Críticas de Buenos días, tristeza (1958) - FilmAffinity
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Buenos días, tristeza

Drama Un verano radiante en la Riviera francesa. Cécile (Jean Seberg), una adolescente difícil y malcriada, ve con disgusto la relación entre su padre (David Niven), un atractivo y mujeriego viudo, y Ann (Deborah Kerr), su amante. El temor a perder el cariño de su padre y los celos que le inspira Ann, la llevarán a hacer todo lo posible por separarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
1 de septiembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otto Preminger es uno de los más grandes nombres propios del Séptimo Arte. Suyas son obras maestras imperecederas como “Anatomía de un asesinato” o “El rapto de Bunny Lake”. “Buenos días, tristeza” resulta obvio que no está a esa altura, pero no deja de ser una interesante adaptación de esa homónima pequeña novela-joya de la literatura francesa de Françoise Sagan.

No es un texto literario fácil de adaptar a la gran pantalla, por ser narrado en primera persona y por su minimalismo argumental, pero el absoluto respeto por el texto original que derrocha el guión firmado por Arthur Laurents y la exquisitez preciosista de caligrafía visual de Preminger nos regalan una pequeña pieza de cámara.

Desde el prisma estrictamente visual, destaca el virtuosismo de la dirección de fotografía de George Périnal, capaz de resultar embaucadora en el blanco y negro utilizado para relatar los hechos presentes en París y, en contraste espectacular, los colores saturados rodados en Cinemascope con los que se presenta al espectador todos los hechos del pasado que se narran en el film y que transcurren en una pequeña localidad de la costa sur francesa. También hay que destacar los créditos diseñados por Saul Bass, absolutamente magistrales como todo lo salido de la mente de tamaño genio.

El conjunto se enriquece con el trabajo interpretativo del seductor David Niven, la sofisticación de Deborah Kerr y la frescura casi improvisada de Jean Seberg, interpretación tras la cual se convirtió en musa de la “Nouvelle Vague”. Y ello para contar una historia sobre el verano iniciático de una adolescente que tendrá que madurar como consecuencia de las decisiones que toma durante el transcurso de dicha estación en una pequeña localidad francesa costera.

Cecilia es huérfana de madre y vive con su padre, un apuesto hombre maduro, ambos en una adolescencia perpetua plena de fiestas, alcohol y juegos de seducción. El padre se ha llevado con ellos a la playa a su última conquista, Elsa, una joven con un físico portentoso. Pero igualmente invita a Ana, una mujer madura que busca relaciones más profundas y planteamientos vitales más maduros. El triángulo amoroso está servido. Mientras tanto, Cecilia conoce el sexo por primera vez y se adentra en los territorios de un primer amor de verano. Ambos mundos confluirán necesariamente.
Sergio Berbel
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31 de agosto de 2015
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había nacido con el nombre de Françoise Quoirez, el 21 de junio de 1935, y pertenecía a una familia burguesa de la que heredó, exactamente, los mismos intereses. Le gustaban los buenos licores, las playas, los autos veloces, el sexo descomplicado… y sobre todo el ocio que, para ella, era una oportunidad para leer a Marcel Proust (de uno de sus personajes tomaría luego el apellido Sagan), a André Gide, Albert Camus… y sobre todo a Jean-Paul Sartre. Su primer trabajo lo realizó, cuando tan solo tenía 18 años, para la revista Elle en la que publicó una serie de reportajes sobre las ciudades italianas que ella titulaba ‘Bonjour, Napoli’, ‘Bonjour, Venise’, ‘Bonjour, Rome’… El título le quedó gustando, y al escribir su primera novela con algo, o quizás mucho, de autobiográfica, la tituló: “Bonjour, tristesse” y consiguió publicarla el mismo año 1954.

No he leído la novela, pero lo realizado por Otto Preminger, uno de los directores más afortunados y persistentes en la adaptación de libros exitosos, me convence bastante, sobre todo por la sinceridad de Cécile (el alter ego de Sagan) personaje que no oculta en ningún sentido sus gustos e intereses, al tiempo que es capaz de reconocer el inmenso error que se puede cometer por una mala interpretación de la palabra libertad.

El filme está lleno de nostalgia, y la alegría que los personajes desbordan en aquella casona al borde de una playa en el Mediterráneo, se empaña cada tanto con la tristeza que embarga a Cécile, quien vive “rodeada de un muro invisible de recuerdos de los cuales no logro deshacerme”.

