@fejlima

Desde Cannes

Especial para BAE Negocios

Contra lo que indica cierta reiterada cantinela relacionada con nuestro cine, en todos los festivales importantes del mundo, éste siempre tiene un lugar de privilegio. El Festival Internacional de Cine de Cannes no es la excepción en esta, su 77° edición, y Argentina es posiblemente el país de América Latina con mayor presencia en sus distintas secciones.

La Semana de la Crítica es una muy prestigiosa sección paralela en la que, por ejemplo, en 1969 comenzó a hacerse global el fenómeno desatado con La hora de los hornos de Fernando “Pino” Solanas y Octavio Gettino (que había tenido su premier en Pesaro, Italia) y en la que se “descubrió” en 2013 a Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, que se llevaron el premio mayor con Los dueños. En ella, en el día de ayer se presentó Simón de la montaña, de Federico Luis (conocido por su corto La siesta, seleccionado en 2019 por Cannes y premiado ese año en BAFICI como mejor corto argentino).

La inquietante propuesta hace foco en Simón, de 21 años, interpretado por Lorenzo “Toto” Ferro (recordadísimo por su rol protagónico en El ángel) que según cómo se presenta él mismo en el film es “ayudante de mudanzas”. Salvo Ferro todos los demás intérpretes tienen algún tipo de discapacidad cognitiva y la película se planta en un territorio tan inasible como desconocido, en la frontera en la que se encuentran ficción y realidad, apego a las normas y diversidad de sensibilidades, miradas, percepciones. Difícil el sendero que propone el director, al borde de un desfiladero en el que las reglas habituales (como en los western de frontera, que –en su medida- Simón de la montaña también lo es) no aplican. Así, la obtención de un certificado de discapacidad lejos de ser un obstáculo o un demérito es, quizás, como el tránsito por la adolescencia que también propone la película, la llave que habilite nuevas libertades, nuevas vidas. El trabajo de Ferro, en una composición que atraviesa su cuerpo y que nos interpela con su mirada, es nuevamente consagratorio.

Si bien este año no hay representantes argentinos en las competencias oficiales, también debe señalarse que en la reconocida sección de la Quincena de los cineastas (hasta hace poco, Quincena de los realizadores) tendrán su premier mundial la última película de Hernán Rosselli (Mauro, Casa del Teatro) Algo viejo, algo nuevo, algo prestado y el cortometraje Nuestra sombra, de Agustina Sánchez Gavier.

Por su parte en la independiente sección ACID podrá verse la comedia dirigida y protagonizada por Iair Said Los domingos mueren más personas y, como parte de la selección oficial, en Cannes Classics, se verá una copia digitalizada y restaurada de la inolvidable Rosaura a la diez de Mario Soffici (1958). La “rareza” de este año es la premier mundial en el Cine de la playa (habitualmente dedicada a recuperar películas icónicas del pasado, que se proyectan en una gran pantalla de la que se puede disfrutar desde la arena en unas cómodas reposeras) de la última película de Daniel Burman, Transmitzvah.