!

Trompetas. Salen

ESCENA III

Entran Cleopatra, Carmia, Iras y Alexas

CLEOPATRA
1165
¿Dónde está ese hombre?

ALEXAS
Medio muerto de miedo.

CLEOPATRA
¡Vamos, vamos! ¡Venid aquí, señor!

Entra el mensajero

ALEXAS
Majestad,
ni Herodes de Judea se atrevía a alzar la mirada
si no estáis de buen humor.

CLEOPATRA
La cabeza de ese Herodes
será mía; pero si Antonio está ausente, ¿cómo haré?
1170
¿A quién podré encomendar? – ¡Vos, acercaos!

MENSAJERO
Graciosa Majestad...

CLEOPATRA
¿habéis llegado a ver
a Octavia?

MENSAJERO
Sí, mi noble reina.

CLEOPATRA
¿Dónde?

MENSAJERO
En Roma, mi señora.
Pude ver bien su rostro: caminaba
Entre su hermano y Marco Antonio.

CLEOPATRA
1175
¿Es tan alta como yo?

MENSAJERO
No, señora.

CLEOPATRA
¿La oísteis hablar? ¿Cómo es su voz? ¿Aguda o grave?

MENSAJERO
La oí hablar, señora. Su voz es grave.

CLEOPATRA
Malas noticias; no podrá agradarle mucho tiempo.

CARMIA
¿Agradarle? ¡Oh, Isis! ¡Eso no es posible!

CLEOPATRA
1180
Eso creo yo, Carmia. ¡Débil de voz y enana!
¿Camina con majestad en sus gestos? Recuérdalo,
Si por caso la majestad reconoces.

MENSAJERO
Arrastra las piernas.
Con el mismo porte se mueve y queda quieta.
Parece un cuerpo, más bien que una vida;
1185
Una estatua, más que ser viviente.

CLEOPATRA
¿Es cierto eso?

MENSAJERO
O no soy buen testigo.

CARMIA
No hay tres en Egipto
que observen con mejor criterio.

CLEOPATRA
Es muy discreto,
bien puede verse, nada hay de malo en ella.
Tiene buen juicio este hombre.

CARMIA
Excelente.

CLEOPATRA
1190
¿Y qué edad diríais que tiene?

MENSAJERO
Señora,
era viuda...

CLEOPATRA
¿Viuda? Carmia, ¿habéis oído?

MENSAJERO
Y creo que tiene unos treinta...

CLEOPATRA
¿Recordáis su cara? ¿Es redonda o alargada?

MENSAJERO
Redonda, hasta el exceso.

CLEOPATRA
1195
Gran parte de los estúpidos tienen la cara así.
¿El color de sus cabellos?

MENSAJERO
Castaño, señora; y la frente
tan baja como quisiera.

CLEOPATRA
¡Aquí tenéis oro!
No debéis tomar a mal mi anterior aspereza.
Haré otra vez uso de vuestros servicios; parecéis
1200
muy dotado para los negocios. Id y preparaos;
nuestras cartas están dispuestas.

Sale el mensajero

CARMIA
¡Un hombre como es debido!

CLEOPATRA
¿Y tanto que lo es! Ahora me arrepiento
de haberle maltratado. Parece, por lo que dice,
que la criatura no vale gran cosa.

CARMIA
Nada, mi señora.

CLEOPATRA
1205
Ese hombre ha conocido la majestad; debería reconocerla.

CARMIA
¿Reconocerla? ¡Que Isis nos asista si así no fuera!
¡Tanto tiempo a vuestro servicio!

CLEOPATRA
Aún hay algo que quiero preguntarle, buena Carmia.
Ahora no importa, ya le traeréis ante mí
1210
allí donde escriba. Todo puede salir bien, todavía.

CARMIA
Estoy segura, mi señora.

Salen

Escena IV

Entran Antonio y Octavia

ANTONIO
No, no, Octavia, no es sólo eso...
Eso podría excusarse, con mil otras cosas
de similar importancia, pero ha sido él
1215
quien ha declarado nuevas guerras contra Pompeyo;
él quien ha leído en público su testamento.
apenas me menciona, y cuando no podía evitar
dedicarme algún elogio, fríos y mezquinos
los escogía, como si en poco me midiera.
1220
Cuando tuvo ocasión de alabarme, no lo hizo,
o lo hizo entre los dientes.

OCTAVIA
Mi buen señor,
no lo deis todo por cierto; o si queréis creerlo,
no alimentéis la injuria. Si la discordia os separa,
mujer más infeliz que yo jamás habrá mediado,
1225
rezando por ambas partes.
Los buenos dioses se burlarán de mí el instante
que les ruegue: “Bendecid a mi señor y esposo”
y me desdiga luego, rogando con tan alto fervor:
“Bendecid a mi hermano”. Que uno y otro triunfen,
1230
es mi plegaria, que a sí misma se niega, sin alcanzar
término que medie entre los extremos.

ANTONIO
Gentil Octavia,
inclinad vuestro amor mejor hacia donde se quiere
mejor conservarlo. Si yo pierdo mi honor,
me pierdo yo mismo, y más valiera no ser vuestro
1235
que serlo desmembrado. Tal y como pretendéis,
podréis mediar entre nosotros; mientras tanto,
yo haré los preparativos de una guerra
que eclipsará a vuestro hermano. Apresuraos,
y cumplid vuestros deseos.

OCTAVIA
Gracias, mis señor.
1240
Quiera Júpiter poderoso que yo sea, – tan débil como soy –
quien os reconcilie. Una guerra entre vosotros
sería como si el mundo se abriera, y con cadáveres
quisiéramos soldar la grieta.

ANTONIO
Cuando os sea evidente el origen de todo esto,
1245
orientad hacia allí vuestro disgusto. Nuestras culpas
no pueden ser tan iguales que a vuestro amor
por igual conmuevan. Aprestad vuestra partida.
Elegid compañía, y no reparéis en el gasto
que a vuestro placer se antoje.

Salen

Escena V

Entran Enobarbo y Eros

ENOBARBO
1250
¿Qué hay, amigo Eros?

EROS
Extrañas nuevas, señor.

ENOBARBO
¿Qué ocurre?

EROS
César y Lépido se han alzado en armas contra Pompeyo.

ENOBARBO
Son viejas vuestras noticias, ¿el resultado?

EROS
César, tras haberse servido de Lépido en las guerras contra Pompeyo, le negó al punto reconocimiento, y no le ha participado de las glorias de la empresa. Sin conformarse, ahora le acusa por ciertas cartas que en otro tiempo escribió a Pompeyo, y en virtud de su autoridad, lo ha mandado arrestar. Ahora el tercero, el pobre, está a buen recaudo, hasta que la muerte le ensanche la cárcel.

ENOBARBO
Entonces, ¡oh, mundo!, sólo te quedan dos quijadas.
1255
Si les echamos toda la comida que guardas,
se masticarán entre sí. ¿Dónde está Antonio?

EROS
Pasea por el jardín. Así. Y da puntapiés
al propio aire que levanta, y grita: “¡Lépido estúpido!”,
y amenaza el pescuezo del oficial de su mando
1260
que dio muerte a Pompeyo.

ENOBARBO
Nuestra gran flota está equipada.

EROS
Contra Italia y contra César. Hay otra cosa. Domicio,
mi señor, desea veros al instante. Mis noticias
deberían haber esperado.

ENOBARBO
No será nada,
pero nada importa. Llevadme ante Antonio.

EROS
1265
Venid, señor.

Salen

ESCENA VI

Entran Agripa, Mecenas y César

CÉSAR
¡En desprecio de Roma hizo todo esto, y más
en Alejandría! De este modo,
en la plaza del mercado, sobre un palco plateado
Cleopatra y Antonio, en tronos de oro
1270
se coronaron ante el pueblo. A sus pies se hallaban
Cesarión, a quien llaman hijo de mi padre,
y toda la progenia de bastardos que su lujuria
les ha enjendrado desde entonces. A ella le han donado
el patrimonio de Egipto, y el dominio
1275
de la Siria inferior, Chipre y Lidia
como reina absoluta.

MECENAS
¿Y esto a los ojos del pueblo?

CÉSAR
En la plaza, como espectáculo para el común.
Allí proclamó a sus hijos reyes de reyes:
de la gran Media, de Partia y de Armenia
1280
hizo dueño a Alejandro; a Ptolomeo asignó
Siria, Cilicia, y Fenicia. Aquél día, Cleopatra
apareció con las vestiduras de la diosa Isis.
Ya antes solía concede audiencia, según dicen,
así vestida.

MECENAS
Es preciso que Roma sepa esto.

AGRIPA
1285
Que harta ya como está de su insolencia,
decidirá retirarle el aprecio de su simpatía.

CÉSAR
El pueblo lo sabe, y ahora está informado
de sus acusaciones.

AGRIPA
¿Y a quién acusa?

CÉSAR
A César, diciendo que tras haber expoliado
1290
de la Sicilia a Pompeyo, no le hemos concedido
su parte en la isla. También dice que le debo
ciertas naves que me prestó, y por último, se queja
de que Lépido haya sido del triunvirato depuesto
y, siendo así, nos hayamos nosotros hecho cargo
1295
de todas sus rentas.

AGRIPA
Señor, esto merece respuesta.

CÉSAR
Ya está hecha, y con ella ya ha partido el mensajero.
Le respondo que Lépido había crecido en crueldad,
que abusaba de sus altos poderes, y que merecía
ser destituido. De lo que he conquistado,
1300
le reconozco parte, si también de Armenia
y sus otros territorios sometidos puedo yo
hacer reclamación.

MENAS
Jamás consentirá en eso.

CÉSAR
Entonces tampoco en esto se le consentirá

Entra Octavia con su séquito

OCTAVIA
¡Salve, César! ¡Señores! ¡Saludos, querido César!

CÉSAR
1305
¡Que alguna vez haya de llamarte renegada!

OCTAVIA
Ni me lo habéis llamado, ni tenéis motivo.

CÉSAR
¿Por qué llegáis entonces a escondidas? No venís
como la hermana de César; la esposa de Antonio
debería tener por nuncio un ejército, y caballos
1310
que relincharan para anunciar vuestra llegada
antes de que aparecierais. Los árboles del camino
deberían haberse cargado de hombres, y por ansia
de esperar, la propia expectación debería desmayarse.
Hasta el techo del cielo debería haberse alzado el polvo
1315
que levantaran tropas numerosas. Pero vos habéis venido
a Roma como moza al mercado, y habéis impedido
que os demostráramos nuestro afecto, que a menudo
no se aprecia si se oculta. ¡Habríamos salido a recibiros
por mar y por tierra, adornando cada etapa
1320
con mayores bienvenidas!

OCTAVIA
Mi buen señor,
venir así ante vos no me ha sido impuesto; lo he hecho
por propia voluntad. Mi señor Marco Antonio,
al oír que os preparabais para la guerra, dio de ellos cuenta
a mis oídos apenados. Yo le rogué entonces
1325
su permiso para regresar.

CÉSAR
Que fue al instante concedido,
por ser el único obstáculo que le alejaba de su lujuria.

OCTAVIA
No habléis así, mi señor.

CÉSAR
Mis ojos le tienen vigilado,
y de sus asuntos me llegan noticias con el viento.
¿Dónde se encuentra ahora?

OCTAVIA
En Atenas, mi señor.

CÉSAR
1330
No, hermana mía. ¡Os están ultrajando! Cleopatra
le ha llamado para sí. Le ha regalado su imperio
a una puta, y ahora levan ejércitos para la guerra
entre los reyes de la tierra. Ya tiene en sus tropas
a Boco, rey de Libia, y al rey Arquelao
1335
de Capadocia. Con ellos está Filadelfo, rey
de Paflagonia, Adalas, rey de los tracios,
Malco, rey de la Arabia y rey del Ponto,
Herodes de Judea, también Mitríades, rey
de Comagene; y Polemón, y Amintas,
1340
los reyes de la Media y Licaonia,
y una larga lista de otros cetros.

OCTAVIA
¡Soy tan desdichada!
¡Tengo el corazón partido entre dos amores
que se hieren entre sí!

CÉSAR
Sed bienvenida.
Vuestras cartas hicieron retrasar nuestra ruptura
1345
hasta que supimos que a vos os engañaba
y a nuestra confianza amenazaba. Pero tened coraje;
no permitáis que estos tiempos os confundan,
si urgentes necesidades oscurecen vuestra felicidad.
Dejad más bien que lo que ya está decidido
1350
recorra su curso sin lamentaros. Bienvenida a Roma.
Nada nos es más querido que vos. Habéis sido ofendida
más allá del alcance de la imaginación, y los altos dioses,
para haceros justicia, ministros suyos han nombrado
a nos y a los que te aman. Confortaos, que siempre
1355
seréis aquí bienvenida.

AGRIPA
Bienvenida seáis, señora.

MECENAS
Bienvenida, querida señora.
No hay un corazón en Roma que no os ame y compadezca.
Sólo Antonio, ese adúltero, tan espléndido
en sus depravaciones, puede repudiaros
1360
y entregar al poder de su mando a una coima
para que lo chille en contra nuestra.

OCTAVIA
¿Es cierto eso, señor?

CÉSAR
Bien cierto. Sed bienvenida, hermana. Os lo ruego,
aprended de la paciencia. ¡Querida hermana mía!

Salen

ESCENA VII

Entran Cleopatra y Enobarbo

CLEOPATRA
Arreglaré cuentas con vos, no lo dudéis.

ENOBARBO
1365
Pero ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

CLEOPATRA
Habéis criticado mi presencia en estas guerras,
diciendo que no es oportuna.

ENOBARBO
¿Lo es acaso, lo es acaso?

CLEOPATRA
Incluso si no fueran contra nos, ¿por qué no habríamos
de estar presentes?

ENOBARBO
Bien, podría responderos:
1370
si alistamos en compañía caballos y yeguas,
se perderían los caballos, pues cada yegua se haría cargo
de un miembro de la caballería.

CLEOPATRA
¿Qué es eso que decís?

