Guerras de Independencia de Escocia

Los Reinos de Inglaterra y Escocia

Tras la conquista normanda, el Reino de Inglaterra se erigió como un Estado dominante en las islas británicas. Los distintos reyes ingleses que gobernaron en los años posteriores supieron engrosar sus dominios, mantener el control sobre sus tierras a base de la centralización y asegurar la prosperidad económica. Durante el transcurso de siglos, Inglaterra sometió a varios señoríos y principados de Gales e Irlanda, e introdujo las prácticas y costumbres feudales francesas a los lugares conquistados. No obstante, a diferencia de la poblada, pujante, y relativamente desarrollada Inglaterra, Escocia tenía una economía menos desarrollada, y una población notablemente inferior.

De entre los reyes ingleses destaca Enrique II Plantagenet, quien accedió al trono inglés en 1154, heredó extensos feudos en Francia e hizo vasallos suyos a varios principados vecinos, incluyendo al Reino de Escocia. Gracias a ello, Escocia recibió una notable influencia cultural anglonormanda. A pesar de poseer bastante autonomía (en gran medida gracias a su particular geografía) Escocia siguió prestando apoyo militar a los reyes ingleses en sus conquistas y mantuvo buenas relaciones diplomáticas con sus vecinos meridoniales. Incluso fue común que algunos nobles escoses poseyeran feudos en tierras inglesas, y que por lo tanto, rindieran homenaje a su soberano. Sin embargo, estas relaciones se fueron agriando debido a la mayor belicosidad de reyes ingleses como Enrique III o Eduardo I, y al mayor poder que fue acumulando la corona inglesa con el pasar de las décadas.

Crisis de Suceción Escocesa

En este contexto inestable ocurrió una crisis diplomática que pronto se tradujo en guerra. Sucedió que en 1286 falleció Alejandro III de Escocia sin herederos varones. A quien le correspondía el trono por herencia era a su nieta de tres años, Margarita, la doncella de Noruega (llamada así puesto que era hija del rey Eric II de Noruega y de la hija de Alejandro de Escocia, quien había muerto poco tiempo atrás). Como era de esperar, la situación precaria de la casa escocesa de Dunkeld favorecía al proyecto geopolítico de Eduardo I de Inglaterra, quien pretendía casar a su hijo y heredero, Eduardo de Caernarvon, con la pequeña princesa. El rey Eduardo, apodado Longshanks o el Zanquilargo, ya había finalizado la conquista de Gales en 1283, y esperaba unificar toda la isla de Gran Bretaña bajo su corona.

Mientras la princesa crecía en Noruega, la alta aristocracia de Escocia estableció un gobierno provisional conformado por un consejo de seis guardianes. Este consejo acordó el matrimonio de Eduardo de Caernarvon, príncipe de Gales, con la niña Margarita, y con dicho objetivo hicieron traerla desde Noruega. Ante la preocupación por la unión de los reinos, los guardianes hicieron que Eduardo I garantice la autonomía de Escocia mediante el Tratado de Birgham-Northampton. Sin embargo, todo se complicó cuando Margarita falleció en 1290 tras arribar a las islas Orcadas debido a su delicado estado de salud.

Ante la gran crisis de sucesión que se cernía en Escocia, los guardianes invitaron a Eduardo I para que mediara la disputa y pudiera elegir a un potencial candidato para que ocupe el trono. La corona escosesa era reclamada por trece pretendientes, entre los cuales destacan los líderes de dos familias nobiliarias rivales: los Bruce y los Balliol, las cuales descendían del rey David I de Escocia (1124-1153) por vía materna. Eduardo acordó intervenir como árbitro, con la condición de que quien fuera elegido debía prestarle vasallaje.

Para 1290, el objetivo primordial de Eduardo I era estabilizar el Reino de Escocia para asegurar los beneficios fiscales de aquellas tierras, pues se avecinaba una guerra contra Francia ante la creciente hostilidad con su rey, Felipe IV. Tras un proceso de negociación de dos años, se eligió a Juan de Balliol como nuevo soberano de Escocia. Por lo tanto, el ahora Juan I de Escocia tuvo que rendirle homenaje a Eduardo y jurarle fidelidad como su vasallo.

