Jamás ha sido encontrada

La Atlántida, arqueología de un mito

Hace casi 2.400 años, en sus obras 'Timeo y Critias', Platón describió una gran isla que los dioses hundieron en el océano, y que se ha tratado de localizar en vano.

Busto de Platón.

Busto de Platón.

Foto: Bridgeman / ACI

Escucha, Sócrates, un relato muy extraño, pero totalmente cierto, tal como lo contó un día Solón». De este modo inicia Platón, en su diálogo Timeo, el relato de la Atlántida, ese continente modélico que un día osó conquistar el mundo y terminó engullido por las aguas en medio de una catástrofe gigantesca. Gracias a la fuerza del relato platónico, la memoria de la Atlántida no ha caído en el olvido. Al contrario, eruditos de todo tipo han intentado demostrar que Platón hablaba de un hecho real y que tan sólo hacía falta seguir al pie de la letra los datos que proporciona el filósofo para averiguar en qué punto del océano se había hundido aquel poderoso imperio.

Recreación moderna del centro de la Atlántida, con el templo de Poseidón.

Recreación moderna del centro de la Atlántida, con el templo de Poseidón.

Foto: SPL / AGE Fotostock

Así no es de extrañar que, desde el descubrimiento de América, una vez demostrado que había tierra más allá del estrecho de Gibraltar, el afán por descubrir el emplazamiento de la Atlántida haya fructificado en mil y una localizaciones, del Atlántico al Pacífico, del Báltico a Groenlandia o la Antártida, y también el Mediterráneo. A esa avidez exploradora no ha sido ajena la arqueología, pues, si bien en general se considera que Platón concibió la historia de la Atlántida como una fábula moralizante, no se descarta que hubiera tomado como modelo una catástrofe natural acaecida en su época o bien anterior.

Cronología

Raíces del mito

Siglo XVII a.C.

Una erupción volcánica en la isla de Tera, la actual Santorini, sepulta el activo enclave comercial minoico de Akrotiri.

479 a.C.

Un tsunami (el más antiguo documentado en un texto) engulle las tropas persas que asedian la ciudad de Potidea.

426 a.C.

Cuando Platón tiene unos 10 años, un terremoto seguido de un tsunami destruye la ciudad de Orobias y la pequeña isla de Atalanta.

373 a.C.

Un terremoto destruye las ciudades de Boura y Hélike. En la Antigüedad, los restos de esta última se podían ver bajo el agua.

Hacia 360 a.C.

Platón escribe su diálogo Timeo, donde cuenta que un cataclismo destruyó la isla de la Atlántida 9.000 o 10.000 años atrás.

358-354 a.C.

En Critias, Platón presenta la Atlántida como la versión imperialista de la Atenas democrática.

¿En Andalucía?

La mayor parte de los investigadores que ven en el relato de Platón un suceso verídico sitúa la Atlántida en la costa atlántica andaluza, en consonancia con la ubicación oceánica del relato. No obstante, la razón principal es la peculiar topografía de ese sector del litoral, formado por estuarios, islotes, canales y áreas lacustres, que lo aproxima a la descripción platónica de la capital de la Atlántida. Quizá por ello, la identificación de la Atlántida con las marismas del Guadalquivir data de antiguo. La encontramos por vez primera en un escrito del año 1673 del erudito José Pellicer de Ossau Salas y Tovar, quien, siguiendo, según dice, la opinión expresada por el padre Juan de Mariana en 1592, propone localizarla en la marisma de Hinojos (Doñana).

Marismas del Guadalquivir. El Rocío, en Huelva, en el Parque Nacional de Doñana. A escasos kilómetros se halla la marisma de Hinojos, uno de los lugares donde se ha querido ubicar la Atlántida.

Marismas del Guadalquivir. El Rocío, en Huelva, en el Parque Nacional de Doñana. A escasos kilómetros se halla la marisma de Hinojos, uno de los lugares donde se ha querido ubicar la Atlántida.

