Juan I rey de Castilla y León

Juan I
Rey de Castilla y León (1358<1379-1390>1390)

Genealogía


Su reinado

Juan I nació en Épila (Zaragoza) en 1358 y era hijo del rey de Castilla y de León Enrique II “el de las Mercedes” y de Juana Manuel de Villena, hija del noble escritor Don Juan Manuel y biznieta del rey Fernando III “el Santo”. Cuando Juan nació, su padre, que era hijo bastardo del rey Alfonso XI, ostentaba el título de conde de Trastámara. En 1366, su progenitor se proclamó rey provocando una guerra civil contra su hermanastro el rey Pedro I “el Cruel”, al que mataría en 1369. El nacimiento se produjo en Aragón porque su madre estaba allí refugiada debido al enfrentamiento entre su padre y Pedro I.

En mayo de 1375, el infante Juan se casó en Soria con Leonor, hija del rey Pedro IV “el Ceremonioso” de la Corona de Aragón. El matrimonio se había concertado en marzo de 1366, pero la derrota en Nájera (La Rioja) de Enrique II en 1367 hizo que Pedro IV declarase nulas las capitulaciones. Posteriormente, en 1369, el rey aragonés aceptó casar a su hija con el rey portugués Fernando I, pero el matrimonio no se celebró por romperse la alianza entre los dos reinos. Finalmente, en diciembre de 1374, Pedro IV accedió a negociar el matrimonio de Leonor porque necesitaba hacer la paz con Castilla.

En julio de 1378, Enrique II, debido a las maquinaciones de Carlos II de Navarra para apoderarse de varias plazas de Castilla, invadió aquel reino con tropas comandadas por el infante Juan, al que auxiliaba con sus tropas el marqués de Villena Alfonso de Aragón, emparentado con el rey por matrimonios filiales y que ya había combatido a su lado en numerosas ocasiones al frente de las tropas aragonesas. En su ofensiva, el infante se apoderó de las villas de Larraga y Artajona, y del castillo de Tiebas, para a continuación poner sitio a Pamplona. Pero tuvo que retirarse a Logroño ante la llegada de tropas inglesas contratadas al otro lado de los Pirineos por Carlos II.

A primeros de 1379, las tropas inglesas intentaron conquistar por sorpresa Soria. Pero la rudeza del invierno hizo que se perdieran en la nieve y los defensores tuvieran tiempo para prepararse e impedirlo. Después de realizar unas pocas escaramuzas y cosechar algunos fracasos, aquellas tropas abandonaron Navarra cometiendo desmanes en su retirada.

En mayo, Enrique II murió en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) y su hijo Juan I accedió al trono de Castilla y de León. Debido a que el difunto rey había dispuesto que fuese enterrado en la capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, Juan I llevó su cadáver primeramente a Burgos donde se iban a celebrar las primeras Cortes de su reinado. Pero antes, y desde allí, envió procuradores a Carlos II para recordarle la obligación que tenía de cumplir los acuerdos del tratado de paz de Briones (La Rioja) que ponía a Navarra bajo la hegemonía castellana. El rey navarro contestó en pocos días confirmando el tratado.

Desde el principio de su reinado, Juan I se apoyó en el clero. Sus principales consejeros fueron el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio, su confesor y los obispos de Cuenca y Oviedo. Junto a ellos, pero en otros círculos de influencia, se colocaron por un lado los parientes inmediatos: sus hermanastros Alfonso Enríquez, conde de Noreña y Fadrique, duque de Benavente, y Alfonso de Aragón, marqués de Villena; y por otro lado una nobleza de segundo orden, pero que daría origen a las futuras grandes familias de Castilla: Manriques, Velascos, Mendozas y Quiñones, entre otras.

Mientras tanto, la “Guerra de los Cien Años” entre Inglaterra y Francia continuaba con la participación de la flota castellana en favor de los franceses. En junio, el tío del rey Ricardo II de Inglaterra, Juan de Gante duque de Lancaster, que se había titulado rey de Castilla por su matrimonio con Constanza, hija del difunto rey Pedro I, fue nombrado lugarteniente general en Ultramar. Un mes después, firmó como rey castellano una alianza con el duque de Bretaña (actual Francia), que se había pasado a Inglaterra.

En julio, Juan I se coronó en el monasterio de las Huelgas en Burgos y fue armado caballero junto con cien hijosdalgo. Al mes siguiente se inauguraron las Cortes, que duraron quince días. En ellas, debido a la profunda crisis económica que sufría el reino, se aprobó la disminución del gasto suntuario en todos los estamentos y la prohibición de la salida del reino de ganado y de metal precioso. También se confirmaron algunos privilegios que favorecían al clero. Varias de las propuestas que hicieron los procuradores: como la de que tres miembros del Tercer Estado entrasen en el Consejo Real, o que las disposiciones tomadas en Cortes sólo pudiesen ser modificadas por otras Cortes, cayeron en el vacío tras recibir una respuesta amable del rey. Cuando se clausuraban las sesiones, se produjo un incidente que puso de manifiesto el carácter antijudío de Juan I. Sucedió que un rico judío fue ajusticiado por sus correligionarios en virtud de una orden real que había sido obtenida, al parecer, sin conocimiento del rey. El hecho fue exagerado por los antijudíos y sirvió de excusa para que la autonomía judicial de las comunidades judías (aljamas) fuera suprimida.

También en agosto, la flota con refuerzos enviada por el duque de Lancaster a Saint-Servan (Bretaña) no pudo desembarcar porque las galeras castellanas bloqueaban el puerto. Después de dos semanas, las naves inglesas tuvieron que retirarse y castellanos y franceses comenzaron un ataque a aquellas costas. El fracaso de Juan de Gante constituyo un duro golpe para sus aspiraciones de reinar en Castilla.

En octubre, después de nacer en Burgos el infante Enrique, Juan I inició un viaje que le llevó a Sevilla pasando por Valladolid y Toledo, donde se inhumó al difunto Enrique II y se celebraron las honras fúnebres.

En diciembre, Juan I, que quería hacerse con el control total del Canal de la Mancha para proteger el tráfico de la flota castellana que comerciaba con Flandes, envió embajadores a Francia para proponer que se realizase una ofensiva contra las costas inglesas en el próximo verano.