ENOBARBO
Vuestra presencia no hará sino turbar a Antonio,
distraer de su corazón, de su cerebro, de su tiempo
1375
lo que ahora no debe sobrarle. Ya le acusan
de excesiva ligereza, y ya se oye decir en Roma
que Fotino, un eunuco y vuestras damas
dirigen esta guerra.

CLEOPATRA
¡Que se hunda Roma, y que se pudran
sus malas lenguas! Parte tengo en esta guerra,
1380
y como gobernante de mi reino debo estar en ella
comportarme como un hombre. ¡Silencio!
¡No daré un paso atrás!

Entran Antonio y Canidio

ENOBARBO
Ya he terminado...
¡Llega el Emperador!

ANTONIO
¿No encontráis extraño, Canidio,
que desde Tarento y Brindisio con tanta rapidez
1385
César haya podido cortar el mar Jónico
y ocupar Torina? ¿Lo sabéis ya, querida mía?

CLEOPATRA
La celeridad nunca es más admirada
que entre los negligentes.

ANTONIO
Buena respuesta.
Digna sería del mejor de los hombres,
1390
para escarnio de la indolencia. Nosotros, Canidio,
le haremos frente en el mar.

CLEOPATRA
¡En el mar! ¿Cómo no?

CANIDIO
¿Por qué en el mar, mi señor?

ANTONIO
Porque allí nos desafía.

ENOBARBO
También mi señor le ha retado a singular combate.

CANIDIO
Cierto es, y a librar el combate en Farsalia,
1395
donde César luchó contra Pompeyo. Pero rechaza
las ofertas que no le sirven de ventaja, como vos
deberíais hacer.

ENOBARBO
Vuestras naves no están bien dotadas.
Los marineros son labradores y arrieros, gentes
reclutadas con prisa y a la fuerza. En la flota de César
1400
hay hombres que lucharon varias veces contra Pompeyo.
Sus barcos son ligeros, pesados los vuestros. ¿Qué deshonra
cae sobre vos si rehusáis hacerle frente en el mar,
cuando estáis mejor preparado por tierra?

ANTONIO
¡Por mar, por mar!

ENOBARBO
Mi noble señor, de ese modo desperdiciáis
1405
la absoluta superioridad de vuestras tropas en tierra,
mermáis vuestro ejército, que en gran parte consiste
de infantes veteranos, renunciáis a poner en práctica
la ciencia de vuestra famosa estrategia, equivocáis
el camino que promete la victoria y, en resumen,
1410
os abandonáis del todo al azar y a la ventura
arriesgando certeza y seguridad.

ANTONIO
¡Lucharé por mar!

CLEOPATRA
Yo tengo sesenta veleros, ninguno pero que los de César.

ANTONIO
Quemaremos las naves que nos sobran;
con el resto bien armado, junto al promontorio de Accio
1415
batiremos a César cuando se acerque. Si fracasamos,
atacaremos entonces por tierra.
Entra un Mensajero
¿Qué te trae?

MENSAJERO
Es cierta la noticia, señor. Ha sido avistado.
César ha tomado Torina.

ANTONIO
¿Ya está allí en persona? Es imposible;
1420
extraños sería que su ejército hubiera llegado. Canidio,
por tierra dirigiréis nuestras diecinueve legiones
y nuestros doce mil jinetes. Nosotros embarcaremos.
¡Partamos, mi ninfa marina!
Entra un Soldado
¿Qué ocurre, bravo soldado?

SOLDADO
Noble emperador, no luchéis por mar;
1425
no fiéis de unas tablas podridas. ¿Acaso no son
de fiar esta espada y estas heridas? ¡Que los egipcios
y los fenicios se zambullan como los patos! Nosotros
estamos hechos a combatir de pie sobre la tierra,
y a conquistarla paso a paso.

ANTONIO
Bien, bien...¡Partamos!

Salen Antonio, Cleopatra y Enobarbo

SOLDADO
1430
¡Por Hércules! Creo que tengo razón.

CANIDIO
La razón es vuestra, soldado, pero todos sus actos
no nacen de su propio poder. Así guiado quien nos guía,
somos hombres en manos de mujeres.

SOLDADO
Vos comandáis
por tierra las legiones y la caballería, ¿no es cierto?

CANIDIO
1435
Marco Octavio y Marco Justeyo dirigen,
con Publícola y Celio, nuestras fuerzas en el mar;
yo detento el mando por tierra, la rapidez de César
excede las previsiones.

SOLDADO
Cuando aún estaba en Roma,
hizo salir sus tropas en pequeñas fracciones para distraer
1440
así a todos los espías.

CANIDIO
¿Su lugarteniente, sabéis quién es?

SOLDADO
Un tal Tauro, según dicen.

CANIDIO
Bien le conozco.

Entra un Mensajero

MENSAJERO
El Emperador llama a Canidio.

CANIDIO
Estos tiempos están preñados de noticias, y a cada hora
nace una nueva.

ESCENA VIII

Entra César [con Tauro] y su ejército en marcha

CÉSAR
1445
¡Tauro!

TAURO
¿Mi señor?

CÉSAR
Ningún ataque por tierra. Mantened las fuerzas intactas.
Ninguna batalla hasta que por mar hayamos acabado.
No excedáis las órdenes que aquí constan. Nuestra suerte
1450
se juega en este azar.

Salen

ESCENA IX

Entran Antonio y Enobarbo

ANTONIO
Dispongamos nuestras escuadras en aquél flanco de la colina,
a la vista de las tropas de César. Desde aquel lugar
podremos distinguir el número de sus naves,
y proceder en consecuencia.

Salen

ESCENA X

Entran Canidio de una parte con su ejército, de otra Tauro, lugarteniente de César. Cuando han cruzado el escenario, se oye el estrépito de un combate naval. Tocan a retirada. Entra Enobarbo.

ENOBARBO
1455
¡Todo perdido, perdido! ¡No puedo mirar!
La Antoniada, nave almirante de Egipto,
gira el timón y huye con sus sesenta barcos!
¡De verlo me duelen los ojos!

Entra Escaro

ESCARO
¡Por todos los dioses y diosas,
y por todo su concilio!

ENOBARBO
¿Cuál es vuestra aflicción?

ESCARO
1460
La mayor porción del mundo se ha perdido
por mera ineptitud; con un beso decimos adiós
a reinos y provincias...

ENOBARBO
¿Cómo se presenta la lucha?

ESCARO
Para nuestro bando, como los signos de la peste
donde la muerte es cierta. Esa yegua egipcia lujuriosa –
1465
que la lepra la alcance – en mitad de la batalla,
cuando las suertes un par de gemelas parecían,
siendo iguales ambas, o acaso mayor la nuestra,
como huyendo del tábano cual vaca en Junio,
iza las velas y escapa.

ENOBARBO
Eso vi yo también.
1470
Luego mis ojos, enfermos de aquella vista, ya no pudieron
seguir mirando.

ESCARO
En cuanto ella viró la borda,
Antonio, la noble ruina de su hechizo,
bate su ala marina, y como un pato salvaje en celo
deja la lucha en lo más alto para volar tras ella.
1475
Nunca he visto acción tan vergonzosa.
¡Ni sabiduría, ni honor, ni hombría
sufrieron nunca mayor ultraje!

ENOBARBO
¡Ah, maldición!

Entra Canidio

CANIDIO
A nuestra fortuna en el mar le falta el aire
y se hunde tristemente. Si nuestro general
1480
hubiera sido como sabía, habría ido bien.
¡Pero ha dado con su fuga ejemplo claro
para la nuestra!

ENOBARBO
¡Ah! ¿Estáis todavía por ahí? Buenas noches,
entonces.

CANIDIO
Hacia el Peloponeso han escapado.

ESCARO
1485
Llegar hasta allí es fácil. Iré también y esperaré
lo que luego ocurra.

CANIDIO
Ante César iré a presentar
mis legiones y mis caballos. Ya son seis los reyes
que me enseñan a rendirme.

ENOBARBO
Yo seguiré todavía
la herida suerte de Antonio, aunque mi razón
1490
está en el viento en contra mía.

Salen

ESCENA XI

Entra Antonio con su séquito

ANTONIO
¡Escuchad! La tierra me prohíbe hollarla
por vergüenza de sostenerme. Venid, amigos...
Estoy tan de retraso en el mundo que ya
me he perdido para siempre. Tengo un barco,
1495
cargado de oro; quedáoslo, divididlo; huid
y haced la paz con César.

TODOS
¿Huir? Nosotros, jamás.

ANTONIO
Yo mismo he huido, y he enseñado a cobardes
a escapar y a dar la espalda. Marchaos, amigos...
Yo estoy decidido a seguir un camino
1500
donde no os necesito. Vamos, marchaos.
Mi tesoro está en el puerto. Lleváoslo. ¡Ah!
¡He seguido lo que ahora me avergüenzo de mirar!
Hasta mis cabellos se amotinan, pues los blancos
reprochan a los negros por su furia, y éstos a los otros
1505
por su miedo, y su locura. Amigos, marchaos,
tendréis cartas mías a varios amigos, que os harán
más fácil el regreso. Os lo ruego, no os mostréis tristes,
ni discutáis remisos. Seguid el aviso
que mi pesar proclama. Dejad que aquí quede
1510
quien no queda consigo. ¡Al mar, he dicho!
Allí os haré entrega del barco y su tesoro.
Ahora, os lo ruego, dejadme un momento. Os lo ruego,
haced como digo. He perdido el derecho de ordenar,
y por eso os lo ruego. En seguida estaré con vosotros.

Se sienta
Entra Cleopatra, precedida por Carmia, Eros [e Iras]

EROS
1515
Vamos, señora, id a él, confortadle.

IRAS
Vamos, majestad, hacedlo.

CARMIA
Hacedlo. ¿Qué otra cosa si no?

CLEOPATRA
Dejad que me siente. ¡Oh, Juno!

ANTONIO
¡No, no, no, no, no!

EROS
1520
¿Veis aquí, mi señor?

ANTONIO
¡Ah! ¡Vergüenza, vergüenza!

CARMIA
¡Señora!

IRAS
¡Señora! ¡Emperatriz!

EROS
¡Señor, señor!

ANTONIO
1525
Sí, mi señor, sí...En Filipos él blandía
su espada como en un baile, mientras yo
me encargaba de Casio, flaco y viejo. Y fui yo
quien dio muerte a Bruto el loco. Él sólo se ocupaba
de dirigir a sus oficiales, y le faltaba experiencia
1530
en los cuadros valerosos de la guerra. Pero ahora...¿Qué más da?

CLEOPATRA
¡Ah, esperad!

EROS
¡La reina, mi señor! ¡La reina!

IRAS
Id a él, señora. Id y habladle.
La vergüenza le tiene fuera de sí.

CLEOPATRA
1535
¿Sí, ya voy! ¡Ah, ayudadme! ¡Oh!

EROS
Alzaos, mi noble señor; la reina se acerca
con gesto abatido. La muerte se la llevaría
si vuestro consuelo no la rescata.

ANTONIO
¡He manchado mi honor y mi fama
1540
con la más vil de las huidas!

EROS
¡Señor, la reina!

ANTONIO
¡Ah, Reina Egipcia! ¿A dónde me llevas? ¿No ves
cómo escondo de tus ojos la vergüenza,
buscando entre las ruinas que ha dejado
tras de sí mi deshonra?

CLEOPATRA
¡Ah, mi señor, mi señor!
1545
Perdona el temor de mis velas. Nunca pensé
que me seguirías.

ANTONIO
Bien sabías, reina de Egipto,
que estaba mi corazón a tu timón amarrado,
y que habrías de arrastrarme. Sobre mi alma
sabías que tienes impero supremo, y que basta
1550
un gesto tuyo para hacer que desoiga la llamada
de los dioses.

CLEOPATRA
¡Perdóname!

ANTONIO
Ahora será preciso
que le envíe a un jovenzuelo humildes proposiciones,
que intrigue astucias y las argucias de la bajeza. ¡Yo,
que con la mitad del mundo jugaba a mi placer,
1555
creando y derribando fortunas! Tú bien sabías
cuál es en mí el dominio de tu conquista,
y que mi espada, débil por mis afectos,
siempre habría de obedecerlos.

CLEOPATRA
¡Perdón, oh, perdón!

ANTONIO
¡Ni una lágrima, digo! Una sola de ellas cuenta
1560
por todo lo vencido y lo perdido, Dame un beso.
Así ya estoy pagado. Le hemos enviado el preceptor.
¿Ha vuelto acaso? Amor, me siento lleno de plomo.
¡Que traigan vino de dentro, y viandas! Sabe la Fortuna
que más la despreciamos cuanto más nos maltrata.

Salen

ESCENA XII

Entran César, Agripa, Dolabela, [y Tidias}, con otros

CÉSAR
1565
¡Haced que entre el mensajero de Antonio!
¿Sabéis quién es?

DOLABELA
El preceptor, César, de sus hijos.
Prueba es el estado de su plumaje, si antes nos
manda tan pobre muestra como pluma de sus alas.
No hace muchas lunas le sobraban los reyes
1570
para enviar sus mensajes.

Entra el embajador de Antonio

CÉSAR
Acercaos. Hablad.

EMBAJADOR
Tal cual me véis me envía Antonio.
Últimamente contaba tan poco en sus planes
como el rocío del alba sobre las hojas de mirto
para el océano.

CÉSAR
Sea. Decid vuestra embajada.

EMBAJADOR
1575
Antonio os saluda como señor de sus fortunas,
y requiere vuestro permiso para vivir en Egipto.
Si rehusarais, su ruego se reduciría, y os suplicaría
licencia para estar vivo entre el cielo y la tierra,
ciudadano de Atenas. Esto en lo que a él respecta.
1580
Así Cleopatra, como homenaje a vuestra grandeza,
se somete a vuestra potestad, y de vos solicita
la corona de los Ptolomeos para sus hijos,
que ahora depende de vuestra gracia.

CÉSAR
Para Antonio
y sus requerimientos no tengo oídos. La reina
1585
no ha de carecer de audiencia ni deseo, con tal
de alejar de Egipto a su infortunado amante
o allí quitarle la vida. Si esto llegada a hacer,
no habrá de rogarme en vano. Esa es mi respuesta.

