De cara

“Quería ser una rubia platino. En nuestro viejo televisor en blanco y negro y en los cines donde proyectaban películas en technicolor el rubio platino tenía algo luminiscente y apasionante. En mi época, Marilyn Monroe era la rubia platino más destacada de la gran pantalla. Era tremendamente carismática y el aura que desprendía era enorme… Con Marilyn sentía una vulnerabilidad y una clase concreta de femineidad que creía que compartíamos. Marilyn me parecía una persona que necesitaba mucho amor. Eso fue mucho antes de que descubriese que había sido una niña adoptada”. Quien esto escribe fue también una niña adoptada y una legendaria “atomic blonde”. Pero, al contrario que Marilyn, sobrevivió a la fama y a sus paseos por el lado salvaje de la vida, para contarnos su historia. El título “De cara” describe a la perfección el contenido de este libro. Escrito a partir de una serie de largas entrevistas con la periodista y crítica musical Sylvie Simmons, conserva mucho de la inmediatez y la urgencia de un relato oral.

Debbie Harry, la icónica cantante de Blondie, la voz de himnos como “Heart Of Glass” o “Call Me”, la protagonista de película de culto como “Videodrome” o “Hairspray” construyó lo que ella misma llama su “personaje” en el escenario a partir de Marilyn con un toque de la Barbarella de Jane Fonda, todo pasado por el filtro del punk. Ella misma diseñaba y cosía la ropa que se ponía en sus primeras actuaciones. Era alguien que había nacido para ser una estrella.

Fue una hija ilegítima y abandonada, pero tuvo la fortuna de que la adoptara un matrimonio feliz, estable, a la antigua usanza, que la crió en un apacible suburbio de New Jersey al borde de un bosque. Cantaba en el coro de la iglesia y era una buena estudiante. Pero la cercana gran urbe la atraía como un imán. Se mudó en cuanto pudo a la vibrante Nueva York de los sesenta. Trabajó como secretaria, modelo e, incluso, como conejita de Playboy. Primero quiso dedicarse a la pintura, pero más tarde, tras asistir a los primeros conciertos de The Velvet Undergroud y New York Dolls, se decidió por la música. La jovencísima Debbie se sumergió en los ambientes bohemios y contraculturales en los que conoció a Andy Warhol, Miles Davis, John Lennon, David Bowie, Iggy Pop, Patti Smith o Jean-Michel Basquiat. Allí la heroína corría a raudales y pululaban un sinfín de personajes de los más turbio.

Desde muy niña, había comprobado que su belleza gatuna atraía a tipos peligrosos. Pero Debbie pronto demostró que no era una persona fácil de derribar: fue acosada por un exnovio violento que amenazó con matarla, se cruzó con el asesino en serie Ted Bundy y estuvo muy cerca de convertirse en una más de sus víctimas; fue asaltada en su propia casa por un hombre con un cuchillo que le robó sus guitarras y la violó. El comentario de Harry, tras narrar esto último, es bastante lacónico: “Me alegro mucho de que sucediera antes del Sida o me habría asustado”. Debbie Harry no parece ser la clase de persona que siente miedo con facilidad. Ese carácter férreo, nada sentimental, se vislumbra en cada peldaño de su carrera.

Ni siquiera permite que le afecte demasiado la primera separación de Blondie, a lo que siguió la larga enfermedad de su pareja, socio y, finalmente, amigo inseparable, Chris Stein, y el amargo descubrimiento de que el contable de la banda los había estafado y todo su dinero se había desvanecido. Harry apretó los dientes y siguió adelante. Cuidó de Stein durante cuatro años hasta que se recuperó y empezó a trabajar como actriz. Dejó las drogas, por las que perdió a muchos amigos queridos, a las bravas. Más tarde vendría el relanzamiento de Blondie y su actual estatus como incontestable leyenda del rock. No cabe duda de que esta rubia platino con un espíritu de acero tenía una historia que contar.