El clon de Tyrone (2023), de Juel Taylor

Fontaine, traficante de drogas malhumorado, acude al motel donde se hospeda Slick Charles, proxeneta de poca monta sin escrúpulos, para que le pague lo que le debe. Tras discutir con él, intenta subir a su coche, pero aparecen dos tipos, enojados con él, que le disparan. En teoría han acabado con su vida, pero al día siguiente, Fontaine se despierta en su casa, como si no hubiera pasado nada. Para investigar lo ocurrido, contará con la ayuda de Slick Charles, y de Yo-yo, prostituta que trata de dejar su dudosa ocupación para entrar en la universidad en Memphis.

Debut como realizador de  Juel Taylor, que coescribió Creed II, la leyenda de Rocky. Demuestra talento al mezclar ciencia ficción con golpes de humor negro y algo de realismo social para denunciar los problemas de los barrios desfavorecidos de la población afroamericana. A través de una banda sonora retro, y una imagen de aspecto granulado, se imitan a las producciones de la “blaxploitation” de los 70, y a títulos como Las noches rojas de Harlem. Por otro lado, muchos de sus elementos retrotraen a Atrapado en el tiempo. Se desconoce porqué se ha optado por un título que estropea la intriga, pues no se habla de clonación y experimentación genética hasta bien entrado el metraje.

Por desgracia, algunos momentos resultan poco creíbles. El relato tarda demasiado en ponerse en marcha, mientras que la parte final está un tanto deslavazada. Al menos cuenta con un esforzado trabajo de John Boyega, como el implacable Fontaine, muy bien acompañado por Jamie Foxx (quien tras acabar el rodaje tuvo que ser hospitalizado por un problema médico cuya naturaleza no ha trascendido), aportando humor como Charles, Teyonah Parris, la meretriz de buen corazón Yo-Yo, y Kiefer Sutherland, el maquiavélico agente gubernamental Nixon.