Foto: David Santiago García / Fototeca 9x12

La arqueología, en cambio, no interviene hasta 1920, cuando el arqueólogo alemán Adolf Schulten empieza las excavaciones que le llevarían a descubrir la civilización tartésica. Schulten no identificaba Tartessos con la Atlántida, sino que sugería que las leyendas sobre la ingente riqueza de Tartessos podían haber inspirado la riqueza metalífera que Platón atribuye a los atlantes. Fue más bien Ellen Wirshaw, americana residente en Huelva y arqueóloga amateur, quien enlazó la civilización tartésica con la Atlántida en el libro Atlantis in Spain, de 1928.

Colgante tartésico que forma parte del Tesoro del Carambolo. Siglos VIII-VI a.C. MAN, Madrid. Algunos autores han vinculado tartessos a la Atlántida.

Colgante tartésico que forma parte del Tesoro del Carambolo. Siglos VIII-VI a.C. MAN, Madrid. Algunos autores han vinculado tartessos a la Atlántida.

Foto: Prisma / Album

A comienzos del siglo XXI, tras un período de olvido, la relación de la Atlántida con el litoral andaluz volvió al primer plano cuando el geólogo francés Jacques Collina-Girard defendió en el libro L’Atlantide retrouvée, en 2001, que la Atlántida se encontraría frente al cabo Espartel. Se trataría de varias islas sumergidas hacia 9400 a.C. por la elevación del nivel del mar. Poco después, el físico alemán Rainer W. Kühne, en un artículo de 2004, recuperó la ubicación tradicional en la marisma de Hinojos partiendo de fotografías de satélite donde dijo observar estructuras enterradas. En estas estructuras se basó la teoría de Richard Freund, divulgada a través de los documentales para National Geographic En busca de la Atlántida (2011) y El resurgir de la Atlántida (2017), y del libro Digging through History (2017). Freund y su colaborador, el escritor cubano Georgeos Díaz-Montexano, aceptaron que la Atlántida se encontraría en Doñana y fueron más allá: consideraron que algunos hallazgos de época tartésica podrían contener referencias a su existencia.

Finalmente, en 2010, el geólogo griego Stavros Papamarinópoulos argumentó que Platón habla de una península y no de una isla, y amplió el área de la Atlántida a todo el suroeste. Estas teorías comparten rasgos en común: despliegue de medios, uso de tecnología punta, lectura muy personal del texto de Platón, tendencia a mezclar fechas y hechos, deducciones discutibles y conocimiento superficial de la arqueología del sur peninsular. Mientras, el Proyecto Hinojos, desarrollado por el CSIC a partir de 2005 para comprobar la hipótesis de Kühne, permitió fechar en el período andalusí las estructuras observadas por aquél, documentar la ocupación de Doñana a finales del Neolítico y esclarecer la evolución geomorfológica: fases de sedimentación, subsidencia y episodios erosivos oceánicos, como el detectado hacia 2000 a.C.

Catástrofes en el Egeo

Quienes creen que Platón se pudo inspirar en una catástrofe coetánea se han centrado en el Egeo, área proclive a terremotos y erupciones. La teoría más famosa es la que relaciona el hundimiento de la Atlántida con la erupción volcánica ocurrida en la isla de Santorini a finales del siglo XVII a.C. Esta erupción cubrió con una gruesa capa de cenizas y lava la entonces floreciente cultura de la isla, mientras que la lluvia de cenizas y el tsunami final provocaron alteraciones climáticas y daños en distintos puntos del Mediterráneo.

El cráter de Santorini. Hacia 21000 a.C., una erupción en la isla permitió el paso del mar a la caldera volcánica, en cuyo centro se formó una isla que desapareció en buena parte con la erupción de 1627-1600 a.C.

El cráter de Santorini. Hacia 21000 a.C., una erupción en la isla permitió el paso del mar a la caldera volcánica, en cuyo centro se formó una isla que desapareció en buena parte con la erupción de 1627-1600 a.C.