Invasión y Conquista de Escocia

Por los siguientes años, esta relación vasallática funcionó de forma estable, pero como Eduardo se empeñó en humillar a Balliol para reforzar su poderío y hacerle subir los impuestos y enviar tropas para el esfuerzo militar en Gascuña contra Francia, los escoceses no tardaron en darle la espalda a los ingleses. Como la nobleza escocesa se negó a intervenir en la guerra contra Francia, el debilitado Juan de Balliol se vio obligado a ceder el poder a un consejo de guardianes conformado por los nobles, magnates y la élite eclesiástica del reino. Al encontrarse en una causa común contra Inglaterra, Escocia y Francia firmaron una alianza militar a finales de 1295. Debido a la traición de su vasallo, en 1296 Eduardo I reunió a sus huestes en Newcastle para emprender la invasión y conquista de Escocia.

En 1296, Eduardo I de Inglaterra invadió Escocia. Al estallar la guerra, aparecieron dos facciones entre los escoceses: aquellos que desconfiaban del rey Juan de Balliol y por ende se alinearon con el rey inglés, y aquellos que permanecieron leales a la corona escocesa. Los ingleses rápidamente tomaron Berwick, para luego derrotar a las tropas escocesas en la Batalla de Dunbar. Acto seguido, Eduardo tomó Edinburgo e hizo completa la derrota de Escocia.

Originalmente, Eduardo I había prometido entregarle la corona escocesa a Robert Bruce, VI señor de Annandale, una vez que Balliol haya sido depuesto. Sin embargo, tras los éxitos iniciales de la campaña, el objetivo real del rey inglés pasó a ser la anexión de Escocia al Reino de Inglaterra, y por lo tanto, la supresión de las costumbres y leyes locales. Una vez concretada la deposición y prisión de Juan de Balliol, Eduardo convocó a todos los terratenientes escoceses en un concilio en Berwick, donde les hizo jurarle lealtad a él, no como rey de Escocia, sino como rey de Inglaterra.

Batalla de Dunbar (1296). Las fuerzas inglesas, lideradas por John de Warenne, VI conde de Surrey, derrotan a los escoceses de Comyn el Rojo.

William Wallace, Robert The Bruce y la Primera Guerra de Idependencia

El descontento social en Escocia era sumamente tangible, y el fervor patriota era incandescente. Al estar ausente el rey inglés, quien de facto gobernaba en Escocia era Hugh de Cressingham, el tesorero de Eduardo I en la administración de Escocia. Era Cressingham quien saciaba las necesidades fiscales de Eduardo, puesto que requería recaudar mayores fondos para las guerras contra Francia. Ello, sumado a las rumores de que Eduardo demandaría el servicio militar y a sus injerencias en la Iglesia de Escocia, terminaron catalizando el estallido de la Primera Guerra de Independencia.

La resistencia contra los ocupantes estuvo encabezado por la baja nobleza, concretamente por Robert The Bruce, hijo del noble proinglés al que Eduardo le había prometido la corona escocesa cuando invadió el reino. Otras figuras destacables en la organización y articulación de la rebelión fueron Sir Andrew de Moray y William Wallace. Fue el asesinato del sherif de Lanarck por parte de Wallace lo que simbolizó el estallido de una rebelión de mayor magnitud. Andrew de Moray, por su parte, lideró una exitosa insurgencia en las Highlands, y logró expulsar a los ingleses de dicha región.