En febrero de 1380 se firmó una modificación de la alianza entre Juan I y Carlos V de Francia que se refería a las aportaciones navales de cada reino. El objetivo era atacar a Inglaterra empezando por las islas inglesas de Jersey y Guernesey situadas entre Normandía y Bretaña. La reunión de las flotas se haría en La Rochelle (Francia).

En junio, la campaña contra Inglaterra se inició con una derrota, ya que mientras la flota castellana se dirigía a Francia, unos corsarios castellanos de origen vasco fueron derrotados por los ingleses y tuvieron que refugiarse en Irlanda. Pero a partir de julio, castellanos y franceses asolaron las costas meridionales de Inglaterra, para a continuación subir por el río Támesis y quemar Gravesend, cerca de Londres. En septiembre la campaña terminó.

En julio, el rey portugués Fernando I, que estaba maniobrando para romper el tratado de paz entre Castilla y Portugal, firmado en Santarem en 1373, e iniciar una guerra contra Castilla, firmó una alianza con el duque de Lancaster, que incluía a Ricardo II, por la que Inglaterra participaría en la proyectada contienda con mil hombres de armas y mil arqueros bajo el mando del conde de Cambridge, hermano del duque de Lancaster. También se incluía en el pacto que Edmundo, hijo del conde, sería reconocido heredero de Portugal al casarse con la Beatriz de ocho años de edad, hija de Fernando I, a pesar de que ya se habían celebrado en 1376 los desposorios (promesa de contraer matrimonio) entre la infanta y Fadrique, hijo bastardo del difunto Enrique II. Todo se realizó con el mayor secreto y utilizando tretas de distracción para engañar a Juan I.

En agosto, el rey Carlos V de Francia murió y fue sucedido en el trono por su hijo de once años de edad Carlos VI, que comenzó a reinar bajo la tutela de un consejo de regencia compuesto de cuatro de sus tíos: los duques de Anjou, Borgoña, Orleans y Berry.

En septiembre se celebraron en Soria nuevas Cortes. En ellas se publicó un Ordenamiento claramente contrario a los judíos imponiendo que viviesen en barrios apartados y prohibiendo que hiciesen proselitismo. También, entre otros asuntos, el rey legisló para resolver las quejas de algunos de los abades de monasterios que acusaban a los que había recibido encomiendas en el reinado anterior de usurpar los bienes de los monasterios y de imponerles tributos indebidos. Según esa nueva legislación, sólo las encomiendas otorgadas directamente por el rey eran legítimas, y nulas todas las demás. Para hacerla cumplir, se nombró cuatro jueces que recibirían en Medina del Campo (Valladolid) las reclamaciones. Una vez acabadas las Cortes con la proclamación como heredero del infante Enrique, Juan I se dirigió a Medina del Campo para asistir a una Asamblea del clero que debería resolver el problema, creado por el Cisma de Occidente de 1378, de determinar cuál de los dos papas que coexistían en la Iglesia era legítimo: Urbano VI residente en Roma o Clemente VII residente en Aviñón (actual Francia).

En noviembre se iniciaron los debates de la Asamblea, presidida por el cardenal Pedro de Luna (futuro papa cismático Benedicto XIII), con la concurrencia de obispos, clérigos y embajadores franceses. Partidarios de los dos papas expusieron sus razones sin aceptar los seguidores de uno los argumentos de los seguidores del otro. Finalmente se redactó una lista de proposiciones sobre las que treinta y cuatro clérigos y pelados, elegidos previamente, deberían pronunciarse. La inmensa mayoría se posicionó a favor de Clemente VII, motivados más por causas políticas de acercamiento a Francia que por razones religiosas.

Desde finales de diciembre, los jueces nombrados en las Cortes de Soria comenzaron a emitir, en nombre del rey, cartas conminatorias a los nobles afectados por la nueva legislación para que presentaran los documentos acreditativos de sus derechos. Entre los afectados, que además estaban disconformes con la ley, se encontraban Fadrique y Alfonso Enríquez, hijos bastardos del difunto rey Enrique II.

En febrero de 1381, las maquinaciones de Fernando I salieron a la luz cuando Juan I supo, seguramente por el heredero de Pedro IV, que una expedición de tropas inglesas embarcada en cuarenta y un buques estaba a punto de partir hacia Portugal. Inmediatamente, el rey castellano-leonés ordenó una urgente movilización de tropas.

A principios de la primavera de aquel año, la corte se trasladó a Salamanca donde se concentraban las tropas. En mayo comenzaron las hostilidades con pequeñas operaciones en la frontera. También en ese mes, en la catedral de la ciudad se leyó el documento por el que Castilla declaraba como legítimo papa a Clemente VII. Once días más tarde se comunicaba al reino la decisión tomada.

En junio, para impedir que se reforzase la flota castellana de la zona del Canal, por donde tendría que pasar la expedición inglesa, veintiuna galeras y cuatro naos, fletadas por Fernando I con un gran esfuerzo económico, zarparon de Lisboa para enfrentarse a una flota castellana de diecisiete galeras procedente de Sevilla. Cuando las flotas se encontraron frente a la costa sur de Portugal, la castellana simuló una huida hacia Sevilla consiguiendo que la portuguesa, de forma desordenada, la persiguiera. A la altura de la isla de Saltés (Huelva), la flota castellana dio la vuelta y atacó. El resultado fue la aniquilación de la portuguesa.

También en ese mes, el conde de Noreña Alfonso Enríquez, temeroso de ver su patrimonio territorial situado entre Paredes de Nava (Palencia) y la costa de Asturias disminuido por lo legislado en las Cortes de Soria, comenzó a conspirar contra Castilla ofreciéndose a Portugal e Inglaterra. Enterado Juan I de sus actividades, salió de Salamanca para intentar apresar a su hermanastro, pero no lo consiguió porque el bastardo pudo llegar a Gijón (Asturias) donde se refugió. Desde esa plaza envió una petición de perdón a Juan I, que fue concedida. No era la primera vez que el conde de Noreña protagonizaba un conflicto, pues ya en 1376 había huido a Aviñón para tratar de que el papa Gregorio XI anulase su compromiso de matrimonio con Isabel, hija bastarda de Fernando I, provocando una crisis con Portugal. Pero tuvo que regresar al año siguiente para volver con su esposa ante la amenaza de su padre Enrique II de confiscarle todos sus bienes.

