VILLENA CUÉNTAME

28 may 2024

1925 PASE DE RODILLAS DE "BELMONTE" EN LA PLAZA DE TOROS DE VILLENA

19 de Julio de 1925. Plaza de Toros de Villena, "Belmonte" en una pase de rodillas. Ese día torearon Belmonte, Marques (conocido como "El Ángel Rubio") y "El Algabeño", con seis toros de la ganadería Campos Valera.
Foto cedida por... Alfonso Esquembre García

1962 EXCURSIÓN A LA CUEVA ROJA (PEÑA RUBIA)

Hermanos, primos y amigos.
Julio, Pedro Luis, Francisco, Enrique y Pedro Domenech
Pedro Luis, Julio y Enrique Domenech
Fotos cedidas por... Enrique Domenech Serrano (fecha sin confirmar)

1994 AL CASTILLO DE MI VILLENA (LITERATURA)

Al castillo de mi Villena 
Ecos desde tu ventana
¡Oh!, soñadora ventana 
hoy te ofrezco con pasión 
—al filo de la mañana—
esta dulce inspiración. 
Tú como linda sultana 
oteas con gran galanura..., 
y al son de marcha otomana, 
esparces dicha y ternura. 
Permaneces siempre abierta 
y escuchas con atención..., 
rumores bajo tu puerta. 
Idilios..., del corazón. 
La desdichada pelea 
que acaba violentamente...,
alguien que canturrea..., 
por exceso de aguardiente. 
Oyes frágiles pisadas 
de algún lento transnochante,
o las voces angustiadas
de algún alegre viandante.
Vagas promesas de amor
de oculta pareja amante,
y de besos un rumor...,
que se apagan al instante.
Percibes un vago chirrido
de alguna pareja herrumbrosa,
a lo lejos un ladrido...
¡Qué noche más azarosa...!
¡Oh!, fantástica ventana
de ruidos escrutadora
espérame a la mañana
mi bendita narradora.
De las horas transcurridas
qué de noticias curiosas...,
quiero asomarme a otras vidas
a otras vidas misteriosas.
Penetrar en los arcanos
desde tu mágica altura
y decirle a los humanos...,
que ¡VIVIR ES HERMOSURA!
Espérame bella Hurí
soñaré con ilusión,
cuando esté cerca de ti...
vibrará mi corazón.
Serás siempre Soberana, 
inquietante, escrutadora, 
recibe en esta mañana 
—al romper la nueva AURORA...—
los ecos de mi ventana.
José Urrea Domene
Extraído de la Revista Villena de 1994 

2014 LA BANDA MUNICIPAL DE MÚSICA HACIENDO AMIGOS POR TODA LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA

La Banda Municipal de Música de Villena participó en el FestiBand de Ogíjares (Granada)
Pues todo el trabajo desarrollado en los últimos meses ya ha sido realizado; y según las opiniones de muchos músicos y acompañantes, resultado muy satisfactorio. Algunos de ellos ya daban ideas para realizar otro el año próximo.
El sábado 12 de julio a eso de las 5:40 h, comenzaron a escucharse las primeras maletas y los estuches de los grandes instrumentos sobre las aceras de la Puerta de Almansa. Tirando de dicho equipaje venían algunos músicos, o poco descansados o directamente sin dormir, pues la noche anterior tuvimos un pequeño ensayo por aquello de repasar los últimos detalles, tanto del viaje como del repertorio preparado.
Pues con un pequeño atraso sobre el horario previsto, porque siempre se olvidan algunas partituras o cualquier otra cosa necesaria para el viaje, a eso de las 6:15 h partíamos los 2 autobuses con destino a Granada. 
Durante el trayecto algunos músicos aprovecharon para dormir el ratico que les faltaba, y otros estuvimos de lo más entretenidos viendo las películas de nuestros actos de Santa Cecilia; un autobús llevaba la película de los actos de 2.012 y el otro el de 2.013, y con la idea de que en el retorno las cruzaríamos.
Y sobre las 11:30 h, ya estábamos a la vera del Río Genil, en el centro de Granada. Descargamos las maletas en el hotel y para estirar las piernas, que mejor manera de hacerlo que irse de tapas por Granada. 
Los que ya conocían los sitios típicos de la ciudad nos hicieron la función de guía, nos llevaron a los bares de tapas y otros sitios varios donde pudimos ver y comprar cosillas o recuerdos de esta visita.
Pues entre caña va y caña viene (y no precisamente las cañas de los instrumentos) se hizo la hora de comer, y la verdad, después de 2 horas tapeando, ¿quién tenía ganas de comer?
Cierto es que alguno que otro comió, pero la gran mayoría, como que volvimos al hotel a por el postre y a descansar en nuestras habitaciones un poco antes del concierto.
Descansados y ya con el uniforme de verano de la Banda Municipal, a eso de las 8 de la tarde de nuevo al autobús y rumbo a la ciudad de Ogíjares, donde se celebraba el FestiBand organizado por la BSMO -Banda Sinfónica Municipal de Ogíjares-.
Ya en el lugar del concierto, la Plaza del Ayuntamiento-, un lugar muy recogido y con una buena acústica, pudimos conocer a los músicos de la banda anfitriona. Trabajando continuamente, super atentos con nosotros y dispuestos a que nos sintiéramos muy a gusto; vamos, como en casa.
Pocos minutos después de las 21 h, el presentador dio comienzo, con unas sorprendentes palabras en valenciano, con la presentación del concierto, de nuestra banda y de nuestro director.
En la presentación se denotaba la gran ilusión que era para la BSMO tenernos como invitados en ese concierto de clausura de sus festivales con motivo de su 20º aniversario, y como no, teníamos que estar a la altura de sus expectativas.
Y concluida la presentación, comenzaba la parte músical. Comenzamos con un pasodoble muy nuestro: Las calles de mi Villena, del Maestro don Antonio Ferriz; continuamos con dos obras de las denominadas grandes, El cántico de las Criaturas de James Curnow y la suite Entornos de Amando Blanquer. Estas 2 obras serán trabajadas por los alumnos de X curso de dirección de banda que comienza esta misma semana.
Y para cerrar nuestra participación en el Festival interpretamos la marcha mora Al-Bilyaní de Pau Verdú, obra ganadora del jurado en el II Concurso de composición de Música Festera “Compositor Manuel Carrascosa” celebrado en el pasado concierto del Ecuador Festero 2.014.
Tras el descanso, la BSMO nos ofreció su programa preparado para el FestiBand. Interpretaron el pasodoble Certamen Levantino de Pascual Marquina, una selección de los Cuadros de una exposición de Mussorgsky, Conga del fuego nuevo de Márquez y Mambo Furioso de Karrick.
Un gran repertorio de ambas bandas para un FestiBand. Las obras no dejó impasible al público asistente, por cierto en una estupenda noche climatológica.
Tras la entrega mutua de obsequios por parte de ambas directivas y Ayuntamientos, el de Villena representado por nuestra Concejala de Cultura y Fiestas, doña Isabel Micó; a las 23:45 h concluía el concierto de ambas formaciones, desplazándonos seguidamente a un local donde la BSMO había preparado una cena fría para todos los músicos y acompañantes
Una vez concluida la cena, nos despedimos de tan magníficos anfitriones y quedamos en ponernos a trabajar en breve para organizar su visita a nuestra ciudad en el próximo año.
Al día siguiente, y tras otra noche de sueño corto, bien tempranito, gran parte de la expedición villenense nos montamos de nuevo al autobús para irnos a visitar la Alhambra y los jardines del Generalife.
Divididos en 3 grupos y con nuestros respectivos guías, fuimos viendo las maravillas de esta obra de arte de la cultura Nazarí. Algunos ya la habían visitado con anterioridad, pero los que lo hacíamos por primera vez quedamos fascinados.
Tras las grandes explicaciones recibidas por los guías, nos despedimos de ellos y de nuevo al hotel. Muchos decidieron bajar andando, y los pies de otros cuantos decidieron que mejor era volver en el autobús.
Y tras comer en el hotel, a eso de las 15:30 h, de nuevo a los autobuses y caminito a Villena.
A las 20:30 h, y con el tiempo justo para ir a ver la final del mundial (que por cierto, en la visita de la Alhambra uno de los guías predijo el resultado) cada uno para su casita, a descansar y a coger fuerzas para la semana que tenemos por delante.
Aprovechamos para recordaros que esta semana nos visitan 4 monstruos a nivel mundial en el mundo de la dirección y composición para banda, los grandes maestros José Rafael Pascual Vilaplana, Jan Cober, Eugenne Corporon y Carlo Pirola.
¡¡¡ Quedáis todos invitados a acompañarnos en el concierto de clausura a celebrar el próximo viernes, día 18 de julio a las 22:00 h en el Teatro Chapí !!!

