EN AGOSTO NOS VEMOS GARCÍA MÁRQUEZ

EN AGOSTO NOS VEMOS

Sergio Pérezgrovas
Columnas
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Siempre he creído que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una mujer hermosa.

Gabriel García Márquez


El 17 de abril de 2014, hace diez años, la literatura perdió a uno de sus más grandes exponentes en el habla hispana. Me refiero a Gabriel García Márquez, quien con un estilo sencillo pero profundo logró envolvernos en grandes historias a través de su realismo mágico.

Desde su primera novela publicada, Cien años de soledad, el autor nos atrapó.

Nació en Aracataca, Magdalena, Colombia, el 12 de marzo de 1927, y falleció aquí en México, en su casa del Pedregal.

Fue escritor, periodista y guionista, aunque estudió Derecho en la Universidad Nacional de Colombia. Comenzó sus actividades periodísticas en el diario El Espectador.

En 1982 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus novelas e historias cortas, que reflejan el pensamiento mágico del pueblo latinoamericano. Perteneciente al boom latinoamericano junto con Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, cautivó a un público ávido de nueva y fresca literatura contemporánea.

Todos sus escritos son muy personales, extraídos de la realidad que vivió o conoció a través de sus padres, especialmente de su abuela.

El amor en los tiempos del cólera es la historia de ellos, mientras que Cien años de soledad se basa e inspira en las narraciones de su abuela Mina, quien es el personaje de Úrsula Iguarán.

Gabriel se casó con Mercedes Barcha, con quien tuvo tres hijos: Rodrigo, Gonzalo e Indira Cato.

Su fama llegó con su novela más editada, Cien años de soledad, que se publicó en 1967. En la primera semana vendió ocho mil ejemplares y a los tres años de su lanzamiento ya eran medio millón de libros.

La popularidad de su libro le permitió al Gabo (como le decían sus amigos) conocer a grandes personalidades de la historia y entablar una profunda amistad con Fidel Castro, lo que lo llevó a ser etiquetado como subversivo por sus puntos de vista sobre el imperialismo ejercido por Estados Unidos. Por esta razón se le negó la visa durante varios años. Fue hasta la presidencia de Bill Clinton que se levantó la prohibición, ya que el mandatario afirmó que Cien años de soledad era su novela favorita.

A lo largo de su carrera recibió innumerables premios, de los que no hablaré ahora. Me referiré a sus dos últimas novelas: Memoria de mis putas tristes y En agosto nos vemos.

Memoria de mis putas tristes me pareció un relato forzado, sin ganas, como si fuera hecho a la de a huevo. Es la historia de un anciano de 90 años que se enamora de una adolescente, quien para acabarla de amolar es virgen.

Por otro lado, su novela póstuma, En agosto nos vemos, narra la historia de una mujer que viaja cada año a una isla para llevar flores a la tumba de su madre y comete varias infidelidades a su marido. García Márquez mismo dijo, ya con su enfermedad avanzada, que no quería publicarla porque sentía que le faltaba algo; y en efecto, me parece que fue más un capricho de sus hijos para sacar dinero. La novela no termina de cuajar. Lo que más me gustó fueron las hojas finales, donde se muestran algunas correcciones del texto hechas por el escritor. En gustos se rompen géneros y cada quien debe hacerse responsable de sus lecturas. Por ahora, hasta agosto, leeré alguna novela pendiente que tengo del famoso colombiano, como un pequeño homenaje.

Realismo mágico

Todas las mañanas Tristán llevaba a Lore a la escuela, que quedaba muy cerca de su casa. Lo hacía caminando y tomándola de la mano. Iban saltando rayas para no pisarlas. En la esquina de donde vivían había una tiendita. Lore siempre le decía a Tris que le comprara sus baloncitos de chocolate y él accedía. Ella se lo comía de un bocado y continuaban su camino.

Lo que Tris no sabía es que ella guardaba la envoltura, que era de papel aluminio.

En un cumpleaños de Tris, pasados varios años, Lore le regaló una pelota de aluminio del tamaño de una naranja, que puso en su mesa de noche. La dichosa pelota brillaba por las mañanas cuando Tris iba a tener algún evento, sobre todo de balaceras. Mientras más brillaba, más complicado se ponía. Así que Tris tenía una advertencia. Con el tiempo se dio cuenta de que era como un amuleto que le avisaba y de alguna manera lo protegía. Así que todas las mañanas, antes de levantarse, volteaba a ver la dichosa pelota.