Exposición:
Museo del Prado
16.05.23 - 30.07.23
La presente exposición muestra por primera vez la faceta como dibujante de Emilio Sánchez Perrier (1855-1907), uno de los pintores españoles de paisaje más destacados de finales del siglo XIX y principios del XX. Sus pinturas fueron apreciadas especialmente por su realismo, luminosidad y precisión técnica, en la línea de Martín Rico. Los dibujos expuestos son fiel reflejo de su estilo y un valioso testimonio de su práctica artística y del proceso creativo de sus pinturas. Realizados durante sus viajes por España, Francia, Italia y el norte de África, plasman escenarios naturales, rurales y urbanos con una extraordinaria precisión, poniendo especial cuidado en captar la luz y la atmósfera.
La exposición presenta una selección de los 192 dibujos que han sido donados por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno al Museo del Prado, junto a las tres pinturas y el dibujo del artista que ya conservaba el museo en su colección.
Las obras se ordenan en cuatro secciones. En la primera se reúne una pequeña selección de los dibujos más singulares donados por la Fundación Tatiana y las obras de diferente procedencia que ya formaban parte de los fondos del Prado. Especial importancia tienen su Autorretrato a la acuarela, que se puede ver junto a un apunte de su escritorio; dos de los dibujos de paisaje más vistosos de su producción y la pintura Febrero, adquirida por el Estado tras obtener el pintor una medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de 1890. En esta sección se muestran, además, las obras donadas en 1908 por el médico y amigo personal del artista Pedro Ruiz Prieto, al que Sánchez Perrier retrató en una acuarela que también se expone aquí.
A continuación se suceden el resto de los dibujos, organizados según los diferentes lugares que el artista visitó como pintor al aire libre. En los dos primeros ámbitos se pueden ver las vistas de España y Francia, países en los que desarrolló la mayor parte de su actividad profesional. A partir de 1880 participó en las exposiciones anuales del Salon parisino, por lo que realizó frecuentes desplazamientos a la capital francesa desde su Sevilla natal, donde permaneció hasta los últimos años de su vida. El último apartado recoge las vistas que realizó en Venecia y Tánger, ciudades que visitó en los meses de invierno de los años 1884 y 1887 respectivamente.
Entre las vistas de España figuran dibujos realizados durante su periodo de formación en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, además de otros posteriores. La búsqueda de entornos naturales en los que pintar le llevó a trasladarse a pequeñas poblaciones rurales alejadas del mundo urbano. Trabajó principalmente en las localidades sevillanas de Alcalá de Guadaíra, Cazalla de la Sierra y Guillena, así como en otras de Cádiz y Granada, en esta última atraído por su arquitectura monumental. Entre 1878 y 1879 recorrió Zaragoza, La Coruña y Pontevedra.
En la segunda mitad del siglo XIX París se había convertido en la capital europea de la modernidad artística. El realismo y la luminosidad característicos de las obras de Sánchez Perrier llamaron la atención de la crítica y de los marchantes internacionales, que pronto le abrieron las puertas del mercado norteamericano, en el que llegó a alcanzar un éxito notable. Pintó en localidades próximas a la capital francesa, como Barbizon, Pontoise, Poissy o Fontainebleau, y en regiones del norte del país, en Bretaña, Normandía y Picardía. Compartió estos escenarios con los pintores renovadores del arte europeo, entre los que figuraban los impresionistas, pero Sánchez Perrier no modificó su estilo detallista.
La belleza de Venecia y Tánger, sus calles y canales, la arquitectura monumental y las tradiciones de sus habitantes, atraía a paisajistas como Sánchez Perrier, que buscaban dar respuesta a una rica clientela internacional que demandaba pinturas de temática veneciana y orientalista. Destacan los dibujos de Venecia que fueron realizados como cabeceras de cartas dirigidas por el artista a su hermano, con detalles de la Laguna y fiestas nocturnas, y los de Tánger que recogen escenas callejeras de la medina y la Gran Mezquita, grupos de marroquíes en la playa y personajes con turbantes en diferentes actitudes.