LOS VILLENEROS LA LLAMAN... "LA PLAZA"

Video sobre "La Plaza" con texto recitado por... Ernesto Pardo
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1961 EL POBLADO DE ABSORCIÓN EN CONSTRUCCIÓN

Foto extraída de la Revista Villena de 1961

1981 GASPAR TOMÁS Y GABINO

 Gaspar y Gabino

Foto cedida por... Francisco Tomás Serrano

1970 INTERIOR IGLESIA DE SANTIAGO

Foto extraída de la Revista Villena de 1970

XII EDICIÓN DEL CONCURSO NACIONAL DE MONÓLOGOS EL RABAL VILLENA 2024

EL PLAZO FINALIZA EL 9 DE JUNIO.
ABIERTO EL PLAZO DE INSCRIPCIÓN PARA LA XII EDICIÓN DEL CONCURSO NACIONAL DE MONÓLOGOS EL RABAL VILLENA
Publicadas las bases del Concurso Nacional de Monólogos El Rabal Villena. En esta XII edición los organizadores, la AVV El Rabal junto a la concejalía de Casco Histórico, han apostado por cambios significativos para mejorar este evento.
Por una parte, se duplica el importe de los premios, gracias a la inestimable colaboración de un gran número de empresas de Villena. Con ello se pretende completar el atractivo que este concurso ya tenía a nivel nacional, tanto por el entorno donde se realiza como por el millar de espectadores que reúne, para colocarlo entre los 10 mejores concursos de monólogos del país.
Por otra parte, se reduce a cinco el número de finalistas para acortar el desarrollo de la final y favorecer la atención del público hasta el fallo de los ganadores.
Por último, la final será retransmitida en streaming para aumentar la difusión del evento y permitir su visualización en directo por internet. 
El plazo de presentación de trabajos para la selección de los finalistas termina el 9 de junio, haciéndose público el nombre de los 5 finalistas el 13 de junio de 2024.
La Final del Concurso Nacional de Monólogos El Rabal Villena se realizará en el incomparable marco del Mirador del Castillo de la Atalaya a las 23h del sábado 3 de agosto. 
Los premios establecidos son:
Primer premio: 1000 €
Segundo premio: 500 €
Tercer premio: 300 €
Cuarto y quinto 200 € para cada uno.
La organización dará cena y alojamiento en habitación doble a cada uno de los cinco finalistas la noche de la final del concurso.
La AVV El Rabal espera reunir a algunos de los mejores monologuistas amateurs de España y convertir este concurso, a lo largo de los próximos años, en una lanzadera de éxito para futuros profesionales de la comedia. 

