Revista de cultura católica Tesoros de la Fe / Santa Isabel de Hungr�a
Santoral
Santa Isabel de Hungr�a, Viuda
Hija del rey de Hungr�a, casada con el duque de Turingia, enviud� a los 20 a�os con tres hijos. Abandonada y perseguida por los parientes del marido despu�s de la muerte de �ste, y sin recursos, ofreci� sus servicios a un hospital de leprosos, falleciendo en la paciencia, pobreza y humillaci�n a los 24 a�os de edad.
Fecha Santoral Noviembre 17 Nombre Isabel
Lugar Marburgo - Alemania
Vidas de Santos Santa Isabel de Hungr�a

Patrona de la Orden Franciscana Seglar

Modelo de resignaci�n en las mayores probaciones, su vida fue un continuo sufrimiento y un portento de caridad

Plinio Mar�a Solimeo

ISABEL NACI� EN Presburgo (actual Bratislava, capital de Eslovaquia), el d�a 7 de julio de 1207. Era hija de Andr�s II, rey de Hungr�a, ilustre por su piedad y justicia, y de Gertrudis, hija del duque de la Carintia, de la familia de los condes de Andechs-Merania. Por el lado materno Isabel era sobrina de Santa Eduviges, duquesa de Silesia y de Polonia, y por su hermano B�la IV �gran rey santo que sucedi� a su padre en el trono� fue t�a de Santa Cunegunda, que conserv� la virginidad en su matrimonio con Boleslao V, rey de Polonia, y de Santa Margarita de Hungr�a, que se santific� en el claustro.

El segundo hermano de Isabel, Colom�n, fue rey de Galitzia y pr�ncipe de Rusia, habiendo guardado continencia perpetua con la bienaventurada Salom� de Polonia, su esposa.1 Por fin, Santa Isabel de la Hungr�a fue t�a abuela de otra gran santa �hom�nima suya, reina de Portugal� y prima segunda de Santa In�s de Praga. Fue un privilegio de la Edad Media la gloria de poseer tantos santos en los m�s altos escalones de la sociedad.

Dice uno de sus bi�grafos que Isabel "a�n no ten�a tres a�os y ya daba se�ales inequ�vocas de precoz santidad. Su coraz�n y su esp�ritu se abrieron a las verdades de la fe al mismo tiempo que a los sentimientos de caridad".2

Mortificaci�n en el esplendor de la corte de Turingia

En 1211, el landgrave3 Herman I, duque de la Turingia, pr�ncipe de Hesse y de Sajonia y conde palatino, pidi� al rey de Hungr�a a la peque�a Isabel en matrimonio para su hijo Luis. En consecuencia, siguiendo las costumbres de la �poca, la ni�a fue enviada a Alemania, a fin de ser educada con el futuro esposo.

"La corte de Turingia era en este per�odo famosa por su magnificencia. Su centro era el imponente castillo de Wartburg, espl�ndidamente situado sobre un monte en la floresta tur�ngica, cerca de Eisenach, donde el landgrave Herman viv�a rodeado de poetas y menestriles, de quienes era generoso mecenas. No obstante la turbulencia y la vida puramente secular de la corte y la pompa del ambiente, la peque�a creci� como una ni�a muy religiosa, con evidente inclinaci�n por la oraci�n, las pr�cticas piadosas y peque�os actos de mortificaci�n".4

A medida que crec�a, se iban acentuando en Isabel las inclinaciones piadosas. No raramente abandonaba los juguetes en que se entreten�a con otras ni�as nobles, para con ellas visitar la capilla o hacer alguna oraci�n. Tambi�n gustaba de llevarlas al cementerio, donde les dec�a: "Acordaos de que un d�a nos veremos reducidas a polvo y a nada; estas personas que yacen aqu� han tenido vida como nosotras y ahora est�n muertas como nosotras lo estaremos tambi�n. Arrodillaos, pues, y decid conmigo: 'Por vuestra Pasi�n y Muerte y por los dolores de vuestra querid�sima Madre Mar�a, librad, Se�or, de las penas a esas pobres almas; y, por vuestras Llagas Sacrat�simas, salvadnos a nosotras'".5

La ni�a ten�a apenas nueve a�os, en 1216, cuando muri� el landgrave Herman, que hab�a sido para ella un verdadero padre. Como su futuro esposo era a�n muy joven para gobernar, la regencia pas� para la madre de �ste, la duquesa Sof�a. �sta ve�a con desagrado los crecientes actos de piedad de su futura nuera.