Las revueltas obligaron a Eduardo I -quien se encontraba luchando contra los franceses en Flandes- a enviar un ejército al norte liderado por John de Warenne, VI conde de Surrey, quien se reunió con Cressingham en Roxburgh. Para 1297, las fuerzas rebeldes de Moray y Wallace habían conseguido capturar Scone y Dundee, por lo que su siguiente objetivo era la estratégica fortaleza de Stirling. En la famosa Batalla de Stirling Bridge los escoceses lograron infligir una humillante derrota a los ingleses, cuyas filas se vieron diezmadas e incluso Cressingham perdió la vida en la batalla.

Batalla de Stirling Bridge (1297). Autor Angus McBride para Osprey

Al ver la derrota de su ejército, John de Warenne huyó de Escocia con sus exhaustas huestes. Como Moray terminó cediendo ante sus heridas y falleciendo poco después, William Wallace se erigió como el líder emblemático de la resistencia escocesa; poco después tomó Berwick y echó a los ingleses de su tierra. Gracias a sus logros y a su ascenso meteórico, Wallace fue nombrado «Guardián de Escocia».

No obstante, el rey Eduardo I planificó una nueva invasión con el objetivo de sofocar la rebelión de Wallace. Fue así como en 1298 Wallace se enfrentó en Falkirk al mismísimo rey de Inglaterra en persona. Durante la Batalla de Falkirk, los escoceses emplearon la formación de schiltrons; es decir, la maniobra que consiste en realizar un cerco de tropas similar a la falange macedónica y al muro de escudos vikingo. No obstante, los escoceses fueron masacrados por los arqueros del rey. Ante semejante derrota, la resistencia escocesa tuvo que replegarse a las Highlands, lo que le dio a Eduardo la oportunidad de tomar varios puntos clave de Escocia y enviar nuevas fuerzas para que apoyen la ocupación.

Batalla de Falkirk (1298). Los escoceses protegidos por sus estacas frenan el avance de la caballería inglesa.

Wallace fue desacreditado por su derrota, y por la humillación tuvo que renunciar a su título de guardián. Como proscrito, Wallace pasó a la clandestinidad por los siguientes siete años, en los cuales aprovechó para servir como embajador en Francia con la intención de recabar apoyos para la causa, aunque sin mayores éxitos.

Entre 1301 y 1302, la resistencia escocesa comenzó a perder fuerzas, y en 1304, Eduardo I logró recapturar el Castillo de Stirling, el último bastión de los nobles escoceses rebeldes. Esta última gran derrota obligó a Robert The Bruce y Comyn el Rojo, los líderes de la resistencia, a negociar una paz con los ingleses. Ello terminó con varios de los nobles rebeldes acatando al sometimiento de la corona inglesa. Al mismo tiempo, William Wallace fue traicionado por uno de sus sirvientes, quien lo entregó a los ingleses, y estos le torturaron y ejecutaron en 1305.

IZQUIERDA: Wallace como proscrito. DERECHA: Ejecución de Wallace.

A pesar de la desarticulación de la rebelión, Robert The Bruce continuó reclamando la corona escocesa, y aprovechó el descotento surgido a raíz de la falta de recompensa de Eduardo I hacia sus seguidores escoceses para reunir leales a su causa. No obstante, Comyn el Rojo traicionó a Bruce al informar al rey Eduardo sobre sus intenciones de coronarse rey de Escocia cuando la oportunidad se presentase. Ante aquella alevosía, Robert mató a Comyn en la iglesia Greyfriars en Dumfries en 1306.

Debido a la reciente sucesión de acontecimientos, y al inminente peligro al que se enfrentaba, Bruce se vio obligado a acelerar sus planes. Con el apoyo de la iglesia, los prelados y los nobles, Bruce se coronó rey en la abadía de Scone como Roberto I de Escocia. Este acto fue considerado una rebelión abierta contra los dominadores ingleses, cuyo rey preparó una nueva invasión al norte. Al final, todo este esfuerzo resultó ser en vano, puesto que las tropas de Robert The Bruce fueron derrotadas de forma aplastante en la Batalla de Methven, donde gran parte de sus leales fueron capturados y ejecutados. Tras ser vencidos, las huestes de Roberto I se replegaron a las Highlands, pero solo para volver a ser derrotados en Dalrigh.