PREMIO "EL TITO" 2024 ANTONIO MARTÍNEZ

ACTA QUE OTORGA EL PREMIO ANTONIO NAVARRO “EL TITO” 2024, DE LA COMPARSA DE MOROS VIEJOS, EN SU CUADRAGÉSIMO SÉPTIMA EDICIÓN
En Villena, siendo las 17:25 horas del día 18 de mayo de 2024, en la sede social de la Comparsa de Moros Viejos, se reúne el jurado elegido al efecto de conceder el Premio Antonio Navarro “El TITO” 2024, en su cuadragésimo séptima edición.
En primer lugar, la secretaria de la Comparsa de Moros Viejos lee las bases del premio y tras dar lectura a cada una de las candidaturas, donde se expuso el alto nivel de los candidatos, se pasa a la votación, siendo elegido en segunda votación por mayoría.
Desde muy joven ha quedado siempre latente su especial cariño con la Fiesta de Moros y Cristianos. Por esta inquietud, ha pertenecido a varias directivas y ha colaborado en otras muchas en la que siempre ha sido y es su comparsa, el Bando Marroquí.
Todo comenzó siendo capitán en el año 1987 y pese a su juventud, inició su andadura festera en la directiva de D. José Esteban (Pepe Caracoles), iniciando la informatización en la Comparsa.
Desde entonces, ha ostentado entre otros cargos el de secretario y tesorero. En 1994 pasa a ser presidente de su Comparsa hasta el año 1999, realizando cambios de importancia para la misma.
Tras unos años de paréntesis, volvió a coger cargos de responsabilidad dentro de su comparsa. En esta etapa desempeñó la labor de delegado de la Junta Central de Fiestas durante los años 2003-2004, para poder comprobar de primera mano las bambalinas y entresijos que la Junta Central de Fiestas posee.
En diciembre de 2004 fue nombrado Presidente de la Junta Central de Fiestas hasta el año 2007 que dejó el cargo.
Durante los tres años de mandato, la Junta Central de Fiestas desarrolló una gran mejoría en algunos aspectos:
- Fue pieza esencial para las jornadas de Entrefiestas 2006.
- Bajo su presidencia se creó y organizó el I y II Certamen de Bandas de música ciudad de Villena.
- Dio realce a los brindis de Navidad y a la entrega de peinetas a las madrinas mediante un cambio de formato y sello innovador.
- En el concierto de los pasodobles, celebrado en la Plaza de Santiago, se incluyó la novedad de incorporar imágenes de las diferentes comparsas.
- Las fiestas sufrieron grandes y positivos cambios en la organización de los desfiles, destacando el recorrido de la Retreta por el barrio del Rabal, así como los cambios de formato de los desfiles del Ecuador y la Mahoma.
- También se implantó un nuevo reglamento de Régimen Interior. - Apoyó y promovió el vallado en los desfiles.
- Durante su mandato se recuperó el patio de la Casa del Festero para el uso y disfrute de las comparsas.
Además, perteneció a la comisión de la revista festera “Día 4 que fuera”, en la edición del año 2007.
Es miembro de la UNDEF desde 2008, en la cual ha sido nombrado socio de honor, reconociéndose sus trabajos y méritos. Actualmente, sigue siendo asesor informático de la Junta Central de Fiestas de Villena y vocal de la UNDEF.
Tras el paso de su presidencia, siguió tres años más como directivo en la Junta Central de Fiestas como asesor de informática en el periodo 2008-2010 bajo la presidencia de D. Manuel Muñoz.
Por último, colabora como auditor de cuentas desde el año 2006 en la Asociación de Nuestra Señora María de las Virtudes (Junta de la Virgen).
Por todo lo expuesto anteriormente, el galardonado con el premio Antonio Navarro “El Tito” 2024 es:
DON ANTONIO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Sin más asuntos que tratar se levanta la sesión siendo las 18:12 horas del día arriba indicado, de lo que doy fe como secretaria con el visto bueno del Presidente.
EL PRESIDENTE LA SECRETARIA
José Antonio Fillols Martí - María Ángeles Pajares Bravo

27 may 2024

1992 VECINOS DECORANDO LA CALLE EL COPO

Vecinos decorando la calle El Copo para las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena. Video cedido por... Estela García, desde Yecla

1970 APEADERO DEL CHICHARRA VILLENA-JUMILLA

Parada de las Virtudes, Sección Villena - Jumilla. Se inauguró el 6 de marzo de 1953 y en diciembre de 2023 fue rehabilitado por el alumnado del Taller de Empleo ‘Et Formen’, financiado con fondos europeos a través de Labora. Fotografía años 70.
Foto… Benigno López Hurtado (fecha son confirmar)

2004 VIENDO LA ENTRADA TRANQUILAMENTE…

Podría ser una foto realizada en cualquier otro lugar del mundo, pero la fotografía se hizo durante el desfile de La Entrada de las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena
Ver "La Entrada" tomando un agua limón... no tiene precio…
Fotografía de Benigno López Hurtado

1982 PASODOBLE

PASODOBLE Por ALFREDO ROJAS
A la Banda Municipal de Villena; a «mi» banda.
