Estrecho de Gibraltar: así se formó la apertura que nutre el Mediterráneo

Estrecho de Gibraltar: así se formó la apertura que nutre el Mediterráneo

Si no fuera por el Estrecho, el Mediterráneo sería un mar seco. De hecho, así fue durante 630.000 años hasta que el Atlántico lo inundó gracias a un movimiento de las placas tectónicas.

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Si el agua bajo nuestros pies desapareciera, en la región del estrecho de Gibraltar nos encontraríamos con un terreno que haría las delicias de los alpinistas. Si iniciásemos la ruta en el Atlántico, al llegar al mar de Alborán habríamos descendido unos 600 metros. Habríamos tenido que escalar y descender el umbral de Camarinal –una especie de collado submarino que separa las dos cuencas– y transitaríamos entre cañones, barrancos, montes, depresiones y bloques deslizados. El espectáculo nos fascinaría, rodeados como estaríamos por un accidente geográfico extraordinario: el arco de Gibraltar, una cordillera arqueada que bordea literalmente el mar de Alborán y se extiende entre la península ibérica y África. Al norte tendríamos el sistema Bético; al sur, las montañas del Rif de Marruecos, y al oeste, estas dos cordilleras casi unidas en el estrecho de Gibraltar. 

En este paseo en el que hemos drenado imaginariamente el Mediterráneo, la vista no nos alcanzaría para divisar todas las montañas que forman el arco más cerrado de la Tierra, pero tropezaríamos con otras pistas que indicarían la intensa actividad orogénica del área: un suelo plegado, abrupto, deforme, fracturado; volcanes extintos y montes dispersos, entre los que desta-caría la cresta de Alborán, que se alza desde una profundidad de más de 1.000 metros como una elevada montaña y que hoy vemos sobre el mar formando la isla de Alborán.

Para comprender el origen de este singular escenario submarino, cuya complejidad geológica explica por qué es tan difícil atravesar el Estrecho con un túnel similar al del canal de la Mancha, visualicemos tres momentos clave de su historia.

Formación del Estrecho
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El primero se produce hace 65 millones de años. Europa es todavía una isla en el mar de Tetis, pero se ha empezado a mover, marcando el paso de la evolución de los continentes y de las principales cadenas montañosas. Tiene lugar la orogenia alpina. «Interaccionan la placa Euroasiática con la placa Africana y se levantan los Alpes, los Pirineos y los montes Zagros», explica Gemma Ercilla. Junto con Ferran Estrada, estos dos geólogos marinos del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), en Barcelona, relatan con pasión la evolución del Estrecho y nos conducen a un segundo «gran momento», hace 10 millones de años, cuando otra colisión de dirección noroeste-sudeste entre estas mismas placas hace que se levanten las Béticas y el Rif. «Y Alborán, que es una microplaca, empuja abruptamente hacia el oeste y acaba cerrando el arco de Gibraltar en lo que hoy es el Estrecho», dice Ercilla. Los dos mares, Atlántico y Mediterráneo, se separan y se inaugura la llamada crisis de salinidad del Messiniense. El Mediterráneo, un mar deficitario a nivel hídrico –no tiene suficiente aporte fluvial y la evaporación es alta–, se seca casi completamente. Esta crisis dura unos 630.000 años, hasta el inicio de la edad Zancliense, hace 5,3 millones de años, en que tiene lugar el tercer «gran momento»: el Estrecho se abre. 

 

¿Qué originó este acontecimiento? Hoy la hipótesis más aceptada es la que combina procesos como el levantamiento tectónico y la erosión. Cuando el Estrecho se abre, un enorme torrente de agua atlántica comienza a inundar el Mediterráneo. «Es una gran rampa de inundación que, a la vez que erosiona los fondos del mar de Alborán, también lima el alto estructural desde donde cae, dejando entrar cada vez más agua», explica Estrada. Es la llamada Inundación Zancliense. Se calcula que esa gigantesca cascada llenó el Mediterráneo en apenas dos años, a razón de 10 metros de subida de nivel al día.

Entre dos aguas
Mapa morfobatimétrico del Estrecho de Gibraltar, Escala 1:100.000, Instituto Español de Oceanografía (LEO-CSIC), J. L. Sanz, D. Mata, O. Tello-Antón, A. Muñoz, M. Gómez-Ballesteros, L. M. Agudo, J, Ac

Desde entonces, el intercambio de las aguas atlánticas y mediterráneas en el Estrecho es continuo. Sus grandes diferencias de temperatura y salinidad, características que determinan su densidad o «peso», hacen que las aguas más ligeras, las del Atlántico, entren en el Mediterráneo en superficie, y las más densas y saladas, las mediterráneas, fluyan por debajo en dirección contraria y por lo tanto sean responsables de la lenta e implacable erosión de los fondos del Estrecho. Desempeñan un trabajo colosal: desgastan el suelo rocoso, excavan surcos y crean campos de dunas, moldeando la orografía submarina. Se transforman en una especie de «río mediterráneo» salado y profundo que sale como un chorro con gran fuerza y velocidad hacia el Atlántico, cumpliendo una función importante en la termorregulación de este océano. 

El Estrecho, este minúsculo espacio del planeta, tiene un fabuloso poderío.

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Antiguos habitantes del Estrecho

Foca gris
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Foca gris

En las cuevas de Gorham y Vanguard, en Gibraltar, se han identificado restos de estos mamíferos marinos que presentaban marcas de carnicería.

Foca monje
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Foca monje

Habitó las aguas mediterráneas a lo largo de la costa de España y del norte de África. En la década de 1980 murió el último ejemplar en la colonia de cabo de Gata, en Almería.

Ballena franca
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Ballena franca

Análisis genéticos de los huesos de este cetáceo han revelado que pudo vivir en el Estrecho. Hoy es una especie casi extinguida en todo el planeta. 

 

Ballena gris
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Ballena gris

En su Historia natural, Plinio el Viejo aportó datos sobre los cetáceos y su existencia en la costa gaditana. El estudio de esta obra del siglo I sugiere la presencia de esta especie.

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Este artículo pertenece al número de Mayo de 2024 de la revista National Geographic.

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