Estambul imprescindible: belleza entre dos continentes

La joya de los tres imperios

Estambul imprescindible: belleza entre dos continentes

La capital otomana atesora monumentos en los que se refleja la mezcla cultural de su pasado, barrios llenos de color y mercados con banda sonora propia

Capital de hasta tres imperios (romano, bizantino y otomano), enclavada entre dos mares y dos continentes, Estambul supera todas las concepciones previas que se puedan tener. En esta urbe de 15 millones de habitantes se dan cita lo más conservador y lo más liberal del país, pero, sobre todo, es un magnífico museo al aire libre que resume la historia de Turquía.

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El camino que conduce al centro de la ciudad penetra a través de las murallas que mandó levantar el emperador bizantino Teodosio en el siglo V y que, durante mil años, repelió los sitios de persas, avaros, árabes, rusos y búlgaros. Si bien han sido restauradas no con demasiado tino en algunos puntos, aún conserva su esplendor el doble muro cuajado de torreones

Al otro lado se extiende lo que fue Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, más conocido como Imperio Bizantino.

Más allá se divisa el Cuerno de Oro, el estuario que divide en dos la orilla europea y que en aquellos tiempos separaba el centro de la ciudad franca de Pera, habitada por genoveses y venecianos que comerciaban con las colonias del Mar Negro.

 

cuerno de oro
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ESTRECHO DEL BÓSFORO

Y, cruzando el estrecho del Bósforo, ya en el continente asiático, se hallaban las poblaciones de Crisópolis o Scutari (hoy, Üsküdar), colonia griega desde el siglo VII a.C., y Calcedonia (ahora, Kadiköy), que en el año 451 acogió uno de los primeros concilios cristianos.

PLAZA DE SULTANAHMET
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LA PLAZA DE Sultanahmet

La plaza de Sultanahmet es hoy el primer lugar que se visita de Estambul, tal y como en pleno apogeo bizantino era el centro del poder político y religioso. Los baldosines que pisamos, plagados de guías y vendedores de souvenires, mazorcas de maíz, castañas asadas o roscas de pan y sésamo (simit) hace siglos estaban cubiertos de arena y hollados por los cascos de los caballos.

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obelisco luxor
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HIPÓDROMO DE Constantinopla

Aquí se localizaba el hipódromo que Constantino el Grande levantó al trasladar el gobierno de Roma a la nueva ciudad imperial en el año 330. Los equipos que competían representaban a las diferentes facciones políticas y religiosas, de ahí que a menudo las carreras acabasen en auténticas revueltas.

Lo que fuera la espina a la que daban vueltas cuadrigas y monturas queda marcado por el obelisco egipcio procedente de Luxor, y por la columna Serpentina, mandada traer del templo de Apolo en Delfos. La entrada al recinto estaba presidida por una inmensa estatua de cobre y bronce de un auriga tirando de cuatro caballos. Tras la conquista y saqueo de Constantinopla en 1204, durante la Cuarta Cruzada, la escultura fue llevada a Venecia donde ahora adorna la fachada de la basílica de San Marcos.

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SANTA SOFÍA

Si el palacio y el hipódromo eran el núcleo de la vida civil, Santa Sofía representaba al poder religioso. El actual templo data de siglo VI y fue el tercero en levantarse en su lugar, pero con él, sus arquitectos Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles –ambos, expertos matemáticos– elevaron el arte bizantino a lo más alto. Cuentan que lo primero que hizo el sultán Mehmet II al tomar Constantinopla en 1453, tras las correspondientes tres jornadas de pillaje, fue dirigirse a Santa Sofía y, arrodillado ante su magnificencia, ordenó su conversión en mezquita.

Cinco siglos después, en 1935, Mustafa Kemal Atatürk la declaró museo, en consonancia con el carácter laico de la recién proclamada República de Turquía. La influencia de Santa Sofía fue tal que su huella quedaría para siempre impresa en las mezquitas de Turquía.

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LA MEZQUITA AZUL

El arquitecto Sinan (siglo XVI), considerado el Miguel Ángel otomano, trataría de superar la magnitud de Santa Sofía durante toda su vida hasta que, al final de sus días, edificó la mezquita Selimiye, en Edirne. Precisamente, el templo que rivaliza en belleza con Santa Sofía en la plaza de Sultanahmet es la Mezquita Azul, diseñada por un discípulo de Sinan.

El conjunto erige sus seis estilizados minaretes, cúpulas y semicúpulas donde una vez se levantó el palacio de los emperadores bizantinos. El interior, cubierto de azulejos de Iznik, invita a la meditación y aleja por un momento del trasiego de visitantes y de los vendedores ambulantes que en el exterior vociferan sus ofertas. El palacio de Topkapi es otra de las maravillas que aguardan en la plaza de Sultanahmet.