En julio, la flota castellana, que había vuelto a Sevilla para dejar el botín y los prisioneros, volvió a hacerse a la mar y bloqueó el mar de la Paja frente a Lisboa. Pero ya las tropas inglesas habían desembarcado en la ciudad, aunque con escasa potencia ofensiva porque habían llegado sin caballos para no sobrecargar las naves. Mientras tanto, Juan I ponía sitio al castillo portugués de Almeida, cerca de Ciudad Rodrigo (Salamanca), y el infante Juan, hijo bastardo de Pedro I de Portugal exiliado en Castilla, atacaba junto al maestre de Santiago la ciudad portuguesa de Elvas (cerca de Badajoz), que fue tomada en veinticinco días.

En agosto, Juan I conquistó Almeida y allí fue informado de la llegada de los ingleses. Temiendo un gran ataque, concentró sus tropas en la ciudad conquistada hasta que supo que no podían presentar batalla por la falta de caballos. Debido a ello, desplegó las tropas por la frontera y regresó a Castilla. No quería, por el momento, atacar a Portugal porque quería estar preparado para rechazar una posible invasión desde Gascuña (actual Francia) del duque de Lancaster. Mientras tanto, se celebraron los desposorios entre la infanta Beatriz y Edmundo, pero no el matrimonio, porque eran dos niños.

En enero de 1382, el parlamento inglés negó las ayudas económicas al duque de Lancaster. Por ello, tuvo que renunciar a su proyectada invasión y, además, no pudo aportar el dinero para las soldadas de las tropas del conde de Cambridge, que desde los dos meses finales del año anterior estaban insubordinadas y cometiendo saqueos. Aun así, participaron en varias incursiones en la frontera de Badajoz junto a tropas portuguesas mandadas por Juan, maestre de la Orden monástico-militar de Avís y hermanastro bastardo de Fernando I (no confundir con el infante Juan exiliado en Castilla junto con su hermano Dionís desde octubre de 1380, también hermanastros de Fernando I, pero hijos de Inés de Castro).

En marzo, Juan I se dispuso a terminar la guerra intentando doblegar a Fernando I para que pidiese la paz. Para conseguirla, sin darle importancia a las correrías de los ingleses, concentró sus tropas en Zamora y ordenó bloquear el mar de la Paja con una flota de ochenta naves.

En mayo, rebeldes de la ciudad flamenca de Gante tomaron la ciudad de Brujas (Flandes) después de derrotar al conde Luis II, que tuvo que huir. El conflicto fue aprovechado por el duque de Lancaster para asimilarlo con la guerra en Portugal y pedir fondos para realizar sus aspiraciones de reinar en Castilla, pero el parlamento inglés rechazó su petición. Rápidamente, embajadores franceses se trasladaron a Castilla para informar a Juan I de los hechos. Para remediar el peligro que la sublevación suponía para el comercio de Castilla, el rey castellano-leonés envió en junio seis galeras de guerra para que se pusieran al servicio del rey de Francia para cubrir por mar un inminente ataque del ejército francés.

También en junio, el conde de Noreña, hostilizado por el obispo de Oviedo, huyó de Asturias y buscó refugio en Braganza (Portugal). Aunque en un principio pudo considerársele un peligro para Juan I, la realidad fue que se encontró solo, sin bienes y sin ayuda por parte de Fernando I. Al advertir que la guerra estaba acabándose, el conde regresó a Castilla y fue nuevamente perdonado.

En julio, Juan I salió de Zamora con sus tropas y avanzó hacia el sur situándose junto a Badajoz. Por su parte, el ejército combinado anglo-portugués había llegado a las cercanías de Elvas. Separados por el río fronterizo Caya, afluente del Guadiana, los dos ejércitos formaron en orden de batalla, pero ésta no se dio porque Fernando I, sin informar a los ingleses, había negociado una paz con Juan I que se firmó en agosto. Esta paz de Elvas era una repetición con algunas modificaciones del tratado de Santarem: devolución de plazas ocupadas, entrega de prisioneros y anulación de los desposorios de Beatriz con el hijo del conde de Cambridge, para casarla ahora con Fernando, segundogénito de Juan I, asegurando así la separación de los dos reinos.

En septiembre murió la reina Leonor después de alumbrar una niña, que también murió a los pocos días. Y en noviembre, después de rechazar la propuesta de Juan, duque de Gerona y heredero de la Corona de Aragón, de matrimoniar con su cuñada Leonor, empezaron las negociaciones para casar a Juan I con la infanta Beatriz de Portugal, postergando al segundogénito Fernando.

También en noviembre, las tropas flamencas fueron derrotadas y su cabecilla muerto por un ejército francés mandado por el duque de Borgoña, uno de los cuatro regentes de Francia y yerno del conde Luis II de Flandes. Aquella victoria aseguraba la hegemonía castellana en el golfo de Vizcaya Unos diez días después de la derrota, comenzó en Inglaterra una recluta de tropas que se trasladarían al continente para sostener a los rebeldes de Gante.

En abril de 1383, consciente Juan I de que el conde de Noreña estaba nuevamente intentando rehacer su poder en Asturias, le llamó a la corte para que participase en los juramentos y ceremonias de su próxima boda con Beatriz. Alfonso Enríquez, en lugar de acudir, envió a dos hombres de su confianza para informarle que Fernando I preparaba una nueva guerra. Juan I no lo creyó y, además, trasladó al rey portugués la información. Después ordenó a su hermanastro que se presentara ante él.

En la primera quincena de mayo, ante una nueva negativa de Alfonso Enríquez, Juan I envió tropas a Asturias que derrotaron a las tropas del conde, que quedó cercado en el cerro de Santa Catalina de Gijón.

El día diecisiete de aquel mes, Juan I y la infanta Beatriz se casaron en la catedral de Badajoz. Para que se celebrase la boda hubo duras negociaciones para acordar las capitulaciones. Las principales entre ellas fueron: que hubiera una alianza contra Inglaterra; que la reina Leonor sería la regente hasta que hubiera un hijo mayor de edad del nuevo matrimonio; y que ese futuro hijo sería rey de Portugal mientras que el primogénito de Juan I, Enrique, lo sería de Castilla. Con ello se desechaba la unión de las dos coronas.