Foto: Leprete Pierre / Getty Images

La asociación entre Santorini y la Atlántida surgió a raíz de la erupción ocurrida en 1866-1870, poco después de que ingenieros franceses encargados de extraer áridos de las canteras para la construcción del canal de Suez descubrieran restos de casas bajo la lava. Ferdinand A. Fouqué, vulcanólogo enviado para estudiar el volcán, publicó el estudio Santorini et ses éruptions (1879), que convirtió Santorini en sinónimo de cataclismo similar al de la Atlántida en publicaciones sobre catástrofes. Así La Terre et les mers (1872) de Louis Figuier, químico devenido escritor; o Les terres disparues (1885), de Auguste Nicaise, arqueólogo francés que enlazó la Atlántida, Santorini y la erupción de Krakatoa (1883). Ahora bien, ninguno de estos autores sugirió que Santorini fuese la Atlántida. La identificación tardó, pues primero se conectarían la civilización minoica de Creta y la Atlántida. Fue el arqueólogo inglés Kingdon Tregrosse Frost quien, en sendos artículos de 1909 y 1913, afirmó que el relato platónico reconstruye, modificándolo, el fin del mundo minoico.

Sin huellas escritas. Erupción del volcán de Santorini en 1866. De la gran erupción de 1627-1600 a.C. No hay constancia en documentos coetáneos ni posteriores.

Sin huellas escritas. Erupción del volcán de Santorini en 1866. De la gran erupción de 1627-1600 a.C. No hay constancia en documentos coetáneos ni posteriores.

Foto: Heritage / Scala, Firenze

El paso siguiente, la conexión entre Creta y Santorini, fue obra de Spyridon Marinatos, el gran arqueólogo griego descubridor de Akrotiri. En un principio, Marinatos no obtuvo permiso para excavar en Santorini, de modo que se trasladó a Creta. Pensó que una catástrofe de esa magnitud tenía que haber repercutido allí. En 1932 excavó el antiguo puerto de Cnosos, Amnisos, donde halló una villa con frescos y restos de piedra tosca y cenizas que asoció con la erupción. Unos grandes bloques desplazados le hicieron sospechar que tal vez se hubiera producido un tsunami. Así tomó cuerpo la teoría de que la civilización minoica habría sido destruida por la erupción de Santorini, formulada en 1934 y 1939. Más tarde, en 1950, Marinatos matizó su posición: afirmó que Santorini no era la Atlántida, pero sí creía que el relato partía de una tradición relacionada con una catástrofe en el Egeo.

En 1969, el geólogo griego Angelos G. Galanopoulos completó el círculo. En el libro Atlantis aseguraba que Santorini era la Atlántida, que Creta había sido destruida por el volcán, y que el relato bíblico del Éxodo reflejaba las fases de la erupción: la columna de fuego que señalaba el camino a los hebreos sería la columna eruptiva y la retirada de las aguas del mar Rojo, el momento previo al tsunami. Ni siquiera la corroboración arqueológica de que la destrucción de los palacios cretenses es posterior a la erupción ha podido minar la asociación de Creta, Santorini y la Atlántida.

Las ruinas de Potidea. Los restos de la muralla de Potidea siguen en pie sobre las aguas del Egeo. En el año 479 a.C., un tsunami destruyó al ejército persa que asediaba la ciudad.

Las ruinas de Potidea. Los restos de la muralla de Potidea siguen en pie sobre las aguas del Egeo. En el año 479 a.C., un tsunami destruyó al ejército persa que asediaba la ciudad.

Foto: Hercules Milas / Alamy / ACI

Se han relacionado con la Atlántida otras catástrofes, sobre todo dos ocurridas en vida de Platón. La primera, acaecida en 426 a.C., cuando Platón tendría diez años, concierne al terremoto que asoló la ciudad de Orobias (en la isla de Eubea) y la pequeña isla de Atalanta. Tucídides explica lo sucedido: «El mar se retiró de lo que entonces era la costa y, levantando una gran ola, se lanzó sobre un sector de la ciudad y dejó bajo las aguas una parte en tanto que retrocedía en la otra. Y así ahora es mar lo que antes era tierra firme». La segunda es la destrucción de las ciudades de Hélike y Boura en la costa norte del Peloponeso en 373 a.C. Ese invierno, un seísmo hizo desaparecer la ciudad, destruida –según afirmó Heráclides del Ponto, discípulo de Platón– por Poseidón, dios del mar y los terremotos, encolerizado a causa de un acto de impiedad. Escritores griegos y romanos hablan de ello e incluso narran lo visto, pues el lugar se convirtió en una atracción turística: bajo el agua se veía la estatua de bronce de Poseidón con un hipocampo.