EMBAJADOR
¡Que la Fortuna te siga!

CÉSAR
Conducidle a través de las tropas.
Sale el Embajador
1590
Ahora es el tiempo de probar tu elocuencia. Prepárate.
Separa de Antonio a Cleopatra. Véncela con promesas
que le ofrezcas en mi nombre. Añade a lo que te pida,
lo que quieras inventarte. No son fuertes las mujeres
cuando su dicha es completa; en la miseria incluso
1595
la virgen vestal perjuraría. Pon a prueba tu astucia, Tidias.
Dicta tú mismo el precio de tus molestias; para nos
ley será lo que pidas.

TIDIAS
César, ya marcho.

CÉSAR
Observa cómo lleva Antonio su desgracia,
y lo que pueda deducirse de su actitud
1600
en todos sus movimientos.

TIDIAS
Así haré, César.

Salen

ESCENA XIII

Entran Cleopatra, Enobarbo, Carmia e Iras

CLEOPATRA
¿Qué podemos hacer, Enobarbo?

ENOBARBO
Pensar, y morir.

CLEOPATRA
¿Es de Antonio, o es mía, la culpa en esto?

ENOBARBO
De Antonio sólo, por ceder a sus deseos
el dominio de su razón. ¿Y qué si huisteis
1605
de las fauces de aquella guerra, cuando todas sus líneas
se espantaban entre sí? ¿Por qué tuvo que seguiros?
El ardor de sus afectos no debió entonces
arrebatarle su deber de capitán, en tal momento,
cuando medio mundo al otro medio se enfrentaba
1610
por mera causa suya. Mayor vergüenza que su ruina
fue la de seguir la huída de vuestras banderas,
ante el asombro de sus naves.

CLEOPATRA
Callad, os lo ruego.

Enta el Embajador, con Antonio

ANTONIO
¿Es esa su respuesta?

EMBAJADOR
Sí, mi señor.

ANTONIO
1615
La reina tendrá entonces su indulgencia, si consiente
en entregarme.

EMBAJADOR
Eso ha dicho.

ANTONIO
Informad a la reina:
enviadle esta cabeza canosa al joven César
y os colmará hasta el fondo vuestros deseos
con reinos.

CLEOPATRA
¿Vuestra cabeza, mi señor?

ANTONIO
1620
Volved donde el César, y decidle que luce la fresca rosa
de la juventud, y que el mundo por ello de él espera
alguna hazaña singular. Que su tesoro, sus naves, sus legiones
podrían tener un cobarde por dueño, y que sus ministros
tanto lograrían comandados por un niño como ahora
1625
bajo el mando de César. Decid que por tanto le desafío
a despojarse de su ventaja, feliz si comparada
con mi declive, y a medirse con nos, espada contra espada,
el uno contra el otro. ¡Por escrito! ¡Seguidme!

[Salen Antonio y el Embajador]

ENOBARBO
¡Ya! ¡Bien probable! ¡César, altísimo general,
1630
hace girar su fortuna y hace de sí espectáculo
contra un espadachín! El juicio de los hombres
no es sino el de su fortuna, y las apariencias
se llevan consigo las calidades que ocultan
para sufrir igual suerte. ¿Y aún quiere soñar,
1635
un hombre de su mesura, que el glorioso César
responde a sus vaciedades! ¡Ah, César! ¡Has sojuzgado
también su entendimiento!

[Entra un Sirviente]

SIRVIENTE
Un mensajero de César.

CLEOPATRA
¿Cómo? ¿Sin más ceremonia? ¿Veis, damas mías?
La rosa caída no quieren olerla
1640
quienes se inclinaban ante la flor. ¡Hacedle entrar!

Sale el Sirviente

ENOBARBO
Mi honradez y yo hemos comenzado a discutir.
La lealtad que se le presta a un necio nos convierte
en locos fieles; también es cierto: quien persevera
y acompaña la desgracia de su señor vencido,
1645
conquista a quien conquistó su amo
se gana un puesto en la historia.

Entra Tidias

CLEOPATRA
¿El deseo de César?

TIDIAS
Oídlo aparte.

CLEOPATRA
No hay sino amigos. Hablad sin miedo.

TIDIAS
¿Son también amigos de Antonio?

ENOBARBO
Necesita tantos, señor, como tiene César,
1650
o no nos necesita. Si a César le place, nuestro señor
correrá para ser su amigo. Y nosotros, como sabéis,
somos de quien es él, es decir, de César.

TIDIAS
Cierto.
Así es entonces, famosa reina, que César os encarece
a no considerar la situación que os atañe
1655
sin reparar en César.

CLEOPATRA
Palabras regias. Seguid.

TIDIAS
Sabe que si abrazasteis a Antonio, no fue tanto
por amor de él como de su temor.

CLEOPATRA
¡Oh!

TIDIAS
Así, las heridas que han marcado vuestro honor
como manchas impuestas las compadece,
1660
y no como merecidas.

CLEOPATRA
César es un dios, y sabe
cuál es la verdad. Mi honra no fue entregada,
sino tomada por la fuerza.

ENOBARBO
Para convencerme
he de saberlo de Antonio. ¡Ah, mi señor! ¡Hacéis tanta agua
que no podemos sino dejar que os hundáis:
1665
os abandona quien más os ama!

Sale Enobarbo

TIDIAS
¿Qué he de pedir
en vuestro nombre a César? Él se complace en rogaros
que le roguéis conceder. Mucho le placería
que en sus formas vierais un bastón
donde apoyaros. Y aumentaría su placer
1670
si por mí supiera que habéis dejado a Antonio
para acogeros bajo su abrigo y la protección
del señor del universo.

CLEOPATRA
¿Cómo os llamáis?

TIDIAS
Tidias es mi nombre.

CLEOPATRA
Gentil mensajero,
responded al gran César en nombre mío
1675
que yo beso su mano victoriosa. Decidle que estoy dispuesta
a entregar a sus pies de rodillas mi corona.
Decid que en su voz por todos acatada espero oír
la suerte de Egipto.

TIDIAS
Tomáis la senda más noble.
Cuando combaten unidas fortuna y sabiduría,
1680
y esta se propone hacer lo que hacerse puede
no hay azar que la detenga. Concededme gracia para dejar
mi homenaje en vuestra mano.

CLEOPATRA
El padre de vuestro César,
cuando soñaba conquistas de reinos, solía
posar sus labios en esta mano indigna,
1685
como besos que llovieran.

Entran Antonio y Enobarbo

ANTONIO
¿Y esos favores? ¡Por Júpiter tronante!
¿Tú, quién eres, canalla?

TIDIAS
No hago sino representar
las órdenes del mayor de los hombres, y el más digno
que pueda ser obedecido.

ENOBARBO
Seréis azotado.

ANTONIO
¡Ven aquí! ¡Ah, rapaz carroñera! ¡Por los dioses y los diablos,
1690
mi autoridad se desvanece! Antes, cuando gritaba “¡Eh!”,
como niños en tropel, los reyes saltaban y se empujaban
al contestar “¡A vuestras órdenes, señor!” ¿No tienes oídos?
Soy Antonio todavía. Llevaos a este bribón, y azotadlo.

Entra un sirviente.

ENOBARBO
Mejor sería jugar con el cachorro de un león
1695
que con uno viejo y moribundo.

ANTONIO
¡Por la luna y las estrellas!
¡Azotadle! Si a veinte de los mayores tributarios
que se inclinan ante César los descubriera
haciendo zalamerías con la mano de...¿Cómo se llama,
si era antes Cleopatra? ¡Vosotros, azotadle,
1700
hasta que le veáis torcer el gesto como un niño,
y suplique piedad a gritos! ¡Lleváoslo de aquí!

TIDIAS
¡Marco Antonio...!

ANTONIO
¡Fuera con él! Y cuando le hayáis azotado,
traedlo aquí otra vez. Este canalla ha de llevar
un mensaje nuestro a César.
1705
Salen con Tidias
Cuando te conocí ya estabas medio maldita, ¿verdad?
¿He dejado intacta mi almohada en Roma,
he renunciado a tener descendencia legítima
de una joya entre las mujeres, para verme burlado así
mientras tú persigues criados?

CLEOPATRA
Mi buen señor...

ANTONIO
1710
Siempre has sido falsa y voluble.
Pero al endurecernos en nuestros vicios – ah,
cuánta miseria – los dioses sellan nuestros ojos,
enturbian nuestro juicio en nuestro propio cieno,
nos hacen sentir orgullo de nuestras faltas, y ríen al vernos
1715
pavonear hacia la ruina.

CLEOPATRA
¡Oh! ¿A esto hemos llegado?

ANTONIO
Te encontré como un bocado, ya frío en el plato
de César muerto. ¿Qué digo? No eras sino las sobras
de Cneo Pompeyo. ¿Y qué otras en celo,
escondidas a la memoria del pueblo, habrás elegido
1720
para jugar con tu lujuria? Ahora tengo por cierto
que no sabes qué cosa es la temperancia, aunque creas
poder imaginarla.

CLEOPATRA
¿Por qué dices todo esto?

ANTONIO
¡Permitir que un canalla busca recompensas
que dice “¡Dios os lo pague!” se tome libertades
1725
con tu mano, mi compañera de juegos, sello real,
y prenda de nobles corazones! ¡Ah! ¡Quisiera estar
en la colina de Basán, para rugir con más fuerza
que cualquier rebaño de cornudos!¡Salvajes son mis motivos,
y proclamarlos con palabras corteses sería como decirle
1730
al verdugo que me ata la soga al cuello que le agradezco
su gentileza para conmigo! – ¿Le habéis azotado?

Entra un Sirviente con Tidias

SIRVIENTE
A conciencia, mi señor.

ANTONIO
¿Ha gritado? ¿Pidió perdón?

PRIMER SIRVIENTE
Pidió gracia.

ANTONIO
Si tu padre vive todavía, que se arrepienta
1735
de que no seas su hija. Y tú laméntate
de haber seguido a César en su triunfo, pues por seguirle
has sido azotado. De ahora en adelante,
que la mano blanca de una dama te cause fiebres,
y tiembles sólo con mirarla. Vuelve a César,
1740
y cuéntale tu recibimiento. Mira bien que sepa
que consigue irritarme con esos aires que muestra
de soberbia y desdén, insistiendo en lo que soy,
como si no supiera lo que fui. Consigue irritarme.
Y ahora es bien fácil conseguirlo, ahora
1745
que mi estrella propicia, antaño mi guía fiel,
ha dejado su órbita vacía, y vierte su fuego
en el abismo del infierno. Si le disgusta esto
que digo, y lo que he hecho, recuérdale que dispone
de Hiparco, esclavo mío liberto, a quien puede
1750
a su placer azotar, o colgar, o dar tormento,
como elija, para resarcirse. ¡Pídeselo tú!
¡Vete con tus jirones! ¡Fuera de aquí!

Sale Tidias

CLEOPATRA
¿Has terminado?

ANTONIO
¡Ah! ¡Nuestra luna terrenal
se ha eclipsado, y ahora sólo promete
1755
la caída de Antonio!

CLEOPATRA
Esperaré lo que tarde.

ANTONIO
Para adular a César, ¿has de cambiar miradas
con uno que le cierra los botones?

CLEOPATRA
¿Aún no me conoces?

ANTONIO
¿Vuestro corazón de hielo?

CLEOPATRA
¡Ah, querido mío, si así fuera
que de mi frío corazón engendre el hielo granizo,
1760
y que nazca envenenado! ¡Que la primera piedra
caiga sobre mi cuello, y que al fundirse se disuelva
con ella mi vida! ¡Que la segunda alcance a Cesarión,
y así, una tras otra, hasta que la memoria de mi vientre,
en compañía de todos mis egipcios valerosos,
1765
al deshacerse los copos que dispara la tormenta,
yazcan insepultos, para que las moscas y mosquitos del Nilo
los entierren como presa!

ANTONIO
Así estoy satisfecho.
César se ha establecido en Alejandría, y allí
he de oponerme a su suerte. Nuestras tropas en tierra
1770
han resistido noblemente, nuestra flota dispersa
se ha reagrupado, y navega de nuevo amenazante.
¿Dónde has estado, corazón mío? ¿Me oyes, mi amor?
Si del campo de batalla he de regresar algún día
para besar estos labios, vendré cubierto de sangre.
1775
Yo, y mi espada ganaremos la fama de nuestra crónica.
Hay esperanza todavía.

CLEOPATRA
¡Ahora eres mi valiente señor!

ANTONIO
Triples serán mis músculos, mi corazón, mi aliento,
y lucharé con furia maligna. Cuando mis horas
eran dulces y afortunadas, había quienes salvaban
1780
sus vidas haciéndome gracias. Ahora apretaré los dientes,
y al oscuro infierno arrojaré a quien me detenga. ¡Ven,
celebremos otra noche todavía! ¡Haced que vengan
todos mis tristes capitanes! ¡Alcemos las copas una vez más,
y burlémonos de la medianoche!

CLEOPATRA
Es mi cumpleaños.
1785
Había pensado festejarlo sin dispendios. Pero si mi señor
es Antonio otra vez, yo seré Cleopatra.

ANTONIO
Todavía saldremos con bien.

CLEOPATRA
¡Llamad a los nobles capitanes de mi señor!

ANTONIO
¡Llamadlos, queremos hablarles! Esta noche ha de beber
1790
hasta que el vino asome por sus cicatrices. Ven, mi reina,
aquí queda savia todavía. En la próxima batalla,
haré que la muerte me ame; seré buen rival
de su guadaña pestilente.

Salen

ENOBARBO
Ahora será más fulminante que el rayo. Estar furioso
1795
es perder el miedo del miedo, y en esa condición
a picarle al halcón la paloma se atreve. Veo todavía
que la merma del cerebro de nuestro capitán
la restaura el corazón. Cuando el valor hace presa del juicio
se come la espada con que combate. Yo he de buscar
1800
la manera de abandonarlo.

