BERLÍN EXPRESS (1948)
Dirección: Jacques Tourneur.
Intérpretes: Robert Ryan, Merle Oberon, Charles Korvin, Paul Lukas.
Varios personajes de distintas nacionalidades se verán envueltos en una trama de espionaje: el estadounidense Robert Lindley (Robert Ryan), los franceses Lucienne (Merle Oberon) y Perrot (Charles Korvin),el alemán Bernhardt (Paul Lukas), el inglés Sterling (Robert Coote) y el ruso Maxim (Roman Toporow). Todos juntos resueltos a acabar con el enemigo común que representaba los rescoldos del régimen nazi.
Aunque las referencias a las diferencias entre EEUU y la URSS son continuas -sobre
todo al famoso veto soviético en los asuntos internacionales-, el mensaje de
optimismo y de entendimiento entre ellos no cesa ni un momento. Ahora
sabemos lo lejos que quedaba la realidad, que en pocos años iba a levantar
un telón de acero entre ellos.
En los primeros años de la posguerra los aliados, y sobre todo Estados
Unidos, necesitaban demostrar al mundo entero que no iban a permitir otro
conflicto bélico. Para ello tenían que hacer creer -y creérselo ellos
mismos- que las potencias vencedoras estaban más unidas que nunca. Para este
propósito utilizaron diversas herramientas de propaganda, entre ellas una de
las más eficaces: el cine. Así nació “Berlín Express”.
La cinta, desde el principio hasta el final, es una metáfora de la situación
que se estaba viviendo; con una simbología explícita y hasta cargante. Así,
en el arranque, una paloma blanca es abatida de un disparo. Si por algún
casual el espectador no se había dado cuenta del significado de tal
escena -la paz mundial amenazada- una voz en off se encargaba de explicarlo
de forma redundante.
“Berlín Express” se estructura de una forma demasiado perfecta, casi sin
fisuras, lo que aumenta su artificialidad aún más. Prácticamente comienza
con un documental de Frankfurt. Las ruinas de la ciudad machacada por las
bombas son un aviso de lo que puede ocurrir si vuelve la inestabilidad a la
zona. Enmarcando la película, el final es más de lo mismo; esta vez Berlín y
sus edificios derruidos son los protagonistas de las imágenes. Pero la
historia de ficción también sigue un estudiado guión. Dos viajes de tren,
uno en el primer tercio y otro en el último, son el inicio de la trama y su
resolución.
Hoy en día no estaríamos hablando de este largometraje sino fuera por un
detalle: el realizador es Jacques Tourneur. Y es que el director impone su
sello personal dentro del encorsetado mensaje que la productora quería
exponer, lo cual tiene mucho más mérito. Tourneur hace gala de su habilidad
para componer escenas de suspense y utiliza sus herramientas con gran
maestría. El responsable de “La mujer pantera” o “Retorno al pasado”,
aparece gigantesco, por encima de una trama que resulta hoy muy deteriorada
por los años. Sólo hay que fijarse en dos secuencias para admirar el estilo
del genial cineasta: el tiroteo en la fábrica de cerveza, donde predomina la
oscuridad y sólo se adivinan los movimientos de los personajes gracias a los
resplandores de los disparos; o la pelea en el expreso del título, que
podemos ver en segundo plano gracias al reflejo que se produce en las
ventanillas de otro tren que pasa en sentido contrario.
En manos de cualquier otro director, “Berlín Express” habría sido olvidada e
incluso menospreciada. Gracias a Tourneur la cinta se sitúa a una altura
aceptable y contradice a los que opinan que lo único que hace grande a las
películas son las historias que se cuentan en ellas.
Fernando de Cea
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