Inexplicable que la Academia decida que lo mejor de su oferta es esta lamentable película, un disparate pueril e inentendible pesado de ver y de escuchar.
«Todo en todas partes al mismo tiempo«, la película de Dan Kwan y Daniel Scheinert, que se alzó con siete premios Óscar, entre ellos a Mejor Película, me generaba no solo curiosidad sino expectativa por ver un desafío a la imaginación. Sin embargo la sensación de decepción se apoderó de mí a los pocos minutos.
Si el universo cinematográfico de Marvel empleó el concepto teórico de las múltiples realidades poniendo en boca de millones el termino multiverso e hicieron del guiño y la autorreferencia un par de obligaciones para toda película que aspire a congraciarse con las audiencias más jóvenes; los Danieles (como se les conoce a los directores de la cinta) estrujaron hasta el límite las posibilidades de universos paralelos relacionados entre sí e incluyeron un sinnúmero de referencias a lo largo de 140 minutos de esta desastrosa, caótica, agobiante y caprichosa historia centrada en Evelyn Wang (Michelle Yeoh), una inmigrante china de mediana edad al borde del colapso que en medio de una auditoría de impuestos, encuentra en su mente caótica, la respuesta que necesita para seguir adelante.
En términos estructurales, la narrativa de la película se divide en tres partes que describen la crisis nerviosa de la protagonista provocada por las presiones familiares y el temor a ser embargada por el fisco. Pero por tentadora y provocativa que suene la idea del “Multiverso”, en ninguno de los tres capítulos que dura el ejercicio consigo encontrar nada fuera de lo habitual, excepto un aburrimiento que es tan infinito como sus universos. Tampoco encuentro la presunta genialidad de la que hablan, y mucho menos el ritmo. El disparate —y no el absurdo, en este caso—puede ser un buen recurso a la hora de construir una trama; muchas películas, no necesariamente paródicas, han acudido a él. Pero abusar de su uso o confundirlo con creatividad, termina siendo un exceso, tanto si se trata de la realización en sí, como de la apreciación crítica.
Mezcla de ciencia ficción con otros muchos géneros/subgéneros en Todo en todas partes al mismo tiempo sucede precisamente eso, todo y nada a la vez, hay de todo en todas partes y al mismo tiempo, lo que acaba siendo abrumador. Es como si se hubiesen puesto uno tras otro, en la sucesión que fuera, centenares de videoclips y spots apretujando sus “mensajes” apelando a una consigna: la multireferencialidad a una larguísima lista de títulos de variopintos géneros obligando a los espectadores a una extenuante labor de identificación de aquellos en el caótico amontonamiento, en modo collage, malentendido por los Danieles como una novedad narrativa que no es tal, pues si algo falta en Todo en todas partes al mismo tiempo es algún sentido capaz de poner orden a tan deshilachada colcha de retazos.
A mí entender el film plagado de desmersuras, arbitrariedades y extravagancias, está lejos de ser la joya que parecería ser si nos atenemos a las menciones y premios recibidos Por eso de las siete estatuillas obsequiadas por la Academia, la única hasta cierto punto justificable es la que fue a parar a manos del montajista Paul Rogers y no porque su trabajo hubiese alcanzado la perfección, sino pensando en el enorme esfuerzo que debió haber invertido para tratar de poner un poco de orden, en a tal punto, incoherente multiverso.