Sale

Acto IV

ESCENA I

Entran César, Agripa y Mecenas, con su ejército; César, leyendo una carta

CÉSAR
Dice que soy un niño, y me reprueba como si tuviera
poder para echarme de Egipto. A mi mensajero
lo ha mandado azotar, y a mí en persona me desafía:
“César contra Antonio”. Ese viejo ha de saber
1805
que tengo otros planes para morir; mientras tanto
me río de sus amenazas.

MECENAS
Tenga César presente
que cuando un gran hombre se enfurece se sabe acorralado
y su caída inminente. No le deis respiro, y ahora
sacad provecho de su confusión. Nunca fue la ira
1810
buen centinela de sí misma.

CÉSAR
Sepan nuestros oficiales
que de librar mañana la última de muchas batallas
tenemos intención. En nuestras filas contamos
con soldados que solían servir a Marco Antonio
suficientes para prenderlo. Ved que así se haga,
1815
y que haya fiestas para la tropa. Víveres nos sobran,
y se han merecido el gasto. ¡Pobre Antonio!

Salen

ESCENA II

Entran Antonio, Cleopatra, Enobarbo, Carmia, Iras y Alexas, con otros

ANTONIO
¿No quiere entonces luchar conmigo, Domicio?

ENOBARBO
No.

ANTONIO
¿Por qué no habría de hacerlo?

ENOBARBO
Piensa que siendo su fortuna veinte veces mejor,
1820
son veinte contra uno.

ANTONIO
Mañana, soldado, combatiré
por mar o por tierra; o habré de seguir con vida,
o habré de bañar muriendo mi honor en la sangre
que lo resucite. ¿Lucharás mañana con coraje?

ENOBARBO
Con cada golpe gritaré: “¡O todo o nada!”

ANTONIO
Bien dicho. Vamos.
1825
¡Haced que vengan mis sirvientes! ¡Seremos esta noche
Entran tres o cuatro sirvientes
espléndidos en la cena! Tú, dame la mano...
Has sido siempre honrado. Y tú también lo fuiste...
Y tú... Y vosotros... Me habéis servido todos bien,
y reyes tuvisteis por compañeros.

CLEOPATRA
¿Qué significa esto?

ENOBARBO
1830
Una de las extravagancias que en la mente hace prender
la desdicha.

ANTONIO
Tú también has sido honesto.
¡Ah, si pudiera convertirme en tantos hombres
y os unierais vosotros todos juntos en un solo
Antonio! ¡Así podría serviros con tanto cuidado
1835
como habéis hecho vosotros!

TODOS
¡No lo quieran los dioses!

ANTONIO
Bien, queridos amigos, servidme también esta noche.
No escatiméis las copas, y tratadme con el respeto
que os merecía mi imperio cuando era como vosotros
y obedecía también mis órdenes.

CLEOPATRA
Pero, ¿qué pretende?

ENOBARBO
1840
Hacer llorar a sus fieles.

ANTONIO
Atendedme esta noche.
Quizá sea éste el último de vuestros deberes;
tal vez no me veáis ya nunca más, o si acaso,
de mí una sombra mutilada. Quién sabe si mañana
serviréis a otro dueño. Ahora os miran mis ojos
1845
como si fuera a despedirme. ¡Mis buenos amigos!
No puedo despediros; como señor vuestro quedo
esposado a vuestro fiel servicio hasta la muerte.
Atendedme por dos horas esta noche, no os pido más,
y que los dioses os recompensen.

ENOBARBO
¿Qué hacéis, señor?
1850
¿Para qué queréis desconsolarnos? Mirad cómo lloran.
¡Y yo, que soy un asno, con los ojos llenos de cebolla!
¡Qué vergüenza! ¿En mujeres quieres trocarnos?

ANTONIO
¡Ja, ja, ja!
¡Que la bruja se me lleve si esa fuera mi intención!
Crezca la gracia donde caen esas lágrimas, amigos generosos.
1855
Doloroso en exceso es el sentido que dais a mis palabras.
Yo sólo os hablaba para confortaros, tan sólo quería
que antorchas incendiarais esta noche. Confiad, amigos,
pues mañana espero salir con bien, y poder guiaros
allí donde me aguarda una vida victoriosa
1860
antes que la muerte, y el honor. Venid todos. Cenemos,
y ahoguemos todo cuidado.

Salen

ESCENA III

Entra un escuadrón de soldados

PRIMER SOLDADO
Buenas noches, hermano. Mañana es el día.

SEGUNDO SOLDADO
De algún modo se decidirá. ¡Que te vaya bien!
¿No has oído nada extraño por las calles?

PRIMER SOLDADO
1865
Nada. ¿Sucede algo?

SEGUNDO SOLDADO
Serán sólo rumores. ¡Que tengas buena noche!

PRIMER SOLDADO
¡Buenas noches!

Aparecen otros soldados

SEGUNDO SOLDADO
¡Estad alerta, soldados!

PRIMER SOLDADO
¡Y vosotros! ¡Buenas noches! ¡Buenas noches!

Se colocan en los extremos del escenario

SEGUNDO SOLDADO
Este es nuestro puesto. Y si mañana
1870
le va bien a nuestra flota, tengo toda la esperanza
que los de tierra resistirán.

PRIMER SOLDADO
Es valiente nuestro ejército,
y dispuesto a todo.

Música de clarines bajo el escenario

SEGUNDO SOLDADO
¡Silencio! ¿Qué ruido es ese?

PRIMER SOLDADO
¡Escucha!

SEGUNDO SOLDADO
¿Has oído?

PRIMER SOLDADO
Música en el aire.

TERCER SOLDADO
¡Viene de bajo tierra!

CUARTO SOLDADO
¿Es buen augurio, no?

TERCER SOLDADO
No.

PRIMER SOLDADO
¡Silencio, digo!
1875
¿Qué puede significar esto?

SEGUNDO SOLDADO
Es obra del dios Hércules, que Antonio veneraba,
y que ahora abandona.

PRIMER SOLDADO
Vayamos a ver si los otros centinelas
oyeron lo que hemos oído.

SEGUNDO SOLDADO
¿Qué hay, compañeros?

Hablan entre sí.

TODOS
Qué hay?
¿Qué sucede? ¿Habéis oído eso?

PRIMER SOLDADO
Sí. ¿No es extraño?

TERCER SOLDADO
1880
¿Habéis oído, compañeros? ¿Habéis oído?

PRIMER SOLDADO
Sigámoslo hasta donde permitan nuestros puestos
y veamos cómo termina.

TODOS
Sea. Pero es extraño...

Salen

ESCENA IV

Entran Antonio y Cleopatra, [Carmia] y otros

ANTONIO
¡Eros! ¡Mi armadura! ¡Eros!

CLEOPATRA
Duerme un poco más...

ANTONIO
No, mi dulce. ¡Eros, quiero mi armadura! ¡Eros!
1885
Entra Eros
Venid, compañero. Vestidme con vuestros hierros.
Si no está hoy la fortuna con nosotros, que sea
porque la desafiamos. Vamos.

CLEOPATRA
Quiero ayudar yo también.
¿Para qué sirve esto?

ANTONIO
Deja eso, déjalo estar, que tú cuidas
las armas de mi corazón. No, no es así... Aquí, aquí...

CLEOPATRA
1890
Deja, déjame ayudarte. Así, ahora ya está.

ANTONIO
Bien, bien,
el triunfo nos espera. ¿habéis visto, amigo mío?
Id ahora a preparar vuestra armadura.

EROS
En seguida, mi señor.

CLEOPATRA
¿No está esto bien abrochado?

ANTONIO
Espléndidamente.
1895
Quien esto desabroche, sin que yo elija
desatarla por reposarme, escuchará una tormenta.
¡Eros, sois torpe, y mi reina es caballero
en esto más diestro que vos! Daos prisa!
¡Amor, si pudieras ver hoy mis guerras, y entendieras
1900
de regias obligaciones, verías trabajar
a un artesano!
Entra un soldado armado
¡Buenos días! ¡Bienvenido!
Por tu aspecto se diría que conoces el oficio de la guerra.
Para el deber que nos place nos levantamos temprano
y madrugamos con gusto.

SOLDADO
Mil soldados, señor,
1905
aunque temprano sea, han ceñido ya sus armas
y os esperan a las puertas.

Una orden. Suenan trompetas
Entran capitanes y soldados

CAPITÁN
¡Hermosa es la mañana! ¡Buenos días, mi general!

TODOS
¡Buenos días, general!

ANTONIO
¡Buen augurio, mis muchachos!
Esta mañana, como el ánimo de un joven
1910
dispuesto a hacerse notar, comienza temprano.
Así, eso es... Vamos dadme eso... Aquí... ¡Bien, ya está!
¡Adiós, mi señora! Sea cual fuere mi suerte,
este es un beso de soldado. Humillante,
y digno de vergonzosa reprobación sería
1915
detenerse en cumplidos más formales. He de dejarte
ahora, como si fuese de acero. ¡Los que han de luchar,
que me sigan de cerca! ¡Yo he de guiaros! ¡Adiós!

Salen Antonio, Eros, capitanes y soldados

CARMIA
¿Queréis retiraros a vuestra estancia?

CLEOPATRA
Acompañadme.
¡Con qué gallardía avanza! ¡Ojalá pueda con César
1920
en combate singular decidir esta gran guerra!
Entonces, Antonio... Pero ahora... ¡Bien, vayamos!

Salen

ESCENA V

Suenan trompetas. Entran Antonio y Eros, [y un soldado]

SOLDADO
¡Que los dioses le concedan un día feliz a Antonio!

ANTONIO
¡Si tú y tus heridas me hubierais convencido entonces
a combatir por tierra!

SOLDADO
De haber obrado así,
1925
los reyes que se han rebelado, y el soldado
que esta mañana ha huido, seguirán todavía
vuestros pasos.

ANTONIO
¿Quién ha huido esta mañana?

SOLDADO
¿Quién?
Alguien siempre cercano a vos. Si llamáis a Enobarbo
no ha de escucharos, o desde el campo de César os diría
1930
que ya no es uno de los vuestros.

ANTONIO
¿Qué dices?

SOLDADO
Señor,
está con César.

EROS
No ha llevado, señor, consigo
baúles ni pertenencias.

ANTONIO
¿Se ha marchado?

SOLDADO
Ciertamente.

ANTONIO
Id, Eros, y haced que le envíen sus pertenencias.
Encargaos vos de que nada falte, y escribidle
1935
un saludo cortés de despedida. Yo firmaré la carta.
Decidle que deseo que nunca más encuentre causa
para cambiar de dueño. ¡Ah! ¡Pensar que mi fortuna
corrompe a los hombres de bien! ¡Apresuraos!¡Enobarbo!

Salen

ESCENA VI

Trompetas. Entran Agripa, César, con Enobarbo, y Dolabela

CÉSAR
Adelantaos, Agripa, y dad comienzo a la batalla.
1940
Es deseo nuestro que Antonio sea capturado vivo.
Hacedlo saber a todos.

AGRIPA
¡Así se hará, César!

[Sale]

CÉSAR
Se acerca el tiempo de la paz universal.
Si el día nos es propicio, en las tres ramas del mundo
lucirá libre un único olivo.

Entra un mensajero

MENSAJERO
Antonio ha llegado
1945
al campo de batalla.

CÉSAR
Id donde Agripa y decidle
que disponga en la vanguardia a los desertores.
Así Antonio pensará que malgasta su furia
contra sí mismo.

Salen todos [excepto Enobarbo]

ENOBARBO
Alexas le traicionó. Fue enviado a Judea para tratar
1950
asuntos por cuenta de Antonio, y allí persuadió
al gran Herodes para inclinarse de parte de César,
y abandonar a Antonio, su señor. En pago de sus afanes
César le mandó colgar. Canidio, y los demás
que despertaron, tiene empleo, pero ninguno
1955
es digno de honorable confianza. He obrado mal,
y ahora me acuso con tanta amargura
que no volveré a tener gozo.

Entra un soldado de César

SOLDADO
¡Enobarbo! Antonio
os envía todas vuestras pertenencias, a las que añade
el regalo de su generosidad. Ha llegado el mensajero
1960
bajo mi custodia, y está ahora mismo ante vuestra tienda
descargando las monturas.

ENOBARBO
Quedáoslo vos...

SOLDADO
¡Nada de bromas, Enobarbo!
Lo que os digo es verdad; y mejor si escoltáis al portador
hasta que salga del campamento. He de cumplir órdenes,
1965
o yo mismo lo hubiera hecho. Vuestro emperador
sigue siendo como Júpiter.

Sale

ENOBARBO
Yo sólo soy un villano en la tierra,
y nadie lo siente tanto como yo. ¡Ah, Antonio,
mina generosa! ¿Cómo habrías pagado
1970
mi mejor servicio, si así mis torpezas
con oro respondes? ¡Me rompe el corazón!
Si la angustia al punto no lo quiebra, llegará más veloz
otro pensamiento a rematarlo, pero esta angustia se bastará.
¿Luchar contra ti? No, no, mejor saldré a buscar
1975
alguna fosa donde caer muerto. Inmundo final merece
la parte final de mi vida.

Sale

ESCENA VII

Corneta, tambores y trompetas. Entra Agripa

AGRIPA
¡Atrás!¡Retirada! ¡Nos estamos arriesgando demasiado!
El propio César tiene trabajo, y la opresión que sufrimos
excede lo que esperábamos.

Sale
Suenan cornetas. Entran Antonio y Escaro, herido

ESCARO
1980
¡Ah, mi valiente emperador! ¡Se ha luchado esta batalla!
Si hubiera sido así desde el principio, les habríamos devuelto
a casa con vendas en las cabezas.

ANTONIO
Pierdes mucha sangre.

ESCARO
Tenía aquí una herida trazada a lo largo
pero ahora tiene forma de cruz.

Tocan a retirada en la distancia

ANTONIO
Se están retirando.

ESCARO
1985
Les perseguiremos hasta los huecos de las letrinas.
Aún me queda sitio para seis cuchilladas más.

Entra Eros

EROS
Les hemos vencido, señor, y nuestra ventaja
es digna de una gran victoria.