Moneda de Hélike. Destruida por un terremoto, Hélike fue la capital de una confederación de ciudades que se reunían en el santuario de Poseidón, cuyo tridente aparece en esta moneda.

Moneda de Hélike. Destruida por un terremoto, Hélike fue la capital de una confederación de ciudades que se reunían en el santuario de Poseidón, cuyo tridente aparece en esta moneda.

Foto: BPK / Scala, Firenze

Localizar Hélike fue un reto para la arqueología griega. En 1988 se inició la búsqueda bajo el mar sin resultado, y en 1991 se pasó a tierra firme. Pronto se advirtió la existencia de una antigua laguna y restos de muros en el fondo. Así nació el Proyecto Hélike, que desde el año 2000 ha puesto al descubierto la ciudad en tierra, cubierta por vastos depósitos de sedimentos. Hélike se hundió por el terremoto, pero no fue invadida por el mar, sino cubierta por lodos y fangos arrastrados por lluvias torrenciales y por sedimentos fluviales del río contiguo. A fin de acercar posturas entre partidarios y escépticos de la Atlántida, los equipos de Hélike y Akrotiri participaron en las conferencias organizadas por Papamarinópoulos en Melos (2005, 2008, 2011), una clara demostración de que esa leyenda tan lejana sigue estando muy viva.

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La Atlántida, situada entre Europa y América del Sur en un mapa alemán de 1785.

La Atlántida, situada entre Europa y América del Sur en un mapa alemán de 1785.

Foto: Granger / Aurimages

Breve historia de la Atlántida

La Atlántida era una isla situada frente a las Columnas de Hércules, como llamaban los griegos al estrecho de Gibraltar, tan grande como Libia y Asia juntas. Le había correspondido a Poseidón en el reparto que del mundo habían hecho los dioses, y sus habitantes descendían de él. En ella había tres zonas: una llanura, una montaña y la capital. Poseidón separó la ciudad mediante tres anillos concéntricos de mar, que sus descendientes protegieron con sendas murallas de hierro, estaño y oricalco. La llanura proporcionaba todo tipo de alimentos y la poblaban animales domésticos y salvajes, como el elefante. En medio de la ciudad se alzaba el templo de Poseidón, donde se reunían los diez reyes de la isla. Con el tiempo, los atlantes se volvieron soberbios y ambiciosos. Construyeron una gran flota y llegaron a dominar el Tirreno y el norte de África. Sólo Atenas los venció, pero se vio envuelta en el cataclismo que Zeus, el dios supremo, envió para castigar el orgullo de los atlantes. Un violento terremoto y un diluvio acabaron con la isla en un día y una noche y la hundieron en el mar.

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Poseidón, dios del mar, representado en un lécito datado en 480-460 a.C.

Poseidón, dios del mar, representado en un lécito datado en 480-460 a.C.

Foto: DEA / Scala Firenze

Un tsunami en la Grecia Clásica

Heródoto cuenta, como Platón, una catástrofe que engulló en el mar a un ejército invasor. Ocurrió en el año 479 a.C. Tras su derrota frente a los griegos en la batalla naval de Salamina, la flota persa emprendió el viaje de regreso. Un contingente que había protegido por tierra la flota se enteró de la rebelión antipersa de varias ciudades en la península Calcídica y las atacó. Tras conquistar Olinto, asediaron Potidea durante tres meses. Entonces, un día el mar se retiró de la costa. Las tropas persas aprovecharon el momento para aproximarse a la ciudad, pero cuando ya habían recorrido dos quintas partes del trayecto les sorprendió una pleamar de tal magnitud que los atacantes perecieron ahogados en el acto y la ciudad se salvó. Heródoto añade que, según los habitantes, Poseidón castigó así a los persas por haber profanado su templo, situado a las afueras de Potidea. El análisis de los sedimentos marinos ha revelado que el suceso relatado por Heródoto correspondería a un tsunami, el más antiguo documentado literariamente.

Este artículo pertenece al número 213 de la revista Historia National Geographic.

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