Perspectiva. El 13 de junio de 1953 en EL SIGLO | El Nuevo Siglo
Foto: archivo ENS
Domingo, 11 de Junio de 2023
Antonio Cacua Prada

Este martes se cumplen 70 años de la toma militar del poder, la orden de destierro a Laureano Gómez y su familia, así como la censura a este diario conservador. Testigo de excepción fue el periodista, escritor e historiador, Antonio Cacua Prada, quien en este escrito recuerda cómo se vivió ese día en el periódico.

“A las doce menos cinco minutos meridiano, del sábado 13 de junio de 1953, Enrique Gómez Hurtado, quien vestía un termo gris, cerró la puerta de la dirección de EL SIGLO, situada en el tercer piso del edificio que se levantaba en el tradicional barrio capitalino La Capuchina, calle 15 con carrera 13, y que sirvió de morada al gran diario conservador fundado por Laureano Gómez y José de la Vega el sábado 1 de febrero de 1936.

La pequeña oficina estaba llena de periodistas. La dotación: un `poleo del Excmo. Sr. Presidente Laureano Gómez, inspirador del diario, hecho por el artista J. Bascones, unos muebles Artecto, un tapete verde y algunas matas denominadas ‘balazos’.

Comentarios, chistes, anécdotas eran la antesala de la reunión.

Quienes estaban

Allí se encontraban: el director, Joaquín Estrada Monsalve; el subdirector Belisario Betancur; el jefe de redacción, Hernando Cáceres Sanmiguel; y los redactores Graciela Castillo Maldonado, Jorge Vélez García, Mario Franco Ruiz, Antonio Cacua Prada, Bernardo Ramírez, Darío Montoya Giraldo, Emilio Trujillo, Fernando Arbeláez, Parménides Salazar, Roberto Val-Serra, Héctor A. Niño Bautista, Gonzalo Jiménez Salgado, Julio Abril, Luis A. Castillo y Pedro Pablo Camargo.

La llegada de Enrique Gómez Hurtado, quien traía un periódico de la fecha con anotaciones al margen hechas con lápiz rojo, puso término a la charla. Se inició la “junta de redacción”.

Desde cuando ejerció la dirección de EL SIGLO el abogado Álvaro Gómez Hurtado, instituyó la reunión de directores, redactores, columnistas y comentaristas del periódico para revisar las “choces”, anotar las deficiencias y errores cometidos, señalar trabajos y distribuir temas y comentarios. Esta cita se cumplía todos los días a las doce meridiano, con excepción del domingo.

El doctor Laureano Gómez frecuentemente enviaba el periódico anotado de su puño y letra con observaciones.

Estas fueron las ya célebres “juntas de redacción”

“El periódico de hoy está bastante bueno, pero siempre hay sus errores de titulación y corrección”, anotó Enrique Gómez, dirigiéndose a Darío Montoya y le dijo:

  • “Los deportes muy buenos”,
  • Claro, comentó alguien, si tiene como veinte asesores.
  • Es necesario entregar pronto el material, las secciones déjenlas desde la víspera, apuntó Belisario.
  • Esto es para “Preguntando” y “opina el lector” agregó Cáceres Sanmiguel refiriéndose a Graciela Castillo, la única periodista.

Hechas las anotaciones y distribuidas algunas comisiones, Enrique Gómez se retiró a sus oficinas de “Diario Gráfico”, en el segundo piso del mismo edificio, cuya dirección ejercía.

 

Una llamada

“Bueno muchachos”, prorrumpió el director Joaquín Estrada Monsalve. “Necesitamos trabajar mucho en estos días. Estamos en vísperas de la Asamblea Nacional Constituyente y debemos hacer un gran periódico. Sobre temas de política no quiero que se publique nada sin antes ser revisado por los directores. Creo que debemos entrevistar a los constituyentes que ya empiezan a llegar; es necesario estar atentado a todas las incidencias”.