ESCARO
Vamos a correrles las espaldas.
Les cogeremos por detrás, como a las liebres.
1990
Es un gusto dar zarpazos a los que huyen.

ANTONIO
Tendrás recompensa
por el ánimo de tu consuelo, y diez veces más
por tu valentía. Ven conmigo.

ESCARO
Os seguiré a la pata coja...

Salen

ESCENA VIII

Suena la corneta. Entra Antonio, en formación, con Escaro y otros soldados

ANTONIO
Le hicimos retroceder hasta su campamento. Que alguien
se adelante y que informe a la reina de nuestras gestas.
1995
Mañana, antes que el sol pueda vernos, habremos de verter
la sangre que hoy ha escapado. Os doy gracias a todos,
pues fueron fuertes vuestros brazos, y habéis combatido
no como quien sirve la causa ajena, sino tal si fuera
tan vuestra como era mía. Todos habéis emulado a Héctor.
2000
Entrad en la ciudad, abrazad a vuestras esposas y amigos,
y relatadles vuestras proezas, mientras con lágrimas de gozo
lavan la sangre de vuestras heridas, y curan con sus besos
vuestras honrosas cicatrices.
Entra Cleopatra
[A Escaro]
Dame la mano.
A esta gran encantadora encomiendo tus actos
2005
para que su gratitud te bendiga. ¡Oh, vos, día del mundo,
encadenaos a mi cuello, saltad con todos vuestros ropajes
hasta mi corazón, atravesando el metal de mi armadura, y allí
en sus latidos cabalgad triunfante!

CLEOPATRA
Señor de señores,
¡Valentía infinita la vuestra! ¿Regresáis sonriendo
2010
y libre de la gran trampa del mundo?

ANTONIO
Ruiseñor mío,
les hemos empujado hasta sus camas. ¿Lo ves, chiquilla?
Aunque el viejo gris se entromete con mis cabellos castaños,
aún puede este cerebro nutrir mis nervios y superar
en un tanto al de un joven. Mirad a este hombre;
2015
conceded a sus labios el favor de vuestra mano:
¡Besadla, mi guerrero! Hoy en combate se ha batido
como un dios que por odio del hombre hiciera estragos
tomando del hombre la forma.

CLEOPATRA
Yo os daré, amigo mío,
una armadura en oro forjada, que fue de un rey.

ANTONIO
2020
La merecería, aunque fuera ornada de rubíes,
tal el carro divino de Febo. Dadme la mano.
Haremos por Alejandría desfile jubiloso,
luciendo como sus dueños nuestros escudos maltrechos.
Si en nuestro gran palacio espacio hubiera
2025
para alojar a todo este ejército, cenaríamos todos juntos,
y brindaríamos a destajo por la suerte de mañana,
que promete regios peligros. ¡Que las trompetas
de bronce ensordezcan los oídos de la ciudad,
y que su estrépito redoblen los tamboriles!
2030
¡Así los cielos y la tierra resonarán con sus ecos,
para aplaudir nuestra llegada!

Salen

ESCENA IX

Entra un Centinela, con otros guardias. Les sigue Enobarbo

CENTINELA
Si no llega el relevo al terminar esta hora
volveremos al cuerpo de guardia. La noche
es limpia, y dicen que entraremos en batalla
2035
a la segunda hora de la mañana.

PRIMER SOLDADO
Mal día fue ayer
para nosotros...

ENOBARBO
¡Que la noche sea mi testigo...

SEGUNDO SOLDADO
¿Quién es aquel hombre?

PRIMER SOLDADO
¡No te muevas! ¡Escuchemos!

ENOBARBO
¡Por testigo os tengo, sagrada luna!
Cuando los traidores sean recordados con desprecio
2040
en la memoria de las crónicas, el pobre Enobarbo
ante vos se arrepintió.

CENTINELA
¿Enobarbo?

SEGUNDO SOLDADO
¡Silencio, espera!
¡Sigamos escuchando!

ENOBARBO
¡Oh, reina soberana de la fiel melancolía!
¡Destila sobre mí el húmedo veneno de la noche!
2045
Y así la vida, rebelde tenaz a mis deseos,
se despegará por fin de mí. ¡Arroja di corazón
contra el filo pétreo de mi culpa, que resecado
ya de tanto dolor, se romperá en mil pedazos
con todas las angustias de la mente! ¡Ah, Antonio,
2050
tú, más noble que infame es mi traición,
perdóname en lo que a ti concierne,
pero que el mundo me señale en su registro
como a traidor de su dueño y fugitivo.
¡Oh, Antonio, Antonio!

PRIMER SOLDADO
¡Vamos! ¡Intentemos hablarle!

CENTINELA
2055
Espera. Oigamos qué dice. Podría ser algo
de interés para César.

SEGUNDO SOLDADO
Esperemos... Pero se duerme...

CENTINELA
Más bien se desmaya... Su plegaria no era la mejor
para invocar el sueño.

PRIMER SOLDADO
¡Acerquémonos!

SEGUNDO SOLDADO
¡Despertad, señor, despertad! ¡Hablad!

PRIMER SOLDADO
¿Nos oís, señor?

CENTINELA
2060
La mano de la muerte le ha apresado.
Tambores en la distancia
Escuchad: los tambores
apenas despiertan a los que duermen. Llevémosle
al cuerpo de guardia; es todo un personaje, y nuestra hora
está ya cumplida.

SEGUNDO SOLDADO
¡Vamos, entonces! A lo mejor vuelve en sí.

Salen

ESCENA X

Entran Antonio y Escaro, con su ejército

ANTONIO
2065
Hoy se preparan para atacarnos por mar;
no les place encontrarnos en tierra.

ESCARO
¡Por ambos frentes, mi señor!

ANTONIO
¡Así presentaran batalla en el fuego, o en el aire; también allí
les encontraríamos! Mas ya está dispuesto: la infantería
permanecerá sobre las colinas que rodean la ciudad
2070
bajo nuestro mando. Por mar ya conocen las órdenes:
han partido ya de puerto.
De allí podremos descubrir sus intenciones,
y vigilar sus intentos.

Salen

ESCENA XI

Entra César, con su ejército

CÉSAR
A menos que nos obliguen, nos quedaremos en tierra.
2075
Conseguiremos resistir, según juzgo, pues ha dispuesto
sus fuerzas mejores en sus galeras. ¡A las llanuras!
¡Tratemos de mantener las posiciones!

Salen

ESCENA XII

Corneta en la distancia, como en batalla naval. Entran Antonio y Escaro

ANTONIO
No han llegado a encontrarse todavía. Allí, desde aquél pino,
podré ver lo que ocurre. Os haré llegar noticias
2080
al instante, de cuanto descubra.

Sale

ESCARO
Las golondrinas han hecho
nidos en las velas de Cleopatra. Los adivinos este augurio
dicen no entender, o no poder descifrar, o con gesto sombrío
parecen no atreverse a decir lo que saben. Antonio a la par
se muestra valiente, y abatido, y entre sobresaltos
2085
su cambiante fortuna le concede esperanza y temores
de aquello que tiene, y aquello que no.

Entra Antonio

ANTONIO
¡Todo está perdido!
¡Esa maldita egipcia infame me ha traicionado!
¡Mi flota, rendida al enemigo! Allí, en la distancia,
lo celebran todos lanzando gorras al aire, y brindando
2090
como amigos por fin reunidos. ¡Tres veces puta! ¡Has sido tú!
¡Tú me has vendido a ese novato, y mi corazón
sólo hace guerra contra ti! Diles a todos que huyan.
Pues cuando venganza haya cumplido de este embrujo
todo habrá terminado... ¡Que huyan todos! ¡Márchate!
[Sale Escaro]
2095
¡Ah, sol, no he de verte surgir ya nunca más!
¡Antonio y su Fortuna aquí se separan, aquí y ahora
nos estrechamos las manos! ¿Es esto todo? Esos corazones
que seguían mis pasos como perrillos, y que de mí recibieron
todo cuanto deseaban, ahora se deshacen y derriten su almíbar
2100
sobre el floreciente César. ¡Y este pino de tronco hendido
era más alto que ningún otro! ¡Me ha traicionado!
¡Oh, falsa egipcia de alma maldita! El fatal embrujo
de tu mirada provocó mis guerras, y ordenó mis retiradas.
En tu seno estaba mi corona y mi primer deseo,
2105
y tú, gitana egipcia, con tus trampas y tus burlas
me has engañado, hasta llevarme a la ruina del corazón.
¡Eh! ¡Eros, Eros!
Entra Cleopatra
Atrás, hechizo! ¡Aléjate de mí!

CLEOPATRA
¿Por qué mis señor se enfurece con su amor?

ANTONIO
¡Desaparece, o acabaré por darte lo que mereces,
2110
y tendrá César su triunfo desfigurado! ¡Que se te lleve,
y te muestre en alto a la chusma vociferante!
¡Corre tras su carroza, como la mayor vergüenza
de todo tu sexo! Déjate exhibir como un monstruo
ante los más ínfimos de los imbéciles, y deja también
2115
que la paciente Octavia te haga surcos en el rostro
con sus uñas bien preparadas.
Sale Cleopatra
Bien está que te marches,
si bien está que vivamos. Pero acaso fuera mejor
que cayeras bajo mi furia, pues así una muerte
muchas habría evitado. ¡Eros! ¡Aquí! ¡Eros!
2120
Llevo sobre mí la túnica de Neso; enséñame
tu cólera, Alcides, tú que eres mi antepasado.
¡Dame fuerzas para lanzar a Licas a los cuernos de la luna,
y con estas manos que han blandido la maza más pesada
haz que someta mi ser más digno! ¡La bruja ha de morir!
2125
Me ha vendido al jovenzuelo romano, y yo he caído
bajo sus tramas! ¡ha de morir por ello! ¡Eros! ¡Eh!

Sale

ESCENA XIII

Entran Cleopatra, Carmia, Iras y Mardian

CLEOPATRA
¡Ayudadme, damas mías! Está tan loco de furia
como Telamón por su escudo; el jabalí de Tesalia
nunca resopló con tanta ira.

CARMIA
¡Escondeos en el mausoleo!
2130
¡Encerraos allí y enviadle noticia de que habéis muerto!
El alma del cuerpo se separa con menor sufrimiento
que cuando se pierde la grandeza.

CLEOPATRA
¡Al mausoleo!
Mardian, ve a decirle que me he dado muerte,
y que la última palabra que dije fue “Antonio”.
2135
Mira de relatarlo conmovido. ¡Vete Mardian,
y tráeme noticias de su reacción al mausoleo!

Salen

ESCENA XIV

Entran Antonio y Eros

ANTONIO
Eros, ¿me ves todavía?

EROS
Sí, mi noble señor.

ANTONIO
A veces vemos una nube con forma de dragón,
o una niebla a veces, que parece un león, o un oso,
2140
ciudadela por torre coronada, roca colgante,
montaña de dos cumbres, o azul promontorio
frondoso de árboles, que se asoma al mundo
para engañarnos los ojos con aire. ¿Has visto esos signos?
Son fantasmas de la tarde oscura.

EROS
Sí, mi señor.

ANTONIO
2145
Eso que ahora es un caballo, antes que el pensamiento
el viento en nubes lo desbarata, y lo hace desaparecer
como agua en el agua cayera.

EROS
Así es, mi señor.

ANTONIO
Eros, mi fiel sirviente, hoy es vuestro capitán
como uno de esos cuerpos. Aquí soy Antonio todavía,
2150
pero ya no puedo, fiel amigo, sostener este cuerpo que ves.
Yo en estas guerras he luchado por Egipto, y por la reina,
cuyo corazón creía poseer, así como ella el mío poseía.
Y así mientras era mío, a mi corazón se sumaron
un millón más, ahora perdidos... Ella, Eros, ha jugado
2155
sus cartas mejores con César, y ha trocado mi gloria
por el triunfo de mi enemigo.
No, buen Eros, no llores...Aún nos queda que nosotros
a nosotros mismos pongamos fin.
Entra Mardian
¡Ah, esa dueña tuya infame
me ha robado hasta la espada!

MARDIAN
No, Antonio,
2160
mi dueña te amaba, y su fortuna se entrelazaba
con la tuya enteramente.

ANTONIO
¡Silencio, eunuco insolente!
Me ha traicionado, y lo pagará con la muerte.

MARDIAN
La muerte puede solamente pagarse una vez,
y ella ya ha saldado su cuenta. Lo que quisieras hacer
2165
ya lo han hecho otras manos. Sus últimas palabras
fueron “¡Antonio! ¡Antonio mío, el más noble!”.
Mientras las decía, un suspiro desgarró de dolor
el nombre de Antonio, que se rompió en pedazos
entre su corazón y sus labios. Ha dejado la vida
2170
con tu nombre en ella enterrado.

ANTONIO
¿Muerta, decís?

MARDIAN
Muerta.

ANTONIO
Desármame, Eros; termina la tarea de este largo día,
y hemos de dormir. Que te marches vivo de aquí
es pago más que suficiente. Vete.
Sale Mardian
Fuera, arráncamelo...
Ni las siete hojas del escudo de Aquiles evitar podrían
2175
el ariete de mi corazón. ¡Derrúmbate, pecho mío!
¡Corazón, sé por una vez más fuerte que tu custodia
y haz estallar tu frágil envoltura! ¡Aprisa, Eros, aprisa!
Nunca más ya soldado... Aquí quedáis, hierros maltrechos;
os han vestido con nobleza. Déjame sólo un momento.
2180
Sale Eros
Veré de alcanzarte, Cleopatra, y de pedirte
perdón con mi llanto. Así ha de ser, pues ahora
todo retraso es tormento. Si la antorcha está apagada,
mejor descansar, y no aventurarse más... Ahora todo afán
malogra cuanto consigue, y la propia fuerza no sirve
2185
sino a trabarse a sí misma. ¡Firmemos, pues, y que todo acabe!
¡Eros! – Ya voy, mi reina... – ¡Eros! – ¡Espérame allí
donde las almas duermen en lechos de flores! ¡Allí, de la mano
paseando radiantes, haremos que nos miren los espectros!
¡Dido y Eneas tendrán que buscarse otra corte
2190
pues todo séquito será nuestro! ¡Eros! ¡Ven aquí! ¡Eros!