Dispuesta está la banda, colocados los papeles sobre los atriles, abierto el guión. Una mescolanza de notas sueltas, independientes unas de otras, tiembla en el aire. Una escala descendente del saxo alto, que va cobrando fuerza a medida que alcanza las notas bajas; el punteado de los agudos de una trompeta, un flautín que festonea tres o cuatro sonidos ligados que se repiten velozmente. Mientras mosconean los graves del bombardino, dibuja el clarinete incansables arpegios que ascienden y descienden sin otra pausa que el levísimo respiro para tomar aire. Suenan los secos golpes de la caja mientras se aprietan los tornillos que tensan el parche, e hiende el aire la ondulante y quejumbrosa nota larga del oboe. Pero, de pronto, una vigorosa batuta enhiesta, una mano izquierda abierta en ademán autoritario, imponen silencio. Se engarabitan los dedos sobre los pistones y las llaves, se oprimen las boquillas y se miran rápidamente por última vez las alteraciones de la armadura.
Apenas unos instantes de silencio, de inmovilidad. Y de repente, con increíble justeza, al golpe exacto de la batuta, surge la llamada, alegre y viril, del metal claro, que traspasa el aire vibrante y sorprendido. Cuando se diluye la alegre frase, cuatro o seis compases a lo sumo, imponen los bajos el ritmo tranquilo y exacto. Vuelve el metal de nuevo a la llamada inicial, una tercera más alta, todavía más gallarda, con insolente desplante; y al acabar, nuevamente recomiendan cordura los graves, que descienden pausadamente a la fundamental. Y ahora fijan ya definitivamente el ritmo, a través de cuatro compases, con la complicidad de las cajas, que se adornan con el suave repiqueteo de los palillos. Aquietada con ello la alegre introducción, cobra ya identidad el pasodoble.
Piano, casi sin sonido, inician la melodía los clarinetes. Juegan al unísono con sus modulaciones transitorias, deteniéndose en la segunda, fingiendo la queja de un fugaz modo menor para volver al primitivo. Expuesto ya el tema, reinician la frase, dibujando nuevos giros melódicos para acabar, finalmente, sobre la dominante del tono.
Todo el tema va a exponerse de nuevo; retroceden los ojos en el papel buscando el inicio de la melodía. Esta vez todavía más piano. Y se levanta el contracanto, suave y aterciopelado, de los saxofones. Cada período de la melodía es contestada con el grave y acompasado contra-punto que ondula en las respuestas, imita las frases, las modifica, las complementa. Mientras, determinan el «tempo» los suaves «stacattos» de los bajos y las apenas advertidas síncopas de las trompas. Y ya, finalmente acordados el dúo de la melodía y el contrapunto, mueren ambos al unísono en la nota final sobre la tónica.
A la delicadeza de la exposición sigue el brusco contraste del fuerte. Todo el metal ataca ahora, brioso y bizarro, imponiendo su ley. Se crispan los oprimidos labios sobre las boquillas, se pulsan a golpes los pistones, suben y bajan, en largo recorrido, las llaves de los bajos; las frases fuertes son reforzadas por el estruendo de los platos, en alegre fanfarria. Rellenan las brevísimas pausas los recortes de las glosas de la madera, y toda la banda se lanza a la alegría del armónico estruendo. Y ya agotado el tema, acabada la intervención del metal, sosegada la alegre algarabía, hay una brevísima pausa, nunca abandonado el ritmo por la batería y los bajos. De nuevo se disparan las trompetas en la frase con que dio principio el pasodoble, que esta vez modula a su final y prepara, en un solo compás, el cambio de tono. Ya establecido, los bajos y las armonías aseguran la nueva tonalidad.
Empieza el trío. Los saxofones, suavemente, y los clarinetes, con su sonido de caramillo, inician la melodía del consabido trío en su exposición clásica: cuatro frases de ocho compases que van desvelando una melodía sin sorpresas, sujeta al control de los bajos, matizada por los suaves acordes de trombones y trompas. Mientras se desenvuelve, juegan sobre las llaves los dedos nerviosos del clarinete primero, que descansa ahora y se prepara para su decisiva intervención, enhiesto el silencioso instrumento sobre la rodilla. Reposa el metal claro, el bombo, los platillos, fijos los ojos de los ejecutantes sobre el papel. Y cuando nuevamente repite el trío, media parte después de iniciarse, todavía en el primer compás, arranca en brusca síncopa el clarinete con su glosa, en una apretada carrera de semicorcheas que suben y bajan, que repiquetean, que se esfuman en rápidos trinos sobre la parte débil festoneando el canto que se encoge, se esconde, mientras todos los demás, los que cuentan y esperan, contienen la respiración y escuchan atentos las rápidas notas del solista.
Ha terminado la melodía en una nota que se pierde, en contraste con el agudo final del clarinete. Y sin pausa, ataca el metal la transición modulante. Sube el sonido, la tensión, en brevísimos compases; se afanan los bajos, se oprimen las boquillas, traspasan el aire los agudos de la madera y, tras un «tutti» final, estallan los graves en la fundamental mientras clarinetes, trompetas, fliscornos, arrancan nuevamente con el trío, fuerte, vibrante, con el varonil contracanto de los saxos y bombardinos. Sube el trío triunfal; canta la banda alegre, sonora, olvidados los pianos, con el jubiloso son de los platos acentuando la parte fuerte; se sucede la segunda parte sin perder potencia y, en un estruendoso final, cierran los graves con tres golpes sonoros, rotundos y definitivos.
Extraído de la Revista Villena de 1982

