Carlos Gardel, el más enigmático francés | Ni era argentino ni murió asesinado. Toda la verdad sobre el mito - XL Semanal

Carlos Gardel, el más enigmático francés Nueva biografía sobre el genio del tango Ni era argentino ni murió asesinado. Toda la verdad sobre el mito

Se llamaba Charles Romuald Gardés y nació en Francia, Toulouse, en 1890, hijo de una planchadora que huyó a Argentina para olvidar la deshonra de ser madre soltera. Se publica Gardel, la biografía definitiva del gran cantante de Buenos Aires que universalizó el tango.

Por Diego Bagnera

Sábado, 07 de Mayo 2022

Tiempo de lectura: 13 min

Durante la proyección de sus películas, los espectadores pedían al operador que rebobinara la cinta y lo hiciera cantar de nuevo. Pocos hechos reflejan mejor la admiración que ya en vida despertó Carlos Gardel. Un creador cuya producción, de tan vasta y valiosa, eclipsa su complejidad: el cantante de tangos relega al folclórico, el intérprete al compositor, el melodista al difusor de la música porteña, el actor al productor de cine, el mito a la obra, la leyenda al ser humano.

Carlos Gardel ocupa el más alto lugar en la música de Buenos Aires, que casi fundó él mismo al crear el primer tango cantado de la historia: Mi noche triste. Con coraje y genio hizo todo, sin antecedentes, cuando todo estaba por hacerse. Como nadie hasta su irrupción, reunió expresividad, gran nivel técnico y esa fusión de musicalidad y encanto al servicio de esa música que los inmigrantes europeos empezaban a inventar en los arrabales pobres de la capital argentina. Con su interpretación, con su fraseo, con su forma de atacar la frase inicial y sus pianísimos, Gardel influyó a instrumentistas, compositores y directores de todas las épocas; a los cantantes —como decía Aníbal Troilo, el director de la más importante orquesta de los años cuarenta y cincuenta— sencillamente los 'mató': «Mientras exista un disco de Gardel —dijo Troilo—, todos los cantores van muertos. Y mientras exista una foto, también». El propio bandoneonista reconocía a la vez su influencia. «Mi orquesta toca y tocará siempre como si tuviera que acompañar a Gardel. Sólo eso».

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Su madre. Berthe Gardés era una planchadora francesa y huyó a Buenos Aires para olvidar la deshonra que entonces sufrían las madres solteras. Gardel nunca conoció a su padre, Paul Jean Lasserre, un viajante de artículos de sombrerería con antecedentes delictivos.

Ahora, una nueva biografía –Gardel (Planeta), del historiador argentino Felipe Pigna– aglutina lo mejor de las precedentes, contextualizando algunas de las zonas históricamente en sombras de la vida del cantante para echar nueva luz. La primera, su fecha y lugar de nacimiento, que Pigna confirma en Toulouse (Francia) el 11 de diciembre de 1890, descartando definitivamente la versión que apuntaba a Tacuarembó (Uruguay) en 1887, algo que hace una década ya habían defendido los franceses Georges Galopa y Monique Ruffié y el argentino Juan Carlos Esteban. Ni argentino ni uruguayo. Gardel era francés.

Soltero irredento, tuvo una novia oficial y muchas amantes. Los rumores sobre su homosexualidad siguen sin demostrarse

«Berthe Gardés (su madre) nunca estuvo en Uruguay —explica Pigna—, no hay una sola prueba». Lo de Uruguay, según él, se explica porque, en sus años de éxito, Gardel necesitaba ir a Europa con una nacionalidad que no fuera la francesa y librarse así de la convocatoria a alistarse para la Primera Guerra Mundial; como francés podía ser a su vez acusado de deserción. Así entró en juego una 'especie de partida de nacimiento' uruguaya que, según Pigna, Gardel consiguió gracias a amistades en el Consulado uruguayo de Buenos Aires. Eso le habría permitido obtener después la cédula argentina en 1920 y la nacionalidad en 1923. «En el certificado uruguayo que acredita que nació en Tacuarembó tres años antes –subraya Pigna–, él agrega esos años para alejarse de la convocatoria a la guerra». Con indisimulada sorna, Gardel no dudaba en decir: «Yo nací en Buenos Aires a los dos años y medio». A esa edad llegó a la capital argentina, en 1893, con Berthe Gardés, una planchadora francesa de clase baja que huía de la deshonra que entonces significaba ser, además de pobre, madre soltera.