En sus palacetes de anchos alerones y en sus decoraciones vegetales aún se observan reminiscencias del origen nómada del pueblo turco. Procedente de las estepas de Asia Central, se expandió por el Mediterráneo y Oriente Próximo a partir del siglo XV hasta llegar a las puertas de Viena y parte de la actual Ucrania, en el norte, a Somalia y Yemen al sur, a Argelia al oeste y al mar Caspio en el extremo oriental.

 

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EL GRAN BAZAR

Remontando Divan Yolu, la calle que hoy recorre el tranvía y que está resguardada por antiguas madrazas y türbe (mausoleos de hombres santos y sultanes) se llega al Gran Bazar, el colorido laberinto que alberga miles de tiendas de joyas, alfombras, cerámica y recuerdos variados, donde poner a prueba la capacidad de negociación: los precios son líquidos, jamás constantes.

Una vez recuperado del duro ejercicio del regateo y si se es capaz de orientarse, cabe recorrer las calles del bazar exterior, el verdadero mercado popular, donde se venden telas y vestidos de novia, tuercas y exprimidores, a granel y al por menor. Y pasear luego por la barriada de Süleymaniye, a los pies de la mezquita del mismo nombre–otra obra de Sinan–, y donde aún abundan las casas de madera que caracterizaban el Estambul otomano.

balat estambul
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los barrios fener y balat

Nos alejamos ya del ajetreo turístico para introducirnos en los barrios más pintorescos de Estambul, cruzando el bulevar Atatürk, coronado por el acueducto de Valente (siglo IV). Como romanos que se consideraban, los bizantinos realizaron importantes obras para suministrar agua potable a la ciudad, gracias a las cuales hoy Estambul alberga numerosas y bellas cisternas –algunas visitables–, así como una red de canales.

Los otomanos no solo mantuvieron aquellas infraestructuras, sino que las ampliaron y perfeccionaron. Al otro lado del bulevar se encuentran los vecindarios Fener y Balat, cuyas calles aún guardan signos de su antiguo esplendor entre casas de colores, escalinatas labradas, pequeñas iglesias y sinagogas.

 

barrio fener balat
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El barrio griego de Fener –donde se halla el Patriarcado Ecuménico, un Vaticano para los cristianos ortodoxos– era el hogar de la aristocracia fanariota, que dio príncipes y gobernadores que ejercieron su mando en las distintas provincias otomanas.

En aquella época Balat era famosa por sus artesanos, músicos y tabernas; en sus calles se habló durante siglos el ladino de los judíos expulsados de España, pero casi todos terminaron por marchar a barrios mejores o a Israel.

Palacio de Dolmabahce
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PALACIO DE Dolmabahçe Y LA AVENIDA Istiklal

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el poder económico y político se trasladó al norte del Cuerno de Oro. Los sultanes edificaron a orillas del Bósforo el palacio de Dolmabahçe, de estilo versallesco. A lo largo de la Grand Rue de Pera –ahora avenida Istiklal–, se instalaban las embajadas europeas, surgían teatros, liceos, arcadas y galerías comerciales, de acuerdo con los nuevos tiempos; aquí convivían griegos, armenios, levantinos y turcos, que debatían en cafés de gusto parisino cómo reformar y modernizar el estado otomano.

El Imperio estaba en franca decadencia y sus vastas posesiones se independizaban una detrás de otra, pero, como advertía Vicente Blasco Ibáñez en su libro de viajes Oriente (1907), no había otro rincón del mundo con más riqueza cultural.

PLAZA DE TAKSIM
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plaza de taksim

Hoy los debates no cejan en este pedacito de Estambul, que es también de donde parten, para culminar en la moderna plaza de Taksim, las más diversas manifestaciones. Para luego sentarse en una taberna a seguir discutiendo de política o de la vida, con un vaso de té o de raki (anís turco). O para olvidarse, por qué no, de los pesares de la actualidad en alguna de las discotecas encaramadas en lo más alto de sus edificios.

 

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PALACIO de TOPKAPI

Durante 400 años el palacio de Topkapi fue el corazón del poderoso imperio otomano. Erigido sobre una colina que se asoma al punto donde las aguas del Cuerno de Oro se abocan al mar de Mármara, este conjunto de pabellones y jardines es uno de los monumentos Patrimonio de la Humanidad más exquisitos del mundo.