  • ¿Quién va a ser el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente?, preguntó Bernardo Ramírez
  • El doctor Luis Ignacio Andrade, contestó el Dr. Estrada. Y continuó: “preparen un retrato a varias columnas del Dr. Andrade, su biografía y que salgan esas páginas bien negritas porque así resaltan los títulos y gustan mucho...”

Se escucharon otras observaciones, se hizo la planeación general de la edición del domingo y se dieron algunas indicaciones, cuando sonó el teléfono.

Como se encontraba cerca del aparato telefónico que repicaba, contesté:

  • Mire, habla con Jaime Uribe Holguín de la oficina de prensa del Palacio Presidencial. Es para que manden un fotógrafo porque el doctor Laureano Gómez está en la Casa de Nariño”.

El presidente titular Dr. Laureano Gómez, después de sufrir un síncope cardiaco en una parada en la base aérea de Palanquero se retiró de la Presidencia el 31 de octubre de 1951. El 5 de noviembre siguiente le otorgaron la licencia para dejar el poder. Convocado el Congreso Nacional eligió al Dr. Roberto Urdaneta Arbeláez como reemplazo del presidente Gómez.

El viernes 5 de junio de 1953, miembros del G-2 del ejército capturaron y torturaron al empresario liberal Felipe Echavarría. Al informarse al presidente Gómez y sugerir algunas sanciones y no ser atendido motivó su traslado al Palacio el sábado 13 de junio al mediodía.

Transmití el informe a los compañeros y me encomendaron localizar a alguno de los fotógrafos del periódico para que fuera a la Presidencia de la República. Aldo Savina, un italiano, cumplió el encargo, aun cuando fue bastante tarde.

La noticia de que el Dr. Gómez se encontraba en la casa de los presidentes no despertó mucha inquietud dentro de los asistentes a la Junta de Redacción. Todos continuaron cambiando ideas hasta cerca de la una y media, que se levantó la sesión.

 

El Diario Gráfico

Mientras esto ocurría en el tercer piso, en el segundo, la redacción de “Diario Gráfico” trabajaba afanosamente. Enrique Gómez ya tenía la noticia de que el Dr. Gómez había reasumido el mando y en compañía de Guillermo Gómez Moncayo armaba la portada dela primera edición del vespertino que fue voceada a las dos y treinta. Pero los directores de EL SIGLO y la mayoría de los redactores, estábamos “chiviados”. Después supimos que Bernardo Ramírez y Jorge Vélez García, quienes se habían retirado de la junta de cronistas para cumplir algunos compromisos, se habían enterado oportunamente de este suceso.

Casi todos salieron a almorzar fuera del periódico. En la redacción se quedaron Graciela Castillo y Darío Montoya. Al poco tiempo salió la primera edición del “Diario Gráfico” que traía la noticia de la posesión del doctor Laureano Gómez y el mensaje dirigido a los gobernadores al reasumir el mando. Empezaron las llamadas telefónicas. Los dos redactores no daban abasto respondiendo a las gentes deseosas de informaciones.

Al rato subió Enrique Gómez Hurtado. Llamaba y contestaba el teléfono: “Oui dans le batallón Caldas”, era lo único que se le oía. La conversación casi siempre la sostenía en francés.

Más tarde entraron Belisario Betancur, Jorge Vélez García, Bernardo Ramírez, Antonio Cacua Prada, Hernando Cáceres Sanmiguel, Luis Antonio Castillo, Héctor Niño Bautista, Gonzalo Jiménez Salgado y el demás personal de planta.

El cuartelazo

  • Hay trabajo hoy, preguntó alguien.
  • Claro, trabajen, fue la respuesta de Enrique Gómez, En el amplio salón de redacción ya se rumoraba que estaba en marcha, según previo plan, el “golpe de Estado”.

Enrique Gómez insinuó no usar el castellano en las conversaciones telefónicas, pues las líneas estaban controladas. Belisario Betancur llamó a Arturo Abella a la dirección de la Radio Nacional, pero allí le descolgaron el teléfono y no contestaban...De inmediato dedujeron: ya las tropas golpistas están en la Radio Nacional.