1972 EN LAS VIRTUDES CON EL BURRO

José María Martínez "Calaco" en las Virtudes con un burro.
Foto cedida por... Peña "Los Sioux"

2024 "CALACO" SIEMPRE EN NUESTRO CORAZÓN

“Calaco” te vas sin poderte despedir de mucha gente que te quería y que te llevará en el corazón, esta larga enfermedad nos ha impedido disfrutar de tu alegría y de tu compañía.
Festero hasta le médula, Inquieto y Sioux, siempre trabajando por la fiesta, dejas un vacío difícil de llenar. Tus amigos no te olvidaremos. Descansa en paz José María Sánchez Martínez "Calaco".
Villena 27 de mayo de 2024
El Calaco años 70

1994 EL JARDÍN DE LA MELANCOLÍA

El jardín de la Melancolía
A veces uno cree que todo lo ha olvidado. Pero basta un sonido, un olor, un tacto repentino e inesperado, para que de repente el aluvión del tiempo caiga sin compasión sobre nosotros y la memoria se ilumina con el brillo y la rabia de un relámpago.
Julio Llamazares
María:
Todavía tengo la bolsa de viaje medio llena de ropa. Hace dos días que llegué del pueblo y tengo pereza en vaciarla; como si el contenido que resta de la misma me uniera a ciertos recuerdos y melancolía que me han producido pasar en casa de mis padres estos últimos quince días.
HA sido una pena como siempre, cuando voy, no poder coincidir estos días contigo y conversar por las tardes tomando alguna cerveza o paseando por las calles del pueblo. Nadie mejor que tú me cuenta con más pelos y señales lo que acontece en mi ausencia. Por eso te escribo con tanta premura después de mi regreso. Echo de menos tus conversaciones cuando estoy allí y, como esta vez no las he tenido, necesito hablar con alguien que pueda escucharme y compartir mis pensamientos sobre determinados hechos. Si alguna persona lee esta carta que no seas tú, pensará que soy un nostálgico, que estoy enajenado por la ausencia de mi pueblo y tú sabes que no es eso; que aquí, en Valencia, en la gran ciudad, también estoy adaptado y soy feliz en mi trabajo y en mi ocio, aunque despotrique de la gran urbe. ¡Hay tanta gente en la capital! Es tan impersonal el ritmo que se lleva fuera de los circuitos de la vida cotidiana: familia, trabajo, los cuatro vecinos que conoces de las 30 viviendas de la finca, el bar de siempre y poco más. Son tantas las caras, ojos, ropas que pasan sin dejar huella, salvo algunas miradas penetrantes que me siento obligado a escrutar y que no atinas a saber qué dicen, que cuando ya tengo mi cabeza saturada de tanta sensación autómata, necesito un descanso; mirar un poco en mis raíces para sentirme parte del mundo, para no perderme en la vorágine de la humanidad. Por eso mis días en el pueblo y tu amistad son tan importantes para mí, porque me proporcionan esa evasión, esa conexión con mi mundo más básico, el que relaja en parte mi espíritu.
Y ahora deja que te cuente esa melancolía que me he traído de allí.
Estaba paseando por la estación, por la renovada estación del tren que ahora también es de autobuses; sabes tú mi debilidad por cualquier estación o lugar donde se emprende o termina viaje; siempre que visito estos lugares para cualquier viaje me siento muy concentrado por todos los detalles que me acompañan: la espera, el billete, el motivo que me hace viajar, los viajeros que veré... En estas salas y en los andenes, muchos actos humanos son determinantes y reflejan muchos caracteres y personalidades: una despedida que por su vacío deja dolor, otra que deja satisfacción, un futuro que se abre, un regreso que se recibe con alegría, etc..., emociones de distinto signo, hervidero de sensaciones, como quieras llamarlo, pero casi nunca observarás indiferencia.
Pero la melancolía que me he traído de allí, no es por haber estado en la estación, sino por sus alrededores. Sus alrededores ya de hace tiempo transformados y los que ahora se están transformando. De los ya acabados apenas era consciente de lo que había pasado en ellos, pero viendo lo que estaba ocurriendo con parte de lo que quedaba del resto he podido pensar en otros días, en días pasados de otros años, donde aquellos y otros alrededores de casa fueron auténticos relatos de mi vida, sobre todo de mi niñez, infancia y pubertad; todo quedaba muy lejos, muy lejos y apenas conseguía recordarlo, pero al final he podido rescatar alguno de ellos. Mira.
Recuerdo con una estela de vaguedad que el susto más grande de mi vida fue en mi infancia, y en el tiempo de los «bucaneros»: hombres que cogían a los niños para llevárselos lejos, según historietas que cada cierto tiempo aparecían entre nosotros, los niños y niñas del barrio y que nadie sabía de dónde llegaban, historias que todos creíamos firmemente al que las contaba. Cualquier maldad que estos hombres cometieran nuestra imaginación se encargaba, entre las opiniones de todos, de hacerla más cruda y cruel, provocando miedos que tardaban algunos años en desaparecer de nuestra inocente infancia.
Una noche cálida de primavera, no debería yo tener más de doce años, un amigo del barrio y yo decidimos ir a la V.A.Y. —podíamos haber decidido otra cosa—, a coger albaricoques. Era noche oscura poblada de estrellas, cuando siguiendo la línea de la vía estrecha y por encima de los travesaños nos adentramos por la puerta principal del jardín en busca de ese albaricoquero. El jardín olía bien y estaba cubierto de verde. Aunque fuera noche cerrada la fragancia de las rosas, tenía muchas y distintas, y la densidad de sus variados árboles y plantas, se apreciaban. No en vano la primavera estaba en todo su apogeo y el volumen de una naturaleza viva no permitía dudar de su presencia y menos en ese precioso jardín.
Estábamos bajo el árbol, protegidos por la única ilusión de llenar un par de bolsillos de albaricoques; no había más conciencia que la recompensa del verde manjar.
Ayudé un poco a escalar a Pepe, pues al ser él el mayor de los dos, tomó la responsabilidad de subir y adentrarse entre las ramas. El recogería tanteando los albaricoques y me los daría cuidadosamente a mí.
No eran tan fácil de coger como con la luz del día y nos estábamos demorando un poco. Habríamos cogido más de doce, casi los suficientes para los dos, pero Pepe quería buscar dos o tres más, por si al volver la próxima vez no encontrábamos ninguno.
¡Vale Pepe, baja ya!, le dije. Cuando de pronto, voces altisonantes, no inteligibles y un par de cuerpos con prendas claras que no pude descifrar, intentaban alcanzarnos a través de un seto de aligustre que protegía el acceso a las vías no muy alto. Un fuego dentro de mí invadió todo mi pequeño cuerpo. Se produjo una reacción de angustia y vigor, ¡PEPE HOMBRES! es lo que atiné a decir lo más fuerte posible y comencé a correr. Si digo que con las mayores fuerzas que poseía habría que añadir un poco más a esas fuerzas. No sabía qué pasaba detrás de mí, sólo que tenía que correr y correr para salir de allí y no era nada fácil hacerlo por encima de las piedras que protegían los travesaños de la vía.
Por fin salí y llegué al paso de nivel del cruce de vías, todo asustado y con el corazón en un puño. Con la tranquilidad que da ver luces y claridad en las calles comencé a creerme que ya estaba salvado. Pude mirar atrás para ver lo que sucedía, Pepe llegaba a diez metros de mí. ¡Sigue, sigue, no te pares! me dijo cuando llegó a mi altura. Cuando a los pocos minutos estábamos sentados en la acera, en nuestro barrio y comenzábamos a tranquilizarnos no salíamos de nuestro asombro. Pepe me contó que cuando escuchó lo de hombres, saltó del albaricoquero, se hizo daño en un tobillo y que corrió y corrió. Uno de los hombres estuvo a punto de alcanzarle pues me persiguió hasta que salí por la puerta y al pararse porque no pudo cogerme, Pepe lo esquivó como pudo para que no lo cogiera a él tampoco.