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Toda la verdad sobre el Dios del tango

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Hijo de «padre desconocido», según el acta del Estado Civil de Toulouse, Gardel recibió así el apellido de su madre, que lo bautizó Charles Romuald Gardés. Su padre —Paul Jean Lasserre, al que Gardel no conoció— era un joven viajante de artículos de sombrerería con antecedentes delictivos por asaltos a mano armada que, tras el embarazo, se desentendió.

Gardel raramente hablaría de él, aunque el libro de Pigna recoge un diálogo entre el cantante y uno de sus mejores amigos, el dramaturgo y director argentino Edmundo Guibourg. «Me dijo: ‘Te voy a contar una cosa que nunca te conté. Estuvo el viejo…’. ‘¿Qué viejo?’ ‘Mi padre’. ‘¿Cómo? ¿Lo viste?’. ‘No. Vino de Toulouse a ver a mi madre, sabiendo que yo soy un artista ya conocido y ofreciendo reparación tardía. Yo le pregunté: ‘Mamá, ¿qué le contestaste?’, y me dijo que dependía de lo que yo le dijera. Que todo dependía de mi voluntad, no de la de ella. ‘¿Vos lo necesitás, mamá?’. Y me dijo que no lo necesitaba. ‘Yo tampoco. No solamente no lo necesito. No lo quiero ver’. ‘Se llamaba Paul Lasserre. Con dos eses y dos erres. Lo que te quería decir para que te rieras un poco conmigo es que... ¿Sabés cómo me llamo? Charles Romuald Lasserre’. Y le hacía una gracia. ‘¡Qué fenómeno!’, decía».

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El joven fantasma. En 1904, a sus 14 años, Gardel dejó los estudios y se alejó de su madre. No se supo de él durante seis años, hasta 1910. Aún hoy se desconoce qué fue de él en aquel período, pero la nueva biografía echa por tierra todas las versiones —infundadas, sostiene Pigna— que desde hace décadas se repiten.

Con 26 años, harta de ser más juzgada que acompañada hasta por su propia madre, Berthe decidió irse entonces de Francia lo más lejos posible a empezar una nueva vida. Ya en Buenos Aires, la infancia del cantante transcurrió en los alrededores del Abasto, tradicional barrio porteño en torno a uno de sus principales mercados. Las muchas horas de trabajo como planchadora obligaron a Berthe a dejar a su hijo en casa de una amiga del barrio, Rosa Corrado de Franchini, una viuda de 45 años, madre de cinco hijos que se dedicaba también al planchado. Desde los 4 hasta los 9 años, Gardel pasó los días con ellos. Cuentan que era «un pequeño diablo, inquieto, novelero... Sentado en el umbral de la puerta de casa, cantaba rodeado de amiguitos que lo adoraban». «Se acostaba y se despertaba cantando –agrega Pigna–, tomaba un palo de escoba a modo de guitarra y repetía las canciones y melodías que escuchaba en sus recorridas por aquel barrio multicolor, mientras le decía a su querida 'mamá Rosa': 'Yo voy a ser un gran cantor'». A Berthe la idea no le hacía la menor gracia: como la mayoría de los inmigrantes, soñaba con un hijo doctor. Según uno de los hermanos Franchini: «Pasamos por él más de un sobresalto. A los 7 años se sentaba a las puertas de la calle a cantar, y muchas familias se lo llevaban a sus hogares, durante días enteros. Después volvía como si nada, y su ternura borraba toda intención de castigarlo».

