Kate the Chaser | Wiki Creepypasta | Fandom
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Kate estaba sentada en el suelo de su habitación, dibujando en su cuaderno. Cualquiera que la viese pensaría que no estaba bien de la cabeza. A su edad ya no era ninguna niña para andar jugando con pinturas. Pero además sus garabatos eran casi infantiles, trazaba objetos y letras de forma nerviosa. Y acto seguido arrancaba la página y la tiraba a un lado, para seguir con la siguiente.

Dibujaba insistentemente la misma figura. Un ser con forma humana, pero cuerpo delgado y estatura exageradamente alta. Tenía unos largos y finos brazos que le llegaban casi a las rodillas, y su rostro estaba en blanco, sin rasgos faciales. A su alrededor había algunos árboles que parecían abetos, precisamente como los del jardín trasero de la casa de Kate.

Allí fue donde lo vio por primera vez cuando era pequeña, mientras jugaba con su amigo C.R. Su aspecto fantasmal y amenazador, asomando de lo profundo del bosque, les asustó y enseguida salieron corriendo, sin darle oportunidad a acercarse. Volvieron a verle un par de veces más, acechando a lo lejos, y aunque nunca llegaron a estar cerca de él, siempre notaban la amenaza de su presencia. C.R. y ella decidieron hacer un pacto de silencio y no contar nada a los adultos. De todas formas tampoco les creerían. Dejaron de hablar de ello, y con el tiempo la sensación de amenaza desapareció y se olvidaron. Hasta hace unas semanas, cuando la tragedia sacudió a Kate. Su madre, la única familia que le quedaba, falleció, dejándola sola en aquella casa apartada en medio del bosque.

Fue al poco de volver del funeral cuando notó esa presencia de nuevo. Se negaba a pensar que había vuelto, pero un día mirando por la ventana se quedó helada al ver su siniestra figura de pie en la colina. Corrió a cerrar y asegurar todas las puertas y ventanas de la casa. No se atrevía a salir ni siquiera de día, ni contestaba las llamadas de sus amigos, preocupados por su ausencia. Aquel día consiguió dormir apenas unas horas, pero cuando despertó notó que la presencia estaba más cerca que nunca. Empezó a escuchar ruidos y pasos por la casa, e inmediatamente se encerró en su habitación. Estaba tan nerviosa y frenética, que inconscientemente se puso a dibujar aquellas figuras, las mismas que hacía de pequeña y que había ocultado a sus padres.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y lo vio de cerca por primera vez. Pudo ver que de su espalda surgían unos oscuros tentáculos que flotaban sinuosamente en el aire, como dispuestos a atacar. A Kate le entró el pánico, no sabía cómo escapar. Miró hacía la ventana y sin pensarlo saltó atravesando los cristales y aterrizando en el duro suelo del patio. Estaba dolorida y llena de cortes, pero no

tenía tiempo para lamentarse. Corrió a esconderse en el bosque, suplicando en silencio que aquel ser no le encontrase. Al mirar abajo encontró al pie de un árbol una extraña nota. Era un papel con un garabato, similar a los que ella dibujaba, con una advertencia escrita.

“No le mires… o te llevará con él”.

Kate pensó que aquello podía ser una especie de ayuda. Una pistas dejadas por alguien, quizá su amigo C.R., para poder escapar de aquel monstruo. Comenzó a buscar desesperada entre la arboleda, mientras alrededor oscurecía y notaba aquella presencia cada vez más cerca. Encontró otras siete notas con más advertencias, pero ninguna que explicase cómo hacer frente a aquel ser.

Después de toda la noche dando vueltas, cayó rendida de rodillas sobre la tierra, sin aliento. Notó cómo unos tentáculos oscuros la rodeaban, cerrándole el paso. Mientras una voz espectral le susurraba: “No te vayas. Tengo planes para tí, Kate”.

Al mismo tiempo el coche de Lauren aparcó frente a la casa de Kate. Eran muy buenas amigas desde la adolescencia, y aunque se habían separado al ir a la Universidad, nunca perdieron el contacto. Cuando se enteró de la muerte de su madre se preocupó mucho por ella. Intentó consolarla a distancia a través de videollamadas, pero cada vez la veía más rara y sombría. Cuando dejó de contestar a sus mensajes no dudó en montar en el coche y cruzar medio país para verla en persona.

Llamó varias veces al timbre pero nadie contestó. Para su sorpresa la puerta estaba abierta, y entró con cuidado, pero no había rastro de nadie. Sólo suciedad, restos de comida y desorden por todos lados. Aquello la preocupó aún más, y subió corriendo a la habitación de Kate. Se quedó en shock al ver aquellos siniestros dibujos desperdigados por el suelo, y el cristal de la ventana roto. Asustada llamó a gritosa su amiga, hasta que una vocecilla contestó a su espalda. “Estoy aquí, Lauren”. Se giró y en la puerta vió a alguien que parecía ser Kate, con su misma melena larga y oscura. Pero vestía una sudadera con capucha y una máscara blanca que le cubría el rostro.

“Me alegra que hayas venido. Alguien me ha encargado una nueva misión”. Le enseñó un cuchillo largo y afilado que resplandecía en la oscuridad. “Y precisamente tú vas a ser la primera en ayudarme”. Lauren, desconcertada, no reaccionó y Kate se abalanzó sobre ella, asestándole varias puñaladas. Desde la ventana, un sombrío rostro sin facciones observaba la escena.

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