Tras dichas sucesivas derrotadas, cualquier esperanza de que la rebelión de Bruce triunfara se desvaneció. No obstante, el autoproclamado rey de los escoceses logró huir a las islas Hébridas y permanecer oculto durante su exilio. Desde la clandestinidad, Robert siguió llevando a cabo una guerra de guerrillas contra el inparable enemigo.

Roberto I Bruce, rey de Escocia

Tras éxitos parciales contra los ingleses, se presentó una gran oportunidad para Bruce en 1307, ya que el rey Eduardo I falleció mientras se dirigía al norte. Su heredero Eduardo II, el otrora Eduardo de Caernarvon, príncipe de Gales, carecía del carisma, tenacidad y de las habilidades diplomáticas de su difunto padre. Gracias a ello, Roberto intensificó sus campañas para liberar Escocia, asaltando castillos, chantajeando a nobles para conseguir su lealtad -o al menos asegurar su neutralidad- y luchando en inhóspitos terrenos para asegurar una ventaja a pesar de la carencia en números. Esta estrategia le valió victorias significativas a Bruce y pudo hacerse con un vital terreno para reponer fuerzas y construir una economía relativamente sólida mientras los ingleses atravesaban la esperable y breve inestabilidad política que resultaba de la muerte de un monarca y el ascenso de su heredero.

Mientras Eduardo II luchaba por asegurar su control en casa frente a las distintas facciones de la nobleza que buscaban influenciarlo para sus intereses particualres, Roberto conseguía recuperar la estratégica ciudad de Aberdeen en julio de 1308, la cual le permitió reabrir el comercio con Flandes y la Liga Hanseática. Estas victorias le canjearon un importante número de leales a Bruce, y pronto sus filas se engrosaron. Cabe señalar que esta sorpresiva sucesión de victorias fue gracias al descuido del voluble Eduardo II, puesto que la falta de abastecimiento a las guarniciones en el norte hicieron que varias sucumbieran fácilmente ante la remontada de Robert The Bruce.

Cuando las fuerzas escocesas se dirigieron al Castillo de Stirling, el cual era de las pocas fortificaciones que aún permanecían en manos inglesas, el rey inglés entendió el peligro en el que se encontraba su posición en el norte. Fue así como Eduardo reunió un ejército en Berwick y marchó hacia el encuentro de Bruce. En tal sentido, se produjo la Batalla de Bannockburn de 1314, la cual resultó en una victoria total de los escoceses.

Batalla de Bannockburn (1314). Roberto I de Escocia liderando a sus tropas.

Bannockburn fue un punto de inflexión en la guerra de independencia de Escocia, puesto que Roberto logró consolidar su control sobre sus tierras e incluso se permitió llevar a cabo incursiones en territorio inglés. Del mismo modo, aprovechó los conflcitos entre Eduardo II y la nobleza inglesa para imponer treguas y así garantizar el cese a las mencionadas incursiones. Además, durante aquellas fechas, Inglaterra fue golpeada por hambrunas, pestilencias y una pequeña edad de hielo que mermaron la legitimidad y el prestigio de su rey, y varios nobles como Thomas de Lancaster o Roger Mortimer se levantaron en armas contra su soberano. Ello acabó con cualquier posibilidad de llevar a cabo un exitoso contraataque y recuperar lo perdido desde Bannockburn.

Cuando Bruce capturó Berwick en 1318, los ingleses perdieron su centro administrativo regional, el cual había servido desde la invasión inicial de 1296, y por lo tanto, dicha conquista enalteció a Bruce como el legítimo soberano de Escocia frente a los otros reinos y a la nobleza local. Roberto decidió conservar Berwick y hacerla su principal puerto, así como un importante centro administrativo. Tras campañas fallidas, incursiones de saqueo, múltiples treguas, conflictos internos, derrotas sustantivas en Yorkshire, y la mediación papal, Eduardo II aceptó reconocer la independencia de Escocia y el derecho de Robert The Bruce a gobernar en 1322.

