LA LECTURA
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La venganza de Mar�a Blanchard, la cubista ind�mita: "No se ajustaba al molde de musa y amante que usaban los gur�s de las vanguardias"

Hasta 1982 no se le dedic� una exposici�n en Espa�a y, casi un siglo despu�s de su muerte, llega al Picasso de M�laga la muestra definitiva de la genial artista, admirada por Juan Gris y Diego Rivera

Bodeg�n cubista de Mar�a Blanchard: 'Botella y copa de frutas sobre una tabla' (1917-1918).
Bodeg�n cubista de Mar�a Blanchard: 'Botella y copa de frutas sobre una tabla' (1917-1918).COLECCI�N ZORRILLA LEQUERICA
Actualizado

Fue Federico Garc�a Lorca quien pronunci� en el Ateneo de Madrid la conferencia en homenaje a Mar�a Blanchard (Santander, 1881 - Par�s, 1932) tras su fallecimiento. Pocos d�as antes, el entierro en el cementerio de Bagneux se llen� de mendigos y vagabundos a los que la artista hab�a socorrido en vida, muy a pesar de su desesperada situaci�n econ�mica y de su delicado estado de salud: la escoliosis que hab�a venido torciendo su columna vertebral desde antes de su nacimiento hab�a convertido sus �ltimos a�os en una tortura.

Admirada por Juan Gris, Diego Rivera, G�mez de la Serna, Gerardo Diego y otros contempor�neos, Blanchard constituy�, sin embargo, un episodio menor en el vasto escaparate de las vanguardias muy a pesar de su aportaci�n fundamental al cubismo. Puede afirmarse sin reparos que el precio que pag� por su independencia result� demasiado elevado: la primera exposici�n dedicada a la artista tras su muerte en Espa�a no lleg� hasta 1982, en el antiguo Museo Nacional de Arte Contempor�neo. Su legado, por tanto, constituye un objeto de vigente reivindicaci�n y as� lo argumenta el Museo Picasso M�laga con la retrospectiva Mar�a Blanchard: pintora a pesar del cubismo, que se inaugura el pr�ximo d�a 30 y podr� verse hasta finales de septiembre.

La exposici�n reunir� cerca de 90 obras en un paisaje que pretende dar cuenta de todas las facetas de Mar�a Blanchard, tal y como cabe advertir desde su lema. Aunque conocida principalmente por su aportaci�n al cubismo, la pintora abraz� distintas etapas, como la que le llev� en los a�os 20 a desarrollar una representaci�n figurativa no siempre bien entendida, en la medida en que pudo constituir no tanto una ruptura con el cubismo como una exploraci�n del mismo con resultados nada previsibles.

'La dama del abanico' (1913-16) de Mar�a Blanchard.
'La dama del abanico' (1913-16) de Mar�a Blanchard.COLECCI�N PARTICULAR

En cualquier caso, el principal obst�culo a la hora de organizar esta muestra, y lo que explica de paso la escasa atenci�n prestada a Blanchard a nivel institucional, tiene que ver con la dificultades que re�ne la localizaci�n de su obra: �El Museo Reina Sof�a hab�a adquirido algunas piezas significativas que han prestado de manera generosa, igual que el Mus�e d'Art Moderne y el Centre Pompidou de Par�s, que es donde se conserva la mayor parte del legado de la artista. Pero, a partir de aqu�, hubo que emprender una b�squeda minuciosa en numerosos museos e instituciones p�blicas y privadas de Espa�a, Francia y Suiza. En cuanto a los coleccionistas, la obra de Blanchard es a�n m�s dispersa. Por eso, que podamos ofrecer al p�blico esta exposici�n es poco menos que un milagro�, explica al respecto el comisario, Jos� Lebrero, hasta el a�o pasado director del mismo Museo Picasso M�laga.

Para encontrar el origen de esta desidia hay que bucear en la historia personal de Mar�a Blanchard y en el car�cter ind�mito con el que guio su consagraci�n al arte: �Blanchard naci� el mismo a�o que Picasso y se traslad� a Par�s en 1909. All� conoci� el cubismo de la mano de Juan Gris y encontr� su verdadera vocaci�n. En los a�os 20 ya se hab�a convertido en una artista notoria que expon�a regularmente, pero su esplendor se fue apagando antes incluso de su muerte�, apunta Lebrero. Y abunda en algunas claves: �Ante todo, su condici�n de mujer la situaba ya en desventaja respecto a sus colegas varones. Pero se trataba adem�s de una mujer expatriada que no hab�a dejado Espa�a precisamente con un gran apoyo econ�mico detr�s. M�s a�n, cuando empez� a ganar fama, decidi� alojar en su casa de Par�s a algunos familiares que se trasladaron desde Espa�a, lo que agrav� su ya mermada situaci�n financiera. Por otra parte, ni su apariencia f�sica, afectada por su enfermedad, ni su car�cter, fuertemente independiente, se ajustaban al molde de musa y amante con el que los gur�s de las vanguardias despachaban a las mujeres artistas. Tras su muerte, y sin nadie que reivindicara su obra desde Espa�a, su fama qued� reducida a un entorno exclusivamente franc�fono. Y tambi�n aqu� se fue diluyendo con el paso de los a�os�. De hecho, en paralelo a la exposici�n, el Museo Picasso M�laga lanzar� la primera monograf�a sobre Blanchard publicada en ingl�s, llenando un importante hueco en su bibliograf�a.

La nueva exposici�n se distribuye en tres apartados bien diferenciados, tal y como explica Jos� Lebrero: �El primero presta atenci�n a sus a�os de formaci�n en Madrid antes de su partida a Par�s, un periodo marcado por las escenas familiares y costumbristas donde son visibles las influencias de Manet, Picasso y Fortuny. El segundo atiende a la explosi�n cubista que protagoniz� Blanchard desde 1914, una revelaci�n por la que corresponde reconocer a la pintora como la m�s grande artista mujer del cubismo. Y el tercero se detiene en el periodo poscubista que, a partir de 1920, cultiv� Blanchard con una intuici�n figurativa, en la aprovech� todas las habilidades incorporadas durante su etapa cubista para la representaci�n de personajes arquet�picos pero nunca reconocibles�.

Adem�s de la retrospectiva, el museo ha organizado un ciclo de conferencias sobre Blanchard que inaugurar� el pr�ximo lunes Jos� Lebrero, quien ahondar� en la riqueza simb�lica de los asuntos que abord� la arista en su obra, el compromiso social que trasmite su legado y la complejidad formal e innovadora de sus investigaciones visuales, entre otros aspectos. Posteriormente, el 23 de mayo, la doctora en Historia del Arte y conservadora Mar�a Jos� Salazar y la profesora en la Universidad de Oxford Xon de Ros protagonizar�n un encuentro en torno a, por una parte, la figura de Blanchard como paradigma de los pinceles sin voz y, por otra, su condici�n de estandarte del genio femenino.

Adem�s, un programa de investigaci�n desarrollado con la colaboraci�n de la Universidad de M�laga aspira a saldar otra vieja deuda en la definici�n de la artista, su vida y su obra como materias de estudio acad�mico (especial atenci�n merecer�a en este sentido su relaci�n, personal y art�stica, con la artista rusa Angelina Beloff, con la que constituy� un revelador tri�ngulo completado por Diego Rivera durante el tiempo en que los tres compartieron techo en Par�s). Tan fr�gil, tan ind�mita, Mar�a Blanchard escogi� los caminos menos f�ciles para alumbrar su arte. La belleza que lleg� a acrisolar en su obra merece un siglo despu�s la proyecci�n que le neg� su tiempo.