En julio, el conde de Noreña no pudo resistir al cerco y solicitó el perdón a Juan I, que había llegado a Asturias al terminar sus bodas. El rey lo concedió, pero para terminar definitivamente con la rebeldía de su hermanastro, lo desposeyó de todas sus posesiones en Asturias que pasaron a la corona, excepto el señorío de Noreña que quedó en poder del obispado de Oviedo. Al conde le prometió unas heredades en otros lugares.

A primeros de septiembre, Juan I celebró Cortes en Segovia que duraron un mes y medio. En uno de los pocos documentos que se conservan, se encuentra la disposición de cambiar en Castilla el cómputo del tiempo pasándolo de la Era Hispánica (instituida seguramente por el emperador Augusto para los no romanos en Hispania que empezaba el uno de enero del año 38 antes de Cristo), a la Era Cristiana con inicio en el nacimiento de Cristo.

A finales de octubre murió Fernando I quedando como regente la reina viuda Leonor. Rodeada de numerosos exiliados castellanos seguidores del difunto Pedro I de Castilla, la regente inspiraba un fuerte rechazo de gran parte de la población portuguesa por su inclinación a Castilla. Informado del fallecimiento, Juan I se trasladó a Toledo para rendir honras fúnebres al rey portugués. Después se trasladó a La Puebla de Montalbán (Toledo) donde, ante la sorpresa de sus consejeros y en contra de lo pactado, declaró su intención de hacerse con la corona de Portugal a través de la proclamación de su esposa Beatriz. Y así se lo pidió a la regente Leonor por mediación del noble castellano Alfonso López de Tejada. Además, para apartar de posibles competidores que pudieran optar a la corona portuguesa, Juan I ordenó inmovilizar disimuladamente a los hermanos Juan y Dionís, infantes portugueses exiliados en Castilla. También el conde de Noreña fue encarcelado para que no intrigase con los nobles portugueses.

En noviembre, la regente Leonor se plegó a los deseos de Juan I y renunció a la regencia para proclamar a Beatriz y a Juan I reyes de Portugal. El hecho dividió a la población: unos se mostraron satisfechos, otros presentaron una actitud hostil contra Leonor y sus amigos castellanos, que fueron perseguidos y algunos asesinados. Ante ello, Leonor pidió la intervención de Castilla. En el Consejo que presidía Leonor se llegó a hablar de oponer resistencia armada si Juan I pretendiera entrar en Portugal. A la cabeza de la rebelión se puso el maestre de Avís, que pidió a Leonor, sin éxito, que entrasen más portugueses en el Consejo.

En diciembre, mientras Leonor huía a Santarem, donde estaban sus tropas, la burguesía de Lisboa creaba un nuevo Consejo y nombraba “protector del reino” al maestre de Avís y enviaba mensajeros al infante Juan para que volviera y tomara posesión del trono. No debían saber en qué posición se encontraba el infante en Castilla.

También en diciembre, Juan I nombró a tres regentes para Castilla pensando que su estancia en Portugal sería larga. A continuación, después de que su obispo le hubiese entregado la ciudad de Guarda (a unos sesenta kilómetros de Ciudad Rodrigo), entró en ella con una pequeña escolta creyendo que sería bien recibido como nuevo rey de Portugal. Pero en contra de lo que pensaba, muy pocos nobles acudieron a recibirle.

En enero de 1384, Juan I entró en Santarem después de haber atravesado Portugal con casi ninguna dificultad, pues sólo las ciudades de Coimbra y Tomar le habían cerrado sus puertas. Inmediatamente comenzó su reinado apoyado por dinero y tropas que le enviaban los regentes de Castilla desde Torrijos (Toledo).

En febrero, Juan I comenzó a hostigar con pequeños enfrentamientos a Lisboa tras su levantamiento. La razón del débil ataque era que no tenía disponible la flota para poder bloquear la ciudad, y además, en aquella época ya tenía una muralla defensiva. Por ello, antes de atacarla con todos los medios, conquistó Tomar e intentó apoderarse de Coimbra cuyo castillo estaba al mando de un hermano de Leonor, que le ordenó entregar las llaves a Juan I. Pero la ciudad, a la que cercó, resistió utilizando artillería. Durante el asedio se produjo una conspiración promovida por Leonor, que se había enemistado con su yerno, para, seguramente, matarlo y proclamar rey de Portugal al conde de Trastámara, primo hermano del rey castellano-leonés que había protagonizado varias intrigas contra Castilla en Portugal. Descubierta la traición, Leonor fue llevada a Tordesillas (Valladolid) y encerrada en su monasterio, mientras que el conde de Trastámara pudo huir y refugiarse en Coimbra.

En marzo, Juan I levantó el cerco de Coimbra sin haberla conquistado y marchó con sus tropas a asediar Lisboa. Pero antes de cerrar el cerco, tropas portuguesas al mando de Nuno Alvares Pereira salieron de la ciudad e iniciaron por el norte de la región del Alentejo una serie de escaramuzas contra tropas castellanas, quitadas del cerco de Lisboa, que los perseguían. Al mes siguiente, cuando los castellanos atacaban la pequeña fortaleza de Fronteira, al noroeste de Elvas, llegaron las tropas de Nuno Alvares, que acudían en auxilio de la guarnición. En la batalla que se dio, llamada de los Atoleiros, los castellanos fueron derrotados fácilmente. La derrota castellana solamente produjo la elevación de la moral de los portugueses, el nombramiento de condestable a Nun Alvares por el maestre de Avís y la rápida comunicación de la victoria a Ricardo II para convencerle de la necesidad de su intervención contra Juan I.

En mayo, mientras se cerraba el cerco a Lisboa por tierra, una flota castellana se acercaba para terminar de cerrarlo por el mar de la Paja. Ante la noticia de su llegada, el maestre de Avís ordenó salir de Lisboa a todas sus naves para que se unieran a una flota que se estaba preparando en Oporto. En junio salió de esa ciudad la flota portuguesa con la pretensión de romper el bloqueo y aprovisionar Lisboa. Una indecisión del mando castellano permitió que casi todas las naves portuguesas, cargadas de víveres, atravesaran el cerco con la pérdida solamente de cinco galeras. En julio, la rotura del bloqueo animó a Ricardo II a autorizar a los enviados del maestre de Avís que reclutaran combatientes para ir a Portugal. Por su parte, en agosto, Juan I respondió a la derrota naval conquistando la ciudad de Almada, frente a Lisboa al otro lado del mar de la Paja. La situación en los dos bandos se tornó crítica, ya que la ciudad seguía padeciendo hambruna y los sitiadores morían en gran número debido a la peste que se había declarado casi desde el principio del cerco. Hubo negociaciones para la rendición, pero fracasaron. En septiembre, Juan I, ante la gran mortandad entre sus tropas y por los consejos del infante Carlos de Navarra, que participaba en la guerra con sus tropas, levantó el cerco y, dejando guarniciones aisladas muy combativas en Portugal, se dirigió a Sevilla para preparar una nueva campaña.

