«Bajo los cielos del Líbano» (2020): pide un deseo | Crítica - Revista Cintilatio

Bajo los cielos del Líbano
Pide un deseo

País: Francia
Año: 2020
Dirección: Chloé Mazlo
Guion: Yacine Badday, Chloé Mazlo
Título original: Sous le ciel d'Alice
Género: Drama
Productora: Moby Dick Films, arte France Cinéma, CNC, Indéfilms, Cinémage 14
Fotografía: Hélène Louvart
Edición: Clémence Carré
Música: Bachar Khalifé
Reparto: Alba Rohrwacher, Wajdi Mouawad, Isabelle Zighondi, Mariah Tannoury, Jade Breidi, Odette Makhlouf, Hany Tamba, John Chelhot, Greta Zighondi, Chloé Zighondi, Charbel Kamel, Ziad Jallad, Cécile Moubarak
Duración: 92 minutos

País: Francia
Año: 2020
Dirección: Chloé Mazlo
Guion: Yacine Badday, Chloé Mazlo
Título original: Sous le ciel d'Alice
Género: Drama
Productora: Moby Dick Films, arte France Cinéma, CNC, Indéfilms, Cinémage 14
Fotografía: Hélène Louvart
Edición: Clémence Carré
Música: Bachar Khalifé
Reparto: Alba Rohrwacher, Wajdi Mouawad, Isabelle Zighondi, Mariah Tannoury, Jade Breidi, Odette Makhlouf, Hany Tamba, John Chelhot, Greta Zighondi, Chloé Zighondi, Charbel Kamel, Ziad Jallad, Cécile Moubarak
Duración: 92 minutos

Con una combinación de animación e imagen real, Chloé Mazlo debuta con éxito como directora de largometrajes. La historia de Alice y Joseph, bajo el cielo de un Líbano inmerso en la guerra civil más cruenta, se convierte en protagonista de un gran filme.

La directora franco-libanesa hace una apuesta arriesgada pero ganadora con su primer largometraje Bajo los cielos del Líbano (2020). Siguiendo la misma línea de su cortometraje Les petits cailloux (2014), ganador del César a mejor cortometraje de animación, combina realidad con animación stop motion obteniendo un resultado sobresaliente. En su filme, Chloé Mazlo narra la historia de Alice, interpretada por una espléndida Alba Rohrwacher, migrante suiza que viaja al Líbano para trabajar, y donde finalmente se enamora de Joseph, el cual se convertirá en su marido. Lo que aparentemente comienza como una historia romántica, va evolucionando de forma sutil y elegante hacia algo mucho más complejo como es la rutina adversa provocada por la guerra civil libanesa. 

En un principio donde se recurre al in media res, casi in extremis, se observa como Alice escribe desde un barco una carta a Joseph en 1977. Con el juego de flashback y flashforward, la audiencia viaja en el tiempo hasta los años cincuenta para llegar a entender el momento inicial y retomarlo casi al final del filme. Desde los primeros minutos, el halo de Wes Anderson se percibe en cada detalle del filme: desde el uso de la animación stop motion como ya hizo con sus películas Fantástico Sr. Fox (2009) e Isla de Perros (2018), hasta el recurso a la paleta cromática y la estética más plástica como destaca en El Gran Hotel Budapest (2014), entre toda su filmografía. Otra de las inspiraciones más evidentes y a la vez sutiles reside en el pintor Edward Hopper y su pintura realista de los espacios más solitarios y pictóricos: con escenas como las de Alice saliendo de una galería de arte, porque ella misma es pintora, se recuerda a la pintura de Hopper de forma magnífica. No obstante, a pesar de la clara inspiración en el director estadounidense, Chloé Mazlo deja su huella más característica en cada uno de los planos insertados, trasladando así su marca de autora de los cortometrajes a su primer engranaje para poner en marcha una potencialmente exitosa carrera cinematográfica.

En un ejercicio de diferenciación geográfica, lo primero que destaca es el uso del stop motion para representar Suiza y la vida y familia de Alice allí, frente a la imagen real que representa el Líbano. Sin embargo, esta imagen real está repleta de detalles que desvelan el rodaje ficcional como los fondos hechos con paneles o la incursión de pequeños detalles de animación como el corazón de Alice cuando literalmente comienza a llenarse al conocer a Joseph. Este encuentro, al igual que la elipsis temporal que recoge la evolución desde la boda hasta la adolescencia de la hija de Alice y Joseph, se presenta llevando a cabo un homenaje exquisito al cine mudo, tal y como ya hizo de forma similar Agnès Varda con su cortometraje Les Fiancés du pont Mac Donald (1961). Sin necesidad de intertítulos, gracias a su destreza técnica y el apoyo imprescindible de la música, se transmite de forma brillante el sentido narrativo de la historia, con una estética visual original y acertada. Para ello, es esencial el trabajo de la renombrada directora de fotografía Hélène Louvart, conocida, entre muchas otras, por películas como Maya (Mia Hansen-Løve, 2018) o Lazzaro feliz (Alice Rohrwacher, 2018).

Una película casi teatral donde incluso los personajes realizan una coreografía simbólica brillante.

Uno de los aspectos más destacados es el uso de la abstracción y la representación surrealista de la guerra libanesa: en lugar de llevar a cabo una exposición cruenta o dramática, la cineasta caricaturiza la situación beligerante y las tropas a través de caretas y composiciones que explican a la perfección lo que ocurre sin necesidad de ostentación o violencia. En línea con la estética y narrativa del filme, la escenografía se convierte en pieza esencial para desarrollar la trama, convirtiéndose en una película casi teatral donde incluso los personajes realizan una coreografía simbólica brillante. Las figuras alegóricas de la muerte y el Líbano bailan en una danza mortal, donde el país es representado a través del cedro que decora la bandera. Árbol que es nombrado en varias ocasiones desde el inicio del filme como uno de los rasgos más característicos y poéticos del país. Esta situación beligerante es también impecablemente representada a través de los cambios en las relaciones interpersonales y el propio espacio de la casa de Alice y Joseph. Una historia que era de dos, y posteriormente su hija, metamorfosea a un lugar mucho más colectivo, donde familia y amistades se van integrando de manera sucesiva como si de una sola familia se tratara. Este aspecto es hermoso al observar en pantalla como una situación devastadora da la vuelta y muestra su rostro más humano.  

En el filme de Mazlo, incluso el título resulta acertado: aunque traducido al español como Bajo los cielos del Líbano, su título original es Sous le ciel d’Alice, es decir, «Bajo el cielo de Alice». Y es que uno de los elementos imprescindibles de la escenografía y de la narrativa del filme es el cielo, tanto de manera visual con el panel que se utiliza para representarlo, como su mención a través de la poesía que Joseph le lee a Alice al inicio. Él además es astrofísico, por lo que las estrellas, galaxias y otros objetos astronómicos son pilares fundamentales en la vida de ambos. El mirar al cielo y observar las estrellas fugaces se convierte en una hermosa costumbre, no solo como rutina de trabajo de Joseph, sino también como un gesto compartido que los une para evadirse de la realidad que les rodea. En definitiva, la cineasta lleva a cabo un hermoso trabajo donde, sin dejar de lado la realidad más devastadora, muestra la faceta más humana y genuina de la historia. Con una estética fuera de lo común en el género dramático, arriesga y gana con el magnífico resultado.

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