El gran último acto de Cristóbal Jodorowsky | EL PAÍS México
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El gran último acto de Cristóbal Jodorowsky

El protagonista de la cinta de culto ‘Santa Sangre’ y maestro de tarot de miles en Latinoamérica falleció el pasado 15 de septiembre. Su legado fue honrado por sus seguidores

Axel Jodorowsky (Cristobal Jodorowsky), Chilean-French actor, writer, painter, 2008. (Photo by Leonardo Cendamo/Getty Images)
El tarotista Cristóbal Jodorowsky.Getty Images

Todos los objetos de Cristobal Jodorowsky están puestos sobre mesas, bibliotecas y estanterías de su casa. Ahí, silentes, en ausencia de su dueño y de sus íntimos sentidos, están esos figurines que decoraron su cuarto, enaltecieron sus altares o le sirvieron de instrumento para alguno de sus psicorituales. Nadie lo sabe a ciencia cierta. A su apartamento, en la avenida Mazatlán, en la Ciudad de México, han llegado cientos de personas a hacerse con un objeto de su maestro, de ese actor emblemático en Santa Sangre, de su sanador, del que les leyó el tarot con acertada visión, de su poeta favorito, de Cristóbal. Han venido también a atender el llamado que públicamente ha hecho su familia. A una semana de su repentino fallecimiento, sus hijos Dante, Damián e Iris tienen que hacer frente a muchos gastos y necesitan ayuda monetaria de todos aquellos que conocieron a su padre.

En medio de una tranquila congoja, y con la certeza que tienen muchos que lo conocieron, de que, “no había nadie más preparado para la muerte que Cristóbal Jodorowsky”, la gente camina por los tres salones llenos de su ausencia y sale con libros de cine bajo el brazo; con una estatua de Don Faustino, el guerrillero venezolano que se volvió santo entre los pobres y a quien le ponen velas. Con un busto de Simón Bolívar, que nadie sabe a qué patriarca encarnó en una de sus terapias de sanación. Con una estatua de Lakshmi, diosa hindú de la abundancia y la prosperidad, que posa junto a una figura rosa y pop de la Virgen de Guadalupe. Ningún objeto tiene un valor específico. Solo se pide una donación.

Los que no han tenido la suerte de estar en la Ciudad de México, ronronean estridentemente en redes sociales a ver si alguien se conmueve de ellos y manda fotos de esos objetos que también anhelan tener. Son sus alumnos de Chile, sus seguidores en Francia, sus aprendices de Bogotá. Ninguno entiende muy bien por qué su familia se está deshaciendo de sus objetos, ni tampoco por qué necesitan dinero, pero están muy dispuestos a ayudar. Al punto que piden que abran una cuenta colectiva en donde se pueda hacer donaciones.

Cristóbal, el segundo hijo del cineasta, escritor y psicomago Alejandro Jodorowsky y de la actriz Valerie Trumblay, ha fallecido de un ataque al corazón a sus 57 años. Su hermano Brontis, el mayor, ha salido en un video en redes sociales a contar lo ocurrido. En medio de una agenda agitada, Cristóbal había recaído en sus problemas con el alcohol y su corazón no pudo con tanto. Un paro fulminante ha dado por terminado toda la faena que le esperaba en Italia, en Perú, en Guadalajara y en todos los lugares a los que iba a enseñar psicogenealogía, psicomagia y tarot, las tres ramas en las que se había especializado.

La noticia de las razones de su muerte, que podrían escandalizar a muchos tratándose de un guía espiritual, no sorprende a sus verdaderos seguidores. “Cristóbal fue un maestro al que nunca le dio pudor mostrar su sombra. Yo vi la sombra del maestro, antes de ver su luz. Su invitación siempre era a que te tomaras completo”, asegura María Alexandra Cabrera, autora del libro El camino del Tarot y alumna en su escuela Meta Mundo, hace 10 años.

“Él era un maestro muy distante, nosotros ni siquiera nos podíamos tomar fotos con él, no compartía con sus estudiantes, no era entrañable, sin embargo, la experiencia de aprender de él era maravillosa y trastocadora. Él siempre nos decía: una cosa es lo que tú quieres y otra cosa, lo que la vida quiere de ti. Cristóbal me impulsó a decirle sí a la vida, como él lo hizo siempre”, explica Cabrera.

“Es durísimo aceptar que un maestro tiene errores, pero yo prefiero eso al maestro que se vende como un gurú y que no ha integrado su oscuridad y su sombra. ¿De qué sirve un maestro desintegrado? Es muy difícil encontrar la iluminación en esta vida, pero lo que uno sí quiere de un maestro es honestidad y Cristóbal era profundamente honesto. Y aunque inaccesible, su mensaje era tan potente, que a muchos nos transformó”, dice por su parte la artista plástica Natalia Behaine, quien fue una de las primeras estudiantes que tuvo Cristóbal cuando decidió abrir cursos de dos años para que la gente aprendiera lo que él había aprendido de su padre y, que había integrado con maestría, justamente, para sanarse de él.