En abril de 1385, con la decepción de los partidarios del infante Juan, el maestre de Avís consiguió que una Asamblea del reino en Coimbra le proclamase rey de Portugal con el nombre de Joao (Juan) I. Durante las celebraciones de la coronación llegaron a los puertos portugueses, a pesar del bloqueo castellano, las primeras naves inglesas con tropas. Al considerar el nuevo rey portugués que la ayuda era un acto de reconocimiento de su proclamación, no dudó en pedir una alianza a Ricardo II y sugerir al duque de Lancaster una actuación conjunta para desalojar a Juan I del trono de Castilla.

Durante los dos meses siguientes, Joao I de Avís emprendió una serie de ataques victoriosos contra las tropas castellanas que abarcaron desde el río Duero al Miño. Con ello consiguió que, a finales de junio, las villas portuguesas de Valença, Braganza, Miranda y Chaves fueran las únicas que conservaba Castilla para cerrar el paso de sus enemigos a Galicia. Juan I respondió con una segunda invasión desde Ciudad Rodrigo que llegó hasta Viseo, a unos setenta kilómetros al norte de Coimbra. A su regreso, con un considerable botín, las tropas castellanas sufrieron una derrota aplastante en la batalla de Trancoso. A pesar de ello, Juan I decidió lanzar un ataque definitivo para obtener la corona portuguesa.

En la segunda mitad de julio, un gran ejército castellano con participación de aragoneses y franceses salió de Ciudad Rodrigo, atravesó la sierra de la Estrella y tomó fácilmente la villa de Celorico da Beira, a unos veinte kilómetros de Guarda. Allí, al encontrarse enfermo, Juan I dictó un testamento en el que designaba, para el gobierno del reino durante la minoría de edad de su heredero, un consejo de regencia formado por doce personas: el condestable Alfonso de Aragón, marqués de Villena; Pedro Tenorio y Juan García Manrique, arzobispos de Toledo y Santiago, respectivamente; Gonzalo Núñez de Guzmán, maestre de Calatrava; Juan Alfonso de Guzmán, conde de Niebla; Juan Hurtado de Mendoza, alférez mayor; y por seis buenos hombres elegidos en Burgos, Toledo, León, Sevilla, Córdoba y Murcia. A continuación bajaron por el valle del río Mondego quemando los arrabales de Coimbra, pero sin atacar la ciudad, y giraron hacia el sur para llegar a Leiría, donde a unos pocos kilómetros se encontraba el ejército portugués con sus aliados ingleses que le cerraban el paso a Santarem, que era partidaria del pretendiente castellano. Dada la lentitud de los castellanos, los portugueses de Nuno Alvares pudieron elegir una pequeña colina con cima plana rodeada por dos riachuelos, cerca de Aljubarrota, para situar a sus tropas y presentar batalla. Los castellanos rodearon la colina para atacar por el lado opuesto que tenía una pendiente más suave. Mientras efectuaban el rodeo, a los portugueses les dio tiempo a situarse cerca de pendiente suave y cavar unas zanjas con pequeños pozos. En agosto, cuando la caballería castellana atacó fue aniquilada al no ser capaz de atravesar las trincheras y sufrir los lanzamientos de los arqueros ingleses. Las tropas de a pie tuvieron que estrecharse, debido a los riachuelos, y llegaron al enfrentamiento desorganizados. Los portugueses dividieron en dos su vanguardia e hicieron avanzar a la retaguardia. Los castellanos cogidos entre los dos flancos y la retaguardia perdieron la batalla de Aljubarrota. Juan I, que había llegado en litera por encontrarse enfermo, tuvo que huir a caballo hasta Santarem. Desde allí, por el río Tajo, llegó al mar de la Paja y regresó a Sevilla.

Entre agosto y septiembre cayeron los últimos reductos de partidarios de Juan I en Santarem, Ribatejo, Alemquer, Torres Vedras y Torres Novas. Y en octubre, las tropas de Nuno Alveres, partiendo de Évora, penetraron en Castilla y, después de derrotar a las tropas del maestre de Santiago, saquearon las villas pacenses de Almendral, Jerez de los Caballeros, Zafra, Tierra de Barros y el Valle de la Serena.

También en octubre, como consecuencia de la derrota de Aljubarrota y de las ofertas que hizo Joao I de Avís al duque de Lancaster de apoyarle materialmente para invadir Castilla, y a Ricardo II de enviarle galeras para defender las costas inglesas, el parlamento inglés votó un subsidio para reclutar tropas que invadieran Castilla.

A finales de noviembre, Juan I inauguró las Cortes de Valladolid. En ellas se reformó, entre otros asuntos, el Consejo Real que estaría compuesto por cuatro prelados, cuatro caballeros y cuatro ciudadanos, y que siempre acompañarían al rey a donde quiera que fuese. También se reafirmó lo legislado en las Cortes de Soria contra judíos y moros. Pero el asunto principal era poner remedio a la grave situación que se había creado con la derrota de Aljubarrota. Para solucionarlo se promulgó el Ordenamiento de lanzas para dotar al rey de un ejército semipermanente que no dependiese de las tropas de la nobleza, siempre dispuesta a oponerse al reforzamiento del poder real.

En enero de 1386, Carlos II de Navarra, en compañía del infante Carlos, firmó unas capitulaciones en Estella que pusieron fin a las duras condiciones impuestas en la paz de Briones de 1379. Se devolverían las villas y castillos que estaban en rehenes, excepto Estella, San Vicente y Tudela. Juan I buscaba la amistad con Navarra, el reconocimiento como papa legítimo de Clemente VII y que se impidiese el paso por el reino navarro a futuras invasiones inglesas. Al mes siguiente se firmó la condonación de las deudas de Carlos II y las de Juan I, que se libró de pagar la dote por su hermana Leonor casada con el infante Carlos. Todo se cumplió aquel año, con la excepción de la vinculación a Clemente VII.

