Un Dios verbo, no sustantivo (Por Fernando San Martín)

Comparto con vosotres la intervención de Fernando San Martín, de la Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas de San Sebastián, en la presentación del libro "El Discípulo Que[er] Jesús Ɐmaba" el pasado 11 de mayo en Zaragoza.

Muy buenas tardes, y muchas gracias a la Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas de Zaragoza, comunidad hermana, por la organización de este acto y a Carlos Osma por invitarme a participar.

Antes de comenzar quisiera recordar a Carlos Múgica, sacerdote del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo que, hoy hace 50 años fue asesinado por la Triple A argentina por su compromiso con los más desfavorecidos… Es uno de mis referentes y ejemplo de compromiso y seguimiento de Jesús, con sus errores y contradicciones, pero guiado por ese amor del que esta tarde vamos a hablar, seguramente, mucho…

Permítanme también una pequeña anécdota. Mi marido me había regalado ya el libro de Carlos cuando el pasado 23 de abril, Día del Libro, paseando entre los puestos me encontré con el que había colocado la Iglesia Evangélica de San Sebastián. Me detuve, como siempre hago y me llamó la atención un atractivo ejemplar del evangelio de Juan. Al ir a cogerlo, el pastor me dijo: “puedes llevártelo, es gratis…”. “Como el Dios inclusivo en el que creo”, le contesté… Me pregunto que saldrá de la conversación que tenemos pendiente…

Carlos y yo nos conocemos desde hace ya mucho, aunque nunca habíamos estado presencialmente juntos hasta hoy. Le he seguido en su blog Homoprotestantes y, le he “robado” muchas veces sus artículos para publicarlos en la página Cristianos Gays donde, puedo dar fe de ello, han tenido una enorme acogida…

Pero bueno, estamos aquí para hablar sobre el libro que Carlos nos presenta y del que quiero, no hacer un recorrido exhaustivo, ni hay tiempo, ni es el lugar, sino simplemente destacar algunas chispas que han ido surgiendo al calor de las brasas de este encuentro de Jesús con su Discípulo Amado…

El Discípulo Quer[er] Jesús maba es un libro que considero de madurez, de madurez en un camino que paso a paso ha ido colocando cimientos en un seguimiento del Jesús Queer que nos presenta y representa a muchos, muchas, muches de quienes hemos ido transitando durante toda nuestra vida en busca de ese Jesús que refleja como nadie a ese Dios que, desde la zarza ardiente hasta hoy es un Amor que actúa, que es acción, que es verbo, como nos recuerda el Génesis, el Prólogo de Juan y un tema del que no deja de insistir Carlos a lo largo de estas páginas… Un Dios verbo, no sustantivo, sustantividad que ha dado lugar a tantas teologías abstractas alejadas de la vida real de las personas, en pos de un ideal imposible y más que pluscuamperfecto, porque, como nos recuerda nuestro admirado y certero Dietrich Bonhoeffer, “Dios no ama a la persona ideal, sino que ama a los seres humanos tal y como somos, no ama a un mundo ideal, sino a un mundo real”.

Pues en eso estamos, y en eso está Carlos, y para ello se apoya en un recurso que hace que su discurso palpite en las venas y en el corazón.

El Discípulo Quer[er] Jesús maba es un libro de teología, sí; se realiza un acercamiento a los textos sagrados con erudición y método, sí; pero la exégesis que Carlos utiliza para acercarnos a lo que nos revela el Cuarto Evangelio sigue el método narrativo, una hermenéutica que intenta recoger el sentido de la narración para que ésta encuentre un eco profundo en el corazón del hombre, “Cor ad cor loquitur”, en unión de corazones, como testimonia el Discípulo Amado recostado en el seno de Jesús. Un Discípulo Amado que nos propone que el amor de Dios que Jesús nos revela, es un amor que, por su propia definición, no encuentra su sitio, porque no puede, en los parámetros del amor que se han instituido e institucionalizado a lo largo de los siglos, sino que se nos revela como un amor esencialmente queer, un amor que es el de los perdedores de la Historia, de lo abyecto, de lo marginal y despreciable para los ganadores y bienpensantes. Un amor “queer” que se convierte en un término que es reapropiado, como sabemos hacer muy bien las personas LGTBIQ+ y que reivindica la absoluta dignidad que tiene toda persona  rechazada y denigrada. En definitiva, el testimonio del Discípulo Amado nos habla de un Jesús que revela que el amor de Dios es un amor queer.

Algunos de nosotros, que nacimos sin televisión, recordamos aún esas tardes de lectura o de encuentro al calor de la cocina donde nuestras abuelas nos contaban, nos narraban, no sólo cuentos e historietas, sino la auténtica Historia, con mayúsculas, de sus vidas rotas por la Guerra y la posguerra… Hoy, desgraciadamente, cuando algunas familias se reúnen ante una chimenea, decorada con troncos falsos de donde surge un fuego que sale de un tubo de gas… normalmente ese fuego se combina con el reflejo de la pantalla o del celular… Por ello, tengo que reconocer que este método me ha proporcionado un placer inmenso, quizá por mi pasado jesuítico y esos ejercicios donde Ignacio invita a contemplar y contemplar  las escenas “Como si presente me hallase” (Ejercicios 114) y poder “reflectir”, es decir, intentar descubrir en qué medida lo recientemente contemplado ilumina o refleja algún aspecto de mi vida. Ten por seguro, Carlos, que ha sido mucho.

Por eso es tan importante volver a lo narrado, a lo vivido, a lo experimentado. Este es el objetivo de Carlos y creo que lo cumple de manera magistral.