Así explicaba la psicogenealogía él mismo en su libro El collar del tigre (2007), en donde narró detalles de su vida y su tormentosa relación con el padre, que en pleno auge de su carrera como cineasta, creó serias heridas por su ausencia. “La psicogenealogía —método de análisis del árbol genealógico— me ha resultado infinitamente valiosa para comprender hasta qué punto lo que pensaba, sentía o deseaba, mis movimientos, conflictos y enfermedades, podían también ser resultado y extensión de mi pasado familiar, social e histórico. La genealogía es un lenguaje de precisión matemática, un sistema de repeticiones con fechas, enfermedades, muertes, situaciones y nombres: mapas neurológicos que se recorren y transmiten de generación en generación. Aprender a pensar genealógicamente fue como aprender a hablar otra lengua” escribió.

Cristóbal Jodorowsky también alentó a cientos de sus seguidores y alumnos en el mundo a adentrarse en la psicomagia, arte que creó y bautizó su padre, para destrabar bloqueos emocionales, amorosos, familiares y hasta monetarios. “La psicomagia es muy seria, tanto para el que la da como para el que la recibe y consiste en llevar al mundo consciente, algo que solo te podrías permitir en el subconsciente. Trabaja con elementos que si los intentas entender desde la razón, te parecen una locura”, explica María Alexandra Cabrera.

Y locura, sería para muchos ajenos a estas prácticas, una palabra tenue para describir los actos que hicieron con su guía muchos de sus pupilos para superar las trabas de sus linajes. “Yo descubrí que cargaba el nombre de una bebé que había fallecido muchas generaciones atrás. Para poder sanar ese peso que tenía sobre mí, tuve que conseguir un muñeco de plástico, llenarlo con corazones de pollo, pintarlo de negro y cargarlo con un morral sobre mi espalda por tres días”, cuenta Ana M. Ochoa, alumna de Cristóbal, quien desertó de la formación que impartió por varios países de Latinoamérica y quien lo describe como un hombre muy preparado que “siempre dejó ver una faceta adolorida y rabiosa y que en su forma de enseñar era muy duro”.

Cristobal Jodorowsky encarnó él mismo cientos de actos de psicomagia, incluso desde su propia infancia. En su libro cuenta cómo una vez, de niño, golpeó a su hermano en una pelea infantil y le rompió la nariz y cómo sus padres le vaticinaron en reprimenda un duro castigo: te vamos a bañar en sangre. “Casi me desmayo al imaginarmelos golpeándome con alambres de púas o rodillos de amasar pan. Pero, como en un ritual, me hicieron desvestir, me metieron en la bañera y, para mi sorpresa, me tiraron encima una cubeta de salsa de tomate. Conociendo hoy el impacto de la metáfora en el cerebro, fue una visión verdaderamente traumática”, cuenta en su libro Jodorowsky. La psicomagia, fue a la vez la herramienta que usó para sanar ese episodio: “Años más tarde repetí la situación y fui yo quien los remojó en salsa roja; después nos bañamos juntos y nos rociamos todos con pétalos de rosas para sanar la marca de aquel desafortunado castigo”.

Como sus alumnos lo señalan y como las razones de su misma muerte lo revelan, Cristóbal Jodorowsky hizo siempre visible y evidente que los aciertos y desaciertos de sus padres al criarlo lo habían hecho una persona “sensible, atormentada, víctima de depresiones, de neurosis de fracaso” y como él mismo lo describió “con la sensación de arrastrarse por la vida como un inmundo gusano”. Quizás esa evidencia de sufrimiento y su capacidad de trabajarse, sanarse, transformarse y volverse alguien funcional e inspirador era lo que conectaba tan profundamente con sus seguidores.

“Cristóbal es de los seres más impactantes que he conocido. Era tan crudamente humano que le creías, solo alguien tan profundamente coherente con su humanidad puede ayudar a otros a trabajar con sus sombras. Él nos compartía abiertamente sus sufrimientos humanos y qué estaba haciendo al respecto, siempre con la fuerza del ave fénix que renace una y otra vez de las cenizas. Él nos contaba el dolor que sentía con su padre, con sus parejas y cómo lo estaba trabajando personalmente, nos hablaba de sus propias heridas, de sus debilidades y de lo que estaba aprendiendo de ellas, eso nos aportaba mucho. Nos mostraba la fuerza y la grandeza que se requiere en esta vida para asumir tu propia vulnerabilidad”, asegura por su parte la psicóloga Antonia Regalado, quien fue monitora de una de sus clases de Meta Mundo y cercana a Cristóbal.