También en ese mes, Joao I de Avís trasladó la lucha a norte de Portugal y tomó las villas de Chaves, Braganza y Almeida cercanas a la frontera con Castilla, que estaban en poder de Juan I. También cruzó la frontera y atacó Coria (Cáceres), pero tuvo que retirarse porque la ciudad resistió al entrar en ella tropas castellanas.

En febrero, con los subsidios del parlamento inglés y las aportaciones de los mercaderes de Londres, se armó una flota de noventa naves para transportar las tropas contratadas que acometerían la invasión de Castilla. Para asegurar el desembolso de los recursos económicos, Ricardo II hizo que el duque de Lancaster suscribiese un compromiso en el que se obligaba a no hacer la paz con Juan I sin obtener antes del rey castellano-leonés un mínimo de indemnización de doscientas mil libras.

En marzo, a pesar de que el ejército inglés estaba ya dispuesto, el duque de Lancaster demoró su partida por causas de acuerdos económicas con Ricardo II y de organización de la flota. Ello dio tiempo a que en ese mes, Carlos VI de Francia, tras la petición de Juan I, pudiera enviar dos mil hombres de armas a Castilla, vía Aragón.

A primeros de julio, con una fuerza de siete mil hombres de armas, salió la flota inglesa del puerto de Plymouth. Varios días después se apoderaron por sorpresa de seis galeras en La Coruña, tomaron la ciudad y su alcaide aceptó como rey al duque de Lancaster. Desembarcado el ejército, Juan de Gante, su esposa Constanza con su hija Catalina y las hijas del primer matrimonio del duque: Felipa e Isabel, la flota regresó a Inglaterra. Muy poco tiempo después, galeras castellanas iniciaron un bloqueo a Galicia. Mientras tanto, los ingleses tomaron Santiago y ocuparon el centro y oeste de la región. A finales de agosto, Orense se convirtió en la corte transitoria de Juan de Gante.

Durante aquel verano, Juan I temió que el ejército inglés efectuase un ataque por la zona de León, pero no ocurrió así. El único movimiento que hicieron fue un ataque a Ribadeo (Lugo), cuya aljama fue saqueada.

En septiembre, siguiendo las costumbres caballerescas de la época, el duque de Lancaster envió, a través de un alto personaje, un desafío a Juan I. Éste, aunque no desechaba la opción guerrera para resolver la situación, cursó la respuesta con una magnífica embajada con la secreta intención de que pudieran negociar una paz. Durante los agasajos ofrecidos por el inglés, los embajadores deslizaron la idea de ofrecer una compensación monetaria y el matrimonio del heredero castellano con una hija del duque para que renunciara a sus pretensiones.

En noviembre, ante la necesidad de contar con el apoyo de Portugal para ganar la guerra, el duque de Lancaster se reunió con Joao I de Avís en la frontera del río Miño y firmaron un acuerdo por el que el rey portugués participaría en una ofensiva conjunta contra Castilla aportando un ejército de dos mil hombres de armas, la misma cantidad de peones y mil ballesteros. También se acordó que Joao I, después de recibir la necesaria dispensa papal por ser monje de la Orden de Avís, se casaría con Felipa, hija del primer matrimonio del duque de Lancaster. Por su parte, Juan de Gante entregaría, cuando fuera coronado rey, una franja del territorio castellano al este de Portugal que llegaría hasta las villas de Ledesma (Salamanca), Plasencia (Cáceres), Cáceres y las pacenses Mérida, Zafra y Fregenal de la Sierra.

También en ese mes, Juan I inauguró las Cortes de Segovia. Después de su discurso para reafirmar los derechos de la Casa de Trastámara a la corona de Castilla y de León, el rey pidió subsidios que le permitiese aumentar su ejército. También hubo un acuerdo para restablecer las Hermandades con el fin de mantener del orden público con la persecución y captura de los delincuentes. Para ello, se dispuso que cada concejo tuviera que constituir una fuerza policial de veinte jinetes y cuarenta peones para poder turnarse durante todo el año.

En enero de 1387 morían casi consecutivamente los reyes Carlos II “el Malo” de Navarra y Pedro IV “el Ceremonioso” de Aragón, siendo sucedidos respectivamente por Carlos III “el Noble” y Juan I “el Cazador”, ambos francófilos y partidarios de la causa castellana.

También en eses mes la situación del ejército inglés comenzó a deteriorarse produciéndose deserciones por la aparición de la peste en Galicia y la falta de víveres y de dinero. Además, se añadía el desinterés de Inglaterra por la aventura del duque de Lancaster, cuyas opciones disminuían.

En marzo, después de un retraso de un mes producido por los preparativos de las bodas de Joao I de Avís con Felipa de Lancaster, celebrada en Oporto antes de haber recibido el maestre la dispensa papal, las tropas mermadas de Juan de Gante entraron en Portugal y se unieron a las del rey portugués en Braganza dispuestas a cruzar la frontera. Pero ya Juan I había situado a su ejército y a sus aliados franceses formando una línea defensiva que iba desde León hasta Zamora con guarniciones en las ciudades leonesas de Valencia de Don Juan y Astorga, y las zamoranas de Benavente y Villalpando. Además, se dispuso que se destruyeran los víveres para que no cayesen en manos del enemigo. Las tropas anglo-portuguesas entraron en Castilla, se apoderaron de Alcañices (Zamora) y continuaron hasta Benavente donde llegaron a primeros de abril. Plantaron sus tiendas y al no poder conquistarla, porque sus murallas eran infranqueables, se dedicaron indisciplinadamente a organizar competiciones de fuerza. A los pocos días levantaron el campo y atacaron Valencia de Don Juan, Villalobos (Zamora) y Mayorga (Valladolid) sin conseguir tomarlas. La siguiente villa atacada, esta vez con éxito, fue Valderas (León) cuya guarnición se rindió y pactó su retirada a cambio del trigo y vino que almacenaban. Pero los habitantes no respetaron el acuerdo y huyeron después de quemar el trigo y derramar el vino. En represalia, el duque de Lancaster entregó la villa al saqueo.