Todos en la corte juzgaban excesiva la piedad de la joven princesa, menos su futuro esposo. Y, por eso, hac�an de todo para desviar su amor por ella. Cierto d�a, Luis dijo a sus cortesanos: "�Veis esa monta�a de enfrente? Pues aunque me dierais una cantidad de oro mayor que esa gigantesca mole, no consentir�a jam�s en apartarme del cari�o de Isabel" .

Ejemplo de pareja perfecta noble y cristiana

Isabel, de ni�a, hilando

La boda de los dos pr�ncipes fue finalmente celebrada en el castillo de Wartburg, el a�o 1220. Luis ten�a entonces veinte a�os de edad e Isabel casi catorce. Hab�a una afinidad de alma muy grande entre esposo y esposa. Luis apreciaba la virtud de Isabel, y ella la rectitud y piedad del marido. "A un valor legendario en los torneos y en los combates, un�a una inocencia inveros�mil en un caballero rodeado de todos los prestigios del poder, del lujo y de los peligrosos azares de una vida agitada".6 Por eso el matrimonio fue muy feliz.

Es muy conocido el milagro de las rosas, que todas las biograf�as de Santa Isabel cuentan, y que tambi�n ocurri� con Santa Isabel de Portugal. A pesar que Luis era muy comprensivo con sus actos de caridad, una vez Santa Isabel se vio en apuros. Hab�a terminado de colocar en su manto una buena cantidad de carne, huevos y otros alimentos, y se dirig�a a la ciudad a fin de entregarlos a los pobres. En ese instante se encontr� con su marido, que ven�a de una cacer�a. Al verla inclinada bajo el peso de la carga, le pregunt� de qu� se trataba. Mirando al cielo, ella abri� el manto y en �l estaban bell�simas rosas encarnadas y blancas, a despecho de estar en pleno inverno. Luis, percibiendo el milagro, tranquiliz� a su esposa y guard� consigo una de las rosas del milagro.

Incentiva al esposo a partir a la Cruzada

Sin embargo, ese feliz matrimonio dur� poco, pues, acudiendo a la voz del Sumo Pont�fice, que el a�o 1227 convoc� una quinta cruzada para reconquistar el Santo Sepulcro, Luis, como verdadero pr�ncipe cristiano, se alist� para acompa�ar al emperador Federico II. A pesar de su aflicci�n, le dijo Isabel: "No permita Dios que te quedes a mi lado contra su adorable voluntad, antes bien que �l te conceda la gracia de hacer siempre y en todo su adorable benepl�cito".7

El valiente pr�ncipe muri� a causa de la peste en Otranto, Italia, antes de llegar a Jerusal�n. A pesar de no haber sido canonizado por la Iglesia, la voz del pueblo alem�n lo llama santo, as� como a su hija Gertrudis.

Despu�s de un movimiento de violento dolor Isabel se domin� y, sumisa, acept� la voluntad de Dios.

Se manifiesta el odio contra Santa Isabel

Comenz� entonces para ella lo que podr�amos llamar "su pasi�n". Su cu�ado �que deb�a ser el regente, a causa de la minoridad de su hijo� le orden� salir del castillo, llevando solamente a sus hijos. Isabel apenas murmur�: "Todo me lo han quitado, pero a�n tengo a Dios".

Santa Isabel tuvo tres hijos: Herman, nacido en 1222; Sof�a, en 1224, y Gertrudis, en 1227, todos a�n muy peque�os, teniendo la �ltima apenas dos meses de edad. Ellos acompa�aron a su madre en la desgracia.

En la ciudad de Eisenach, que hab�a sido palco constante de sus incontables actos de caridad, no la quisieron recibir, por miedo de descontentar al regente. Por caridad, ella encontr� finalmente abrigo en un establo.