Por una temporada nuestra hazaña fue repetida entre nuestros amigos y amigas del barrio muchas veces, guardándose un silencio perfecto cuando la narrábamos. Mi única duda es que nunca llegaré a saber si de verdad esos eran hombres bucaneros.
Pero no solamente pasé apuros en ese jardín esa noche primaveral. Hubo una tarde que también sufrí espantosamente un rato. Fui con un amigo, Antonio, a merodear por el jardín y para entretenernos decidimos que lo mejor era entrar al mismo, arriesgando el pellejo, saltando una gran puerta de hierro que había en la fachada lateral. La puerta terminaba, todo lo ancho que era, en puntas como flechas en su parte alta y cada una de las hojas de la puerta estaba dividida geométricamente con barrotes muy gruesos. Físicamente yo no era muy grande y mi valentía no era de las que sobresalían, pero el nervio que me movía me daba ánimos para ser uno más. Así que como pude, agarrándome a los barrotes subí hacia arriba y con sumo cuidado vencí las puntas de las flechas. Luego todo fue tan sencillo como dejarse caer y ya estaba dentro.
Cuando decidimos volver al barrio, aburridos de estar allí, pues visitábamos el jardín excepcionalmente y de tiempo en tiempo, fuimos a la misma puerta, pero esta vez, en vez de subir la íbamos a pasar por debajo, cruzando entre los barrotes. Había unos horizontalmente, muy pegados al suelo. Mi amigo cruzó sin muchos problemas y cuando yo comencé a hacerlo pensé que correría la misma suerte; mis pies, piernas y tronco no tuvieron problemas, pero mi cabeza quedó enganchada entre los barrotes. No podía seguir ni para atrás ni hacia adelante y la presión de los barrotes me tenía tan sujeto, que perdí el sentido de la orientación. Quería salir de esa situación como fuera y no sabía cómo. Mi amigo tampoco podía ayudarme. pues si tiraba para donde fuera me hacía más daño. Conforme pasaban los minutos sentí miedo y soledad, una soledad infinita. Era imposible vencer a los barrotes.
Me imagino que el mismo miedo me hizo hacer movimientos, no sé hacia dónde ni cómo, el caso es que pude escapar de esas tenazas sin saber la manera. Más tarde cuando pensaba en el suceso y para creerme que nunca me hubiera podido quedar allí para siempre como pensé que podía pasar, me decía a mí mismo que con un poco de jabón en los barrotes y mi pelo habría bastado, una buena sierra también hubiera podido con ellos..., así poco a poco superé esa sensación de angustia tan genuina.
Pero no todo fue atroz en ese jardín, a pesar de que lo frecuentaba más bien poco.
Recuerdo la inocencia con la que nos interesábamos Juan y yo cuando comenzamos con los primeros cigarros. Lo hacíamos un poco alejados de casa y a escondidas para que no nos descubrieran. Y justo al lado del jardín, enfrente casi de la estación, había una acacia de tres puntas mediana y también brotes de la misma un poco altos, lo suficiente para escondernos y esconder el tabaco en su maleza. Lo de esconder el tabaco lo hacíamos con la malvada idea de que poca gente se atrevería a entrar entre los brotes de la acacia, ya que sus pinchos si te pinchas son dolorosos. A veces comprábamos cigarros negros y de colores y eso era como entrar en otro mundo.
Ahora bien los mejores recuerdos que tengo de ese jardín son los amorosos y creo que no solamente para mí. Era un lugar tan íntimo, tan recogido; se prestaba tanto a disfrutar de las leyes naturales del amor, que los fines de semana sobre todo era un continuo goteo de parejas que lo visitaban. Allí han debido de formalizarse muchas promesas entre abrazos, caricias y tiernos besos.
No quiero extenderme mucho con la carta y lo digo porque me van apareciendo colgados detalles en la memoria; de manera que como empiece a narrártelos aparte de tener que bajar a comprar más folios, en vez de una carta, esto va a ser un epistolario.
Pero antes de terminar y siendo fiel a la razón a ese aluvión del tiempo que ha determinado tanta nostalgia a otros tiempos, no puedo dejar de preguntarte, ¿te acuerdas de las tres balsas que había junto al paso de nivel, creo que se llamaba la maquinilla y que abastecían a la estación de agua cuando las locomotoras de los trenes eran a vapor y que no se veían porque había una gran tapia que lo evitaba?
La tapia que daba a la vía hace años que poco a poco se fue cayendo, dejando a la vista los tres cuadriláteros vacíos de las balsas, que ya hacía años también como una condena del tiempo y el olvido, habían dejado de llenar las barrigas de las locomotoras. Pero era un consuelo verlas vacías; no provocaba extravíos nostálgicos en mi mente. Todo lo contrario de este último viaje, pues me las he encontrado sepultadas por casquijo (la casa de los franceses la han derruido dejando su fachada exterior), pero el casquijo del derribo lo han echado a las balsas. No acababa de creer lo que veía. La historia de una, ha borrado la otra. Dentro de unos meses habrá personas que duden de que allí había tres balsas y nunca más la historia de esos alrededores será la misma. No quedará nada de lo que un día fue suyo: mis visitas de niño con un amigo, Argelio, a la caseta donde un rompecabezas de llaves y tubos de distintos colores conducían el agua secretamente a las locomotoras. Por mucho que el abuelo de mi amigo nos explicara, pues era el encargado de controlar todo ese jeroglífico, nosotros siempre nos mirábamos, como diciendo ¡qué complicado es el mundo de los adultos! Era tan enmarañado el mecanismo como puede ser ahora para mí la sala de máquinas de un transatlántico. Otro atractivo llegaba del murmullo lejano del agua, cuando pasaba de una balsa a otra, porque el agua iba de una balsa a otra para depurarse y filtrarse, pues el funcionamiento de las locomotoras requería un agua especial. Gracias a esa agua, miles de viajeros han hecho realidad sus viajes y poca gente sabrá con qué mimo se trataba. Éramos tan pequeños y nos parecían tan grandes y llenas de agua que nos daba miedo en verano bañarnos en ellas; a veces como algo excepcional metía los pies para aliviar el sofoco veraniego. Cuando fuimos un poco más grandes nos atrevíamos a cruzar por la medianera, donde resbalaba el agua de una a otra, lo hacíamos con tanta precaución por no caer, que si así hubiera sido, el temor que llevábamos contenido hubiera provocado una desgracia.
Como diría el poeta, pasaron los años de mi niñez tan deprisa que apenas tuve tiempo de ver cómo se iban. El tiempo transforma los recuerdos. Esa es la sensación que me quedó esa tarde, María.
Y ahora te lo cuento para que compartas esa melancolía que queda en mis sentidos.
Sé que me dirás que el tiempo pasa irremisiblemente, que los minutos van pasando lentamente, que son los mismos que nos envejecen, los mismos que destruyen nuestros rostros. Pero quede como testimonio silencioso el recuerdo lejano de haberlos vividos: ese sonido del agua que ha perdurado aunque ya nadie pueda escucharlo.
Tuyo José.
A Ana.
Extraído de la Revista Villena de 1994 