En mayo la ofensiva anglo-portuguesa había fracasado, ya que sólo consiguieron rendir la villa de Villalobos y la peste continuaba mermando su ejército. Ante ello, y tras la propuesta de Joao I de Avís al duque de Lancaster de terminar la campaña y que el duque renunciara a sus pretensiones, el ejército emprendió la marcha hacia el sur para abandonar Castilla por Ciudad Rodrigo. En el camino sólo fueron hostigados escasamente por las tropas del infante Juan a su paso por las cercanías de Ledesma (Salamanca), pues el plan de Juan I era dejarlos marchar sin atacarlos.

En junio, cuando el duque de Lancaster, ya en Portugal, pasaba con sus tropas por la villa de Trancoso fue alcanzado por embajadores enviados por Juan I que le propusieron un acuerdo preliminar de paz, el mismo que ya le fue insinuado en septiembre de 1386, fundamentado en el matrimonio entre Catalina, hija del duque y nieta del difunto Pedro I de Castilla y de León, y el infante Enrique, hijo y heredero de Juan I. Además, se establecería una compensación monetaria de seiscientos mil francos pagaderos en plazos, el primero de doscientos mil y el resto en anualidades de cuarenta mil. Todo ello condicionado a que el duque renunciara a sus aspiraciones a la corona de Castilla y de León. El acuerdo fue aceptado y se pactó cerrarlo definitivamente cuando el duque regresara a la ciudad inglesa de Bayona (actual Francia).

En ese mes se produjeron dos hechos contrapuestos: por un lado, las tropas inglesas obtuvieron un salvoconducto de Juan I para poder regresar a su territorio de Gascuña (actual Francia), atravesando sin problemas Castilla y Navarra; y por otro, el duque de Borbón llegó a Logroño con dos mil lanzas francesas para participar en una guerra que estaba acabada.

En agosto se planteó entre los consejeros de Juan I el destino que se daría a las tropas francesas acantonadas en Logroño. Una minoría propuso reanudar la guerra con ellas, pero la mayoría optó por despedir a los mercenarios reconociéndoles una deuda de más de ciento veintidós mil francos de oro, cien mil de los cuales ya habían sido adelantados por Francia.

En otoño, la navegación por el Canal de la Mancha se había hecho muy peligrosa por el gran aumento de la piratería que Inglaterra había propiciado, y que sus enemigos imitaron rápidamente. Para acabar con ella, los regentes de Francia decidieron activar su alianza con Castilla enviando embajadores a Juan I para que colaborara en la creación de una flota conjunta destinada a atacar a Inglaterra.

En diciembre, de celebraron Cortes en Briviesca (Burgos) con el objetivo de que Juan I pidiese a las esquilmadas ciudades un servicio para pagar lo acordado con el duque de Lancaster, la deuda con los mercenarios franceses y un reparto de catorce millones de maravedíes para sostener un ejército del rey. Se intentó, sin conseguirlo, que la nobleza y el clero participaran en el servicio.

A primeros de febrero de 1388, las negociaciones realizadas en Bayona con el duque de Lancaster, con la mediación de Carlos III de Navarra, habían terminado. Se había acordado, entre otros asuntos, que además de ratificar la indemnización económica fijada el año anterior en Trancoso, Catalina, hija del duque, se casaría con el primogénito infante Enrique y recibieran ambos el nuevo título de “Príncipes de Asturias”. Y también, que el segundogénito Fernando quedaría en rehenes hasta la finalización del pago de la indemnización.

En aquel mismo mes, Juan I firmó en Arnedo (La Rioja) un acuerdo adicional con los embajadores franceses por el que Castilla y Francia se comprometían a armar dieciséis galeras para la defensa del Canal de la Mancha en un plazo de seis meses, doce de las cuales las armaría Castilla y podrían pagarse con cargo a los cien mil francos adelantados. Durante su estancia en aquella zona, Juan I se entrevistó con Carlos III en Calahorra (La Rioja) para acordar una mutua extradición de delincuentes entre sus respectivos reinos. En esa reunión, la reina Leonor, hermana de Juan I, obtuvo el permiso de su esposo Carlos III para regresar a la corte de Castilla por motivos de salud.

Hasta mediados de julio no se consiguió firmar la paz entre Juan I y el duque de Lancaster, porque un contratiempo surgió en los meses anteriores. Ocurrió que el rey castellano-leonés no pudo pagar lo acordado porque no habían llegado los subsidios aprobados en las Cortes de Briviesca, por lo que tuvo que pedir al duque que redujese sus exigencias. El duque las rebajó después de consultarlo con Ricardo II. Una de ellas fue que Fadrique, duque de Benavente, sustituiría a Fernando como rehén. Por su parte, Juan I donó generosamente a Catalina las villas de Almazán (Soria), Atienza y Molina (ambas en Guadalajara) y el señorío de Soria; y a su madre Constanza Guadalajara y las vallisoletanas Olmedo y Medina del Campo.

En septiembre se celebraron en la catedral de Palencia las bodas del infante Enrique, de nueve años de edad, con Catalina de Lancaster, de quince años. Con ello, la dinastía usurpadora de Trastámara quedaba unida a la dinastía legítima del difunto rey Pedro I de Castilla y de León, y se ponía fin a la querella por la legitimidad derivada de la guerra civil fratricida mantenida entre 1366 y 1369 por los reyes hermanastros Pedro I “el Cruel” y Enrique II “el de las Mercedes”.

También en ese mes y en la misma ciudad de Palencia, pero en el convento de San Pablo, se celebraron Cortes. En ellas, Juan I solicitó un servicio de cuarenta y cinco millones de maravedíes. Los procuradores protestaron enérgicamente y solamente se votaron quince millones condicionados a la fiscalización de un comité de cuatro ciudadanos, un noble y un prelado. Aunque el rey cedió, logró imponer que el comité se ampliase a hasta tener una mayoría de personas exentas de pagar impuestos.

En junio de 1389, se firmaron las treguas de Leulinghem (Francia) entre Inglaterra y Francia, por las que se obligaban a una suspensión de las hostilidades en un plazo de tres años y a una represión de la piratería. Se adhirieron sus respectivos aliados, Castilla entre ellos. Portugal quedó al margen de las negociaciones, aunque quería participar, por motivos de un desagradable incidente diplomático con la delegación portuguesa en Inglaterra.