Descubierta por Otto Preminger, quien, entre una larga lista de aspirantes la seleccionara para “Santa Juana”, Jean Seberg tiene aquí su segunda gran oportunidad… y los franceses quedarían tan encantados con ella y viceversa que, pronto la tendríamos protagonizando un buen número de producciones que empezarían con “A bout de soufflé”. Curiosamente, también en el filme parece haber algo de la fatalidad que rodeó la vida de la actriz, aunque, políticamente, su posición con respecto a la de la escritora era bastante contraria.

También resulta curioso que siendo, Preminger, uno de los grandes rompedores con las obstrucciones morales de su tiempo, de pronto, la novela de Françoise Sagan lo hace sentir que la rienda (en lo moral) de la sociedad de los años 1960, se está soltando más de lo que debería, y entonces se suma a la firme creencia de que, cuando hay exceso de libertad, se cae fácilmente en el libertinaje.

Magnífica Deborah Kerr, como la gran dama que entiende de mesura, de protección, de buen ejemplo… y mucho mejor manejado este personaje por Preminger, pues logra que, como espectadores, nos contagiemos -como otros en la historia- de repulsa por ella, pues todo lo vemos desde la perspectiva de Cécile quien, con su soltura y atractivo, consigue arrastrarnos a creer en sus prejuicios.

Por su parte, David Niven, es el promiscuo, libidinoso y superficial padre de la chica, de quien Preminger insinúa una probable atracción incestuosa con su hija, que puede deducirse de los besos que le da en la boca, mientras no estuvieron en presencia de Anne.

Después, hay otro detalle bastante diciente, que da cuenta de los escasos escrúpulos y de lo fácil que se aleja la tristeza en ciertas clases sociales, pues hay recursos para sacarse sin dificultad las espinas.

“BUENOS DÍAS, TRISTEZA”, nos deja bien plantada una necesaria lección.
Luis Guillermo Cardona
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19 de diciembre de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver la película, se me ocurre esto: tomarse demasiado en serio a uno mismo impide disfrutar en gran medida de los placeres de vivir. Anne vive en un mundo imaginario, hecho a la medida de su moral y su orgullo. Cécile, llevada por su egocentrismo, comete un error de cálculo e introduce la seriedad (lo irrevocable) en su vida.

Preminger nunca renuncia, ni nos hace renunciar, al placer. Deja todo a la vista, con los subrayados justos (tan solo cuatro o cinco primeros planos, que puntúan las circunstancias esenciales del conflicto dramático); pero no nos impone ninguna conclusión. Cada espectador puede realizar una síntesis diferente.
el pastor de la polvorosa
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14 de junio de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película menor en la filmografía de Otto Preminger, no obstante, estamos hablando de un creador con Laura (1944), Cara de ángel (1953), El hombre del brazo de oro (1955), Anatomía de un asesinato (1959) o Tempestad en Washington (1962), a sus espaldas. No es difícil no estar entre sus mejores obras.

En esta pequeña película, Preminger pretende traernos una desinhibida visión de la alta burguesía, reflejada en un padre viudo crápula y vividor (magistral David Niven) y su descarada, malcriada y mimada hija (adorable e irritante a partes iguales la guapísima Jean Seberg) y la relación de ambos con un antiguo amor del primero que reverdece en los últimos tiempos (solvente Deborah Kerr).

Aquí contamos con unos paisajes absolutamente magnéticos de la Riviera francesa como absoluto protagonista y unas escenas de la alta sociedad que reflejan un exacerbado culto al hedonismo, a la frivolidad y al placer en todas sus formas, colores y olores.

Sin ser lo mejor de Preminger es un ejemplo de cine clásico canónico sumamente agradable pero con regusto amargo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luke_Cage
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19 de agosto de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque si la película es fiel adaptación, me parece un tostonazo del quince. No esperé ni a que saliera Deborah Kerr, pues el argumento no me decía absolutamente nada. Una adolescente cómplice y que consiente todos los ligoteos de su padre y que aprende a ser como él en cuanto a caprichosa.
Ya es la segunda película de Preminger en poco tiempo que me decepciona. Me ocurrió con "Laura" también para toda la fama que tiene, y eso que me parece un director con buenos trabajos. Pero está claro que tendré que seleccionarlos mejor.
Mi nota: 3,5
Luis Miguel
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