Nació en Toulouse, pero consiguió una partida de nacimiento falsa en Uruguay para evitar ser reclutado durante la Primera Guerra Mundial

Gardel cursó estudios en el colegio Pío IX, de los padres Salesianos, pero en 1904 abandonó la secundaria y, poco después, a su madre durante seis 'fantasmales' años, de los 14 a los 20. Lo más probable, se cree, es que haya estado en Uruguay buscando su independencia y cumplir su sueño de cantor, entonces de música criolla: el tango cantado aún no existía. Solo era instrumental: una música, todavía sin mucha identidad, bailada por las clases bajas y considerada obscena, casi prostibularia. Aún hoy se desconoce qué fue de Gardel en aquellos años, pero no que cuanto se dijo es falso, como que estuvo preso en Ushuaia, al sur del país.

Una intensa y diversa vida sentimental

Como esos 'fantasmales' años, también su vida sentimental estuvo siempre rodeada de incógnitas y rumores, incluyendo los de homosexualidad. La actriz Mona Maris, con quien actúo en Cuesta abajo, declaró, sin embargo: «Yo sé muy bien que es todo lo contrario de lo que se dice por ahí. Carlitos era muy hombre, muy hombre. A mí me consta que es así. Lo conocí suficientemente bien. Tenía una seducción natural fuera de lo común, una atracción animal indescriptible». Otro de sus amores –Peregrina Otero, una trapecista portuguesa del circo de Frank Brown conocida en los años 20 como Loretta Dartés– recordaba: «Un día, en Montevideo, me lo crucé en el hall del hotel y él se me acercó. Me dijo muy seriamente que yo lo atraía, que le gustaban mi cuerpo y mis ojos. Su seducción terminó de atraparme. Me pidió que subiera con él a su habitación. Yo me escandalicé y le contesté que estaba con mi acompañante. Insistió hasta que le dije que me diera tiempo. Pero mi corazón pudo más que mi mente y me las ingenié para inventar una excusa y fui derecho a la habitación de Carlos. Fue la primera vez que hicimos el amor. Ni yo misma podía creer que me había convertido en la mujer de Gardel. Carlos era el más hombre de los hombres. Yo doy fe de lo que valía Carlos Gardel. Los que quieran hablar mal de él que me vengan a ver, que les daré muchos más detalles al respecto».

Todas las fuentes cercanas contaron a su vez siempre que el cantante solo tuvo una novia, Isabel Martínez del Valle, durante 12 años, entre 1922 y 1934, pero también muchísimas amantes –que la nueva biografía detalla–, incluida La Ritana, por quien Gardel se llevó un balazo, dicen, del marido de ella, una bala que nunca le extirparon y lo acompañó hasta su muerte sin impedirle cantar.

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Su única novia. Entre 1922 y 1934, Isabel Martínez del Valle fue la única novia conocida de Gardel. Pero él vivía como un feliz y convencido soltero, con decenas de amantes.

«En esa época —cuenta Pigna—, Gardel tenía tres domicilios: uno, donde vivía su madre; otro, donde convivía con Isabel, y un 'bulín' [un picadero], para su vida de soltero. Isabel siempre negó esas versiones; afirmaba que ella fue 'el único amor de su vida a pesar de todos los amoríos que se le adjudicaron'». Lo cierto es que Gardel, el Zorzal, prefería volar solo, algo que no ocultaba a sus amantes y pretendientes. Poco antes de morir un periodista de Bogotá le preguntó incluso: «¿Soltero?». «De nacimiento», contestó Gardel. «¿Se piensa casar». «Dios no lo permita», remató. «Y en otro reportaje en que quisieron saber si estaba a favor del divorcio –relata Pigna—, contestó con su habitual rapidez: 'En realidad estoy en contra del matrimonio'».