Entra Eros

EROS
¿Qué quiere mi señor?

ANTONIO
Pues ha muerto Cleopatra
mi vida es tan deshonrosa que hasta los dioses
me desprecian por mi vileza. ¡Yo, que con mi espada
partición hice del mundo, y en las verdes lomas de Neptuno
2195
hice ciudades de barcos, me acuso a mí mismo de no tener
de una mujer el coraje, y un ánimo menos noble
que aquella que con su muerte le dice a César:
“Yo soy mi propia conquista”. Eros, tú has jurado
que cuando llegara la hora de la exigencia, y esta es
2200
en verdad esa hora, cuando viera a mis espaldas
que implacables me persiguen la desgracia
y el horror, que entonces acatarías mi orden
y me darías muerte. ¡Hazlo! ¡El momento ha llegado!
¡No me hieres a mí; es a César a quien vences!
2205
¿Dónde está el color de tus mejillas?

EROS
¡Que los dioses me libren!
¿Habré de hacer yo lo que todas las flechas de Partia
no pudieron acertar, siendo enemigas?

ANTONIO
¿Querrías, Eros,
en la gran Roma asomarte a una ventana para ver pasar
a tu señor con los brazos atados a la espalda, inclinando
2210
el cuello subyugado y escondiendo el rostro sometido
al oprobio más vergonzante, mientras el carro triunfal
de César victorioso, precediéndole, evidencia
la bajeza del cautivo que le sigue?

EROS
¡No quisiera verlo!

ANTONIO
Ven, entonces... Con una herida he de curarme.
2215
Desenvaina esa espada honesta, que en tus manos
tan útil ha sido a la patria.

EROS
¡Oh, señor! ¡Perdonadme!

ANTONIO
Cuando liberto te hice, ¿no juraste que esto harías
si así te lo ordenaba? ¿Qué esperas? ¡Hazlo!
¡O todos los servicios que has prestado no serán
2220
sino azares involuntarios! ¡La espada; acércate!

EROS
Apartad de mí entonces vuestro noble semblante,
que contiene del mundo la majestad.

ANTONIO
¡Aquí estoy!

EROS
Mi espada está lista.

ANTONIO
Que cumpla entonces al punto
2225
el deber que te hace empuñarla.

EROS
Mi señor querido,
mi capitán, mi emperador, permitidme que antes
de asestar este golpe con mi espada os diga adiós.

ANTONIO
Dicho queda, amigo mío. Adiós...

EROS
Adiós, dueño mío... ¿Lo hago ahora?

ANTONIO
Ahora, Eros.

EROS
2230
Sea entonces. Así... Así escapo a la desdicha
de la muerte de Antonio.

Se mata

ANTONIO
Tres veces más noble que yo...
Eros, valiente... ¿Así me enseñas a hacer
lo que yo debería y tú no pudiste? Mi reina y Eros
han escrito con el ejemplo de su enseñanza
2235
en los anales de la nobleza. Pero yo seré
el amante de mi muerte, y correré a encontrarla
como los novios al lecho nupcial. ¡Ven, pues! ¡Eros,
tu maestro muere siendo tu discípulo! ¡Se hace así!
[Cayendo sobre la espada]
De ti lo he aprendido... ¿Cómo? ¿No muero?
2240
¡A mí la guardia! ¡Ah! ¡Rematadme!

Entra la guardia, [y Dercetas]

PRIMER GUARDIA
¿Qué ruido es este?

ANTONIO
He hecho mal mi tarea, compañeros... Acabad
lo que he empezado.

SEGUNDO GUARDIA
El astro ha caído.

PRIMER GUARDIA
¡Y el tiempo llega a su fin!

TODOS
¡Ah, desventura!

ANTONIO
¡Quien me ame que me dé la muerte con un golpe!

PRIMER GUARDIA
¡Yo no!

SEGUNDO GUARDIA
2245
¡Ni yo!

TERCER GUARDIA
¡Ni nadie!

Sale la guardia

DERCETAS
¡Tu muerte y tus fortunas ahuyentan a tus leales!
Esta espada, mostrada a César con la noticia,
me hará ganar su favor.

Entra Diomedes

DIOMEDES
2250
¿Dónde está Antonio?

DERCETAS
Allí, Diomedes, allí.

DIOMEDES
¿Vivo?
¿Por qué no me respondes?

ANTONIO
¿Eres tú, Diomedes? Desenvaina tu espada y dame
el golpe que baste a la muerte.

DIOMEDES
Mi señor soberano,
mi dueña Cleopatra me envía ante vos.

ANTONIO
2255
¿Cuándo te ha enviado?

DIOMEDES
Ahora, mi señor.

ANTONIO
¿Dónde está?

DIOMEDES
Encerrada en su mausoleo. Tuvo miedo, y un presagio
de lo que luego ha ocurrido. Cuando descubrió –
aunque nunca sucediera – que vos sospechabais
de su disposición hacia César, y que vuestra furia
2260
no quería aplacarse, os hizo llegar noticia de su muerte.
Temerosa después por lo que resultara, ahora me envía
a proclamar aquí la verdad, y ante vos he llegado,
mucho me temo, demasiado tarde.

ANTONIO
Demasiado tarde, buen Diomedes. Llama a mi guardia, te lo ruego

DIOMEDES
2265
¡Eh! ¡Aquí! ¡La guardia del emperador! ¡Que venga la guardia!
¡Vuestro señor os requiere!

Entran cuatro o cinco de la guardia de Antonio

ANTONIO
Llevadme, buenos amigos, allí donde se encuentre Cleopatra.
Este es el último servicio que habéis de prestarme.

PRIMER GUARDIA
¡Qué tristeza, señor! ¡Qué tristeza que no sobreviváis
2270
a vuestros fieles servidores!

TODOS
¡Ah, día funesto!

ANTONIO
Vamos, compañeros, no deis placer al cruel Destino
agraciándole con vuestro dolor. Si dais la bienvenida
al castigo que nos llega, seremos nosotros su castigo
si lo aceptamos fingiendo alegría. Levantadme;
2275
yo os he guiado muchas veces; llevadme ahora, buenos amigos;
os doy a todos las gracias.

Salen llevando a Antonio

ESCENA XV

Entran, arriba, Cleopatra y sus doncellas, con Carmia e Iras

CLEOPATRA
¡Oh, Carmia! ¡Nunca saldré de aquí!

CARMIA
¡Tened consuelo, querida señora!

CLEOPATRA
¡No, no quiero!
Sean bienvenidas las suertes más extrañas y las más terribles,
2280
pero desprecio los consuelos. La medida de nuestro dolor,
por guardar proporción con su causa, ha de ser tan grande
como aquello que lo provoca.
Entra, por debajo, Diomedes
¿Qué ocurre? ¿Ha muerto?

DIOMEDES
La muerte sobre él se cierne, pero aún no ha muerto.
Asomaos al otro lado de vuestro mausoleo;
2285
su guardia hasta aquí le ha traído.

Entra Antonio, con la guardia

CLEOPATRA
¡Oh, sol!
¡Haz arder la gran esfera en que te mueves, y deja en tinieblas
las orillas cambiantes de este mundo! ¡Ah, Antonio!
¡Antonio, mi Antonio! ¡Ayudadme, Carmia, Iras, ayudadme!
¡Ayudadme, amigos, a subirlo hasta aquí arriba!

ANTONIO
¡Silencio!
2290
No ha sido Antonio derrotado por el valor de César,
sino por el de Antonio, que se ha vencido a sí mismo.

CLEOPATRA
Así había de ser. Tan sólo Antonio podría
ser vencedor de Antonio. ¡Pero qué desgracia que así sea!

ANTONIO
Estoy muriendo, reina de Egipto, me muero... sólo
2295
a la muerte haré esperar unos instantes, sólo mientras
de entre tantos miles de besos, este pobre último
prendo de tus labios.

CLEOPATRA
No me atrevo, amado mío.
Perdonadme, amor mío, mi señor, mas no me atrevo,
no sea que así me prendan... Jamás el triunfo imperial
2300
de las altas fortunas de César podrá consigo lucir
el adorno de mí misma. Si dagas, venenos, áspides
tienen filo, aguijón, o efecto todavía me siento segura.
Tu esposa Octavia, con sus ojos modosos
y el gesto mudo de su censura, jamás tendrá el honor
2305
de detenerse a mirarme. Pero ven, Antonio...
Ayudadme, damas mías... Tenemos que levantarte...
Amigos, ayudadme...

ANTONIO
¡Ah! ¡Daos prisa que yo muero!

CLEOPATRA
¡Buen ejercicio es éste! ¡Cuánto pesa mi señor!
Se nos va toda la fuerza en pesadumbre,
2310
por eso el dolor pesa tanto. Si yo tuviera de Juno los poderes,
haría que las alas vigorosas de Mercurio te llevaran
junto a Júpiter. Pero ven... Un poco más todavía...
Siempre fueron locos los soñadores... ¡Ven, ven!
Suben a Antonio hasta Cleopatra
¡Ven, y sé bienvenido! ¡Muere viviendo antes!
2315
¡Darte la vida a besos! ¡Si mis labios ese poder tuvieran,
así querría agotarlos!

TODOS
¡Ah, qué escena dolorosa!

ANTONIO
Estoy muriendo, reina de Egipto, me muero...
Dadme un poco de vino; quiero hablar un momento.

CLEOPATRA
No, yo hablaré, yo seré quien eleve la voz para maldecir
2320
a esta falsa coima de Fortuna hasta que rompa su rueda,
irritada por mis insultos.

ANTONIO
Una palabra, dulce reina...
Salva tu vida y tu honor junto a César. ¡Oh!

CLEOPATRA
No van ambas cosas unidas.

ANTONIO
Escúchame, amor.
De los hombres de César, confía sólo en Proculeo.

CLEOPATRA
2325
Confiaré en mis manos, y en mi voluntad,
y en ninguno de los hombres del César.

ANTONIO
No sientas lástima del mísero fin de mis fortunas,
ni por ellas te lamentes. Alegra tus pensamientos;
aliméntalos con recuerdos de aquella suerte mejor
2330
que me tocó vivir. ¡El más grande príncipe del mundo,
y el más noble! No muero ahora como un canalla,
ni rindo mi yelmo como un cobarde
ante mi compatriota. ¡Un romano, con honor
por otro romano vencido! Mi espíritu me abandona;
2335
no puedo ya más...

CLEOPATRA
¿A la muerte te entregas, tú, el más noble
de los hombres? ¿Nada te importo? ¿He de seguir viviendo
en este mundo inerte, que sin tu presencia no es mejor
que una pocilga? ¡Ah! ¡Mirad, damas mías! ¡Mirad
como se deshace la corona en la tierra! ¿Mi señor?
2340
¡Oh, el laurel de las guerras se ha marchitado!
¡Lacio yace del soldado el estandarte! Niños y niñas
son ahora pares de los hombres: toda proporción desaparece.
Y nada queda que merezca nuestro asombro
bajo la luna que nos visita.

CARMIA
¡Oh, calmaos, señora!

IRAS
2345
¡Muerta también nuestra soberana!

CARMIA
¡Dueña mía!

IRAS
¡Señora!

CARMIA
¡Oh, señora, señora, señora!

IRAS
¡Reina de Egipto!
¡Emperatriz!

CARMIA
¡Silencio, Iras, silencio!

CLEOPATRA
Ya no soy más que una mujer, y dominada
2350
por las mismas pobres pasiones que cualquier lechera
que cumple las tareas más humildes. Digno sería
que arrojara mi cetro contra los dioses que me ofenden,
y les dijera que este mundo al suyo se asemejaba
hasta que robaron nuestra joya. Mas de nada sirve...
2355
La paciencia es para los necios, y los impacientes
parecen perros rabiosos. ¿Es entonces pecado
correr hacia la casa secreta de la muerte
antes que ella se atreva a citarnos? ¿Cómo estáis, damas mías?
¡Vamos, vamos! ¡Tened ánimo! ¿Qué os sucede, Carmia?
2360
¡Mis nobles doncellas! ¡Ah, mis mujeres! ¡Mirad:
nuestra lámpara extinguida! ¡Se ha apagado! ¡Vamos, coraje!
¡Hemos de enterrarle! Y luego, pues es digno y valiente,
cumpliremos con la noble usanza romana
y haremos que la muerte nos acoja orgullosa. ¡Salgamos!
2365
Ya está frío el cuerpo que tan grande espíritu envolvía.
¡Ah, mujeres mías! ¡Venid! ¡Nuestro amigo se ha ido!
¡Sólo nos queda la voluntad, y el fin más breve!

Salen, llevando el cuerpo de Antonio

Acto V

ESCENA I

Entran César, Agripa, Dolabela y Mecenas, con otros consejeros de guerra

CÉSAR
Ve hasta él, Dolabela, y aconséjale que se rinda.
Dile que en su condición, no son sino burlas
2370
sus excusas y evasivas.

DOLABELA
Así lo haré, César.

[Sale]
Entra Dercetas con la espada de Antonio

CÉSAR
¿Qué significa esto? ¿Quién eres tú que así te atreves
a presentarte ante nos?

DERCETAS
Dercetas es mi nombre,
y a Marco Antonio servía, digno como nadie
del mejor servicio. Mientras tuvo fuerzas para dar órdenes
2375
fue mi dueño, y mi vida dediqué a servirle
y a luchar contra quienes le odiaban. Si a vos os place
aceptarme entre los vuestros, como fui para él
seré para César. Si no queréis mi servicio,
os entrego mi vida.

CÉSAR
¿Qué estás diciendo?

DERCETAS
2380
Digo, César, que Antonio ha muerto.

CÉSAR
El estallido de noticia tan grande merecería
mayor estrépito. Debiera la esfera de la tierra
haber plagado de leones las calles de sus ciudades,
y de hombres sus cubiles. La muerte de Antonio
2385
no es sólo la ruina de un cuerpo; ese nombre valía
la mitad del mundo.