A lo largo de las 256 páginas, sin contar las de la bibliografía, van apareciendo muchos rostros de personas, algunas con su nombre y apellidos, otras tan anónimas como el mismo Discípulo Amado que aparece sin nombre en todas las escenas que nos presenta y traduce Carlos. Y es a través de esas personas, reales, y sus experiencias, aún más reales, aunque no sepamos sus nombres, como los que yacen en ese Mediterráneo mortal, como se va explicando el tránsito, casi siempre, por no decir siempre, doloroso de tantas personas queer que han sido invisibilizadas, expulsadas y asesinadas en nombre de un Dios patriarcal, cishetero, que podrá tener el apellido de cualquiera de las denominaciones que se llaman cristianas pero que, de eso, tiene bien poco y que no se resignan a quedar fuera de una vida donde el amor sea el pilar fundamental que resignifique su vida como puente o plaza pública donde compartirla con otros en un mundo más justo, igualitario y alternativo del que vivimos…

Puede haber, seguro que unos cuantos, que piensen que El Discípulo Quer[er] Jesús maba, es un libro para mariquitas piadosas que quieren dejar el opresivo armario y ser condescendientemente acogidas en sus iglesias, aunque sea para ser bendecidas durante 20 segundos, como parece proponer la reciente declaración Fiducia Supplicans. Puede haber otros muchos que piensen que este libro les va a tranquilizar encontrando textos que son resignificados para sentirse cómodos en el vestidor en el que están instalados, pensando que ya está todo conseguido…. “Si es que hasta ya podemos casarnos, aunque sea por lo civil… y hay que ir poco a poco, no sea que rompamos la inconsutilidad de la túnica…”. Puede ser, también, que muchísimos más, dignos poseedores de su Verdad, piensen que… “ya está otra loca viniendo a mostrar las tetas en el culto o la capilla…”.

Pues siento defraudarles, El Discípulo Quer[er] Jesús maba, es un libro que toda persona sea gay, lesbiana, bisexual, intersexual, transexual, heterosexual… o mediopensionista, debiera leer si se está planteando seguir a Jesús tras años de vivir prisioneros de un Dios inexistente, porque no es el de Jesús, por mucho que se empeñen quienes creen saber interpretarlo. Y debiera leerlo porque presenta una forma de seguimiento de Jesús alternativa a las que tanto sufrimiento y muerte han provocado. Una manera Queer de seguir a Jesús, porque de eso se trata, de seguirle a Él, no a las iglesias, conventillos o asociaciones LGTBIQ+ cristianas, por muy “inclusivas” que digan ser y que muchas veces buscamos o creamos como un búnker a prueba de dardos envenenados.

Eso sí, en este camino nuevo e inspirador para peregrinar hacia nuestra nueva identidad cristiana, nos recuerda George Bernanos que “El primer paso se da hacia dentro y en silencio”, para hacer memoria de lo sufrido y gozado, de lo que no queremos repetir y sí recuperar, si lo ha habido, pero no para conseguir un beneficio propio y exclusivo que me libere del desasosiego y me una al grupo de los privilegiados, sino para desde ahí, y sólo desde ahí, atrevernos a dar el segundo paso, hacia fuera y verterlo y convertirlo en palabra, en verbo actuante que, ahora sí, de sentido a abrirnos a los demás, en el seguimiento de Jesús enfocado en el amor del hermano, en la utopía de un mundo mejor al que nos mueve el Amor del Dios de Jesús, del Dios del Cantar, cuyo amor es como las brasas, las brasas de la playa donde Simón y el Discípulo Amado se encuentran con Jesús con su diversidad y porque, lo sabemos, el amor es más fuerte que la muerte.

Aunque Carlos, casi al final del libro nos avisa de que, es posible que en algún momento “algunos caminos los tengamos que hacer sin comunidad, aunque no solas, porque seguimos a Jesús”, la celebración y la liturgia son otros lugares teológicos de la narración, en cuanto acontecimientos vividos en el tiempo, vinculados a la historia de las personas y de las comunidades, que dan su luz y su sentido asociando estas historias a sus pasos, a sus procesos en la historia de la salvación que Dios lleva a cabo con cada uno de nosotros, que formamos su pueblo… con otras formas diversas de comunidad… o no. Quizá, por eso, una de las narraciones que más me ha impactado, porque no la conocía, es la historia del artista cubano Félix García-Torres y su pareja Ross Laycock: es su obra Untitled (Portrait of Ross in L.A.), que, evidentemente no voy a desvelar pero que, me ha parecido una de las más bellas expresiones e interpretaciones eucarísticas que haya leído.

Ciertamente, “Haced esto en memoria mía”, esa memoria, esa anámnesis de las víctimas, de todas las víctimas a las que nos invitaba esa “mística de ojos abiertos” de Juan Bautista Metz… y a las que les debemos una sociedad diferente porque, nos exige Dietrich Bonhoeffer, “No estamos simplemente para vendar las heridas de las víctimas bajo las ruedas de la injusticia, estamos para trabar la rueda misma con la palanca de justicia.”

Y termino. ¿Por qué leer El Discípulo Quer[er] Jesús maba? Pues muy sencillo, porque como nos recuerda Karl Barth: “Dios es el totalmente otro”… y “No hay ninguna buena razón por la que debamos prohibirnos a nosotros mismos, o que se nos prohíba, la apertura a la posibilidad de que en la realidad de Dios y del hombre en Jesucristo esté contenido mucho más de lo que podríamos esperar”. Y ese más, mucho más, está ahí, esperándonos…

Muchas gracias

Fernando San Martín

Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas-CAFA de San Sebastián

 

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