Estatua de Robert The Bruce, rey de los escoceses, frente al Castillo de Stirling

No obstante, en 1327 Eduardo II fue derrocado por una rebelión orquestrada por su esposa Isabel y por el influyente noble Roger Mortimer, la cual condujo al ascenso de su hijo Eduardo III como nuevo rey de Inglaterra. El nuevo soberano inglés logró reestablecer la autoridad real perdida, e incluso ratificó el reconocimiento de Roberto I de Escocia mediante el Tratado de Edimburgo-Northampton de 1328. Además se acordó un matrimonio real entre el hijo de Bruce, David, con la hermana de Eduardo III, para así mantener la paz tras una larga y agotadora guerra de 32 años.

Eduardo de Balliol, Intervención de Eduardo III, y la Segunda Guerra de Independencia

En 1329 falleció Roberto Bruce, pero como su hijo David II era demasiado joven para reinar, se estableció una regencia encabezada por Sir Thomas Randolph, conde de Moray. Sin embargo, los desheredados nobles escoceses proingleses (a los cuales Roberto había confiscado sus tierras y desprovisto de sus títulos), decidieron aliarse con Eduardo III y aprovechar la oportunidad que se les había presentado. Eduardo de Balliol, hijo del depuesto Juan de Balliol, regresó de su exilio en Francia en 1331 para liderar la oposición a la Casa de Bruce.

Eduardo III Plantagenet, rey de Inglaterra, señor de Irlanda y duque de Aquitania

Formalmente, Eduardo III estaba en paz con David II, así que su alianza con Balliol y los suyos se mantuvo discreta. No obstante, cuando se anunció la muerte del conde de Moray (el guardián de Escocia) en julio de 1332, los desheredados comprendieron que era su mejor momento para atacar, y bajo el beneplácito del rey inglés, partieron del estuario Humber para emprender la invasión marítima del Reino de Escocia.

Fue así como se produjo la Batalla de Dupplin Moor, que acabo en una estruendosa victoria para el pequeño bando de Eduardo de Balliol. Consecuentemente, los rebeldes marcharon hacia Perth, y luego hacia la abadía de Scone, donde Balliol se coronó como rey de los escoceses. Sin embargo, consciente de que se encontraba en tierras hostiles, Eduardo de Balliol decidió atrincherarse en Galloway, concretamente en la ciudad de Annan, donde encontró apoyos. A pesar de las precausiones, el nuevo guardián de Escocia, Archibald Douglas, sorprendió a las fuerzas rebeldes y masacró a cuantos pudo. A pesar de la emboscada, Balliol consiguió escapar y acudió al rey de Inglaterra por apoyo formal, pués solo con la ayuda del ejército inglés podría reclamar el trono.

En el año 1333, Balliol compareció ante Eduardo III en busca de respaldo para su causa, ofreciendo como pago la concesión de todos los condados escoceses en la frontera con Inglaterra. Este intrigante escenario condujo al rey Eduardo a invadir Escocia y unirse a su protegido en el asedio de Berwick. En contraste, Douglas, el guardián de Escocia, organizó de manera torpe a su ejército y se apresuró en auxiliar a los exhaustos sitiados. Aunque el ejército escocés duplicaba en número a la fuerza combinada de Balliol y los ingleses, el pretendiente logró derrotar a Douglas y darle muerte en la épica batalla de Hallidon Hill. Cabe señalar, que tras la estrepitosa derrota que sufrieron los ingleses en la batalla de Bannockburn de 1314, ellos se vieron obligados a desarrollar nuevas tácticas de combate y a descartar progresivamente el uso de la caballería. En ese sentido cobró importancia el papel del arco largo inglés (long bow), que pronto hizo temida a la arquería inglesa en el campo de batalla.