Cuesta arriba, cuesta abajo

Tras aquellos años en que no se supo de él, al reaparecer, en 1910, alguien propuso que Gardel se enfrentara con José Razzano, célebre cantor del repertorio campero, hecho con canciones criollas, acompañadas por guitarras. Así Gardel y Razzano cantaron por primera vez juntos y en 1911 formaron un célebre dúo. En 1917, Pascual Contursi le acercó a Gardel la letra de una canción. Gardel le probó la melodía de un tango: Lita, de Samuel Castriota, y quedó conforme. La llevó al escenario del Empire ante unos cuantos privilegiados que asistían, sin comprenderlo, a un momento fundacional: Gardel interpretaba, con Razzano, Mi noche triste. El escritor uruguayo Eduardo Galeano lo resume bien: «El tango —escribió— llevaba la marca de su origen en la frente, los bajos fondos, la mala vida, y por eso tenía prohibido salir. Pero ‘el impresentable’ se abrió paso. En 1917, de la mano de Gardel, el tango irrumpió en el centro de Buenos Aires y se presentó por su nombre. Gardel cantó Mi noche triste y fue ovacionado. Y se acabó el exilio del tango. Bañada en lágrimas, la pacata clase media le dio clamorosa bienvenida y le otorgó certificado de buena conducta. Ese fue el primer tango que Gardel grabó en disco. Sigue sonando, y cada día suena mejor. A Gardel lo llaman el Mago. No exageran ni un poquito».

En 1925, tras triunfar durante años en Argentina, Uruguay, Brasil, España y Francia con un creciente repertorio de tangos, el fin de una etapa: Gardel se separa de Razzano, con la voz bastante deteriorada, y, al mes, ya lejos, en Barcelona, el zorzal del Abasto inicia su carrera como solista.

«Me impresionó. Tenía un don superior al de su voz y su figura. Con su simpatía personal se ganaba el afecto de todos», dijo de él Chaplin

Como haría durante los siguientes y últimos diez años de su vida, Gardel volvió a Buenos Aires para volver a irse y volver, una y otra vez. El camino, había descubierto, debía hacerlo por fuera, cosechando nuevos adeptos, dejando, tras cada paso, una sombra de plata, reluciente e indescifrable. Inagotable y prolífico –como si fuera consciente de su corta vida–, entre 1929 y 1933 conquistó París, Niza, parte de Italia, Barcelona, Madrid, Bilbao, Londres, Viena y Berlín. A este periodo corresponde su amistad con Charles Chaplin y los magnates George Wakefield, empresario estadounidense de la industria textil, y su mujer, Sadie Baron, una rica heredera que llenaba a Gardel de obsequios. Algunas fuentes atribuyen la ayuda económica que el cantante recibió a cambio de su amistad... Con ese dinero, Gardel había producido en Francia su película Luces de Buenos Aires, que le abrió las puertas en Estados Unidos.

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Con su amante y Chaplin. La magnate Sadie Baron (sentada a la izquierda) habría tenido, se cree, un affaire con Gardel. Ella le financió su primera película y le presentó a Chaplin (a la derecha de Gardel), de quien se hizo amigo. Aquí, en Niza en 1931.

Los Wakefield le presentaron, además, a Charles Chaplin en Niza el 16 de abril de 1931, día de su cumpleaños, en el que Gardel cantó para él. «Gardel me impresionó hondamente –dijo Chaplin–. Tenía un don superior al de su voz y su figura, una enorme simpatía personal que se ganaba de inmediato el afecto de todos. Tan honda era la simpatía que recuerdo bien que llegamos hasta las primeras luces de la madrugada, en una noche de alegría que difícilmente vuelva a repetirse [...]. Le aconsejé que se dedicara al cine y me informó que tenía una proposición de la Paramount.[...] Le insinué que cuidara los argumentos de sus películas y que mantuviera siempre esa línea de galán cantante, que le habrá de deparar hermosos triunfos». En una carta a su madre, Gardel le comentaba al día siguiente: «Me vino a saludar al hotel Charlie Chaplin y le canté varias canciones. Se emocionó mucho cuando le tradujeron los versos de Bettinoti, 'Pobre mi madre querida'. Tal vez se dio cuenta de que esos versos me salían de lo más hondo del corazón, recordándola a Usted».