1973 UNOS PAISAJES VILLENENSES EN EL MONASTERIO SEGOVIANO DE EL PARRAL

Unos paisajes villenenses en el Monasterio segoviano de El Parral
por José Mª Soler García
Corre por Segovia un viejo adagio que dice: «Los huertos del Parral, paraíso terrenal». Bello es el paraje, sin duda, junto a las riberas del Eresma, resguardado por una meseta de tierras rojizas, entre praderas verdes, acacias, chopos y álamos, muy cerca de la capital y del edificio que antaño ocupó la ceca o Casa de la Moneda. Allí se alza el Monasterio del Parral, y desde sus patios y claustros, muy maltratados por el tiempo y por los hombres, se contemplan, a lo lejos, al Alcázar y la Catedral, monumentos insignes que no necesitan de ponderación.
El Parral tiene para los villenenses singular interés, por estar en íntima relación con los Pachecos, Marqueses de Villena.

Dos hipótesis fundacionales se disputan la erección de este magnífico edificio, cenobio hoy de los monjes jerónimos. famosos en otros tiempos por su especial habilidad para preparar pergaminos y miniar cantorales y libros de facistol. Plumas muy autorizadas, entre las que se cuenta la del ilustre segoviano Marqués de Lozoya, afirman que la fundación del Parral se debe a Enrique IV, «el Impotente», quien lo cedió después para enterramiento de sus válidos, los Marqueses de Villena.
Pero hay otra versión más extendida, legendaria y bastante más poética. Cuéntase que don Juan Pacheco había de batirse con un espadachín en venganza de un ultraje que de él había recibido. Cobarde y artero, el adversario del Marqués compró a dos caballeros de capa y espada, quienes, en compañía del traidor y en un lugar solitario, cercano a una pequeña ermita que se llamaba la Señora del Parral, atacaron a D. Juan Pacheco. No se arredró el Marqués, a quien su reconocida agudeza le dictó en tan apurado trance una frase ingeniosa y salvadora: «Traidor —dijo— no te valdrá tu traición, pues si uno de los que te acompañan me cumple lo prometido, quedaremos iguales». La argucia dio sus frutos y acobardó a los atacantes, que quisieron huir. Pero sólo uno de los mercenarios lo consiguió, pues el Marqués atravesó con su florete a los otros dos. Dícese que, en cumplimiento de la promesa que hizo a la Virgen en momento tan comprometido, ordenó D. Juan levantar el Monasterio en el mismo lugar en que se hallaba emplazada la antigua y pequeña ermita.
Es lo cierto, sin embargo, que la iglesia no fue construida en vida de D. Juan Pacheco, si no en la de su hijo D. Diego, II Marqués de Villena. Así lo acreditan los dos hermosos escudos que adornan la fachada, debidos al cincel de Francisco Sánchez de Toledo. En el de la izquierda, se ven las calderas de «Pacheco», la cruz floreteada de «Pereyra», las cuñas de «Acuña» y las quinas de «Portugal», tal y como se repiten profusamente en el castillo de Villena y en tantos otros del Marquesado, pero, junto a estos cuarteles, luce también el ajedrezado de «Portocarrero» sobre los dos castillos y el león de «Enríquez», que son los blasones de doña Juana Enríquez, mujer del marqués D. Diego. El escudo de la derecha de la fachada corresponde exclusivamente a doña Juana.
Estos emblemas heráldicos aparecen por todas partes en el monasterio. Reproducimos el policroma-do que se halla sobre el arco que sostiene el coro, pero hay otros siete, labrados, encima de las ventanas de la capilla mayor, y otros dos sobre la puerta lateral de la iglesia que da entrada a la sacristía.
A la izquierda de esta puerta se halla el sepulcro, primorosamente esculpido, de doña Beatriz Pacheco, habida en doña Catalina Alfón de Lodeña y la mayor de los diez y nueve hijos que tuvo, entre legítimos y naturales, el marqués D. Juan.Aunque muchos de los enterramientos de miembros de esta familia se perdieron para siempre, aún se conservan el de D. Francisco López Pacheco, IV Marqués de Villena, junto al de su mujer, doña Juana Lucas de Toledo; y en la pared izquierda de la capilla principal, antes del altar mayor, puede verse todavía, bajo un escudo policromado sostenido por dos esfinges, una lápida que recuerda a otro D. Diego López Pacheco, hijo tercero del matrimonio anterior. Mencionemos por último una lápida dedicada a doña Luisa Pacheco Cabrera, primera esposa de D. Diego Roque López Pacheco, VII Marqués, que se halla en el suelo de la capilla mayor, cercana a las gradas del altar.
Pero de los innumerables recuerdos de los Pachecos que guarda la iglesia del Parral, nos interesa resaltar que, en dicha capilla mayor, a ambos lados del altar, se conservan dos magníficos sepulcros de alabastro, de los primeros Marqueses de Villena, atribuidos a Juan Rodríguez y a Lucas Giraldo, discípulos ambos de Vasco de la Zarza, uno de los mejores escultores del siglo XVI.
En el correspondiente al lado del Evangelio, blasonado con los cuarteles de Pacheco y Acuña, se halla la estatua orante de D. Juan Pacheco, armado de punta en blanco y acompañado por un paje que le sostiene el yelmo y el escudo. En el lado de la Epístola, frente al anterior, hay otro mausoleo similar, con la estatua orante de doña María Portocarrero, segunda esposa de don Juan.
Pero lo importante para nosotros no son las estatuas de los Marqueses, con serlo mucho en el terreno histórico-artístico, ni las escenas bíblicas que les sirven de complemento, lo mejor, sin duda, de ambos sepulcros, sino los paisajes esculpidos como fondo de estas escenas. Obsérvese en el sepulcro de la Marquesa, tras las figuras que representan el entierro de Cristo, una torre de tres cuerpos, con chapitel piramidal, en la que cualquier villenense podrá reconocer sin gran esfuerzo la de nuestra iglesia de Santiago, que ya estaba acabada a principios del siglo XVI y cuya torre tenía entonces una balaustrada de piedra como la que allí se ve. Fue una de nuestras acompañantes villenenses, la joven Anita Gil Sánchez, quien primero se dio cuenta de este extraordinario parecido.
Pudiera pensarse en otras torres semejantes de nuestra región, como las de Yecla, Jumilla o La Roda, por ejemplo, pero si la imagen se complementa con el trozo de muralla que corre oblicuamente hacia la izquierda, y que no es otra cosa que la defesa exterior de una ciudad, como la tuvo la nuestra, y a mayor altura, sobre cimiento rocoso, otro trozo de muralla perfectamente asimilable a la de nuestro castillo de la Atalaya, cuya torre no figura seguramente por falta de espacio, no es muy aventurado suponer que el paisaje que ha querido representarse no es otro que el de Villena, muy de acuerdo con el título que ostentaba la Marquesa allí enterrada.
Algunos errores de perspectiva o aditamentos de relleno, perfectamente explicables en artistas cuya pretensión sería simplemente la de aludir, y no la de reproducir con exactitud, no logran desvirtuar el recuerdo del paisaje original.
De concepción más libre, pero con similares elementos decorativos, más disimulados tras la escalera y las cruces del episodio bíblico, es el paisaje que se observa en el fondo del sepulcro del Marqués, también con torres de remate piramidal como las villenenses. Hemos examinado con cuidado muchos monumentos sepulcrales de la misma época y de diversos autores, también con paisajes esculpidos, y ninguno de ellos tiene la más remota semejanza con los del Parral.
No es ésta la única alusión a nuestra Ciudad que hubo en el Monasterio. Entre los sepulcros desaparecidos estaban el de D. Diego López Pacheco, Hl Marqués de Villena y Moya, duque de Escalona, conde de Santisteban y de Xiquena, y el de su mujer doña Luisa Cabrera y Bobadilla. Según acuerdo tomado por la Junta de Enajenación de Edificios y Efectos de Conventos de la provincia de Segovia el 18 de julio de 1838, fueron vendidas en pública subasta dos laudas de bronce o azófar que adornaban ambos sepulcros. Las dos llevaban inscripciones en latín terminadas con los escudos de Villena, Escalona y Moya. No sabemos a dónde irían a parar aquellas preciosas lápidas.
Si la visita a Segovia es obligada para cualquier español sensible a las llamadas de la Historia y del Arte, ningún villenense debería dejar de recorrer alguna vez el Monasterio del Parral, siquiera como homenaje de agradecimiento a los artistas que dejaron esculpidos aquellos entrañables paisajes.
Por nuestra parte, queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a fray Antonio de la Palma, prior del convento, por las facilidades que nos dio para contemplarlo y fotografiarlo a nuestro placer, y no sería justo silenciar la valiosa mediación que nos prestó D.ª Josefina Bertomeu, viuda de un malogrado segoviano, D. Justo Muñoz Gordo, médico que fue durante varios años en nuestra Ciudad.
Extraído de la Revista Villena de 1973

1980 OBRADOR CONFITERÍA "MARCO SORIANO"

Victoriano Catalán Medrano, Manuel Hernández Francés , Antonio, Pablo Hernández Francés y Pedro Fita González en el obrador de la confitería de Marco Soriano. (fecha sin confirmar)
Foto... Extraída de la Revista Villena 1981

2011 PORTADA REVISTA VILLENA 2011

Autor... Pablo Domene Pardo

2016 CALLE GELELA TRADICIONAL CENA A LA FRESCA

Un año más los vecinos de la calle Gelela celebran el verano cenando todos juntos en la calle y a la fresca...
Fotos cedidas por los vecinos.