 

Más allá de la arquitectura, su importancia reside en las maravillas que alberga –armas, joyas, vestidos, miniaturas, manuscritos, porcelana china–. Esta colección de las riquezas de un imperio que abarcaba desde Europa hacia Asia y África es un valioso testimonio para conocer de primera mano cómo era la vida de los sultanes otomanos. Declarado museo en 1924, el palacio conserva las salas tal y como las conocieron los sultanes antes de abandonarlo en 1853 cuando se trasladaron al moderno Dolmabahçe, a orillas del Bósforo.

 

El recinto se articula en torno a cuatro patios: el primero concentraba los edificios dedicados a proporcionar servicios a la corte y hoy quedan fuera del museo; el segundo integraba las estancias gubernamentales; el tercero –ahora reúne las colecciones de trajes, miniaturas y tesoros– y el cuarto estaban destinadas al uso privado del sultán y su familia.

 

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En el siglo XVI, Solimán el Magnífico mandó añadir el harén, la zona reservada a las esposas, las concubinas y la madre del sultán. Era un palacio dentro del palacio, un lugar donde el soberano pasaba las horas atendido por mujeres traídas de las distintas regiones del imperio. Aquel mundo de lujo y misterios cortesanos fascinó a pintores y escritores europeos y todavía hoy seduce a los miles de visitantes que acuden a Estambul dispuestos a dedicar un día entero al sublime palacio de los sultanes otomanos.

 

Puerto de Gálata
Foto: CEMAL EMDEN /Istanbul Modern

El Puerto de Gálata

Es la zona de ocio más nueva de Estambul: un largo paseo marítimo que se asoma al Bósforo desde la orilla europea, en el distrito de Gálata, a poca distancia de la famosa torre genovesa y del puente que cruza al Cuerno de Oro.

 

Desde los bancos del paseo se contempla el perfil de cúpulas y minaretes que emergen en la orilla histórica, con barcos de recreo y lanchas que navegan arriba y abajo del Bósforo, con las islas Príncipe a lo lejos.

 

Los estambulíes y también los visitantes han tomado esta zona desde la mañana a la noche por su variedad y cantidad de restaurantes. Es un buen lugar para degustar especialidades locales, perfectas para compartir, desde primeros platos hasta deliciosos postres.

 

Istanbul Modern, Museo de arte
Foto: CEMAL EMDEN /Istanbul Modern

Istanbul Modern

La estrella del Puerto de Gálata es, sin duda, el museo de arte contemporáneo Istanbul Modern, un edificio de vidrio y líneas rectas que diseñó Renzo Piano inspirándose en el trajín de barcos que circulan por el Bósforo. En consecuencia, el Istanbul Modern es un museo abierto al paseo marítimo con espacios abiertos al público y salas repletas de obras de artistas turcos e internacionales de los siglos XX y XXI.

 

Hay que dedicarle tiempo también al exterior del museo para admirar las esculturas que lo rodean: La más bella de todas las madres (Adrian Villar Rojas), House Version(Richard Deacon), Runner (Tony Cragg), Atop an Underworld y Dust Failling (Anselm Reyle), Ayça (Uilmaz Zenger), y Europeos (Selma Gürbüz).

 

Y después, sentarse a esperar las horas mirando la Torre del Reloj Tophane (1845) con la Mezquita Nusretiye (1826) detrás.

 

Museo Sakip Sabanci. Estambul
Foto: Getty Images

MUSEO SAKIP SABANCI

El distrito de Emirgan, uno de los los más lujosos de Estambul alberga el precioso museo de arte turco Sakip Sabanci. La que fuera la residencia del embajador egipcio en 1925 aloja hoy dos colecciones fabulosas: manuscritos iluminados y caligrafía otomana, y pinturas de artistas turcos influenciados por el modernismo. La planta baja del palacio conserva muebles y objetos diversos, como jarrones Ming y lámparas de cristal. 

 

AKM. Centro Cultural Ataturk. Estambul
Foto: istock

Centro cultural Atatürk

Sus siglas AKM, su diseño de vanguardia y, sobre todo, su sensacional agenda de artes escénicas y conciertos lo han convertido en el referente del panorama cultural de Estambul.

 

Situado en un lado de la plaza Taksim, nació como Palacio de la Cultura en 1969, se reformó en 1978 como Centro Cultural Atatürk (AKM) con su fachada de vidrio y metal, y en 2021 se inauguró la ampliación que lo catapultaba como un inmenso complejo cultural.

 

Además del auditorio con capacidad para más de 2.000 personas, alberga un teatro, un cine, una biblioteca, salas de exposiciones, cafeterías y restaurantes. En junio es uno de los escenarios principales del Festival de Música de Estambul.

 

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