Al segundo Belisario anunció: “Se tomaron la Radio Nacional”.

Simultáneamente Enrique Gómez hablaba por el teléfono de la subdirección. Eran las tres y media de la tarde. Cuando colgó, el hijo menor del Dr. Laureano Gómez, colocando los puños cerrados sobre las caderas, en una actitud característica suya, secamente dijo con voz serena:

“Está confirmado. Hay cuartelazo”. De inmediato, como recordando la época en que fue jefe de redacción de EL SIGLO, dos años atrás, pronunció el consabido grito: “¡Material, jóvenes...!”

La preocupación y la angustia por saber sobre la situación del presidente Gómez se apoderó de quienes interrogaban a Enrique, especialmente si estaba en el Palacio a lo cual respondía:

  • No, no está. Palacio está tomado por el Ejército.
  • Pero, ¿el Presidente Gómez está a salvo?
  • Sí.

Fernando Arbeláez, quien acababa de ingresar a las oficinas de redacción de EL SIGLO relató la causa de lo sucedido. “Ustedes ya sabrán que al millonario Felipe Echavarría Olózaga lo tienen preso. Pues resalta que lo sentaron en el G-2 en un bloque de hielo. Laureano lo supo, pidió un castigo para los verdugos y al no lograrlo decidió reasumir la Presidencia y destituir a Rojas Pinilla. Como el ministro de guerra, Lucio Pabón Núñez, no quiso dar la orden, lo cambió por Jorge Leyva y nombraron al teniente general Régulo Gaitán Patiño en reemplazo de Rojas Pinilla”.

En tanto “Diario Gráfico” había lanzado su segunda edición dando cuenta del nombramiento de Leyva como ministro de Guerra y del llamamiento a calificar servicios al general Rojas Pinilla.

El pequeño comedor del edificio situado en el cuarto piso estaba atestado por los empleados del periódico. Todos comentaban entre tinto y centenares de colillas de cigarrillo.

A las cuatro dela tarde, la Radio Nacional inició la transmisión de la Novena Sinfonía de Beethoven. Cuando terminó la Sinfonía Coral, ya la redacción funcionaba como cualquier día.

Una determinación

A las seis y cuarenta y cinco dela tarde, Enrique Gómez convocó a todo el personal y nos dijo: “Hay que evacuar el edificio porque no sabemos lo que pueda suceder al llegar el ejército. Los voluntarios que quieran permanecer aquí pueden hacerlo. Muchas gracias”.

A esta hora, EL SIGLO del domingo 14 de junio de 1953, ya estaba prácticamente hecho. La mayoría de los redactores se marcharon, lo mismo que el personal de talleres. En el edificio se quedaron Enrique Gómez, Belisario Betancur, Bernardo Ramírez, Hernando Cáceres, Luis Castillo, Héctor Niño y Antonio Cacua Prada, del personal de redacción y algunos operarios técnicos. El deseo será sacar el periódico. Guillermo Gómez Moncayo, quien todavía se encontraba en “Diario Gráfico” avisó que se iba para su casa y que estaría listo a regresar en cualquier momento.

Los teléfonos no dejaban un minuto de repicar. Las llamadas procedían de los Comandos Conservadores de los barrios para preguntar cuál era la consigna y anunciar que estaban listos a defender al doctor Laureano Gómez, Las instrucciones dadas por Enrique Gómez eran: “Díganles que muchas gracias. Si preguntan por papá, que está bien y que no hay nada que hacer”.

ENS

De pronto entraron unos oficiales en traje de campaña con carabinas terciadas. Era el capitán de la policía Francisco Rodríguez y un teniente. El capitán conversó con Bernardo Ramírez y le dijo: “Tenemos quinientos hombres bien armados y estamos listos a resistir. Venimos a recibir órdenes”. Bernardo los llevó hasta donde estaba Enrique Gómez con quien dialogaron contados minutos. Enrique les agradeció su gesto y lealtad, pero les afirmó que no había nada que hacer. Entonces se marcharon.