La consecuencia inmediata de esta victoria fue la anexión de Berwick a Inglaterra y la coronación una vez más de Eduardo de Balliol como rey de los escoceses, aunque en realidad era una marioneta de los ingleses. Por otro lado, el joven David II y su corte encontraron asilo político en Normandía gracias a la asistencia del rey Felipe VI de Francia.

Eduardo III en el asedio de Berwick (1333)

El régimen de Eduardo de Balliol (ahora Eduardo I de Escocia) estaba sumamente desacreditado y deslegitimado. Esto se debía tanto por la lealtad del pueblo al exiliado rey David, como a la cesión de territorios a Inglaterra. A pesar de la aparente derrota, se mantuvo una resistencia organizada en Escocia que impidió la consolidación de Balliol en el poder, ya que se retuvieron varios de los castillos más importantes de la región como los de Stirling o Edinburgo. Debido a que no tenía ningún poder real, en 1334 Balliol fue depuesto y se vio obligado a buscar refugio con Eduardo III.

En 1335, Eduardo III emprendió la invasión de Escocia con un monumental ejército de 13000 hombres. La campaña resultó ser devastadora, ya que a medida que los ingleses avanzaron por territorio escocés saquearon todo a su paso. Los escoceses evitaron enfrentamientos directos con los ingleses, y optaron por evacuar a la población civil y aplicar la estrategia conocida como «tierra quemada» para ralentizar el avance del enemigo. Estas contramaniobras debilitaron considerablemente la ocupación inglesa, hasta tal punto que el nuevo guardián de Escocia, Andrew Murray, propuso al rey Eduardo negociar una tregua.

Mediante la intervención de diplomáticos franceses y del Papa Benedicto XII se buscó firmar un tratado de paz entre Inglaterra y Escocia. En un inicio, se propuso el reconocimiento de Eduardo de Balliol como rey a cambio de que este designase a David II como sucesor. El intento de llegar a un acuerdo resultó infructuoso debido a la negativa de David. A pesar de la tregua, los ingleses reanudaron su ofensiva saqueando varias ciudades clave en el proceso, tales como Aberdeen y Elgin. Los franceses respondieron aliándose con Escocia y enfrentando a las naves inglesas en el canal de La Mancha. Su objetivo era distraer la atención del rey Eduardo de la guerra insular para así apoyar una contraofensiva escocesa encabezada por Murray.

David II Bruce, rey de los escoceses

Para inicios de 1337 la resistencia escocesa había logrado reconquistar gran parte del reino, con la excepción de los castillos de Edinburgo, Roxburgo y Stirling. Durante los siguientes dos años los ingleses descartaron todo intento de ofensiva en Escocia, ya que debían atender un asunto de mayor urgencia. Resulta que en 1337 las tensiones entre Inglaterra y Francia terminaron desembocando en la Guerra de los Cien Años debido a las pretensiones de Eduardo III sobre la corona francesa, así como a la prohibición de exportaciones de lana inglesa en Flandes y a las disputas feudales en la Guyena. Dado a que Eduardo III envió la mayor parte de su ejército al continente a luchar contra Francia, Inglaterra se vio obligada a firmar una tregua con Escocia en 1338 para así no comprometerse con una tediosa guerra de dos frentes.

Al final de estas guerras sucesivas contra Inglaterra, el Reino de Escocia había quedado devastado: los campos de cultivo estaban arrasados, la economía ampliamente reducida, y la población diezmada. En 1341 David II, el rey de Escocia en exilio, volvió a su patria y afrontó la tarea de reconstrucción. No obstante, debido a su larga ausencia, en Escocia se habían alzado figuras políticas carismáticas que habían ganado popularidad debido a sus hazañas y liderzgo durante la guerra. Por un lado estaba Andrew Murray, el guardián de Escocia, que encabezó la contraofensiva con apoyo de Francia; y en la otra mano encontramos a Robert Stewart (Roberto Estuardo), nieto de Robert The Bruce por vía materna, y el hombre que depuso y desterró definitivamente a Eduardo de Balliol en 1338.

