Cada día, desde el 15 de abril, cientos de miles de personas salen a protestar en las calles de Tiflis, Kutaisi y Batumi contra la aprobación y aplicación de la Ley de Agentes Extranjeros. Según la tesis oficial, esta ley iba dirigida a proteger el país de cualquier potencia extranjera, pero la realidad es que solamente se busca perseguir a aquellos que molesten a los intereses de Sueño Georgiano, partido gobernante, y su líder y oligarca, Bidzina Ivanishvili, el hombre del Kremlin en el Cáucaso Sur.

A pesar de que siempre se ha mostrado a favor de integrarse a la Unión Europea y la OTAN, a la hora de la verdad siempre ha puesto impedimentos para que Georgia sea aceptada en una u otra organización, y se aleje demasiado de la esfera rusa.

Ivanishvili, y su partido, tal como indicó el Consejo Europeo, y el Parlamento Europeo anteriormente, son responsables de la regresión democrática que vive Georgia, e incluso de retrocesos en derechos fundamentales como la libertad de prensa. Desde las instituciones comunitarias europeas se informó al gobierno georgiano, que si seguía con la tramitación de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros al país le costaría más entrar en la Unión Europea.

A pesar de eso, el gobierno tiró adelante con su aprobación en forma de otra ley sobre influencia extranjera. En marzo de 2023 se aprobó la Ley sobre Transparencia de la Influencia Extranjera. Los georgianos salieron a las calles, y el gobierno y la mayoría parlamentaria se retractaron después de diferentes enfrentamientos. Salome Zourabichvili, presidenta del país, mostró su apoyo a los manifestantes, y dijo que vetaría la aplicación de la ley.

El 8 de abril de este año, la Ley de Registro de Agentes Extranjeros volvió al Parlamento de la mano del gobierno. Toda la oposición se unió para coordinar el rechazo a la norma, y más de 400 organizaciones mostraron su crítica a este hecho. La presidenta Salome Zourabichvili anunció de nuevo que, si esta ley se aprobaba, ella iba a vetarla. Y el 15 de abril comenzaron las protestas masivas.

El principio de la ley es sencillo, cualquier organización política y no política, que tenga parte de capital extranjero, se considerará una amenaza a la seguridad del Estado. El problema que hay en el caso georgiano, como sucede con el caso ruso, a pesar de que en multitud de Estados existen leyes similares, es que se puede utilizar contra cualquier opositor al gobierno y sin garantías judiciales. Esto implica desde organizaciones LGBT+, partidos políticos de la oposición, políticos en concreto que se sospeche, y un sinfín de casos. 

Este retroceso democrático ha generado las alarmas porque supone un deterioro importante en la calidad democrática del país, de la misma manera que ha provocado una reacción, no solo en Georgia, sino también en Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania y Finlandia de apoyo incondicional a los manifestantes. Desde el fin de la Unión Soviética, estas repúblicas se apoyan cuando Rusia muestras sus garras.

Su aprobación, el 14 de mayo, con 84 votos a favor y 30 en contra, marcó un punto de inflexión. Los parlamentarios se enfrentaron físicamente en el pleno, y los manifestantes a la policía en las calles. Aun así, representantes políticos de las repúblicas bálticas e Islandia viajaron a Georgia a mostrar su apoyo a los manifestantes. El gobierno georgiano consideró este gesto una vulneración de su soberanía.

Desde un principio, el gobierno georgiano ha calumniado a los manifestantes para evitar que más gente se una a ellos. Los han señalado como violentos, como anticristianos, contrarios a los valores de Georgia, como esbirros a sueldo de actores extranjeros, entre otras cosas.

La realidad es toda la contraria: tenemos vídeos de manifestantes socorriendo a policías; hemos visto a policías actuar violentamente contra los manifestantes; incluso hay imágenes de los manifestantes yendo a la misa de Pascua, el 5 de mayo, antes de acudir a la protesta. Han transformado cantos litúrgicos durante el Triduo Pascual en cantos de protesta contra el gobierno incluso. Diferentes miembros de la jerarquía eclesiástica ortodoxa georgiana también han participado en las protestas. Es un dato relevante en un país con un 83% de ortodoxos.

A pesar de que los poderes de que Salome Zurabishvili son escasos frente a la mayoría absoluta que ostenta Sueño Georgiano, la presidenta se ha convertido en la principal voz política de los manifestantes. Es también la principal cara de la facción europeísta en Georgia. Ha expresado públicamente que está dispuesta y preparada a encabezar a la oposición, actualmente fragmentada pero unida en los valores europeos y asuntos troncales, convirtiéndose así en la principal rival de Putin en el Cáucaso Sur.

Si observamos las encuestas sobre la voluntad política de los georgianos, nos encontramos que más de tres cuartas partes quieren formar parte de la Unión Europea, y una mayoría aún mayor de la OTAN. Es tal el papel de Zurabishvili, que incluso desde la Abjasia ocupada por Rusia ha habido mensajes de apoyo a los manifestantes por parte de alguna figura relevante. 

A diferencia de Rusia, en Georgia la ciudadanía siempre ha sido crítica con cualquier medida que haya menoscabado su libertad política"

El gobierno georgiano, a pesar de decir que es el principal garante de la soberanía, no deja de actuar al dictado del gobierno ruso. Las diferencias entre la ciudadanía y el gobierno son más que evidentes, y la vulneración constante de derechos civiles por parte de Sueño Georgiano también. Hay un hecho importante que hay que señalar: a diferencia de Rusia, en Georgia la ciudadanía siempre ha sido crítica y opositora a cualquier medida que haya menoscabado su libertad política y su identidad nacional.

Incluso en la Unión Soviética, el gobierno comunista mostró cierta excepcionalidad en el control ciudadano, de la misma manera que fue diferente también el deshielo. Las manifestaciones de 1956 contra la desestalinización (irónicamente con Stalin se había preservado una identidad nacional georgiana) formaron la primera disidencia organizada, que posteriormente sería la que dirigió la transición democrática.

El 26 de octubre de este año se celebra elecciones legislativas en Georgia. Actualmente el partido gubernamental cuenta con 75 escaños, uno por debajo de la mayoría absoluta, pero cuenta con el apoyo de Poder Popular, que tiene nueve escaños. La oposición, a pesar de estar en sus horas bajas, reúne a 55 diputados a su favor.

Tendremos que estar muy atentos a lo que suceda hasta entonces, pues si bien Sueño Georgiano siempre se ha amparado en su ambivalencia entre Rusia y la UE, ahora la situación es contraria a ellos. Se ha roto todo equilibrio, y no hay posibilidad de volver atrás. Georgia pide cada tarde y cada noche ayuda para protegerla de sus gobernantes. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED), y politólogo (UPF). Especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas.