La ballena: de “Moby Dick” a “The Whale” | RCN Radio

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Brendan Fraser, nominado al Premio Oscar a Mejor Actor
Brendan Fraser, nominado al Premio Oscar a Mejor Actor
Cortesía Cine Colombia

No necesitaron Darren Aronofsky, su director, ni Samuel D. Hunter, su guionista, más que un pequeño espacio de un opaco apartamento para producir una conmoción en la estructura emocional de los espectadores rayana en el paroxismo. Tampoco necesitó más que su soberbio trabajo actoral Brendan Fraser, el protagonista de “La ballena” (“The Whale”), película nominada a tres Premios Oscar. No importa que debieran haber sido más.

Cortázar confesó alguna vez que en varias ocasiones había tenido que contenerse para ocultar la profunda emoción, hasta el llanto, que le generaban en la sala oscura del cine algunas sentidas historias del séptimo arte. En “La ballena” tuve que hacer de Cortázar -lástima que no para escribir-, pero creo que tampoco lo logré. Era un cúmulo de intensas emociones desatadas por los claroscuros de la vida y los sentimientos de Charlie, un solitario profesor con obesidad mórbida que busca redimirse y recuperar la relación y el amor de su díscola hija Ellie (Sadie Sink). Emociones intensas y hasta contradictorias, complejas de procesar en una tensión entre racional y sentimental. Como nunca, vi a muchos cinéfilos y colegas con los ojos llorosos saliendo del teatro, entre los que se destacaba una de ellas muy sensible que seguía atacada en llanto mucho tiempo después. Al final nos fundimos en un fraternal abrazo.

Entre lo repulsivo y lo sublime, lo patético y lo tierno, lo grotesco y lo compasivo, “La ballena” es una sobrecogedora oda a las segundas oportunidades, a la redención, a la reconciliación, al amor, al renacimiento, al arrepentimiento, al desprendimiento, a la renunciación, a la entrega, al perdón, a lo humano: a lo profundo y terriblemente humano. Con sutilezas y algunas convenientes y bienintencionadas exageraciones melodramáticas, toca las fibras más sensibles del alma humana sin dejar de apelar a trazos de hilarante humor negro. Una dramática, conmovedora y poética historia de vida, que parte de la experiencia misma del autor, del actor, del director, del guionista, del protagonista, y de todos los Charlies que en el mundo han sido.

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Tengo la corazonada de que varios de los que la vean van a querer retomar la lectura o conocer por primera vez la historia de la ballena de la novela “Moby Dick”, de Hermann Melville. Hay un guiño de intertextualidad entre la película y la descomunal novela. Un honesto y desparpajado ensayo sobre ésta es lo único que puede apaciguar y hacer feliz a Charlie en medio de su ansiosa adicción a la comida, especialmente a la comida chatarra, y de sus infernales atracones de pizza, pollo frito apanado y barras de chocolate.

La comida es para Charlie como el mar para Ismael, personaje principal y narrador de “Moby Dick”. “El mar es mi sustituto para la pistola y la bala. Catón, con alarde filosófico, se echó sobre su espada; yo, calladamente, me meto en un barco”. Y antes había dicho en ese espejismo prodigioso del comienzo de la novela: “… pensé que podría navegar por algún tiempo y visitar la parte acuática del mundo. Es mi modo de echar fuera la melancolía y de regular la circulación sanguínea”. Melancolía y nefasta circulación sanguínea, además del complejo de culpa, que Charlie nunca pudo echar fuera ni por la borda de su infortunio.

“Todo lo que tengo lo he puesto en la pantalla. Todo está ahí, y entiendo totalmente a Charlie. Él no es un ángel, pero es increíblemente humano. Sé cómo se siente ser objeto de burla sin piedad, pero todos aprendemos ahora cómo apagar ese dolor”, advirtió Fraser en unas reveladoras declaraciones. Para el actor, la película trata sobre el peso emocional que todos llevamos a cuestas, pero que debemos superar, dejar atrás.  

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Si bien el actor aumentó muchos kilos para interpretar, para comerse literalmente este papel, también es cierto que la medida de sus 270 kilos de peso fue dada por una prótesis especial y por una colosal transformación generada por una tecnología digital de última generación. Un arduo y novedoso trabajo que justamente fue reconocido por la Academia de Hollywood con la nominación al Oscar en la categoría a Mejor Maquillaje y Peinados (equipo liderado por Adrien Morot), lo que contribuyó a que Fraser sellara la actuación más portentosa de su carrera. Las otras dos nominaciones son las de, obviamente, Mejor Actor y la de Mejor Actriz de Reparto (Hong Chau). 

Con las tres designaciones a los Premios Oscar, la cinta ha ganado más de treinta premios y ha acumulado más de un centenar de nominaciones. Se destacan el galardón a Mejor Actor en los “Critics Choice Awards”, el “Tribute Award” a Mejor Actor en el TIFF, cuatro premios en el Festival de Cine de Venecia, la nominación a Mejor Actor en los “Golden Globes” y cuatro nominaciones a los BAFTA. También ha alcanzado la preciada recompensa de la aceptación del público: más del 90%, según “Rotten Tomatoes”.

El guion de Samuel D. Hunter es una adaptación de la exitosa obra teatral del mismo nombre, que recrea su experiencia homosexual en el contexto de su lucha con el sobrepeso y la ansiedad alimentaria. Todos han o hemos sufrido una pérdida; todos tienen o tenemos un agravio no procesado, y todos parecen llenar esos vacíos con comportamientos obsesivo compulsivos y personalidades extremadamente conflictivas. Y cada quien también, a su manera, busca su propia redención. Y, por qué no, ayudar a la de otros. Una obra en la que el público puede ver reflejado el drástico contraste entre lo negro y lo blanco, entre lo sórdido y lo noble de la existencia. O, mejor aún, la gama de complejos y contradictorios matices de los grises, de lo agridulce del espectro vital.

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A su vez, el director Darren Aronofsky, graduado en la Universidad de Harvard y miembro del American Film Institute, ratifica una vez más sus reconocidas cualidades como realizador lúcido, aunque un tanto sombrío y perverso. Desde su ópera prima “Pi, el orden del caos”, hace ya 25 años, en esta cruenta travesía por el turbulento mar de las emociones reitera sus inquietudes psicológicas y metafísicas y retorna al tema del sufrimiento que producen las adicciones y las relaciones familiares destruidas. El producto final, para muchos críticos y cinéfilos, entre los que me cuento, es una de las mejores películas de su ya sobresaliente filmografía.
 

Fuente

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