Por lo siguientes cinco años hubo relativa paz en Escocia debido a la intensificación de la guerra entre Francia e Inglaterra (a medida que pasaban los años se abrían frentes en Bretaña, Normandía, Flandes y la Guyena). Sin embargo, David aprovechó las circunstancias para penetrar la descuidada frontera inglesa e incursionar en el territorio enemigo. En 1346, Felipe VI de Francia solicitó a sus aliados escoceses la invasión del norte de Inglaterra para divertir la atención de Eduardo III sobre el asedio en marcha sobre Calais. El resultado fue la batalla de Neville’s Cross, en la cual el ejército de 12000 hombres de David II fue derrotado por una hueste inglesa de 5000 hombres. Como consecuencia del encuentro, el rey escocés fue hecho prisionero y enviado a la Torre de Londres.

David II capturado en la Batalla de Neville’s Cross, ilustración de una edición de las Chroniques de Jean Froissart (siglo XV)

Tratado de Berwick y Consecuencias

Debido a la ausencia forzada de David, la regencia en Escocia fue asumida por Roberto Estuardo. La prisión del rey escocés duraría once años, hasta que finalmente sería puesto en libertad en 1357 a cambio de un cuantioso rescate. En ese lapso, el ya desacreditado Eduardo de Balliol intentó volver a reclamar el trono, pero al encontrarse con muy escasos apoyos no tuvo más remedio que retirar su reivindicación en 1356 para finalmente morir sin descendencia en 1364. Del mismo modo, en aquellos años Inglaterra, Escocia, Francia y el resto de Europa se vieron azotados por la Pesta Negra, la cual indirectamente contribuyó a mantener la paz.

La liberación de David II implicó la firma de un tratado de paz sustantivo Inglaterra y Escocia en 1357: el Tratado de Berwick. Para poder pagar la suma que exigían los ingleses (100 000 merks – moneda medieval escocesa – para ser precisos) hubo que establecer altos impuestos, aunque debido a la precaria situación económica solo se abonaron las primeras dos cuotas anuales. En 1369 se firmaría un nuevo tratado más favorable para Escocia, ya que Inglaterra estaba debilitada tras la peste y la incesante guerra contra Francia.

David II fallecería en 1371 tras haber perdido gran parte de su popularidad y prestigio frente a la nobleza escocesa. Al no tener descendencia, sería sucedido por su sobrino Roberto Estuardo (quien gobernaría como Roberto II de Escocia), fundador de la Dinastía Estuardo.

Conclusiones

De este conflicto destaca la intricada naturaleza de los intereses de todos los actores que intervinieron y en las redes de alianzas que forjaron entre sí. Es interesante observar que debido a distintas circunstancias imprevistas para los ingleses, ellos no lograron asertar su dominio en Escocia. Por ejemplo, el patriotismo como estímulo moral, la importancia de la unidad y la coordinación, la efectividad de las guerras de guerrillas como táctica, el símbolo de los mártires, etc.

En la otra mano, resulta evidente como las luchas entre la corona inglesa y la nobleza obstaculizaron por varios años cualquier posibilidad de recuperar territorio en Escocia, a pesar de que contaban con la superioridad numérica para lograrlo. Es interesante analizar como al alienar a los poderosos del reino conquistado Inglaterra perdió los apoyos necesarios para mantener el control en tierras escocesas. Nicolás Maquiavelo lo señaló siglos después en El Príncipe: para conquistar un principado no solo basta el poder de las armas, sino que también es preciso tener apoyos internos antes de emprender la empresa. No obstante, los ingleses también aprendieron de sus errores, al traer innovaciones tecnológicas, estratégicas y tácticas al cambo de batalla. Al final vemos como un Estado con mayor población, territorio y ejército no logró imponerse a otro considerado inferior en esos términos. Las Guerras de Independencia de Escocia nos invitan a analizar factores menos evidentes (si se quiere menos cuantitativos) en el desarrollo de conflictos armados.

Bibliografía

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