Fue entonces cuando una t�a de Isabel �Matilde, abadesa de un monasterio benedictino en Wurzburg� vino en su socorro, dirigi�ndola despu�s a su t�o Eckbert, obispo de Bamberg.

Ingresa en la Orden Tercera franciscana

El milagro de las rosas

Alg�n tiempo despu�s, regresaron los caballeros que hab�an acompa�ado al Duque de Turingia a la cruzada, trayendo su cuerpo. Enfrentando con valent�a a los hermanos de �ste, ellos los censuraron por la crueldad practicada contra la viuda de su hermano y sus sobrinos. No resistiendo a las palabras de los caballeros, los pr�ncipes pidieron perd�n a Santa Isabel y le restituyeron sus bienes y propiedades. Gracias a ello, su hijo fue declarado heredero, bajo la tutela del t�o.

En un Viernes Santo de 1228, fue recibida en la Tercera Orden de San Francisco, en el convento de Eisenach, juntamente con dos de sus damas que no hab�an querido separarse de ella. Fueron entonces de las primeras terciarias franciscanas en Alemania. Sus dos hijas fueron llevadas a un convento para ser educadas, conforme la costumbre del tiempo, donde despu�s una de ellas profes�. La otra se cas� con el duque de Brabante.

Santa Isabel ten�a como confesor al P. Conrado de Marburgo, m�s tarde inquisidor papal. Muy austero para consigo y para con los otros, priv� a Isabel de las damas que la hab�an acompa�ado, y puso en su lugar a mujeres rudas y severas, a las cuales la santa deb�a obedecer.

Santa Isabel falleci� la noche del 19 de noviembre de 1231, con apenas 24 a�os de edad, siendo canonizada en 1235, tal era la fama de su santidad. En ese a�o fue exhumado su cuerpo, que estaba perfectamente incorrupto y exhalaba un agradable perfume. �l fue trasladado a la magn�fica iglesia g�tica que los habitantes de Marburgo construyeron en su honor. Su tumba atra�a a tantos peregrinos, que lleg� a rivalizar con Santiago de Compostela. Su festividad es celebrada el d�a 17 de noviembre.

Durante el siglo XVI, la Revoluci�n hac�a sentir su h�lito diab�lico: el 18 de mayo de 1539, el landgrave Felipe de Hesse, descendiente en l�nea directa de Santa Isabel, hizo celebrar el culto protestante por primera vez en la propia iglesia donde estaban sus restos mortales. Despu�s desapareci� con la urna que conten�a sus huesos.

Sin embargo, en 1548, habiendo sido hecho prisionero por el emperador Carlos V, el fel�n fue obligado a restituir a la iglesia de Santa Isabel sus reliquias, algunas de las cuales ya se hab�an esparcido por Europa.

Pero eso no es todo. Despu�s del protestantismo, Turingia cay�, al final de la Segunda Guerra Mundial, bajo el yugo del comunismo. Finalmente, en 1990, con la reunificaci�n de Alemania, una vez m�s qued� libre, pero gran parte de su poblaci�n permaneci� atea, como los dirigentes sin Dios que la esclavizaron durante cerca de medio siglo.     

Notas.
1. LES PETITS BOLLANDISTES, Sainte Elisabeth de Hongrie, Vies des Saintes, Bloud et Barral, Par�s, 1882, t. XIII, p. 500.
2. EDELVIVES, Santa Isabel de Hungr�a, El santo de cada d�a, Editorial Luis Vives, Zaragoza, 1949, p. 191.
3. DICCIONARIO LAROUSSE: T�tulo de honor de algunos pr�ncipes soberanos alemanes, que administraban justicia en nombre del emperador germ�nico.
4. MICHAEL BIHL, St. Elizabeth of Hungary, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
5. EDELVIVES, op. cit. p. 192.
6. FRAY JUSTO P�REZ DE URBEL O.S.B., Santa Isabel de Hungr�a, A�o Cristiano, Ediciones Fax, Madrid, 1945, t. IV, p. 375.
7. EDELVIVES, op. cit. p. 197.

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