Pero las personas que han venido a su casa a recorrer un poco de su intimidad y a llevarse consigo algunos de los objetos que reviven sus caminos y andares por la vida, no solo son parte de sus alumnos. Muchos son devotos de ‘Santa Sangre’, película que Alejandro Jodorowsky realizó en 1989 y que se ha convertido globalmente en una película de culto. En ese filme de género, Cristóbal, que para entonces aún usaba su otro nombre, Axel, encarnó un papel protagónico, el de Fénix, y su performance no solo le valió el reconocimiento de la crítica, sino que hizo que su nombre se popularizara mundialmente.

“Esta es una película mexicana que es una obra de arte y que culmina la etapa de cine mexicano de Alejandro Jodorowsky. Tiene un casting emblemático y una estética muy peculiar que habla del México bárbaro y surrealista”, explica Pablo Guisa, director de Grupo Mórbido, un conglomerado mexicano que cuenta con un emblemático festival de terror, y quien ha realizado en dos ocasiones un homenaje a esta cinta reuniendo a su casting y celebrando su remasterización.

“El de Fénix es un papel muy complicado, pero interesante. Representaría un reto para cualquier actor. Su padre era el director, su hermano menor, Adan, encarnaba su mismo papel pero cuando era niño y él a su vez estaba haciendo un doble papel. Él actuaba de Fénix, pero también de su madre sin brazos. Los gestos, las manos, la expresión corporal, en todas las escenas en las que sale la actriz Blanca Guerra sin brazos, son de él. Es un papel en donde tiene que actuar de hombre y de mujer, de hijo y de madre, de psicópata y de contenedor. Su actuación, en un papel atípico y complejo, fue hecha de una manera espectacular. Es el mejor papel de Axel Cristóbal en toda su vida, es el pináculo de su carrera, su culminación y, además, es como va a trascender. La gente del común el referente que tienen para recordarlo es a través de ‘Santa Sangre’, que es ya parte de la cinematografía mundial”, añade Guisa, quien es especialista y conocedor de las películas de género y cuyo padre trabajó con el mismo Alejandro Jodorowsky.

A pesar de su trascendencia entre el público, lo que esta película significó en la vida del actor no está muy claro. Como el mismo Pablo Guisa lo rememora, en las dos oportunidades que rindieron homenaje a la cinta y en donde juntaron a Adan Jodorowsky, Blanca Guerra, al compositor de la música, el británico Simon Boswell y al que diseñó los tatuajes de la cinta, el artista Sergio Arau; Cristóbal Jodorowsky nunca se sintió “en un buen momento” para hacer parte de esta celebración. “No era sencillo, tenía estos claroscuros emocionales y nunca pudimos platicar sobre la película”, confiesa Guisa quien, sin embargo, no se sorprendía ante sus negativas: “En el caso de Axel, me parece que es, sin un juicio de valor negativo, el más contaminado por el padre. Su hermano Brontis hizo su carrera como actor de teatro, Adan es un músico reconocido, pero Axel Cristóbal es el que permaneció más dentro del aura del padre, el que no rompió la bolsa, no salió de ese líquido amniótico mágico, místico, creativo de Alejandro Jodorowsky”.

La influencia que tuvo el gran director chileno en su hijo, la forma cómo él y su obra marcaron a toda su estirpe es indudable, pero Cristóbal en sus escritos siempre dejó en evidencia que su aprendizaje no solo era una herencia recibida del patriarca, era más bien una evidencia que había constatado en su cuerpo mismo. “Resolví que tenía que averiguar si todas esas técnicas de Alejandro y los chamanes funcionaban realmente. Si mi padre inventó la psicomagia, yo decidí experimentarla sobre mi propio ser hasta sus últimas consecuencias. Se dice que un mago primitivo, el medicine man o el chamán, es antes que todo un enfermo que logró sanarse a sí mismo. Si iba a ayudar al mundo, primero tenía que ayudarme a mí. Si quería ser un psicomago o psicochamán, primero me tomaría mi propia pócima”, narró en su libro El collar del tigre.

El “chamán contemporáneo”, el maestro y gran conocedor del tarot, el actor, el pintor que hizo exposiciones en Chile y México, el poeta con libros inéditos, el hijo atribulado, pero también el padre ha partido dejando un amplio y no poco controvertido legado. Y como si fuera el último gran acto de psicomagia, su casa en la Ciudad de México se ha llenado de aquellos que le profesaban amor o admiración y a través de sus objetos, de sus totems, de sus santos y figurines chamánicos, el recuerdo del propio Cristóbal Jodoroswky se ha expandido hacia cientos de otras casas en donde ahora su arte y su consigna de “tomar la vida” también habitan.

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