2018 AMIGOS… MUCHO MÁS ALLÁ DE LA FÁBRICA

Cuatro zapateros de profesión de la empresa villenense Calzados Boreal. Según oyeron de sus mayores han intentado mantener viva una tradición casi perdida. Tomar un vino o una cerveza al acabar la jornada e incluso comer juntos los viernes después de salir del trabajo. Una forma de estrechar lazos profesionales humanos y personales.  La relación va mucho más allá de la fábrica. Recuperando tradiciones...
Diego “el Buo”, Tomás, “El Relleno” y “el Rana”
Foto y texto... Diego Ferrándiz

2024 AVIANA EN LA SIERRA DE LA SOLANA

AVIANA EN LA SIERRA DE LA SOLANA DE CAÑADA. CALDERONES
Un domingo más, a las 7 de la mañana y desde el punto de encuentro acostumbrado, más de 50 personas socias de AVIANA nos dirigimos, en coches particulares, hacia la vecina localidad de Cañada a realizar la ruta de Los Calderones de 13 Km de longitud con un desnivel de 350 m.
Iniciamos el recorrido por el término de Cañada y ascendemos por el Barranco de los Gavilanes, coincidente con los límites entre Cañada y Benejama. Llegamos al Calderón Mayor, formación clásica del Karst: por cuevas o erosión se meteoriza la piedra caliza y se forman oquedades. En este caso es de gran tamaño, de ahí su singularidad. Lamentablemente, la hemos visto sin gota de agua, dado la casi inexistencia de lluvias en la zona. Dejamos, en la parte oeste de nuestro camino, otro Calderón Menor. En la ascensión hemos visto hitos o mojones grandes de una única piedra, que antiguamente separaban el Reino de Castilla del Reino de Aragón.
La pausa para el almuerzo la hacemos en el Pico de los Gavilanes, lugar desde donde divisamos las poblaciones de Caudete, Fontanares, Fuente la Higuera, El valle de la Costera y, a nuestra altura, podemos ver el Embalse de san Diego, que no llegó a realizar su función por varias razones, y lo que parece un cortafuegos, donde están enterrados los tubos del embalse. 
Durante el recorrido hemos podido observar el típico bosque mediterráneo, con la tristeza de que gran parte se quemó y la sierra está muy erosionada. No obstante, discurre nuestra ruta entre pinos, carrascas, sabinas, enebros, romero, tomillo, esparto…
Destacar que en esta zona hubo una repoblación de cernícalo, ave que ya estaba casi desaparecida y hoy día es muy habitual verlos por estas montañas. 
El regreso al punto de inicio de la ruta ha transcurrido a través de esta sierra por una amplia pista forestal, pasando por una balsa de agua para el abastecimiento de los bomberos forestales, y por el Pico del Águila, cuyo vértice geodésico se sitúa a 983 m de altitud. Desde ahí divisamos las localidades de Campo de Mirra, Cañada, Biar y una parte de Villena. En descenso continuo, llegamos a nuestro destino cuando ya empezaba a apretar el calor, ya que el último tramo discurre por una zona carente de arbolado.
Una mañana de domingo disfrutando y apreciando la naturaleza y los buenos momentos de amistad compartida. 
AVIANA 26 de mayo de 2024 

26 may 2024

VILLENEROS EN CATALUÑA CELEBRANDO EL ECUADOR DE FIESTAS. AÑOS 70

Video casero de unos villeneros durante el Ecuador de Moros y Cristianos en Cunit (Cataluña) haciendo las comparsas y almorzando al estilo villenero. Como se añora Villena cuando estás lejos...
Video cedido por Cristina y José Luis Muñoz.
Comentario... Este video esta grabado en CUNIT, donde Pepe Campos tenía un apartamento y estos entrañables villeneros entre los que se pueden ver a Miguel Ángel González Borrell, Máximo García, Ángel Navarro Yague, Vicente Rodes y entre la chiquilleria creo reconocer a Virtudes Campos hija de Pepe, Eladio y Luz Campos. Pues bien se juntaban en el Ecuador Festero y lo celebraban en CUNIT asi de bien.

"VISITA DE LA MORENICA A VILLENA 2024" PREMIOS CONCURSO FOTOGRÁFICO EXTRAORDINARIO

En la ciudad de Villena a 24 de abril de 2024 siendo las 20 horas, se reúnen las personas componentes del jurado designado al efecto para deliberar y conceder los premios a las fotografías presentadas al concurso extraordinario de fotografía "VISITA DE LA MORENICA A VILLENA 2024".
Después de una intensa valoración de todos y cada uno de los trabajos presentados, de acuerdo a los criterios especificados en las bases publicadas a tal efecto, acuerdan conceder los premios de fotografía como se detallan:

Primer premio a la foto nº  63 (300 €)
Patrocinado por Junta de la Virgen
Anto Pentinat Ayelo

Segundo premio a la foto nº 48 (200 €)
Patrocinado por Junta de la Virgen
Anto Pentinat Ayelo

Tercer premio a la foto nº 64 (100 €)
Patrocinado por Junta de la Virgen
Vicente Guill Fuster

Premio especial al momento más emotivo nº 51 (100 €)
Patrocina por Opticalia Murillo
Vicente Guill Fuster

Se acuerda felicitar a todos los participantes por su colaboración y siendo las 21.45 horas se da por terminada la reunión y se procede a la extensión de la correspondiente acta.
En Villena, a 24 de mayo de 2024.
Ángel Verdú Lluch, M.ª Ángeles Alonso Vargas y Armando Serrano Salcedo
La entrega de premios se realizará el próximo viernes 31 de mayo de 2024 a las 20 horas en la Casa de Cultura. 
FINALISTAS
Foto nº 22 Ángel Conejero Navarro

Foto nº 28 Reyes Cerdà Mira

Foto nº 37 Isabel García Camarasa

Foto nº 41 Anto Pentinat Ayelo

Foto nº 43 Blas Carrión Guardiola

Foto nº 46 Reyes Cerdà Mira

Foto nº 47 Anto Pentinat Ayelo

Foto nº 52 Blas Carrión Guardiola

Foto nº 53 Vicente Guill Fuster

Foto nº 59 Vicente Guill Fuster

Foto nº 60 Blas Carrión Guardiola

Foto nº 61 Blas Carrión Guardiola

Foto nº 66 Reyes Cerdà Mira 
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