En esos mismos años, Gardel comenzó también a trabajar con Alfredo Le Pera, el gran letrista con el que inmortalizó Volver, El día que me quieras, Mi Buenos Aires querido, Por una cabeza, Cuesta abajo, Soledad, Sus ojos se cerraron, Silencio, Melodía de arrabal, Me da pena confesarlo, Estudiante y tantos más que formaron parte de las casi treinta películas que Gardel rodó, muchas con actores españoles, entre los que estaba Imperio Argentina.

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El más largo funeral. El creador de Volver murió el 24 de junio de 1935 en un accidente aéreo en Medellín. Tras un surrealista periplo por aldeas de Colombia –en burro, carreta y tren– y luego en barco por Panamá, Nueva York, Brasil y Uruguay, su féretro llegó a Buenos Aires siete meses después de su muerte. Su multitudinario funeral (en la foto) se realizó el 5 de febrero de 1936.

El 7 de noviembre de 1933, tras actuar en Uruguay y Argentina por última vez, viajó a Europa y, de allí, a Norteamérica, donde, en los siguientes meses, filmó las películas Cuesta abajo, El tango en Broadway –ambas de 1934– y El día que me quieras –con una breve aparición de Astor Piazzolla siendo aún niño– y Tango Bar, de 1935. En abril de ese año, a sus 45 años, emprendió una gira por Centroamérica. Del 10 al 13 de junio actuó en Medellín; del 14 al 23, en Bogotá. De allí, sin escalas, iría a Cali. Factores climáticos impidieron volar aquel 23 e imponían una nueva ruta con escala técnica en Medellín al día siguiente. «¿A la fuerza hay que ir volando a todos lados?», preguntó Gardel en esos días a su amigo y mánager de la gira, Celedonio Palacios. «A la fuerza, Gardel. Los demás medios de comunicación son complicadísimos». «Yo le tengo desconfianza a esos bichos, ¿eh? Barquito y trencito me gustan más. Pero en fin, adelante los que quedan». Ya el 24 de junio de 1935, a las 14:58, en la pista del Aeródromo Las Playas de Medellín, el avión en el que Gardel iba, en una maniobra aún hoy poco clara, desvió el corretaje y chocó contra otra nave, ambas cargadas de combustible. También murieron Le Pera y los músicos Guillermo Barbieri y Ángel Riverol. Según el acta de defunción, «junto al cantante, quemadas en los bordes, se encontraron las partituras originales de Cuesta abajo».


EL ACCIDENTE EN QUE PERDIÓ LA VIDA

ESA TONTERÍA DE LA HISTORIA

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El 24 de junio de 1935, en el aeródromo Las Playas, en Medellín (Colombia), el avión en el que Gardel se disponía a despegar hacia Cali chocó contra otro que estaba en la pista. Murieron Gardel y otras 16 personas. El accidente —«esa tontería de la Historia» lo llamó el periodista argentino Jorge Göttling— generó todo tipo de leyendas: un atentado, un tiroteo dentro del avión entre Gardel y su letrista Alfredo Le Pera, o uno entre Gardel y el piloto, Ernesto Samper Mendoza. El biógrafo Felipe Pigna derriba cada una de estas creencias. «Lo que hubo fue una serie de sucesos desafortunados —dice—: la inexperiencia del piloto con ese tipo de avión, cierta sobrecarga que llevaba el aparato y problemas en la pista, con maizales que dificultaban la visión, lo que hizo confundir al señalero, que habilitó el paso del otro avión que estaba por despegar al otro lado. En un momento, los aviones quedan enfrentados y Samper intenta sobrevolar la otra nave que descubre repentinamente ante sí. Y todos estos elementos lo hacen chocar de frente con los dos tanques de combustible repletos».