En agosto, la traición del alcaide de Tuy (Pontevedra) permitió a Joao I de Avís apoderarse de la ciudad. Los esfuerzos para recuperarla del arzobispo de Toledo Pedro Tenorio y del maestre de Alcántara fueron inútiles. La firma de las treguas de Leulinghem motivó que en noviembre Castilla y Portugal firmaran una tregua en Monçao (Portugal), por la que cada reino devolvía a su adversario las plazas ocupadas.

En diciembre, tras unas negociaciones, el texto de Monçao fue incorporado, aunque en documento aparte, al de Leulinghem y la adhesión de Portugal fue aceptada.

A finales de enero de 1390, la suspensión de las hostilidades entró en vigor y se puso fin temporalmente a la Guerra de los Cien Años. Ello dio lugar a que las rutas del golfo de Vizcaya se hicieron seguras.

En abril y en Guadalajara, un Juan I enfermo reunió a sus consejeros para comunicarles que deseaba abdicar los reinos de Castilla y de León en favor de su primogénito Enrique, reteniendo provisionalmente Sevilla, Córdoba, el obispado de Jaén, el reino de Murcia y el señorío de Vizcaya. Lo hacía para poder ser coronado rey de Portugal, una vez apartado el peligro de unir los dos reinos. Los consejeros le expusieron su disconformidad razonando una serie de argumentos históricos contrarios a sus deseos.

Unos días después, con el asunto de la renuncia arrinconado, Juan I inauguró las Cortes en aquella ciudad con una amnistía para los seguidores del duque de Lancaster y del difunto rey Pedro I, con la excepción del conde de Noreña, que continuaba encarcelado, y la de los traidores de Tuy. Uno de sus principales acuerdos fue fijar un sistema para dotar al rey de un ejército permanente, problema que ya se había tratado en las cuatro Cortes anteriores sin una solución definitiva. Se procedería a una recuperación de tierras de realengo y posteriormente a su distribución entre un ejército permanente de cuatro mil quinientas lanzas y mil quinientos jinetes, cuyo sueldo sería de mil quinientos maravedíes anuales por cabeza. También en esas Cortes, el rey defendió, en contra de lo dictado en su propio testamento, la fórmula de una regencia amplia, para el caso de una posible minoría del heredero, integrada por representantes de todos los estamentos del reino.

En octubre, cuando Juan I se dirigía a visitar a unos cincuenta caballeros cristianos que habían regresado del norte de África donde sus antepasados habían vivido desde el siglo VIII (farfanes), cayó del caballo y murió en el acto. Para prevenir posibles altercados, su muerte fue ocultada por orden del arzobispo de Toledo Pedro Tenorio hasta que su heredero Enrique III fuera proclamado rey.

 

Sucesos contemporáneos

 

Reyes y gobernantes coetáneos

Aragón:

Reyes de la Corona de Aragón.

Pedro IV "el Ceremonioso" (1336-1387).
Juan I "el Cazador" (1387-1396).

Navarra:

Reyes de Navarra.

Carlos II "el Malo" (1349-1387).
Carlos III "el Noble" (1387-1425).

Condado catalán
no integrado en la
Corona de Aragón:

Conde de Pallars-Sobirá.

Hugo Roger II (1369-1416).

Al-Andalus:

Emir del reino nazarí de Granada.

Muhammad V (1362-1391) 2ª vez.

Portugal:

Reyes de Portugal.

Fernando I (1367-1383).

------- Interregno (1383-1385). Guerra civil por la sucesión entre Juan I de Castilla y su esposa Beatriz de Portugal contra Joao (Juan), maestre de Avís.

(Dinastía de Avís).

Joao (Juan) I de Avís (1385-1433).

Francia:

Reyes de Francia.
(Dinastía de Valois).

Carlos V (1364-1380).
Carlos VI (1380-1422).

Alemania:

Rey de Germania.
(Dinastía de Luxemburgo).

Wenceslao (1378-1400).

Rey de Romanos. (Emperador del Imperio Romano Germánico sin coronar).

Wenceslao (1378-1400).

Italia:

Reyes de Italia (Norte).

------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962.

Dux de la República de Venecia.

Andrea Contarini (1367-1382).
Michele Morosini (1382).
Antonio Venier (1382-1400).

Estados Pontificios (Papas).
Cisma de Occidente (1378-1417).

------- (Papas en Roma).

Urbano VI (1378-1389).
Bonifacio IX (1389-1404).

------- (Papa en Aviñón).

Clemente VII (1378-1394).

Reina de Sicilia.

María (1377-1402).

Reyes de Nápoles.

Juana I (1343-1381).
Carlos III (1381-1386).
------- Luis I (1383-1384). Rival de Carlos III.
Ladislao (1386-1414).

Britania:

Escocia:

Reyes de Escocia.
(Dinastía Estuardo).

Roberto II (1371-1390).
Roberto III (1390-1406).

Inglaterra:

Rey de Inglaterra.

Ricardo II (1377-1399) (Obligado a abdicar).

División del
Imperio bizantino. (Bizancio):

Imperio bizantino.
Emperadores.
(Dinastía Paleóloga).

Andrónico IV (1376-1379).
Juan V (1379-1390) 3ª vez.
Juan VII (1390).
Juan V (1390-1391) 4ª vez.
Manuel II (1391-1425).

Imperio de Trebisonda.
Emperadores.

Alejo III (1350-1390).
Manuel III (1390-1417).

Despotado de Épiro.
Déspotas.
(Dinastía Orsini).

Tomás Preljubovic (1367-1384).
María Angelina Ducaina Paleóloga (1384-1385).

(Dinastía Buondelmonti).

Esaú de Buondelmonti (1385-1411).

Imperios y sultanatos musulmanes: Califato árabe abbasí:

Califas abbasíes. (Dentro del sultanato mameluco de El Cairo).

Al-Mutawakkil I (1362-1377).
Al-Mustasim (1377).
Al-Mutawakkil I (1377-1383) 2ª vez.
Al-Watik II (1383-1386).
Al-Mutasim II (1386-1389).
Al-Mutawakkil I (1389-1406) 3ª vez.

Sultanato benimerín o meriní:

Sultanes.

Abú l-Abbás (1374-1382).
Abd al-Rahman (1374-1382) en Marrakech.
Abú l-Abbás Ahmad (1382-1384).
Abú Zayyán Muhammad IV (1384-1386).
Muhammad V (1386-1387).
Abú l-Abbás Ahmad (1387-1393).

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