También llegó a ofrecer sus servicios el comandante de la Guardia de Cundinamarca, coronel Guzmán Aldana y obtuvo la misma respuesta: “gracias, Nada”.

Después llegaron a EL SIGLO, varias personas, entre ellas el doctor José Elías del Hierro, quien al encontrar las cortinas metálicas bajadas dialogó brevemente con Bernardo Ramírez y Hernando Cáceres, quienes estaban en el balcón. Luego llegó el sacerdote jesuita R.P Rafael Angulo S.J. quien estaba en la Radio Nacional cuando llegó la tropa. El sacerdote conferenció con Enrique Gómez en forma privada y lo confesó. Después alentó al personal para que fuera fiel a sus principios y a sus jefes y se retiró. Entre tanto, llegó la tropa y rodeó la edificación.

 

La toma de EL SIGLO

Un grupo de soldados se apostó en la esquina del Colegio Departamental La Merced y desde allí emplazaron contra el edificio una ametralladora. El personal de talleres seguía trabajando. Por las ventanillas de la edificación veníamos como pasaban carros blindados y dejaban más tropa.

A esa hora la ciudad estaba totalmente en manos del ejército.

Las llamadas continuaban. El entonces secretario general de la Alcaldía, don Daniel Vargas, quien se encontraba en el café dela esquina, donde don Román, frente a EL SIGLO telefoneó para informar que seguramente los militares iban a volar el edificio y estaban levantando las tapas que cubrían los registros de las instalaciones eléctricas que se encontraban cerca al Teatro Alameda.

Una nueva llamada del fiel servidor la recibió Belisario Betancur:

  • Dizque si no abrimos nos volarán con morteros, comentó Bélico.

Hasta el momento de la llegada de los militares no se había oído ningún golpe en las puertas.

  • Bajemos le dijo Enrique Gómez a Betancur.
  • Quédese usted doctor Gómez, yo conferencio con ellos, le replicó Belisario.
  • No, lo contrario. O si quiere camine.

Gómez y Betancur pasaron por los talleres para salir al garaje. Tan pronto abrieron la pequeña puerta de metal marcada con el No. 13-34 se acercó un teniente y ordenó desocupar inmediatamente el edifico. Eran las nueve y cuarenta de la noche.

Un capitán, dos suboficiales y cuarenta soldados les intimaron y allanaron el periódico, sin ninguna orden escrita.  Subieron por la sala de máquinas, pasaron por los talleres, continuaron a la redacción de EL SIGLO, bajaron a “Diario Gráfico” y ocuparon todo el edifico. A los linotipistas, armadores y tituladores los obligaron a evacuar. A varios redactores los sacaron encañonándolos y ultrajándolos.

Luis Castillo, que era el redactor internacional y apodábamos “Mr. Ins” tenía un pariente que vivía contiguo al periódico. Al salir se acercó a Enrique y le susurró algún proyecto.

  • No hay necesidad Mr. Ins, aquí permaneceré hasta cuando me lo permitan. Váyanse”.

Solo nos quedamos Enrique., Belisario, Hernando Cáceres, Héctor Niño y Antonio Cauca Prada en el piso de la redacción. En los talleres se encontraba el maquinista Enrique Moreno. Los soldados empezaron a esculcar y saquear los escritorios. Rompían todo cuanto encontraban. Al pedirles que no lo hicieran vinieron las amenazas. A empujones y culatazos y encañonándonos nos sacaron del salón. El radio de la sección de deportes estaba a todo volumen, transmitía continuamente un boletín informando que el teniente general Gustavo Rojas Pinilla se iba a dirigir al país. Enseguida fuimos echados a la calle. Eran casi las once de la noche.

 

Se queda Enrique

Ya en la puerta de salida, Enrique Gómez se dirigió al capitán que comandaba la tropa para declararle que él no saldría del edificio porque tenía que cuidar las instalaciones de la empresa. El oficial no quería acceder. Varios de nosotros nos ofrecimos para esta labor y a acompañar al hijo menor del Presidente. Estando en esa charla llegó Carlos J. Vanegas, un amigo de Enrique.

