Mario Galeana
Si hubo un momento de la historia en el que la danza fue tan importante como la guerra, quizá aquel ocurrió en el tiempo de la corte del rey Luis XIV, en el periodo Barroco.
Al cumplir los catorce años, una noche de septiembre de 1652, el rey presentó “El baile de la noche”, un espectáculo dancístico que comenzó al atardecer y terminó con el alba del nuevo día.
Precisamente en ese instante, mientras amanecía, Luis XIV ascendió al escenario a través del escotillón –una puerta oculta que garantizaba la sorpresa del público– vestido del dios Apolo. Y desde ese momento a Luis XIV se le apodó El Rey Sol.
Esta historia ha sido recuperada en el montaje de la exposición itinerante “Danza barroca” que se exhibe en el Museo Internacional del Barroco (MIB) hasta el 17 de septiembre de este año.
La exposición incluye 50 piezas procedentes de siete museos nacionales y de algunos otros del estado de Puebla, entre enseres, prendas, esculturas, cuadros, videos, libros y manuales, que dan cuenta del esplendor de la danza barroca, especialmente durante el reinado de este monarca.
Las curadoras de la exposición, Yaloani Mendez y Magdalena Villarán, explicaron que fue durante el periodo de El Rey Sol cuando se creó la primera academia de danza y se diseñaron los primeros textos para registrar los bailes de la época.
“Al igual que su padre, Luis XIV fue un gran bailarín. Tuvo como colaboradores a Jean-Baptiste Lully y a Molière. Lully era un violinista italiano que llegó a Francia a los catorce años; como era muy buen violinista, inmediatamente el rey lo contrató. Y Molière fue el autor de la comedia francesa moderna”, explica Magdalena Villarán, maestra en danzas históricas.
Juntos, los artistas crearon nuevos géneros, como la comedia-ballet y la tragedia lírica. La primera consistía en un dramamusical y coreográfico, mientras que la tragedia lírica era un poema dramático acompañado por un ensamble de teatro y música.
Fue durante estos espectáculos en donde se perfeccionó la maquinaria detrás del escenario, como la tramoya o el escotillón, que permitían desplazar los elementos de la escenografía y permitir el paso de los danzantes a escena, respectivamente. Estos mecanismos también se encuentran incluidos en el montaje de la exposición “Danza barroca”.
El ballet también fue empleado por Luis XIV con fines políticos. Al integrar la danza en las funciones sociales de la corte, el rey distraía a los nobles de sus actividades políticas. Y es que los protocolos de los bailes de la corte eran rigurosos, en tanto que eran un símbolo de estatus y de poder.
“Había toda una etiqueta relacionada con los movimientos de danza; todo debía ser armónico y un movimiento brusco se consideraba algo poco elegante, poco noble, incluso grotesco. Era muy importante recibir clases de etiqueta, por eso encontramos libros en donde se dan tips a mujeres y hombres sobre cómo bailar, como moverse, incluso cómo mirar”, ahonda Yaloani Mendez, maestra en Museografía.
En la exposición se encuentra una réplica del primer registro de representaciones de ballet, un libro editado en 1700 que se titula Coreografía. Se trata de una especie de manual en el que, a través de símbolos, se explican los bailes de la corte, las danzas teatrales, los bailes de salón y las danzas grupales.
El conjunto de piezas de la exposición procede de un puñado de recintos, como el Museo de Historia Nacional Castillo de Chapultepec, el Museo Nacional de San Carlos, el Museo Soumaya, el Museo Franz Mayer, el Museo Nacional de Arte, el Centro Nacional de Investigación y Documentación de la Danza “José Limón”, el Centro Coreográfico de Colección de Magdalena Villarán y algunas instituciones del estado de Puebla.
“Intentamos darle una perspectiva museística a un patrimonio intangible como lo es la danza. Queremos que los visitantes se adentren, experimenten y se sumerjan en la cotidianidad y en los gustos de personas que vivieron hace cientos de años”, concluye la directora de Museos Puebla, Catalina Ortiz Alvarado.