DERCETAS
Ahora está muerto, César.
No por condena dictada por la pública justicia,
ni por la daga de un sicario. Esa misma mano
que escribió en sus actos el honor de su dueño,
2390
con el coraje que su corazón pudo prestarle
su propio corazón ha atravesado. Esta es su espada;
la he robado de su herida. Miradla: teñida está
con la más noble sangre.

CÉSAR
¿No os entristece, amigos míos?
Que los dioses me revoquen, si esta noche no basta
2395
para inundar los ojos de un rey.

AGRIPA
Y es extraño
que la naturaleza nos fuerce así a lamentar
los actos que más perseguimos.

MECENAS
Sus faltas y sus honores
combate entre sí libraban.

AGRIPA
Nunca fueron guiados los hombres
por espíritu tan singular, pero vosotros, ¡oh, dioses!, defectos
2400
nos concedéis para hacernos humanos. César está afectado...

MECENAS
Tan inmenso es el espejo que se abre ante sus ojos
que por fuerza ha de verse a sí mismo.

CÉSAR
¡Oh, Antonio!
¡Para llegar hasta aquí te he perseguido! A veces es necesario
que sangremos del cuerpo nuestros males. Inevitablemente
2405
habías de presenciar el día de un declive semejante,
o asistir yo al tuyo. No hay espacio suficiente en el mundo
que pudiéramos compartir. Aún así, deja que por ti llore
lágrimas tan reales como la sangre del corazón,
¡Que tú, mi hermano y camarada de rivalidad
2410
en las más altas empresas, igual mío en el imperio,
amigo y compañero en el frente de las guerras,
brazo y arma de mi propio cuerpo, y corazón
donde prendían mis pensamientos... que nuestras estrellas,
imposibles de conciliar, hayan de dividir
2415
de esta forma nuestra igualdad! Oídme, buenos amigos...
Aunque mejor será que os lo diga en ocasión más oportuna...
El asunto que ha traído aquí a este hombre se asoma su rostro;
oiremos lo que tenga que decir.
Entra un egipcio
¿De dónde vienes?

EGIPCIO
De Egipto, todavía, la reina, mi señora,
2420
confinada en su última posesión, su mausoleo,
de vuestras intenciones instrucción requiere.
Así podrá disponerse a la imposición
que de ella se exige.

CÉSAR
Dile que no pierda su coraje.
Pronto sabrá de nosotros con mensajes nuestros,
2425
y que para con ella serán honrosos e indulgentes
las decisiones que determinamos. César no puede
vivir y ser descortés.

EGIPCIO
¡Así te preserven los dioses!

Sale

CÉSAR
Venid aquí, Proculeyo. Iréis vos a decirle
que no es nuestra intención humillarla. Prodigadle
2430
los consuelos que requiera el grado de su dolor,
no sea que algún gesto mortal de su grandeza
consiga derrotarnos. Su presencia, viva, en Roma
hará que nuestro triunfo sea eterno en la memoria. Id,
y traednos al instante noticia de su respuesta,
2435
y también de su inclinación.

PROCULEYO
¡Así se hará, César!

Sale

CÉSAR
Galo, vos le acompañaréis. ¿Dónde está Dolabela?
Quiero que también le acompañe.

TODOS
¡Dolabela!

CÉSAR
¡Dejadlo! ¡No le busquéis! Ahora recuerdo
en qué está ocupado. Estará dispuesto en su momento.
2440
Vayamos a mi tienda. Allí quiero haceros saber
el desagrado con que me vi involucrado en esta guerra
y la calma y la prudencia de mis cartas conciliadoras.
Venid con nos, y veréis pruebas de cuanto os digo.

Salen

ESCENA II

Entran Cleopatra, Carmia e Iras

CLEOPATRA
Comienza mi desolación a convertirse
2445
en otra vida mejor. ¡Qué poca cosa, ser César!
¡No es él la Fortuna, él es sólo su siervo,
un ministro de su voluntad! La grandeza estriba
en llevar a cabo el acto que finaliza todos los actos,
que encadena los azares, y todo cambio detiene.
2450
Dormir, para no probar ya más el estiércol
que nutre al mendigo y a César.

Entra Proculeyo

PROCULEYO
César me envía con saludos para la reina de Egipto,
y os insta a que decidáis cuáles sean los favores
que esperáis obtener de su gracia.

CLEOPATRA
¿Cómo os llamáis?

PROCULEYO
2455
Proculeyo es mi nombre.

CLEOPATRA
Antonio
os mencionó; dijo que de vos podía fiarme...
Pero ahora, ¿qué puede importar que me engañen?
¿Para qué me sirve ya la lealtad? Si vuestro señor
quiere ver mendigar a una reina, habéis de decirle
2460
que la majestad no debe, respetando su decoro,
mendigar menos de un reino. Si así le place
conceder a mi hijo las conquistas de Egipto,
me dará tanto de lo que es mío como pueda
yo de rodillas agradecerle.

PROCULEYO
No perdáis el ánimo.
2465
Habéis caído en manos nobles; nada habéis de temer.
Haced vuestra demanda con toda libertad a mi señor:
tan lleno está de clemencia que su gracia se desborda
sobre quien lo requiere. Permitidme que le informe
de vuestro dulce acatamiento, y en el encontraréis
2470
un vencedor que ayuda os solicita para conceder
su gracia a quien de rodillas le requiere.

CLEOPATRA
Os lo ruego:
decidle que soy vasalla de su fortuna, y que le envío
la grandeza que ha conquistado. Aprendo a cada hora
lecciones de obediencia, y con mucho gusto querría
2475
mirarle a la cara.

PROCULEYO
Así le informaré, noble señora.
Confortaos... Sé que vuestra condición tiene presente
aquel que la provocó.

[Entran Galo y algunos soldados por detrás]

GALO
Ya véis que era fácil sorprenderla...
– Custodiadla hasta que César llegue.

[Sale]

IRAS
¡Majestad!

CARMIA
2480
¡Oh, Cleopatra! ¡Mi reina! ¡Estáis presa!

CLEOPATRA
¡Vamos, vamos! ¡Sed ágiles, manos mías!

[Sacando un puñal]

PROCULEYO
¡No! ¡Deteneos!, señora!
[La desarma]
¡No os hagáis daño alguno! ¡Así quedáis a salvo,
no habéis sido traicionada!

CLEOPATRA
¿También de la muerte,
que a los perros libera de su agonía?

PROCULEYO
Cleopatra,
2485
no hagáis desprecio de la bondad de mi señor
atentando contra vos misma. Dejad que el mundo
admire la indulgencia de sus actos; vuestra muerte
impediría que así fueran vistos.

CLEOPATRA
¿Dónde estás, oh muerte?
Ven hasta mí, ven, ven... Ven, y llévate a esta reina,
2490
que vale tantos niños y mendigos...

PROCULEYO
¡Templanza, mi señora!

CLEOPATRA
Señor mío, no he de comer, ni de beber ya más, señor;
y si por una vez las palabras vuelven a ser necesarias,
diré que tampoco he de dormir. Saldré de esta casa mortal
en ruinas, haga César lo que haga. Sabed, señor, que yo
2495
no iré a la corte de vuestro amo con las alas maniatadas,
ni pienso someterme ni una vez a la censura de los ojos
de la fría y casta Octavia. ¿Habré de sufrir que en lo alto
me coloquen a la vista de populacho, mientras me gritan
los insultos de Roma? ¡Mejor cualquier fosa en Egipto
2500
me serviría de dulce tumba! ¡Mejor en el cieno del Nilo
dejadme yacer desnuda, y que las moscas del agua
me reduzcan al horror! ¡Mejor hacer un patíbulo
con las altas pirámides de mi país, y allí colgarme
de una horca de cadenas!

PROCULEYO
Estáis haciendo llegar
2505
las imágenes del horror más allá de los extremos
del motivo que os da César.

Entra Dolabela

DOLABELA
Proculeyo, vuestro amo
César ya tiene noticia de aquello que habéis hecho,
y os ha mandado buscar. En cuanto a la reina,
queda bajo mi custodia.

PROCULEYO
Entonces, Dolabela,
2510
a vos os encarezco que la tratéis con gentileza.
– A César referiré cuanto os plazca decirme,
si así queréis emplearme.

Sale Proculeyo

CLEOPATRA
Decidle que deseo morir.

DOLABELA
Noble emperatriz, ¿habéis oído hablar de mí?

CLEOPATRA
No podría deciros.

DOLABELA
Seguramente me conocéis.

CLEOPATRA
2515
¿Qué importa, señor, lo que haya oído o qué conozca?
¿No reís cuando los niños o las mujeres cuentan sus sueños?
¿No es así como lo hacéis?

DOLABELA
No os entiendo, señora.

CLEOPATRA
¿He soñado que hubo un Antonio Emperador?
¡Ah, si pudiera repetir aquel sueño sería cierto
2520
que existe ese hombre!

DOLABELA
Si me permitís, señora...

CLEOPATRA
¡Tenía el rostro de los cielos, y allí brillaban
un sol y una luna, que en su curso encendían
de luz el globo de esta tierra!

DOLABELA
Soberana majestad...

CLEOPATRA
Sus piernas cabalgaban el océano, y su brazo alzado
2525
parecía la cresta del mundo. Su voz se afinaba al tono
armonioso de las esferas, si amigos eran quienes oían;
pero cuando sus amenazas hacían temblar de terror al orbe,
restallaban con el fragor del trueno. Hasta su bondad
nunca llegó el invierno; otoño eterno parecía,
2530
más feraz cuanto más se cultivaba. Sus placeres,
como delfines, la espalda asomaban cubriendo
el elemento que habitan. En su séquito corrían
coronas y diademas, y se veían caer islas y reinos
como doblones de sus bolsillos.

DOLABELA
¡Cleopatra...!

CLEOPATRA
2535
¿Creéis que pudo existir, o que pueda haber un hombre
como el que yo he soñado?

DOLABELA
No lo creo, mi señora.

CLEOPATRA
¡Mentís, y los dioses pueden oírlo!
Pero si existe, o alguna vez hubo un hombre semejante,
ahora está más allá del sueño. No puede competir naturaleza
2540
con las extrañas formas que crea la fantasía, pero imaginar
un Antonio sería tal obra maestra que natura el arte vencería,
reduciendo a sombras sus imágenes.

DOLABELA
Escuchadme, señora:
Tan grande como vos es vuestra pérdida, y lo soportáis
como si respondierais a su peso. ¡Ojalá nunca llegue
2545
más allá del deseo que persigo! Pero creed que yo siento,
golpeado por el eco del vuestro, un dolor que me atenaza
el corazón desde la raíz.

CLEOPATRA
Os doy las gracias, señor.
¿Sabéis vos las intenciones de César para conmigo?

DOLABELA
Me duele deciros lo que quisiera que supierais.

CLEOPATRA
2550
Vamos, os lo ruego...

DOLABELA
A pesar de su nobleza...

CLEOPATRA
¿Me llevará entonces en triunfo?

DOLABELA
Lo hará, señora, lo sé.

Trompetas
Entran Proculeyo, César, Mecenas y otros del séquito

TODOS
¡Haced paso, llega César!

CÉSAR
¿Dónde está la reina de Egipto?

DOLABELA
2555
¡Es el emperador, mi señora!

Cleopatra se arrodilla

CÉSAR
Alzaos. No habéis de arrodillaros ante mí.
Os lo ruego, Reina de Egipto, levantaos.

CLEOPATRA
Señor, los dioses
así lo quieren, que a mi dueño y soberano
deba obediencia.

CÉSAR
No aceptéis pensamientos tan penosos.
2560
La memoria de las ofensas que nos habéis infligido
queda escrita en nuestra carne, pero serán recordadas
como avatares del azar.

CLEOPATRA
Señor único del mundo,
no sabría explicaros mi propia causa para librarla
de toda culpa, mas he de confesar que he sufrido
2565
el peso de las ligerezas que ha menudo han provocado
la vergüenza de nuestro sexo.

CÉSAR
Sabed, Cleopatra,
que atenuarlas deseamos más que tenerlas en cuenta.
Si convenís en aceptar nuestros designios,
benévolos para con vos, habréis de encontrar
2570
beneficio en este cambio. Si perseveráis, sin embargo,
en vuestro intento de hacer que de cruel me acusen
tomando de Antonio el ejemplo, nada conseguiréis
de mis leales propósitos, y serán vuestros hijos
quienes sufran la ruina de la que quiero defenderles,
2575
si obtuviera vuestra confianza. Y ahora debo irme.

CLEOPATRA
Como queráis, señor. El mundo es vuestro, y nosotros,
blasón de vuestras conquistas, trofeos vuestros
colgaremos donde os plazca. Tomad, mi señor.

CÉSAR
Seréis vos quien me aconseje en lo que concierna a Cleopatra.

CLEOPATRA
2580
He aquí el inventario: dineros, tesoros y joyas.
Todo lo que poseo, valorado en su justo precio,
excluyendo alguna bagatela. ¿Dónde está Seleuco?

SELEUCO
Aquí, señora.

CLEOPATRA
Este es mi tesorero. Dejad que declare, señor,
2585
bajo juramento, que nada he guardado aparte
para mí misma. Di la verdad, Seleuco.

SELEUCO
Señora,
antes prefiero sellar mis labios, que bajo juramento
faltar a la verdad.

CLEOPATRA
¿Qué he dejado de mencionar?

SELEUCO
2590
Suficiente para adquirir lo que habéis declarado.

CÉSAR
No os sonrojéis, Cleopatra. Por mi parte apruebo
la astucia de vuestra precaución.

CLEOPATRA
¡Ved, oh César!
¡Así convoca el éxito a sus fieles! Los míos son tuyos ahora,
y si nuestras fortunas mudasen, los tuyos serían míos.
2595
La ingratitud de este cobarde Seleuco me provoca
la furia más salvaje. ¡Esclavo indigno! ¡Eres más falso
que el amor que se compra! ¿Qué haces? ¿Te escondes?
¡Corre a esconderte, que habré de arrancarte los ojos
aunque con alas huyeran! ¡Esclavo, villano sin alma, perro!
2600
¡Ah, bajeza incomparable!

