La vida soñada de Miss Fran (2023), de Rachel Lambert

La introvertida Fran trabaja en una gris oficina creando hojas de cálculo, pero no acaba de conectar con sus compañeros de trabajo. Por la noche regresa a su apartamento donde repite el mismo ritual: servirse una copa de vino, comer requesón, hacer algún sudoky y acostarse. En la cama la invaden fantasías sobre su propia muerte, pues se imagina por ejemplo colgada de una grúa, o que su cadáver aparece en una playa. Un día se fija en un nuevo compañero, Robert, que le propone ir al cine, y después acude con ella a una fiesta de unos amigos. De repente, deja de tener pensamientos suicidas...

La poco conocida Rachel Lambert convierte en largometraje un corto que dirigió hace años Stefanie Abel Horowitz, aquí coguionista, que a  su vez se inspira en uno de los personajes de la obra teatral "Killers", de Kevin Armento. El film empieza bastante bien, describiendo de forma sutil al personaje central, con escenas inspiradas, como aquélla en la que tiene que escribir una tarjeta para Carol, una colega que se jubila, pero no sabe qué poner. Podría haber sido una interesante película romántica con el tono típico del cine independiente americano. Por desgracia, a partir de la segunda mitad pierde bastante fuelle, como ocurre con otros casos de cortos alargados. No ayudan algunas secuencias surrealistas mal resueltas, como aquella en la que los personajes participan en un juego que consiste en investigar un supuesto crimen.

Queda así deslucido el estupendo trabajo de Daisy Ridley, estupenda en un personaje lacónico, con apenas frases de diálogo, contrapuesto a Rey, el personaje de Star Wars: El despertar de la Fuerza, que la convirtió en una celebridad. El menos conocido Dave Merheje da también la talla en el papel de Robert.