En últimas, el oficial permitió que permanecieran dentro del edificio junto con toda la tropa, Enrique Gómez, Vanegas y el maquinista Enrique Moreno. Unos paquetes de cigarrillos, unas cajas de fósforos y algunos panes fue la única provisión que les permitieron entrar. Todo había que hacerlo mediante “permiso militar”.

Durante la noche los tres caballeros se dedicaron a patrullar, por entre las tropas distribuidas en escaleras, oficinas y máquinas.

A las 5 de la mañana del domingo 14 de junio, Gómez decidió que había necesidad de sacarla edición de domingo. Él había seguido por radio los incidentes y tenía anotados los principales hechos. Llamó entonces a Guillermo Gómez Moncayo, dándole cuenta de su resolución y pidiéndole que viniera. Antes de las seis de la mañana llegó a las puertas del diario, lo requisaron y entró.

Y manos a la obra. Poco a poco fueron llegando los redactores y personal de talleres que venían en busca y ansioso de noticias. Detrás de cada periodista o empleado colocaron uno o dos soldados.

 

Notificación del destierro

A las diez de la mañana, desde el conmutador pasaron una razón a la redacción.

  • Tres militares preguntan por el director
  • Que suban, fue la respuesta

Avisado Enrique Gómez en ese momento en los talleres, llamó a Gómez Moncayo, quien armaba la primera página de EL SIGLO y le dijo:

  • Guillermo, esto ya no se puede sacar. Encárgate de la dirección de “Diario Gráfico”

Sin más explicaciones, Enrique subió a esperar a los emisarios en la dirección. Los militares eran el coronel Gilberto Montoya Gaviria, después embajador de Colombia en México; el coronel Ezequiel Palacios, jefe del Estado Mayor General y el capitán Octavio Caviedes, comandante de la Policía Militar. Traían terciados sendos fusiles ametralladores. Montoya Gaviria no venía en todos sus cabales, sino pasado de tragos.

Tan pronto llegaron a la dirección Enrique Gómez Hurtado se les presentó y entraron a la oficina y cerraron la puerta. Pocos minutos después, Enrique salió tras los militares y sin dar detalles se despidió. Cuando ya daban la calle, llegó el director de EL SIGLO, Dr. Joaquín Estrada Monsalve.

El Director se enteró por los militares del objeto de la visita: “Enrique debía salir inmediatamente del país”.

Les pidió unos minutos, subió rápidamente hasta su oficina y regresó para llevar en su automóvil al Dr. Enrique. Los carros de los militares y el del Dr. Estrada siguieron uno tras otro. En la Plaza de Bolívar se detuvieron junto a las escalinatas del Capitolio. Allí se bajó Enrique y se dirigió a las oficinas del nuevo Ministro de Gobierno, Dr. Lucio Pabón Núñez. El Dr. Joaquín Estrada regresó al periódico. Mientras tanto se ultimaban los preparativos para la impresión de EL SIGLO.

El Dr. Enrique Gómez frente al titular dela cartera política le dijo: “Quiero que la orden de destierro me la de usted Dr. Pabón, personalmente”. Después de idas y venidas a Palacio, el destierro quedó postergado.

A las once y veinte minutos del domingo 14 de junio, salieron de la GOSS los primeros ejemplares de prueba de EL SIGLO. Llevaba el No. 6210. Los soldados que estaban admirados de ver el funcionamiento de la rotativa y demás maquinaria no habían dicho nada. Al informarse los oficiales ordenaron parar las máquinas y destruir los pocos números impresos. La orden se cumplió. Solo unos tres ejemplares lograron salvarse. Uno de ellos lo logré sacar escondido en mi ropa. Años después de lo entregué al Dr. Jaime Duarte French como obsequio a la Biblioteca Luis Ángel Arango."