CÉSAR
Buena reina, dejadnos interceder...

CLEOPATRA
¡Oh, César, cómo quema esta vergüenza que me hiere!
¡Que vos os dignéis a venir hasta aquí para visitarme,
honrando con vuestra grandiosa presencia
la humillación de mi persona, y que uno de mis sirvientes
2605
haya de aumentar la suma de mis desventuras
añadiendo sus maldades! Decidme, buen César;
por haber querido apartar algunas fruslerías,
pequeñeces sin consecuencia, objetos que sólo sirven
como regalo de amistades sin importancia, y algún tesoro
2610
de mayor nobleza para rendir homenaje a Livia y a Octavia,
con los que ganar su favor ante vos... ¿Por eso he de sufrir
la acusación de alguien a quien he criado? ¡Oh, dioses!
¿Así queréis inclinarme en mi caída? – ¡Apártate de mi vista!
O te haré ver cómo arden los rescoldos de mi espíritu
2615
entre las cenizas de mi infortunio. Si un hombre fueras,
de mí te habrías apiadado.

CÉSAR
Retírate, Seleuco.

[Sale Seleuco]

CLEOPATRA
Que todos lo sepan: los más grandes hemos de rendir cuentas
por las cosas que otros hacen; y al llegar nuestro declive,
nuestros nombres responden por los méritos ajenos.
2620
Así es como somos dignos de compasión.

CÉSAR
Cleopatra,
nada de cuanto apartasteis, o de cuanto habéis declarado
engrosará nuestra conquista. Vuestro es, y como vuestro
podéis usarlo a vuestro antojo. Nunca lleguéis a pensar
que César sea un mercader, que con vos discuta precios
2625
de objetos que venden los mercaderes. Confortaos, pues,
y no hagáis una cárcel de vuestros pensamientos...
No, reina querida, nuestra intención es disponer de vos
según vuestro deseo nos aconseje. Debéis comer, y dormir...
Nuestro cuidado y nuestra simpatía quedan con vos,
2630
y de vos ahora nos despedimos como vuestro amigo.

CLEOPATRA
Mi señor, y mi dueño...

CÉSAR
Nada de eso. Adiós...

Trompetas. Salen César y su séquito

CLEOPATRA
De palabras me llena, queridas mías, me llena de palabras
para que no sea noble conmigo misma. Escúchame, Carmia.

IRAS
Llega el fin, mi buena señora... Termina la luz del día,
2635
y se acerca la oscuridad.

CLEOPATRA
Vuelve en seguida...
Ya he dado instrucciones: todo está preparado.
Anda apresúrate...

CARMIA
Así lo haré, señora.

Entra Dolabela

DOLABELA
¿Dónde está la reina?

CARMIA
Allí la veis, señor.

[Sale Carmia]

CLEOPATRA
¡Dolabela!

DOLABELA
Señora, fiel a mi juramento y a vuestras órdenes,
2640
que mi amor por vos convierte en devota obligación,
os hago saber que César ha elegido a través de Siria
la ruta de su viaje, y ha dispuesto que en tres días
habréis de adelantaros vos con vuestros hijos.
Servíos de la noticia como elijáis. Yo he cumplido
2645
así vuestro deseo, y mi promesa.

CLEOPATRA
Dolabela,
quedo en deuda con vos.

DOLABELA
Y yo a vuestro servicio.
Adiós, reina mía. He de volver junto a César.

Sale

CLEOPATRA
Adiós, y gracias. – Iras, dime, ¿en qué piensas?
Tú también, cual marioneta egipcia, serás expuesta
2650
conmigo a los ojos de Roma. Y esclavos menestrales
con mandiles grasientos, cartabones y martillos
nos alzarán a la vista de todos. De su aliento espeso
y rancio de ranchos groseros quedaremos envueltas
y tendremos que beber de sus hedores.

IRAS
¡Los dioses nos libren!

CLEOPATRA
2655
Sí, Iras, sí, así será ciertamente. Lictores obscenos
querrán palparnos como a putas, y vulgares poetastros
nos cantarán baladas desafinadas. Actorzuelos histriónicos
improvisarán a nuestra costa, llenando sus escenarios
de banquetes alejandrinos. Antonio será presentado
2660
tambaleándose como un borracho, y yo habré de ver
a algún jovenzuelo chillando la grandeza de Cleopatra
entre gestos de ramera.

IRAS
¡No lo permitan los buenos dioses!

CLEOPATRA
Así será, no lo dudes.

IRAS
¡Nunca habré de verlo! Segura estoy, pues mis uñas
2665
son más fuertes que mis ojos.

CLEOPATRA
Sólo esa es la manera
de hacer que fracasen sus planes, para así triunfar
sobre tan absurdos propósitos.
Entra Carmia
¡Bien, Carmia!
Vestidme, mujeres mías, como a una reina. Id a buscar
mis galas mejores. Quiero ir de nuevo a Cidno,
2670
a encontrarme con Marco Antonio. Ve tú, amiga Iras...
En seguida, noble Carmia, ahora mismo despachamos.
Cuando cumplas este recado, tendrás mi venia para librar
hasta que acabe el mundo. Trae mi corona, y todo lo demás.
[Sale Iras] Ruido dentro
¿Qué es ese ruido?

Entra un guardia

GUARDIA
Ha llegado un campesino, señora,
2675
que se empeña en presentarse ante Vuestra Alteza.
Dice que os trae higos.

CLEOPATRA
Hacedle entrar.
Sale el guardia
¡Que sea tan humilde el portador
de empresa tan noble! Trae consigo mi libertad.
Es firme mi decisión, y ahora ya no queda nada
2680
en mí de mujer. Seré fuerte como el mármol
de la cabeza a los pies, y la luna inconstante
dejará de ser mi estrella.

Entra el Guardia con un Gracioso

GUARDIA
Este es el hombre.

CLEOPATRA
Vete y déjanos.
Sale el guardia
¿Traes ahí la preciosa serpiente del Nilo,
2685
que mata sin causar dolor?

GRACIOSO
Cierto es que la traigo. Pero no seré yo quien os invite a tocarla, pues es inmortal mordedura su mordedura. Los que de ella mueren, nunca o casi nunca se recuperan.

CLEOPATRA
¿Sabes de alguno que con ella haya muerto?

GRACIOSO
De muchos, vaya que sí; de hombres y también de mujeres. Ayer mismo me contaban de una, mujer muy honesta, pero algo ligera de costumbres – que es cosa de criticar en las mujeres si no son honestas – y de cómo murió de una mordedura, y del dolor que sintió. En verdad, el suyo es fiel testimonio de la serpiente. Aunque quien se crea todo lo que le dicen, no se salvará ni de la mitad de lo que le hagan. De todas formas, nada es infalible, y esta serpiente no es una serpiente cualquiera.

CLEOPATRA
Ya puedes irte. Adiós.

GRACIOSO
Os deseo que disfrutéis de la serpiente.

CLEOPATRA
Adiós.

GRACIOSO
Debéis pensar esto bien. Mirad que la serpiente que hará honor a su especie.

CLEOPATRA
Sí, sí, adiós...

GRACIOSO
Mirad que no habéis de fiar de la serpiente, ni confiarla sino a quien tenga juicio. Os digo que no es éste un buen bicho...

CLEOPATRA
2690
No te preocupes; nos cuidaremos de ella.

GRACIOSO
Perfectamente. No le deis nada, os lo ruego, pues no merece lo que come.

CLEOPATRA
¿Crees que me comerá?

GRACIOSO
No me creáis tan necio como para no saber que ni el mismo diablo podría comerse a una mujer. Yo sé que una mujer es manjar de dioses, si es que el diablo no la adereza. Pero bien es cierto que estos cabrones de diablos pueden hacer gran daño a los dioses con las mujeres. De cada diez mujeres que hacen, cinco se las llevan los diablos.

CLEOPATRA
Basta. Ahora vete. Adiós.

GRACIOSO
Ya me voy, ya me voy... Pero os deseo que disfrutéis de la serpiente.

[Entra Iras, con la corona, túnicas y otras joyas]

CLEOPATRA
Vestidme con mi túnica; ceñidme la corona... Ya siento
en mí las ansias de lo eterno. Ya nunca más el jugo
2695
de las uvas de Egipto habrá de bañar estos labios.
Vamos, dulce Iras, aprisa, aprisa.. Me parece oír
a Antonio que me llama. Puedo ver cómo se alza
para alabar mi noble acto. Ahora le oigo burlarse
de la fortuna de César, que los dioses nos conceden
2700
para excusar luego su ira. Ya voy, esposo mío...
Mi coraje me hará digna de llevar así tu nombre.
Ahora soy fuego, y soy aire, y mis otros elementos
doy a la vida más baja. ¿Así? ¿Habéis terminado?
Venid, pues, y tomad de mis labios un último beso.
2705
¡Adiós, buena Carmia, adiós, Iras querida! ¡Adiós!
Iras cae, y muere
¿Tengo el áspid en mis labios? ¿Por qué has caído?
Si tú y la vida os podéis separar tan dulcemente
será que la muerte acaricia como muerde los amantes,
un dolor que se desea... ¿Por qué no despiertas?
2710
Si así desapareces, al mundo así le dices
que no merece tu despedida.

CARMIA
¡Disuélvete en la lluvia, nube densa, que así veamos
cómo lloran los propios dioses!

CLEOPATRA
¿Así me acusas de bajeza?
Si ella puede antes que yo ver el cabello rizado de Antonio,
2715
por mi ausencia le preguntará, y será para ella el beso
que lleva a mi paraíso... ¡Ven, tú, mortal criatura!
Deshaz con tu diente afilado y con un solo golpe
este nudo intrincado de la vida... ¡Pobre necia venenosa!
¡Enfurécete, y acaba ya! ¡Ah, si pudieras hablar
2720
y yo pudiera oír cómo llamas asno y estúpido
al gran César!

CARMIA
¡Oh, estrella de oriente!

CLEOPATRA
¡Calla, calla!
¿No ves cómo mama el niño de mi pecho
y que se adormece su nodriza?

CARMIA
¡Rómpete, corazón mío!

CLEOPATRA
¡Dulce como el bálsamo, suave como el aire, tan delicado!
2725
¡Oh, Antonio! Sí, también de ti quiero probar...
¿A qué esperar –

Muere

CARMIA
¿En este mundo malvado? Adiós, entonces...
Ahora puedes gloriarte, muerte, pues yace contigo
la mejor de las novias. Cerraos, sedosos velos,
2730
y que el áureo Febo no vuelvan a contemplar
jamás otros ojos tan regios. Tu corona ha caído:
la pondré en su lugar, y ya quedo libre...

Entra corriendo la guardia

PRIMER GUARDIA
¿Dónde está la reina?

CARMIA
No gritéis, que ahora duerme...

PRIMER GUARDIA
César ha enviado –

CARMIA
Un mensajero demasiado lento.
2735
¡Ah! ¡Aprisa, ven pronto! ¡Ya casi puedo sentirte!

PRIMER GUARDIA
¡Eh, venid! ¡Aquí ocurre algo! ¡César ha sido engañado!

SEGUNDO GUARDIA
¡Buscad a Dolabela, el enviado de César! ¡Llamadlo!

PRIMER GUARDIA
¿Qué ha ocurrido, Carmia? ¿Qué obra es esta?

CARMIA
¡La mejor, y la más digna de una princesa
2740
que desciende de tantos reyes!
¡Ah, soldado!

Muere

DOLABELA
¿Qué sucede aquí?

SEGUNDO GUARDIA
Todas muertas.

DOLABELA
Cuanto imaginabas,
César, se ha hecho ahora realidad. Tú mismo verás
ante tus ojos cumplido el acto terrible que en vano
2745
quisiste prevenir.

Entra César, con su séquito en procesión

TODOS
¡Paso! ¡Abrid paso! ¡Llega el César!

DOLABELA
¡Ah, mi señor! ¡Demasiado cierto fue tu augurio!
¡Lo que tanto temías ha sucedido!

CÉSAR
¡Valiente hasta el fin!
Nuestros propósitos había adivinado, y como reina eligió
su propio camino. Mas, ¿cómo fue que se dieron muerte?
2750
No veo rastros de sangre.

DOLABELA
¿Ha estado alguien con ellas?

PRIMER GUARDIA
Sólo un pobre campesino, que vino a traerle higos.
Aquí está su cesta.

CÉSAR
¿Envenenadas, entonces?

PRIMER GUARDIA
¡Oh, César!
Su dama Carmia vivía hace un momento. Pude verla
en pie, y hablando, mientras colocaba la corona
2755
en la frente de su ama muerta. Parecía temblar,
y cayó al suelo de repente.

CÉSAR
¡Ah, noble debilidad!
Si fue veneno lo que tomaron, algún signo se vería
de hinchazón en el cuerpo. Pero parece dormida,
como si en sueños ansiara encerrar a su Antonio
2760
en las fuertes redes de su gracia.

DOLABELA
Aquí en su pecho
parece haber señal de sangre, y la piel henchida;
también aquí, en el brazo.

PRIMER GUARDIA
Es el rastro de un áspid, y esas hojas de higuera
están manchadas del limo que dejan las serpientes
2765
en los juncos a orillas del Nilo.

CÉSAR
Es bien probable
que así muriera. Sus médicos ya me han avisado
de las continuas preguntas con que les perseguía
para hallar maneras de morir sin dolor. Extendedla
sobre su lecho; y del mausoleo sacad a sus damas.
2770
Hemos de enterrar su cuerpo junto a su Antonio.
No habrá otra tumba en la tierra que contenga
amantes de mayor fama. Sucesos de tanta altura
afligen a quienes su causa fueron, y de esta historia
piedad no menor inspira que la gloria de aquél
2775
por cuyo medio llegaron a un final tan lamentable.
Que nuestro ejército les rinda homenaje funerario,
y, luego, ¡a Roma! Venid, Dolabela, seréis vos
quien organice la solemne ceremonia.

Salen